Ecuador: el nuevo epicentro de desestabilización

El intento de Golpe de Estado recibió el repudio de todos los países y organismos internacionales del mundo: Unión Europea, OEA, Colombia, y UNASUR. Este episodio se enmarca en una estrategia regional de Estados Unidos que es necesario analizar de cara al futuro.

“Correa, tu no mueres hoy”, le dijo con voz marcial Hugo Chávez al presidente ecuatoriano. El mandatario venezolano iba en su avión, mientras Correa estaba atrapado en uno de los cuartos del hospital militar y le acababa decir de manera dramática que estaba preparado para morir, que no iba a negociar.

Era evidente, la situación indicaba una muy cierta posibilidad de que los sublevados mataran al presidente: estaba rodeado por policías y militares armados -que ya le habían disparado con gases-, con pocos hombres, y la noche acechaba (la noche, ese incierto lugar en donde los medios de comunicación poco pueden captar).

Además, había algo que no se explicaba: una ley laboral que no modificaba los beneficios brindados por el mismo Gobierno, ¿justificaba tomar cuarteles, disparar gases, acuartelarse, sino tenía otro fin que deshacerse de Correa?

Después de toda la tensión demoledora propia de los dramas latinos, de la incesante pregunta sobre la vida de Correa, y de la inevitable incertidumbre que generaba en ese momento pensar en el futuro de América Latina, el presidente ecuatoriano escapó en medio de una balacera temible que dejó cinco disparos de fusil en su camioneta blindada. Todo, costó 193 heridos, y cinco muertos.

Esta situación no es un hecho aislado y deja varias aristas para el análisis.

La primera es a nivel latinoamericano, y tiene que ver con una estrategia regional que se desarrolla de un tiempo a esta parte, y es la desestabilización que han ido sufriendo diferentes Gobiernos.

En todos los casos, se pueden detectar dos lógicas diferentes que se despliegan en todo América Latina y que son convergentes: una es el intento de control del territorio; la otra el manejo de los flujos de capital. Según las características de cada país, se despliega una estrategia más que otra.

En el caso de Ecuador, claramente se trató de lograr un apoderamiento territorial vía levantamiento militar. El caso de Honduras fue su símil, con la diferencia de que allí tuvo resultados efectivos y se destituyó a Manuel Zelaya.

También se puede citar el referéndum en Venezuela (y el golpe de Estado fallido el 11 de abril de 2002), el referéndum en Bolivia (y los intentos de partir el país buscando la “autonomía” de Santa Cruz), así como las operaciones de prensa que hasta hoy se mantienen en Paraguay contra el presidente Fernando Lugo (cuando le adjudicaban infinidad de hijos, y ahora, cuando este lunes la oposición pida su sustitución por el vicepresidente Federico Franco).

En Argentina, dada la composición e historias recientes, la vía militar no parece una alternativa. Aquí, así como en Brasil, la estrategia más bien está asentada sobre dos pilares: uno es el “clima” de negocios (o inseguridad jurídica, como dicen), y el otro la construcción mediática de escenarios de caos. Sin embargo, está claro que “un clima de negocios” no es un dato de la realidad; en todo caso, es una construcción política que sirve a ciertos intereses.

Por cierto, ninguna de estas dos tácticas ha prosperado. Los números de crecimiento e inversión económica de Argentina son elocuentes frente al resto de países, como Chile y Brasil, siempre puestos como ejemplo de “lo que debería ser” la política económica en términos ideales.

Según palabras del economista Aldo Ferrer, “desde 2002, cuando culmina la crisis económica argentina, hasta la actualidad, el crecimiento de la economía argentina duplica aproximadamente el del Brasil y Chile y la tasa de inversión es mayor aquí que en Brasil y comparable con la de Chile. A su vez, Argentina logró compensar el impacto de la crisis mundial sobre la situación interna tan bien o mejor que Brasil y Chile”.

La táctica de mostrar a Brasil, Chile, y Uruguay, como “ideales”, también responde a la lógica para dividir políticamente a la región: mientras en la década del ’90 regía el “Washington Consensus”, era más fácil operar política y económicamente sobre los Estados. Con el surgimiento de nuevos líderes fuertes, la prioridad pasó a ser la contención de Brasil, y la división de sus posibles aliados, como es Argentina.

Por eso, algunos países suramericanos pasaron a ser piezas claves, por su producir inestabilidad (conflictos Colombia-Venezuela y Colombia-Ecuador), así como para instalar bases militares formando un cerco sobre Brasil (Colombia, Perú y Paraguay) o para instalar una cuña entre los dos principales aliados estratégicos. Ese papel de Estado tapón entre Argentina y Brasil fue diseñado hace casi dos siglos por la diplomacia británica cuando parió al Estado uruguayo.

Por eso, los mismos empresarios que fronteras adentro hablan mal de la política económica argentina, son los que señalan a Uruguay o Brasil como paraísos. Ahora bien: ¿son muy distintas los caminos que adoptan ambos países? Está claro que no.

Los medios de comunicación, políticos opositores, y diplomáticos norteamericanos -como es el caso del chileno Arturo Valenzuela- construyen la idea acerca de un país sospechoso dirigido por personas poco confiables (Argentina), otro con el que se mantienen excelentes relaciones (Uruguay) y un tercero (Brasil) al que se considera una amenaza. Desde Washington se desarrolla contra Brasil una estrategia similar a la que usa contra China: rodearla de conflictos.

Por otro lado, mantienen una clara inestabilidad en Centroamérica a partir de las bases militares instaladas en Colombia y Panamá, y que operan como instigadores del “eje del mal”: Venezuela, Cuba, y Ecuador.

Esta estrategia continental desplegada y alimentada desde EE.UU. pretende posicionar al país del norte de cara a los que se supone será la “guerra del futuro”: absorber económicamente a la región, tener acceso a los recursos naturales como el agua, y acceder al control de la Amazona.

Director del Diario Digital Bariloche

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