El barro después del barro

La campaña norteamericana proyecta un futuro presidente con debilidades y una paz global amenazada.

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En el tercer y último debate de la campaña electoral norteamericana realizado anoche en Las Vegas las agresiones personales primaron nuevamente sobre la discusión política y ésta se limitó a sospechas y conjeturas por ambas partes. Después de esta violenta campaña, el próximo POTUS (President Of The United States, según su sigla en Twitter) hallará un país profundamente polarizado, refractario a la política y con partidos debilitados. Por lo menos hasta la renovación parcial de ambas cámaras en noviembre de 2018 el jefe nominal del Poder Ejecutivo tendrá muy poco poder.

 

A tres semanas de la elección la candidata demócrata tiene una amplia ventaja sobre su rival. El pasado martes 19 el sitio Real Clear Politics daba a Clinton entre 44 y 51%, mientras que Trump rondaba entre 37 y 46% dependiendo del sondeo. En todos los casos la demócrata tiene una ventaja de entre seis y siete puntos. Sin embargo, como los votantes sólo eligen un colegio electoral, para ser candidato se necesitan 270 electores. Como Hillary ya tiene asegurados 256 y su contrincante sólo 181, la elección parece decidida, pero algunos estados todavía pueden volcar el resultado.

 

Un informe reciente del Wall Street Journal relevó que, entre los máximos directivos de las cien mayores compañías del país de acuerdo a la revista Fortune, ni uno solo ha donado para Donald Trump. Por el contrario, once de esos ejecutivos apoyaron a Hillary Clinton. En cambio, en 2012 solo cinco de los cien principales empresarios dieron su óbolo para Obama, mientras que cerca de treinta lo hicieron para su oponente Mitt Romney.

 

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Un editorial de la revista del New York Times comentaba días atrás la “paradoja” de que el superrico Trump se encuentre ahora con que sus socios de múltiples negocios están apostando muchísimo dinero para que él no sea presidente. Obviamente todo norteamericano liberal y democrático odia al magnate inmobiliario… pero por causas opuestas a las de la elite. A ésta le molestan las declaraciones económicas del candidato del GOP. “El libre comercio ha destruido las vidas de millones de olvidados trabajadores norteamericanos”, dijo por ejemplo. Otra: “La democracia estadounidense está distorsionada por los intereses de los más ricos”. Una más: “La deshonesta Hillary está apoyada por elites financieras superricas que esperan cobrar el favor”. Y así sigue. La elite política y financiera no soporta que el incontinente setentón cuente a viva voz lo que habitualmente no se dice en público.

 

Trump puede estar usando esta retórica demagógicamente, pero seguramente no es un fascista, como lo estiliza la propaganda demócrata. No es él, sino Clinton quien hace peligrar los restos de la democracia norteamericana con su doble discurso, su dependencia de las grandes corporaciones internas y externas o su (reciente) adhesión al libre comercio.

 

En estas condiciones el/la próximo/a POTUS será muy débil, aunque sea Hillary y tenga el control del Congreso, como se anticipa. Solamente la CIA y el Pentágono podrán asegurar la gobernabilidad de la mayor potencia del mundo, aunque están irremisiblemente enfrentados entre sí. La tentación de “huir hacia adelante” inventando un conflicto exterior será demasiado grande. Probablemente el Pentágono provoque a Rusia en Siria y/o a China en su Mar Meridional, pero ambas potencias ya han fijado límites estrictos. ¿Qué controles le quedan al águila rampante para no cometer un acto de locura?

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