Aguardientes. Segunda temporada.
Porque no es cuestión. No es que, agarrás, y te sale todo bien, todo parejito, todo como guionado por un nabo de la Sony. La vida es más raspe, más hard, mas dura, más una cosa que resulta como afeitarte con un pedazo de sifón.
Por eso es que, la verdad, estoy frito, congelado, “rescate in pache”, como se dice vulgarmente. Porque la mina me quiere. No digo me ama para que no suene tan marica, pero me ama. Sí, claro que me desea, que la caliento, pero me ama, aunque te parezca un comentario balinazo. La mina me quiere.
Ah! Te parece normal. No, hermano. Yo no soy un mono de circo, un fenómeno de feria, pero la verdad es que, si bien me he comido algún flan (a veces mixto) de budines ando falto, refalto…y la mina es un budín.
¡Qué budín!
¡Dios! Y que me perdone la virgencita.
¿Y sabés una cosa? Como no entiendo qué pasa, como no me doy cuenta cómo es posible que semejante mujer me pase más de un cuarto de bola, es que me amargo, me enfurezco a veces. No, estúpido. Claro que no estoy colifa, estoy bien cuerdo, pero desbordado…¿así se dice?
Sí…me nace la duda, la duda es compañera. Por qué pasan cosas que no deberían pasar. No es que me queje…no. Pero… ¿cómo esa mujer puede siquiera mirarme? Es este mundo de mierda. ¿No?
La cosa está tan degenerada, tan podrida, tan para el carajo, que “sunamis”, bombas en los trenes, o minas como esta que no deberían pasarte ni la seña del “dos” se te entregan como cordero. Así debe ser la cosa. Que ya nada está parado como debiera. Si no, mirá la de trabas, la de asesinos seriales, la de secuestros “Express” que se dan a cada rato.
Así que la voy a patear, le voy a dar salida, porque esto no está claro, no es natural. Una cosa es darle a la mujer del Turco, que se hace cargo de todo el barrio completo, incluido los perros falderos, y otra es que lo que no debería ser, que una mina de revista, gratis, te mire con cara de caniche. De manera que ya está decidido: le voy a dar un boleo.
Porque ¿sabés que pasa? Uno puede ser un infeliz, un fracasado, un tarúpido, un perdedor, un “luser”, como le dicen ahora… pero tiene dignidad, tiene don de gentes, sentido común. Uno es un gil pero con mundo.
Sí señor, los tipos como yo seremos de cuarta, pero dignos, muy dignos, aunque a uno mismo le cueste creerlo.