Lejos de la distancia prudencial que el gobierno nacional trató de imponer con el formalismo de un comunicado, el mayor (RE) Juan José Gómez Centurión, quien negó que haya existido un plan sistemático aplicado por la dictadura y puso en duda la cifra de desaparecidos, no es un personaje lateral ni un “lobo solitario” en el universo macrista. Y más allá del tono de su reciente exabrupto, sus dichos llevan el copyright de la matriz política con que el oficialismo se viene manejando en materia de derechos humanos. El director general de Aduanas es un cuadro del PRO, respetado por sus pares y con gran predicamento entre los sectores nacionalistas, egresado de la administración porteña y premiado luego con un puesto nada menor en el Ejecutivo nacional, y que hasta podría haber tenido rango de ministro si no fuera por ciertos antecedentes en su foja de servicios. Este ex militar de 58 años, que en la guerra de Malvinas tuvo una actuación destacada y que como carapintada se alzó contra la democracia junto a Aldo Rico, goza además del exclusivo favor del presidente Mauricio Macri, que incluso intercedió en su defensa para blindarlo cuando el año pasado un escándalo de espionaje amenazó con despojarlo de su lugar en el organigrama de la AFIP.
Contar con la cobertura del jefe de la Casa Rosada no es algo que se logre a fuerza de “opiniones a título personal”, como trató de justificar la cartera de Derechos Humanos que encabeza Claudio Avruj. Sin hacer nombres, el organismo sostuvo que las palabras negacionistas de Gómez Centurión “no son compartidas desde ningún punto de vista y no pueden ser tomadas como representativas del pensamiento del gobierno”. La noche anterior, por la pantalla de América TV, con aplomo e insistencia, el funcionario aduanero había rechazado que el terrorismo de Estado constituyera “un plan sistemático”, se refirió al dictador Leopoldo Fortunato Galtieri como a “un protagonista más de la historia” y sobre los desaparecidos postuló en tono pedagógico que “no es lo mismo 8 mil verdades que 22 mil mentiras”. Poco importó que otros de los presentes en el programa Debo Decir, conducido por el periodista Luis Novaresio, le recordaran los fallos judiciales que dan cuenta del método con que la Junta Militar desplegó su maquinaria represiva ni los testimonios de las víctimas reunidos en el informe del Nunca Más. Para el ex combatiente, se trata de una “visión militante”.
“Juan José Gómez Centurión, quien negó que haya existido un plan sistemático aplicado por la dictadura y puso en duda la cifra de desaparecidos, no es un personaje lateral ni un “lobo solitario” en el universo macrista”
Tras el escándalo, el repudio y los pedidos de renuncia que se fueron apilando -con varios provenientes de los socios radicales del PRO-, Gómez Centurión insistió con el argumento de que su parecer es “absolutamente personal” y que “no implica la forma de pensar del Gobierno”. Ofreció “una sincera disculpa a cualquier persona que pudiera haberse sentido ofendida” pero no se retractó.
Aunque toda la maniobra puede graficarse como un intento por tapar el sol con dos comunicados, el gesto podría resultar suficiente para evitar una nueva baja en las filas de Cambiemos, sobre todo si se tiene en cuenta que el mismo Macri supo hablar del “curro de los derechos humanos”. Y ya electo, cuando el medio estadounidense BuzzFeed le preguntó por los desaparecidos, respondió: “No tengo idea y no me interesa participar del debate. No sé si fueron 30 mil o 9 mil”. En el mismo reportaje televisivo el jefe de Estado caracterizó a la dictadura como “esa horrible tragedia que fue la guerra sucia”. Algo similar a lo que ahora dijo Gómez Centurión, que habló de “un torpe golpe de Estado” por el cual los uniformados “tomaron el poder y lidiaron con un enemigo que no sabían cómo manejarlo”.
Usuarios frecuentes de los focus groups y las encuestas, no sería extraño que en Balcarce 50 ya estén “midiendo” para determinar si el exceso de sinceridad del ex carapintada sumó un problema al macrismo o le allanó el camino para profundizar una línea de acción política que pueda dar rédito en medio de un año determinante en lo electoral.
El controlador
En la Ciudad de Buenos Aires, el mayor (RE) fue el último jefe de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) con Macri como alcalde, que lo había nombrado en 2012, en busca de una mano firme en un área tan sensible como marcada por la polémica. La AGC maneja las habilitaciones y las inspecciones a los locales comerciales, y también debe vigilar las obras en construcción y garantizar la higiene alimentaria.
Tras varios años como gerente de Recursos Humanos de Cencosud y Jumbo, Gómez Centurión se acercó a la vida política a través del principal think tank del partido amarillo, la Fundación Pensar, donde lideró los equipos de Defensa.
Lejos de las promesas de restablecer el orden en la AGC, con Gómez Centurión al mando ocurrió en 2014 el incendio intencional del depósito de Iron Mountain, en el barrio de Barracas, donde nueve bomberos y un agente de Defensa Civil perdieron la vida. Luego del siniestro, se supo que el expediente de habilitación estaba perdido y que se desoyeron informes que advertían sobre un plan de evacuación inadecuado.
De todos modos, el ex militar se desembarazó de las acusaciones y siguió escalando posiciones en la consideración del futuro presidente. Y cuando Cambiemos ganó la segunda vuelta, picó en punta para puestos determinantes: su nombre sonaba fuerte para dirigir el Ministerio de Defensa o incluso la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Lo que se interpuso fue el enojo de la UCR, que pocas semanas atrás había aportado la estructura necesaria para que el PRO se impusiera en las urnas. El radicalismo no olvidó que a fines de los ‘80 Gómez Centurión se plegó a los levantamientos carapintadas de Semana Santa y Monte Caseros contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Por eso, como plan B, Macri lo colocó al frente de las Aduanas, un rol clave en la AFIP.
“Lejos de las promesas de restablecer el orden en la AGC, con Gómez Centurión al mando ocurrió en 2014 el incendio intencional del depósito de Iron Mountain, en el barrio de Barracas”
En su paso por la AGC, Gómez Centurión se rodeó de funcionarios que también supieron usar el verde oliva y que luego promovió a la esfera nacional. Por ejemplo, nombró a un colega de otra fuerza, el capitán de navío (R) Roberto Wulff Oliver, que llegó a ser director de Investigaciones de Delitos Complejos en la cartera de Seguridad que dirige Patricia Bullrich.
No fue el único pase a la cartera de “Pato”: Alberto Iannella, que en 2014, interinamente, supo ocupar la Dirección General de Habilitaciones y Permisos de la AGC, fue designado por Bullrich jefe de Investigaciones de la Criminalidad Organizada. El caso del encargado de la Dirección Nacional de Investigaciones, Rodrigo Bonini, es similar. Especialista en política criminal, ingresó a la AGC en 2008, nombrado por su primer titular, Federico Young, un ex juez civil y amigo de la procesista Cecilia Pando. Al asumir en la Agencia, Bonini, que entre 2001 y 2002 fue “analista de información” en la ex Side, recibió críticas de sectores que lo vinculaban con el súper espía Horacio “Jaime” Stiuso y lo señalaban como el armador de una estructura de inteligencia. Cuando el mayor retirado asumió el mando, lo ascendido a jefe de Gabinete.
El desfile de Rico
Superado el intento fallido por entregar el Ministerio de Defensa a un ex militar que se había levantado contra la democracia, la cartera quedó en manos del radical Julio César Martínez, que de todos modos no se libró del karma carapintada. Sobre todo cuando, en julio de 2016, durante las celebraciones por el bicentenario de la independencia argentina, Aldo Rico se “filtró” en el desfile y paseó exultante a bordo de un jeep por las calles de Palermo. Los radicales hicieron cuentas rápidas y miraron para el lado de Gómez Centurión, que negó haber tenido que ver con la presencia de su camarada de armas. Habían pasado 30 años desde que los hombres con betún en las botas y los rostros tomaran los fusiles para mostrarle al alfonsinismo su rechazo a los juicios por los crímenes cometidos por la dictadura.
Al igual que Rico, Gómez Centurión tampoco se arrepiente de las sublevaciones que esmerilaron a aquel gobierno radical. En noviembre de 2014, ya como funcionario del macrismo porteño, el actual titular de la Aduana le dijo a la revista Noticias: “Participé de Semana Santa, estaba destinado en ese lugar y no me voy de ningún problema. (…) Son procesos históricos. Vivimos una posguerra muy compleja desde el 82 hasta La Tablada. Cuando se mira a la distancia fue un movimiento interno gremial. El planteo era al Ejército y no al Gobierno”, evaluó.
Favor presidencial
En agosto pasado, luego de una denuncia anónima y de una escucha telefónica con la marca de los servicios de inteligencia, Gómez Centurión fue suspendido de su cargo en la AFIP. El funcionario venía pulseando con sectores de la ex SIDE que históricamente tuvieron en las aduanas un coto para sus negocios reservados. En medio de esa puja, su nombre apareció vinculado a una serie de escuchas telefónicas que llegaron a manos de Bullrich, y Macri en persona tuvo que salir a rescatarlo de la remoción preventiva que le había aplicado la ministra.
Lejos de amedrentarse, el héroe de Malvinas regresó renovado, con la cucarda de una bula presidencial y el apoyo explícito que Elisa Carrió le había dispensado durante el mal trance. De hecho, fue mencionado como el autor en las sombras del borrador de un proyecto de ley -circulado en estricta reserva- para allanar el camino a un viejo anhelo de la derecha militarista: la participación de las Fuerzas Armadas en los asuntos de la seguridad interna, incluidas las tareas de inteligencia, con el argumento del avance y la mutación de las eventuales amenazas que pesan sobre el país, como el terrorismo y la “narcoguerrilla”. Justamente, la violencia propalada por el tráfico de drogas es uno de los tópicos más recurrentes de la actual gestión para aumentar su perfil represivo. El dato del proyecto inspirado por Gómez Centurión fue aportado por el diario Tiempo Argentino y el macrismo se encargó de negarlo de plano. Tal vez se trate de otra “opinión a título personal” del ex carapintada por el que Mauricio Macri pone las manos en el fuego.