—¿Qué balance hace del conflicto por la 125?
—El balance de este conflicto, en que se dio una separación entre el campo y la ciudad, deja sus pros y contras. Como positivo, hay que rescatar que por primera vez se discute la renta agrícola, ya no solo un impuesto o retención sino la renta en sí. Ahí hubo errores de los ruralistas al creer que los impuestos los ponen los productores y no el Estado. Ahora bien, el Gobierno se equivocó también, al implementar una política tributaria sin consultar inicialmente a los organismos políticos como el parlamento, a quien corresponden esas atribuciones desde el año 1215 en la Carta Magna inglesa. Estos errores en la institucionalidad son propios de una democracia representativa pero no participativa, delegativa, donde se van perdiendo sentidos comunes y advienen paradojas.
—En las condiciones abiertas por el conflicto y la derrota del proyecto oficial, ¿qué puntos deberían sobresalir en una agenda redistributiva?
—Lo que viene es discutir las rentas de los otros recursos naturales, porque la renta agrícola no es la mayor en Argentina. Si bien la tierra se desgasta si no se la trata bien, es renovable. En cambio, el petróleo, el gas natural, la minería en general, son no renovables. Por otro lado, de la renta agropecuaria, el ochenta por ciento —o sea descontando la de los pooles y sociedades anónimas latifundistas— se reinvierte, en cambio del petróleo, gas y metales se remesa el cien por ciento al extranjero: al sesgar la discusión a la renta agrícola, damos beneficios para la explotación privada y extranjerizante de lo agotable y estratégico, y castigamos donde no hay que castigar. Entonces nosotros planteamos que hay que discutir la renta completa de todos los recursos.
—¿Qué instancias podrían ser las propias de esa discusión?
—Estos temas no han llegado a los grandes partidos. Desde la privatización en los ’90 vienen ignorando la propiedad, gestión y renta de los recursos naturales, entonces hay que trabajarlo desde la gente, madurar como sociedad en pos de una nacionalización. En los grandes partidos hay una alianza implícita en no tratar grandes temas. Hay que confiar en los próximos dirigentes, en la juventud del pueblo. Discutir la renta es discutir el destino. A partir de allí se puede pensar la inversión social y de infraestructura para el crecimiento del país. No puede haber política que ignore la renta y los recursos naturales, especialmente ahora que hay crisis multifuncionales en el mundo: crisis del petróleo, del agua, alimenticia, climática, financiera. Frente a eso se hace aún más urgente tener claro que la propiedad, gestión y renta de los sectores estratégicos son fundamentales para la economía nacional y definen el modelo de sociedad.