Por Causa Popular.- En noviembre se realizará en la Argentina la IV Cumbre de las Américas. La ciudad de Mar del Plata, donde se realizara el encuentro de los 34 presidentes y jefes de Estado del continente, será escenario de algo más que miles de agentes de los servicios secretos norteamericanos recorriendo sus calles. Cuando en diciembre de 1994 se realizó la primera Cumbre en Miami, Estados Unidos logró ponerle fecha a la implementación del Área de libre comercio de las Américas (ALCA): enero de 2005. En ese entonces nadie preveía que a más de 6 meses de haberse cumplido ese plazo el ALCA iba a estar tanto o más lejos de lo que se encontraba en aquellos días, sino que además su concreción estaría amenazada por un proyecto alternativo: la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). En este contexto la cumbre tendrá un lema propuesto por la Argentina, que ya produjo las primeras diferencias entre los dos proyectos que se perfilan en disputa: “crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”.
“Decidimos iniciar de inmediato el establecimiento del ‘Área de Libre Comercio de las Américas’ en la que se eliminaran progresivamente las barreras al comercio y la inversión. Asimismo, resolvemos concluir las negociaciones del ‘Área de Libre Comercio de las Américas’ a mas tardar en el año 2005, y convenimos en alcanzar avances concretos hacia el logro de este objetivo para el final de este siglo.”
De esta forma, quedaba plasmada en la declaración de principios de la I Cumbre de las Américas desarrollada en Miami en 1994, lo que parecía ser un aceitado proceso de integración económica que favorecería claramente a los Estados Unidos.
Por entonces, el presidente norteamericano William J. Clinton y las multinacionales de su país se relamían con los avances conseguidos en lo que se proyectaba como el mayor acuerdo de libre comercio de la historia, con un PBI combinado superior a los 9 trillones de dólares, y un mercado tan apetecible como el que representan alrededor de 765 millones de personas.
Carlos Menem por la Argentina, el entonces presidente de Brasil Itamar Franco, y quién había sido recientemente electo Fernando Henrique Cardoso, Eduardo Frei por Chile, Luis Alberto Lacalle por parte del Uruguay, sumados a Rafael Caldera (quién por entonces había asumido la presidencia de Venezuela con una fuerte condena al “golpe” de Estado que dos años antes un grupo de militares, comandados por un tal Hugo Chávez, había intentado), eran por aquel 1994 una garantía indudable para la implementación y el desarrollo del ALCA.
El consenso de Washington estaba en pleno auge en América Latina y el ALCA pretendía convertirse en el moño del paquete neoliberal.
Pero 1994 también dejó entrever que no todo era armonía en la viña del señor americano. Como un símbolo fuerte de los obstáculos que el pueblo latinoamericano estaba dispuesto a ponerle a las ansias de hegemonía estadounidenses, el 1 de enero se alzó en armas, desde los más profundo de la selva mexicana el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
La fecha no había sido elegida al azar, ese mismo día se anunciaba la puesta en marcha el NAFTA (North American Free Trade Association), un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, que al traer como consecuencia, la devastación de la industria mexicana y la sobreexplotación de sus recursos naturales, se convertiría en una cruda muestra de las consecuencias que podía esconder el ALCA para los pueblos latinoamericanos.
Las comunidades originarias mexicanas fueron la primera expresión de la dignidad de los pueblos que no estaban dispuestos a dejarse morir en la pobreza, las enfermedades y la indigencia que proponía el neoliberalismo, y que los gobiernos latinoamericanos se mostraban dispuestos a profundizar mediante diversos acuerdos de libre comercio, todos presentados como antesala del ALCA. Pero Chiapas, por entonces era simplemente una advertencia.
Los movimientos sociales de América, que luego avanzaron en coordinación a partir de la realización del primer Foro Social Mundial en 1998, no alcanzaban a ser una oposición lo suficientemente contundente como para convertirse en una alternativa al poderío político económico del país del norte, y a sus presidentes satélites del continente.
A poco más de tres meses de su realización, la IV Cumbre las Américas, genera las controversias propias de un continente que ya no corre detrás de las migajas que, hipotéticamente, dejan caer las ganancias millonarias de las multinacionales norteamericanas y sus socios latinos y europeos.
Así como el gobierno de los Estados Unidos aglutina y lidera a los gobiernos neoliberales, Venezuela -con el poder económico de ser la reserva de gas y de petróleo más importante de América- se ha convertido en el otro polo de referencia con quienes “crear trabajo para enfrentar la pobreza…”.
Ya que de ese modo no implica más libertad de mercado, flexibilización laboral y seguridad jurídica, tal como el propio canciller argentino Rafael Bielsa precisó esta última semana sobre las diferencias con el gobierno de Bush para combatir contra la desocupación al sur del Río Bravo.
El liderazgo bolivariano amenaza a Estados Unidos
Que la República Bolivariana de Venezuela sea una de las piezas que han revertido las relaciones entre los países del continente, y fortalecido los proyectos alternativos, no sólo está demostrado por el profundo compromiso con la defensa de la revolución cubana, un país que por su carácter socialista no participa de las cumbres americanas.
Sus propios enemigos lo perciben, a veces mejor que sus aliados, alertando las consecuencias que puede traer para sus negocios e intereses el liderazgo regional del gobierno de Hugo Chávez.
Uno de las últimas muestras de este liderazgo es el acercamiento de Venezuela con el gobierno ecuatoriano, conocido el pasado miércoles 20. No pocos analistas internacionales ya expresaron al respecto que crece la preocupación en Quito por como éste podría afectar la relación con Washington.
Ecuador, un país exportador de petróleo e importador de gasolina, se vería beneficiado con un ofrecimiento de PDVSA de refinar su petróleo en Venezuela.
Además, como lo hiciera ya con la Argentina, el gobierno de Chávez ofreció comprar bonos de la deuda ecuatoriana para alivianar la pesada carga que esto significa para este país.
Estos acuerdos ya generaron controversias en Ecuador, donde algunos sectores advirtieron que el gobierno del presidente Alfredo Palacio, que se inició el 20 de abril último, debe evitar alinearse con los intereses geopolíticos de Venezuela, en detrimento de las relaciones con Washington.
En la IV Cumbre de las Américas, el gobierno de Bush, intentará una vez más reflotar el proyecto del ALCA, y para esto dirá que el libre mercado es el que garantizará la creación de empleo que el lema de la cumbre reclama.
Del otro lado, la propuesta de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), intentará mostrar las posibilidades que abre una integración solidaria entre los estados del Sur.
El caso ecuatoriano, sumado a la Cumbre Andina realizada esta semana con un llamativo silencio mediático -ver aparte-,son dos de los ejemplos que anuncian que el ALBA amenaza avanzar tanto como siga retrocediendo el ALCA.
La “Ciudad Feliz”, en noviembre, será testigo privilegiada de cuanto han avanzado ambos proyectos en las entrañas de una América Latina que se desangra cada día más con una mayor crudeza por las venas que abren la pobreza de sus pueblos.