El corralito opositor se encierra en su prisión de privilegio

Los miembros del corralito obstaculizador actúan como si el cuadro político internacional del 2001 fuera el mismo de hoy. El de endeudar el país, entregar las reservas y pasar por caja a cobrar.

Carrió, Cobos, Bullrich Pueyrredón Luro, Morales, Morgan Prat Gay han construido un corralito obstaculizador basado en el histérico sostén de los intereses de sus referentes corporativos. Salieron a pastorear por la estancia a los gritos, ofendidos por la soberbia de la chusma que se insubordinó al intentar abandonar la creación de deuda externa. Si con el gobierno de de la Rúa, los blindados bancarios se llevaban las reservas a los centros financieros internacionales avalados por ministros como Cavallo, Morales, Bullrich Pueyrredón Luro ante la mirada atenta de Prat Gay (representando a la JP Mogan) o de interlocutores de los intereses financieros internacionales como Hernán Pérez (alias Martín Redrado), ¿por qué esta presidenta que no mira al norte como único punto de observación va a acabar con el negocio de las comisiones que se pagaban por crear más deuda externa?

Heridos en sus convicciones más profundas, fueron conformando entonces con el auxilio de algunos medios de comunicación, el corralito obstaculizador o corralito opositor. Obstaculizador porque oposición en política implica un grado de acuerdos que no existen. Diríase que para ser oposición hay que contar con una base de acuerdos pero, por lo visto y oído, por la queja apocalíptica de Lilita, Morales, Pino Solanas o Juez (el senador de confuso apellido ya que nombrarlo, irónicamente, indica la injerencia de un poder en otro), lo que se observa es una desunidad sostenida en un conjunto de mutuas sospechas y desconfianzas. Es una desunidad en la confusión general, en la profusión verbal que produce términos insondables, quiebras que terminan cada vez que sus gestores encuentran que no pueden lograr meter una vez más, el palo en la rueda.

La oposición de los mediocres.

Un buen día, Albert Einstein se hundió en una reflexión motivada por ciertos improperios que recibió y pensó que “Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de mentes mediocres”. Por lo tanto, es previsible establecer como él que el corralito opositor está conformado por un conjunto de mentes mediocres, tan mediocres que apenas llegan a una desunión inesperada, que no alcanzan a aprehender lo que sucede cada vez que se les cae una sesión, un senador que, agobiado por el peso negativo de su propia historia confunde el camino y no llega a la sesión en la que debía dar quórum. Algo semejante, en tren de reflexionar sobre la humanidad de ciertos obstaculizadores, a lo que ocurría con la diputada Carrió cuando años atrás vagaba por Plaza Irlanda y se detenía ante cada tarotista (en ocasiones la acompaña una atribulada diputada Cristina Guevara que trajinaba horas en la observación de una angustia sin límites) para que le digan lo que se suponía era su suerte. Le era imposible saber su suerte y, en cambio, pretendía que alguien se la exprese como si eso fuera posible. Quería que se le dijeran una y otra vez porque era imposible resolver en la desmesura, su responsabilidad frente a sus semejantes. Si bien esto no es político, Erasmo solía decir que la felicidad consiste en conformarse con la suerte (no andar preguntando por ella), es querer ser lo que uno es. Cuando uno no es, se puede suponer que no hay aportes externos, ni entregas a supremacías externas que lo resuelvan.

Pensar la suerte en política, demandaría observar que la política internacional es el marco de relevancia donde uno puede saber cual es el camino posible. Y los miembros del corralito obstaculizador, actúan como si el cuadro político internacional del 2001 fuera el mismo de hoy. El de endeudar el país, entregar las reservas (que de la Rúa prácticamente liquidó iniciando la crisis que concluyó con la asunción de Néstor Kirchner en 2003) y pasar por caja a cobrar. Pero ocurre que de la política hecha por comisionistas de deuda hemos pasado a la política de interés nacional conducida por políticos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Y eso es indigerible para los discípulos de Martínez de Hoz, Videla y Cavallo, por nombrar algunos.

La fuga de los “corralitos”.

De ahí que ese corralito que recuerda la memoria del helicóptero de don Fernando, que representa la fuga de la realidad política, reúna a los que huyen de la suerte, los jueces dedicados a buscar paraísos fiscales para esconder dineros mal habidos, los que pretenden que el tarot les diga mentiras cuya verosimilitud dura segundos, los nietos de Morgan que están blindados por la banca financiera internacional, ex ministros del endeudamiento que, como si esto fuera joda, responden a apellidos morales, y traidores. Persisten en la fuga y juegan a ser una argamasa para impedir que el país se ponga de pie, use su economía para el desarrollo industrial, cultural, educativo, empleando su economía para un despegue que traiga justicia y equidad para el conjunto social.
Eso sí, no es cuestión de reflexionar y no dejar finalmente un mensaje esclarecedor. Si sabemos que existe un corralito obstaculizador que cierta prensa se empeña en llamar oposición, no olvidemos que los traidores llevan en su alma la necesidad de destruir cualquier intento de construir algo con otros. Son, se diría en el barrio, malas personas y como dijo Faulkner con la sabiduría de su palabra-río, “Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”.

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