Eco de Bullrich

El escrito de Bullrich muestra cómo el régimen de Milei usa censura, manipulación jurídica y construcción de enemigos para silenciar al periodismo crítico y disfrazar la corrupción institucional. Por Eric Calcagno

Para mi amiga Ivy Cángaro

Gracias a un escrito de veinte páginas cometido por la Ministra de Seguridad del régimen mileísta –cierta Patricia Bullrich– se ha logrado imponer la censura en lo que queda de la Argentina. El mencionado texto tiene la apariencia de la legalidad, está amparado en simulacros de legitimidad y no escatima los peligros apocalípticos que propician los eventuales malhechores. Que son periodistas, una profesión desde ya sospechosa cuando es ejercida a conciencia. Confieso que he leído esa tinta perpetrada por un tal Soto.

Desde el principio, las reglas del discurso jurídico caen en el desorden. Allí donde esperamos encontrar un desarrollo basado en la idea, el argumento y la prueba que provoquen la adhesión a las tesis presentadas, solo hallamos confusión. Para empezar, confunden asuntos personales y cosas públicas. Tratan lo estatal como si fuera individual y la esfera individual como un asunto de Estado. Los audios son una “afectación de la vida privada”, por un lado, y “ruptura de la convivencia democrática” toda vez que afecta “el proceso electoral”.

Hasta ahora, lo único que pudimos escuchar son los vicios privados y crímenes públicos en el manejo corrupto de las instituciones, en particular en la conducción de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Pero no es todo. El texto dice que Carnaval Strem y Argenzuela impactan “de manera negativa sobre los indicadores económicos”. Bueno, si una investigación periodística sube el riesgo país, aumenta la cotización del dólar, permite el endeudamiento externo, habilita la fuga de capitales, quiebra decenas de miles de PyMEs, manda centenares de miles de trabajadores al desempleo, reprime, desfinancia, desregula, envenena con el fentanilo, destruye ciencia, salud, educación y clausura la obra pública… o estamos frente a un trabajo informativo de alto impacto o el “plan” económico del régimen de Milei es un desastre. Quizás en ese orden.

De pronto la lectura entra en modo bizarro cuando aparece Marcela Pagano, reprochada de ser diputada libertaria y no respetar los dictados de Milei. Bueno, en los sistemas representativos el mandato imperativo no existe. ¿Lo sabían, libertarios? No, como todo el resto. Después aparece una persona llamada Franco Bindi, sindicado en el texto como pareja de la diputada. Bindi parece ser culpable. La prueba se basa en artículos periodísticos (Perfil, Infobae, ExtraTV), ¡y es acusado de promover el turismo político en Venezuela, Nicaragua y Cuba! Además de brindar refugio a Evo Morales durante el exilio del líder boliviano. ¿Esos son delitos? ¿O argumentos ad hominem, como le gusta decir al Javo? Como sea, son opiniones de personas que no saben de exilios y refugios. Que no saben.

El delirio alcanza niveles lisérgicos al evocar situaciones internacionales que además poco aportan al caso local. Pero la orfandad conceptual y probatoria es tal que difundir los audios de Diego Spagnuolo y Karina Milei sobre la corrupción generalizada del régimen son presentados como iguales en gravedad que las elecciones rumanas de diciembre de 2024 interrumpidas por una supuesta intervención digital rusa vía TikTok (no demostrada, por cierto); malévola influencia en Polonia también; todas fuentes periodísticas reaseguradas por un comunicado del Departamento de Estado de Estados Unidos que confirma esas acciones. ¡Un comunicado de prensa! ¡Y encima de la época de Biden! Ni la Dulce Francia se salva, que sufrió “presumiblemente” los mismos ataques en 2017. Debe ser por el centenario de la Revolución de Octubre. También citan a una supuesta pareja de espías rusos residentes en Argentina –al decir de Infobae en agosto de 2024– que demostraría la amplitud del espionaje ruso en Argentina y que fue “desenmascarada por los servicios de inteligencia nacionales”, según el escrito judicial. Mirá vos. Y con los periodistas es igual.

Esto basta para convencer al escribiente de que las instituciones y elecciones democráticas argentinas están bajo ataque debido a “campañas de desinformación e influencia maliciosa por parte de personas que responden a intereses externos, con la única finalidad de desestabilizar al Gobierno Nacional e influir en el próximo proceso electoral”. Estos temas se repiten varias veces a lo largo del texto, a veces como “legalidad republicana”, “transparencia electoral”, “reglas del juego”, “soberanía popular”. Todo con sobreabundancia de adjetivos innecesarios para una demostración jurídica, pero indispensables para sostener a prueba de insultos aquello que carece de sustento. Tal vez piensen que a fuerza de repetir palabras surgirán hechos que demuestren el “carácter manifiestamente delictivo de la maniobra desplegada”. Puede ser, eh, puede ser. ¿Y cómo es que sería esa maniobra que permite “la conducta ilícita”?

Soto lo sabe. “De esta manera, se observa la siguiente secuencia: primero, se propagan rumores sobre la posible aparición de las grabaciones; segundo, aparecen nuevas filtraciones; tercero, se maximiza la difusión de estos registros; y cuarto, se especula acerca del impacto político de todo lo anterior. Una vez que comienza a mermar el mencionado impacto, el ciclo comienza nuevamente: rumores, filtraciones, difusión y búsqueda de impacto político”. Temen una “judicialización” de los ilícitos mencionados en los audios cuando afirma Soto que “ese servicio suele prestarlo el abogado kirchnerista Gregorio Dalbón, uno de los letrados de la hoy presidiaria Cristina Fernández de Kirchner”. Esta parte es interesante porque vemos cómo la metodología del régimen consiste en atribuir el comportamiento propio a los demás. Practican lo que denuncian. Además de poco serio, se nota mucho. Por cierto, Cristina es una presa política, Dalbón no es servicio y ser peronista no es un delito. ¿O van a reponer la 4161 de la Revolución Fusiladora de 1955? Ganas no les faltan…

De allí saltamos al ejercicio de encajar la conducta de los acusados en la legislación vigente, en particular la Ley 25.520 de inteligencia y las modificatorias. A como dé lugar. No importa cuán verosímiles sean las acusaciones, la Ley será torturada hasta que diga lo que tiene que decir. La gravedad del crimen evocado parece excusar toda formalidad, sobre todo la presentación de pruebas concretas. Así abundan los giros tales como “sustentan la hipótesis”, “hipótesis de lo sucedido”, “es probable”, “bajo este prisma”, “la hipótesis de que lo sucedido”, “es el producto de una acción”, “surge con nitidez”… Ni hablar de la tormenta de condicionales como “dispondría”, “sería”, “podría” y demás. Por supuesto, dos párrafos más abajo esos giros y condicionales son pruebas fehacientes de la felonía cometida. Los periodistas son culpables porque nosotros los acusamos, dice el texto.

De allí la necesidad de incautar el material audiovisual difundido y por difundir; prohibir a los proveedores de Internet que difundan audios o cualquier asunto ligado a los audios; disponer el allanamiento a “Franco Bindi, Jorge Rial, Pablo Toviggino” (de la AFA), “Mauro Federico y todo otro interviniente sin fueros parlamentarios”. ¿Sobre qué bases? ¿Con qué fundamentos? “Todo otro interviniente” ¿abarca al resto de los 45 millones de argentinos sin fueros, que también podrán ser allanados? Piden peritajes sobre cualquier cosa y un poco más de lo que encuentren… Así como mandan a la Inspección General de Justicia, al ARCA (impuestos), al Banco Central de la República Argentina, a la Unidad de Investigación Financiera, al ENACOM, a la Cámara Electoral y a la Dirección Nacional Electoral… Interesante. ¿Podrían los autores del texto, la familia presidencial, los ministros y altos funcionarios del régimen resistir los exámenes que solicitan? El ejemplo es la mejor forma de autoridad, dicen.

En lo personal, debo decir que a medida que transcurría la lectura, tenía la convicción de que esto ya lo había leído. No son los mismos términos, pero la estructura, las palabras, los condicionales permanentes, el desorden que quiere parecer orden, ese olor a cobardía semántica en ausencia de argumentos, la falta total de hechos probatorios… yo ya lo había visto en algún lado. ¡Sí! ¡Era en el texto que Alberto Nisman tenía que defender ante el Congreso! La misma confusión, la adjetivación a ultranza, el exceso de adverbios y gerundios, los recortes periodísticos hasta británicos para sustentar lo insostenible, la permanente racionalización a posteriori. ¿Tendrán la misma fuente?

Quizás no todos los lectores sepan que el Bórmida es algo así como un río adjunto a la ciudad de Alessandria en el norte de Italia, donde Umberto Eco tuvo la ocurrencia de nacer, allá por 1932. Sin embargo, Eco trabajó bastante sobre el tema de la “construcción del enemigo” a lo largo de los estudios sobre los signos. Es así que nos regala una larga reflexión sobre cómo hacer enemigos. Mejor dicho, analiza cómo “construir al enemigo” (2008), en tanto elemento necesario para constituir una identidad propia. Pobre identidad, diremos, si precisa de una dimensión negativa para existir.

Pero es lo que hace el régimen de Milei, que se enoja con el espejo. Y ni siquiera es original. Así es como Umberto Eco nos recuerda que los romanos detestaban a los bárbaros; para los cruzados los malos son los musulmanes; la Iglesia medieval odiaba a los herejes; los antisemitas a los judíos. Hoy también podemos hablar de la xenofobia de lo que alguna vez fue la culta Europa contra los inmigrantes, los extremistas israelíes contra los palestinos; los occidentales contra rusos y chinos. En todos los casos, señala Eco, la construcción del enemigo fortalece la cohesión de los propios, viabiliza la violencia contra los ajenos y permite elaborar un relato justificatorio. “Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para proporcionarnos un obstáculo frente al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al enfrentarlo, nuestro valor”, escribe Eco. A menos que el enemigo imaginado tenga un brócoli a mano, por supuesto, como en el caso argentino.

No a todo el mundo le gusta el brócoli. Es cierto. Pero el enemigo imaginario tiene características inequívocas: es feo, lo que remite a la maldad en términos medievales; contamina, degenera, enferma, como en la práctica nazifascista; todo extranjero es, por último, una amenaza a la civilización, anota Eco. Como los mapuches para los terratenientes, ¿no? ¿Quién hablaba de “superioridad moral y estética”? Aaaaah, mirá vos. “Todo es sublime y perpetua recapitulación”, decía Jorge de Burgos en El nombre de la rosa. Para Umberto Eco, en cambio, “saber que hemos construido al enemigo debería hacernos dudar de nuestra necesidad de combatirlo”. Pero toda reflexión es ajena al mileísmo. Existe un enemigo imperceptible, inasible, imposible, contra el cual combaten las motosierras del cielo, aunque hasta ahora solo han recortado a los pobres, que sí existen.

Al día de hoy, la acusación que refutamos demuestra qué es lo que teme el régimen. Así, como en “nado sincronizado”, salen los perros guardianes en defensa de lo indefendible. Para Patricia Bullrich et alii, Jorge Rial y Mauro Federico “no son periodistas, el periodista tiene otra construcción”. Suponemos que eso es parte de una filosofía muy mucho interesante que ya vamos a entender. Como estacionar un Falcon ante el domicilio de Rial. De hecho, como afirma la Sra. Lemoine, no son periodistas, sino espías extranjeros que deben ser condenados como traidores a la Patria. ¿Che, de qué Patria sos cosplayer ahora? ¿Cómo le aprobaron el diploma parlamentario a esa persona? Para no mencionar otros casos igual de gravosos.

En conclusión, digamos que la construcción del enemigo realizada por el mileísmo es contra cualquier forma de pensamiento crítico. Frente a “los argentinos de bien”, algo que jamás está definido, está “la casta”, “los kukas”, “el kirchnerismo”. Allí donde haya política deben existir solo artículos de fe de la “Escuela Austriaca”, una secta menor de economistas. Pero recordemos que la fantasía de la red de espionaje internacional que conspira contra “las fuerzas del cielo” busca ocultar el mecanismo de corrupción generalizada en todos los ámbitos del Estado. El texto acusatorio está vacío y transpira miedo. Aun así, es apenas la espuma. Por supuesto que debemos vencer en las urnas a las consecuencias políticas de este sistema económico antiargentino. Pero si alguna vez el movimiento nacional vuelve al gobierno, deberá disputar el poder real detentado por los dueños, que son la causa real de los males que padecemos. O construirse un espejo más.

COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Recibí nuestras novedades

Puede darse de baja en cualquier momento. Al registrarse, acepta nuestros Términos de servicio y Política de privacidad.

Últimos artículos

Entre lapsus, agradecimientos y audios filtrados, Karina Milei aparece otra vez como el verdadero poder detrás del presidente. Por Ricardo Ragendorfer
“Es curioso ver cómo funciona el deseo: mientras Sócrates lo ignora —porque su atención está en otras cosas—, Alcibíades lo desea cada vez más.” La nueva columna de Martina Evangelista
Pensar el cansancio. Sus turbios propósitos y su potencia debilitante. Pensar el desgaste y a los desgastados. Pensá conmigo, para hacer algo juntos. Por María José Bovi