La precandidatura de Dora Barrancos a senadora por la ciudad de Buenos Aires en el Frente de Todos fue una de las grandes novedades del cierre de listas y un claro reflejo del peso alcanzado por el movimiento feminista. La socióloga e historiadora, que va segunda, después Mariano Recalde, es una figura de reconocida trayectoria académica y militancia en defensa de los derechos de las mujeres, quien en mayo pasado renunció al directorio del Conicet en protesta por la política oficial hacia el organismo científico.
Para Barrancos, en estos comicios “el feminismo será un elector muy importante”, en especial en la Ciudad, y afirmó que, así como “es histórico que las derechas hayan llegado por los votos, es la hora de que los votos digan que ha terminado este experimento”. Satisfecha con la estrategia electoral del espacio que integra, también se mostró “encantada” con la salida de Miguel Ángel Pichetto, al que definió como un “oxímoron andante”, un “alma oscurísima, inescrutable”. Sobre el debate por la despenalización del aborto y la postura del Frente, fue contundente: “No me imagino para nada la posibilidad claudicante, pero además hay que erradicarla de cuajo”.
-¿Cómo resolvió el viejo dilema “política y academia”, “intelectuales y política”?
– Hay que tener alguna vertebración, digamos, exante. En mi caso, soy un animal construido con malla política desde que tengo uso de razón, con una relación familiar en la que se vivió muy intensamente lo político. Luego, soy una persona vieja que ha militado desde muy joven y que, obviamente, ha sido diástole y sístole con relación a determinadas fuerzas, pero nunca abandoné el convencimiento, completamente instalado en mi subjetividad, de que sin acción humana no hay transformación y que, por lo tanto, toda y cualquier acción humana es absolutamente política. Cuando cierta perspectiva de la gobernanza política en Argentina ha sido mucho más venturosa, ahí la balanza interna se inclina más al “vamos a hacer la propedéutica académica” y hacia la militancia feminista, que nunca he abandonado, pero en todo caso son recursos de acantonamiento, por así decirlo. Pero desde que se cambió tan dramáticamente la gobernanza en el país, y considerando que teníamos razón en la prevención, porque esta película ya la habíamos visto y ahora está subrayada en sus aspectos más oscuros, entonces hay una interpelación fortísima. De todas maneras, si bien yo era protagonista directa, de ninguna manera tenía que ver con protagonismos más acentuados en su proyección. Estaba muy lejos de mi perspectiva, así que cuando me ofrecieron ser precandidata, estaba muy sorprendida. En fin: henos aquí, aceptando. Yo me he dicho estos días que a veces el plano narcisista se revela más diciendo “no” que diciendo “sí”.
– ¿El feminismo va a ser un elector importante en estos comicios?
– Va a ser un elector muy importante, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. En el resto del país hay matices, pero en la Ciudad, estoy segura, porque hay una novedad demográfica importante, que se ha tornado novedad política, y es la capacidad de manifestación y determinación de las generaciones sub 20, que además son votantes desde los 16 años. Ese electorado joven es una cantera extraordinaria de renovación.
– ¿Qué es lo que está en juego en estas elecciones?
– Creo que son unas elecciones históricas, porque es histórico que las derechas hayan llegado corroboradas por la adhesión de los votos, y por lo tanto es la hora de que los votos también digan que ha terminado este experimento, que sólo tiene de nuevo algunos actores y privilegios sectoriales que se han hecho mucho más agresivos. Me refiero a dos grandes segmentos de la economía: el sector energético y el financiero, y el resto se instala como puede en las rendijas que quedan. Alguna vez se sabrá la trama de las opciones de la gobernanza en términos de beneficios, por ejemplo, en el sector energético, donde el presidente tiene clarísimos intereses. Fuera esto, está la cuestión más tenebrosa sobre la vida republicana, que está con una avería tremenda, habida cuenta de la colonización crucial que está sufriendo el Poder Judicial. No quiere decir que haya sido siempre impoluto, pero hay una colonización de un sobregiro inédito. Y está la circunstancia dolorosa del tendal que deja la aplicación del monoplan, que salió mal porque estos planes simplemente salen mal, y se agregan impericias. Pero también está en juego una gran oportunidad de cambiar la mentalidad de las representaciones.
– En términos históricos, ¿qué significó el voto a una experiencia de derecha?
– Es muy trágico en la historia que los grupos subalternos voten programas políticos contrarios a sus intereses. Podríamos decir que a la ciudad de Buenos Aires siempre le fue difícil votar peronismo, porque tenía unas notas, si se quiere, más conservadoras de sectores medios, y por otro lado, ponderaba la falta de radicalidad. Pero pudimos encontrar un camino interesante al progresismo en la Ciudad en el corte de los ‘90. Había un grupo importante que votaba progresismo, 30% y más. Lamentablemente, eso se alteró mucho y es notable. Las intervenciones populares de los gobiernos Kirchner, al facilitar cierta modalidad social, paradójicamente, ¿no construyeron un sujeto mucho más prevenido respecto de la movilidad de los que venían de abajo? Alguna vez, yo también dije que había una especie de “resentimiento preventivo” y que fue lo que más llevó al voto amarillo. En momentos de movilidad, parece que las gentes tienden a identificarse con los que están alto y llegan, y con ciertas imágenes que ponderan la idea de que este constructo es individual y que nada le debieron, en esos ejercicios de bienestar, al contexto de acción gubernamental. Esto le da solidez al principio individual, pero creo que eso también se revoca y que las gentes hacen el aprendizaje.
– ¿Qué rol tienen los medios en estos procesos?
– No se me escapa la arremetida furibunda, constante, que no deja un resquicio, de los medios de hegemonía. Alguien me dirá que antes eso también pasaba. No exactamente así. Luego, se construyeron cuestiones tremendas: “Se robaron todo”, “Se robaron un PBI”… Basta ver los enunciados principales de un diario cuyo nombre es obvio, que no deja un solo día respirar a nadie. Por ejemplo, cuando tuvieron que dar cuenta de la actividad en la UMET, con esa importante militancia de tantos grupos que son una generación intermedia y también muy renovada, el enunciado era, más o menos, este: “Reunión importante en la UMET de los grupos contra Carta Abierta”. Es insólito, no hubo nada que se compadezca con semejante resultado. En suma: hay un asedio. Una cosa es la oposición en los medios y otra son el asedio sistemático y las falsas noticias.
– ¿Qué respuesta se pueden ofrecer desde la política?
– La única forma es fortaleciendo a todos los otros grupos, a las otras formaciones más libres. Es muy difícil ahora retomar la ley de medios, que la descuartizaron, pero lo único que se me ocurre es que haya mucha más posibilidad de emisores en el país. Va a haber que resolver algunos problemas graves en términos de los medios, porque los que no son hegemónicos están pasando severos problemas. No soy especialista, es sólo una apreciación. Yo no haría ninguna manifestación contraria a esos medios hegemónicos, todo lo contrario, pero haría una sostenibilidad de todo lo que es la malla alternativa. Pluralidad, pluralidad y pluralidad. Es cierto que, justamente, la pluralidad es lo que está en el centro de la preocupación de los medios hegemónicos, porque lo que ellos quieren es lo concentrativo. Ahí hay que ser muy inteligentes en la contribución de alternativas.
– ¿Qué expectativas tiene para el Poder Legislativo que busca integrar?
– Aspiro a que este Congreso renovado esté mucho más cerca de una voluntad de cambiar el orden jurídico. No me puedo quejar de la voluntad de cambio que tuvo la representación popular en Argentina, sobre todo de 2010 a 2013, cuando se consumaron sanciones extraordinarias de leyes: la ley contra todas las formas de violencia hacia las mujeres, la de matrimonio igualitario, la de identidad de género. Pero hace falta avanzar y avanzar. Por supuesto, necesitamos sancionar la ley de aborto; es un empeño primario que tendremos si, por ventura, llegamos al Senado. Luego, hay una serie de perspectivas que necesitamos. Es increíble que en Argentina haya que hacer un litigio judicial para la obtención alimentaria cuando hay una separación. Debería existir un régimen inmediato de retención en la fuente al pater, porque es absurdo judicializar un derecho, uno que está sancionado en la Convención de Niñas, Niños y Adolescentes, y fue incorporado a la Constitución. No me escapa que hay una gran cantidad de morosos alimentarios que corresponden a franjas más débiles, con trabajos informales, pero hay también maneras de identificar a las personas. Es una obligación fundamental que tiene que estar en una ratio de buena especulación para no interferir gravemente en la solvencia del padre, pero tiene que haber una responsabilidad inmediatamente llevada a lo práctico.
– ¿Qué debería hacerse en materia de ciencia para recomponer la situación?
– Resolver en el presupuesto una adecuación completa de partidas, donde hubo una regresión gravísima, y devolver el Ministerio, si bien es una decisión que no pasa por cámara. Lo que sí pasa por el Congreso es la ley de financiamiento del Conicet, que tuvo media sanción en el Senado. Esas son medidas urgentes. Y hay que subir el salario, que está muy empobrecido. Si se recompone esta cuestión, si coagulan claramente las medidas de reponer y aumentar los presupuestos para Ciencia y Técnica, ya está hecho un camino grande en el reconocimiento hacia quienes trabajan en el área.
– Usted habla del “pesimismo preventivo”. ¿Podría dar algún ejemplo?
– ¡Ah, hay muchos! Una se encuentra con compañeros, compañeras, compañeres, que de repente dicen: “Esto está difícil, esto está muy difícil”. Y sí, desde luego, el cálculo de la dificultad es previo, lo que tenemos que hacer es el cálculo de toda la militancia que resta. Ese es el cálculo que cabe, no el especulativo de si nos puede ir mal. Si la humanidad se hubiera detenido a pensar en el cálculo preventivo del fracaso, estaríamos en las cavernas. Entonces, yo digo que el pesimismo preventivo se da mal con la propia acción humana y es una contradicción en sus términos con la acción política. No quiere decir que no veamos las cosas, que no percibamos cuál es el orden de la dificultad, pero lo que tenemos que hacer es desenmarañar, desentrañar y, en todo caso, hacer una gran operación de acción humana para superar la cuestión. Pero a mí lo que más me inquieta es que, en un orden inactivo, casi de resultado inmanente, alguien me diga “pero esto está muy difícil”. Bueno, cuando hagas todo lo imposible y más, dime algo.
– ¿Qué lectura hace de la fórmula Fernández-Fernández en términos políticos?
– Ese es el camino. La política que necesitamos para salir del atolladero es de frente, no hay otro invento en el mundo. Se sabe que al momento de las listas siempre hay una arremetida feroz; cada quien quiere su tajada y suele haber “mortos e feridos”, como dicen en Brasil. Igual, creo que después se cura la cuestión. Me pareció de una inventiva extraordinaria esa suerte de abdicación que hizo Cristina. Sin ser clarividente ni mucho menos, yo tenía en mi fuero íntimo una conjetura. Cristina es un espíritu de una inteligencia aguzada y si algo no tiene es un pelo de necia. Puede haberse empeñado en una decisión, pero en cuanto advierte eso, cambia absolutamente. Es un cuadro de dos sentidos raros en política: determinación y porosidad. Además, yo le doy mucha importancia a la circunstancia personal en la historia, que es una circunstancia social, es lo que permite a un sujeto histórico decir “hago esto, no hago esto”. Creo que fue muy notorio en la decisión de Cristina ver que el desplazamiento de la aceptación era importante. Yo decía que ella iba a tomar la decisión de bajarse de la candidatura, que iba a adoptar algo, cuando viera que todas las encuestas la daban como ganadora.
– ¿Cómo cree que jugó en la decisión ese plano de la “circunstancia personal”?
– Cuando digo lo personal no me alejo de las circunstancias brutales, agraviantes, de la persecución a su hija. Esto no significa abdicación, significa que ahí hay una mediación que obliga a pensar estrategias. Estoy segurísima de que el precio de Cristina no era Cristina, sino llevarse presa a Florencia. Sin tener relación, porque tengo un enorme afecto por Cristina pero no tengo ningún círculo concéntrico, cuando comenzó el asedio definitivo sobre la figura de Florencia, yo estaba preocupadísima, como causa propia. Te imaginás lo que es para Cristina la prisión de Florencia. Eso se llama “tortura medieval”. Todo eso fue muy resonante y Cristina hizo una diagonal extraordinaria con su decisión. Esa salida no estaba prevista para nada y me pareció de una inteligencia extraordinaria esa cuasi abdicación, haber hecho ese movimiento con alguien que había sido tan crítico como Alberto. Un gesto notable. He ahí las capacidades políticas, yo diría de alta magistratura, de Cristina. Una cuasi abdicación que no es tal y que le permitió avanzar 20 casilleros. Y también ha sido muy diestra la decisión del libro.
– Cruzando de vereda: ¿cómo vio el paso de Pichetto a la fórmula de Cambiemos?
– Estoy contenta con su migración. Pichetto es un alma inescrutable, oscurísima. No sé si hay psicología que nos permita desentrañar su alma. Es un verdadero oxímoron: tiene toda esa capacidad de endechas fascistas y, al mismo tiempo, una militancia anticlerical notable. Pero algo que sí sabemos de Pichetto es su imposibilidad de salirse de juegos de poder, no importa mucho el color o los matices. Ese ha sido su sino, su vocación. El buen soporte que tuvimos en Pichetto para la ley del aborto no se compadece con sus fraguas brutales, xenófobas. Votó las grandes leyes pero sabemos que lo hizo tapándose la nariz. Creo que él vio bien que su hora estaba del otro lado. En fin: agradecemos muchísimo que, en orden a seguir su péndulo permanente en cuestiones de poder, haya hecho nido aparte, porque era muy difícil asociar este frente ahora con enunciados que nos hubieran traído brutales trastornos. Hubiéramos sido incompetentes para interpretar qué quiso decir Pichetto cuando dijo que “los bolivianos están de más en la Argentina”. Felizmente, no es ya de nuestra cantera y no creo que le aporte nada a Macri.
– ¿Cómo tomó lo dicho por Alberto Fernández sobre la campaña y el aborto?
– Hay que entenderlo en términos de actor político puesto en la situación de conclamar a tutti quanti para el frente. Es una típica situación de un candidato que sabe muy bien los motivos de agregación y los motivos de disgregación. Yo participé en la elaboración del plan de equidad que integra los puntos del Frente y, los otros días, alguien me dijo que no estaba el aborto. ¿Cómo que no está? Claramente, hemos dicho: “Respeto a la autonomía decisional procreativa”. Es eso lo que queremos decir. Yo no voy a tener ninguna inhibición y tengo muy claro que el acierto conmigo tiene que ver con una vereda y que, obviamente, a esa vereda hay que ensancharla. Hay mucha gente de la vereda del pañuelo verde que está diseminada por otros cantos y, sin embargo, puede apoyarnos para llegar al Senado. Lo mismo pasó cuando Cristina dijo “tenemos que convocar a todos los pañuelos, los verdes y celestes”. Sé que fue un momento durísimo y que, tal vez, hasta se pudo haber evitado, pero creo que ese gesto, con riesgos para la masa verde, no significó de ninguna manera abdicar del voto verde que hizo Cristina. Mi tranquilidad absoluta es que tanto ella como Alberto han dado muestras de su decisión con relación al aborto. No me imagino para nada la posibilidad claudicante pero, además, hay que erradicarla de cuajo, porque hoy habla mucho más alto el propio cause histórico y, por relevante que sea el espejito celeste, es un espejito acotado. No podemos permitirnos de ninguna manera plebiscitar el aborto. No se plebiscitan derechos humanos fundamentales. Sabemos cuál es el vibrar histórico, sobre todo de las más jóvenes, con relación a que el Estado devuelva la autonomía a sus cuerpos.