Degradando la Argentina

"Los avances registrados en los 12 años anteriores sacaron a la Argentina del infierno pero no condujeron al paraíso"
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Una vez más el pueblo argentino ha sido castigado por una siniestra Némesis: en sólo 9 meses, retoños locales y multinacionales de un sistema mundial en pavorosa decadencia destructiva y caotizante han generado millones de nuevos pobres e indigentes. Argentinos obnubilados por la destilación cotidiana de mentiras, estigmatizaciones y un odio cuidadosamente administrado, votaron el advenimiento de quienes, al día siguiente de elegidos, comenzaron a agredir brutalmente a gran parte de sus electores y opositores. Se repite en el país lo que acontece en otras latitudes, llámense Grecia, Brasil o España: un proyecto para reorganizar la humanidad a un costo apocalíptico de sufrimientos y de vidas. El implacable designio de una oligarquía supra nacional en que militan poderosísimas mafias financieras, empresas transnacionales, jueces y cortes supremas, zares del narcotráfico y del lavado de gigantescas fortunas habidas en el crimen y la guerra, se propone reducir la humanidad a una masa robotizada y amorfa.

 

El proceso de creación del sistema mundial capitalista suele remontarse en sus comienzos al “descubrimiento” de América: fue una inundación de sangre que tuvo como fundamento crear condiciones universales para la apertura de mercados y provisión de materias primas y recursos humanos al nuevo modo de producción. América y sus habitantes originales lo supieron: lo saben en carne propia. De África fueron sustraídos millones de seres destinados a la esclavitud. Lo supo el pueblo paraguayo, arrasado para quitarle toda vocación de autonomía nacional. La dominación entonces y la dominación ahora fue y es posible porque a la más inicua violencia acompañó y acompaña un formidable aparato para el control de las subjetividades, para la modelación de las ideas y el ahogamiento de los mejores sentimientos individuales.

 

Una vez más en la historia del sistema capitalista, en su centro y en sus periferias, millones de cuerpos de todas las edades son destituidos de alimentos, enfermados y agravadas sus dolencias y acortado su tiempo de vida: el sistema carga en su entraña una pulsión de muerte. A la instauración de la desesperanza y la incertidumbre, el poder que lo representa se empeña en reducir al mínimo la vida social de sus víctimas, sometiendo las instituciones populares al agobio de los tarifazos, los impedimentos y las clausuras con cualquier pretexto (ya han cerrado en la Argentina macrista 1500 centros de jubilados, imposibilitados de pagar los gastos de luz y otras cargas). El poder quiere seres aislados, mónadas encerradas en sus frustraciones, despojadas del habla, privadas de escuchar voces amigas con acentos humanos. El poder entorpece, reduce, elimina los ámbitos de vida social, cultural y deportiva, los lugares de esparcimiento y encuentro con semejantes. Entre tanto prosigue implacable el envenenamiento de las tierras, las aguas, el aire y las personas de resultas de agroquímicos nefastos y cianuros mineros emisarios del cáncer y la muerte ignominiosa. El poder está deshaciendo y rehaciendo: quiere el país argentino transformado en un páramo habitado por vidas puramente vegetativas. Estos propósitos deletéreos son facilitados por cómplices conscientes fascinados por obtener en retribución una tajada de poder y de riqueza; los perversos designios también son posibles porque hay demasiadas personas que no entienden o no ven o no quieren ver, narcotizadas por los tóxicos vertidos por el sistema. Dirigentes sindicales y políticos (no quiero generalizar) se muestran notablemente conciliadores frente al radical desafío que enfrenta el pueblo argentino. Mientras asoma mucho miserabilismo, en gente honesta se advierte una norme cortedad política, amén de una abominable hipocresía en algunos que pretenden prudencia, que alegan no querer perturbar la gobernabilidad y desean que al gobierno “le vaya bien”. La dominación ha logrado un triunfo en quienes lo votaron, en la parte considerable de la oposición que se muestra como indolente masa conciliadora y en quienes la conciencia ha quedado muy atrás de la realidad..

 

El sistemático saqueo depredador como práctica cotidiana destruye en sus actores el sentido de pertenencia e identificación con su país y su pueblo: en realidad con pueblo alguno. El capital ocupa el espacio de los sentimientos: crea una singular sub especie humana educada, modelada y conformada para no sentir la menor obligación para con el destino de las grandes masas, para ejercer la indiferencia al hambre a que las condena y al exterminio de los recursos naturales. Su patria son las multinacionales: con ellas su compromiso. Realidades como nación y patria para ellos carecen de sentido. Son una suerte de grupo frío e implacable por encima de las naciones, despojado de los sentimientos de conmiseración que acompañan a seres humanos aun no despojados de su humanidad. Su indiferencia hacia el dolor ajeno es absoluta. No importa la soberanía popular, la voluntad autónoma, la dignidad de un pueblo. Lo prueba (si aún fuera necesario probarlo) su voluntad de ingresar al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, conocido como TPP. “En efecto, el TPP profundiza cambios estructurales de enorme trascendencia en lo que hace a la integración productiva y la soberanía nacional. Por un lado busca privatizar a las empresas públicas y sacar del ámbito del Poder Judicial la atribución de dirimir eventuales conflictos con las corporaciones multinacionales. Para ello propugna el desarrollo de tribunales de arbitraje de índole privada y extraterritorial, conformados por abogados de empresas multinacionales. Exento de todo tipo de control social, este arbitraje privado no se atiene a precedentes legales y sustituye funciones básicas del Estado en diversas áreas de la vida social: desde la economía, la salud y la educación hasta el medio ambiente. Por otra parte, el TPP impone el derecho de las corporaciones multinacionales a compensación económica por la eventual frustración de “expectativas de futuras ganancias” y profundiza el control que estas corporaciones tienen actualmente sobre la división internacional del trabajo. Basada en cadenas globales de valor (CGV) controladas en puntos estratégicos por un reducido número de empresas multinacionales, esta división del trabajo integra el proceso productivo a nivel global y lo desintegra a nivel local generando así un contexto donde las decisiones de inversión y producción a nivel local dependen de la racionalidad del complejo empresario multinacional. Esto bloquea la capacidad que el Estado tiene de articular una política productiva acorde con los recursos de su territorio y las necesidades de su población” (Mónica Peralta Ramos. “De las Operaciones Mediático Judiciales al TPP”, Página/12, 31-8-2016)

 

Dividen el mundo en dos especies: la de ellos, una minoría selecta que lo quiere todo para sí y los otros, la mayoría que no debe aspirar a una vida encima de lo vegetativo. El enorme ejército popular está integrado por seres cuya voz no cuenta. Los que están caotizando el país con la intención, visible para quienes aún tienen ojos para verlo, de hacer de las personas un gigantesco rebaño de almas muertas, dóciles e inermes vasallos del capital financiero, las multinacionales y las mafias judiciales y mediáticas que funcionan como sus poderosos brazos.

 

Al bloque de poder ha ingresado una variopinta caterva de logreros, arribistas, falsificadores, especuladores, cazadores de negocios con obra pública, y otros diestros en perversas destrezas. Ahí militan los defraudadores del fisco, los operadores con dólares futuros y los ocultadores de fortunas en los infiernillos creados en todo el mundo para albergarlas. Ratas de albañal (abogados, contadores, economistas, políticos, ex funcionarios públicos, sindicalistas y políticos carreristas desertores de anteriores oficialismos) ganan un amplio campo de actuación en la revolución negativa y venganza social (palabras de Guillermo O´Donnell) que está aconteciendo. A este multiforme y desaprensivo grupo humano se suma una cohorte de sujetos cuya profesión es el ejercicio de la bomba, el cuchillo artero y los disparos intimidantes y si necesario mortales: a través de ellos el poder ejerce el argumento que le es más familiar y conveniente: la dispersión del miedo, la parálisis del terror. La Argentina está siendo miserabilizada por un bloque que en su conjunto constituye la clase dominante, munida de una letal híper artillería mediática constituida por los grandes medios escritos, radiales, televisivos y por las redes sociales. Con estos recursos poco menos que monopolizados y malversados, los grupos sociales dominantes han acrecido su capacidad de forjar el pensamiento, las convicciones y no pocas prácticas sociales de grandes colectivos humanos. La subjetividad de las masas fue y sigue siendo impregnada por los productos de la cultura de la dominación.

 

Los avances registrados en los 12 años anteriores sacaron a la Argentina del infierno pero no condujeron al paraíso. Hoy se tiene la sensación de un desplome, de algo que aparentó una solidez que mostró no poseer. ¿Por qué está siendo tan fácil quebrantar lo que costó 12 años en construir? Una pregunta que es necesario formular. Obviamente, hay que hablar de personas. En primer lugar de aquellas que adhirieron, integraron, se sumaron al oficialismo en calidad de dirigentes desde las más altas posiciones de gobierno, o desde las menores dirigencias locales y barriales. Hay gente honesta y sincera hoy masticando la amargura, “resistiendo con aguante” y estrujándose el cerebro buscando los porqués de la derrota, tratando de explicarse el apoyo de quienes debieran ser oposición y votan alegre y desaprensivamente las leyes del estatuto de la miserabilización argentina. Advierten cuan frágil y superficial fue la adhesión al proceso anterior de los que ahora, sin hacerse rogar, pasaron a cortejar a los triunfadores, a sonreírles y callar sus lacras y a constituir con ellos un bloque conservador ampliamente mayoritario en el Parlamento. Demasiado carrerismo sin principios. Demasiado mezquino interés personal antepuesto al interés colectivo. Demasiada miseria humana.

 

La defección parcial de la dirigencia peronista, disimulada con vaguedades verbales y presuntos propósitos renovadores tiene fuertes antecedentes. Durante la dictadura militar, a las 310 intendencias radicales se sumaron 192 peronistas y 109 demócratas progresistas: permanecieron en funciones. Más tarde, después de haber mostrado Menem su verdadero rostro, cabe recordar que fue reelegido y acompañado por una parte considerable de la dirigencia justicialista, que debió haberse escandalizado cuando el payasesco Facundo de pacotilla llamó a gerentes de Bunge y Born para dirigir la economía del país. La defección ya entonces estaba inscripta en una parte de los que se refugiaban bajo el amplio paraguas peronista. El triunfo del macricidio, también reveló una actitud entre expectante, tolerante y decididamente traidora de una dirigencia obrera integrada por personajes envejecidos en el ejercicio de las más altas instancias sindicales, que si en los orígenes de su carrera tuvieron alguna sensibilidad frente a los explotados y excluidos, la acabaron perdiendo y en su lugar jugaron a ser poder, siquiera como furgones de cola del poder real. Una manera de hoy salvar la cara fue, y sigue siendo, criticar duramente actos puntuales, contrariados por la inacción y la tolerancia al desastre que se está consumando.

 

Hoy el problema es el esclarecimiento cabal de quienes aún permanecen engañados, con un resto de esperanza en quienes han generado en cortísimo tiempo la peor crisis jamás habida en el país, y de quienes habiendo reaccionado incluso airadamente frente a la aplastante realidad es necesario que comprendan la naturaleza del poder, sus alcances locales y sus propósitos de reconvertir a la humanidad a una masa desharrapada y reducida a un durar sin esperanzas.

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