La semana que pasó deja en limpio, a mi modo de ver, el evidente clima destituyente o, al menos, coercitivo sobre el poder democrático, impulsado por (y montado sobre) el lock out de los empresarios agrícolas.
En primer lugar, en el fin de semana se comprobó nítidamente lo que muchos gracias al spam o a los distintos medios alternativos, obviamente nunca los masivos, dimos en llamar un intento golpista. No al modo clásico, como ya lo hemos dicho en este espacio, sino con métodos más sofisticados. Todavía algunos tontos creen que un golpe de estado es un desfile militar. Un golpe de estado es un pustch, un golpe de mano, un súbito acto de fuerza mediante el cual uno se apropia del poder.
Para reforzar esta idea, nuestro columnista Teodoro Boot recomienda leer el muy instructivo Técnica del golpe de estado de Curzio Malaparte, fascista para la época en que lo escribió, pero a la vez inocultable admirador de Trotsky y de la toma del Palacio de Invierno, que Malaparte describe y explica minuciosamente.
Queda claro que hay un final abierto. El contrato básico de la convivencia democrática supone que al que gana no hay que apoyarlo, pero sí respetarlo y protegerlo. Las palabras del vice de CRA señalando que si el Congreso aprueba lo que el gobierno propone «habría que disolverlo» son prueba contundente de que estos sectores no respetan las reglas de juego del estado de derecho.
No se trata ni de ocurrencias ni de una operación por semana. Quedó demostrado una vez más que la puja excede las retenciones móviles. Están reclamando el cambio de modelo, sin haberse sometido al escrutinio de las urnas. «¿Para qué —dirán— si ya tenemos la manera para llegar por otros medios?» No sé si se llama golpismo, pero se trata de un intento de avance del poder económico sobre la decisión democrática de las mayorías populares.
La presidenta ha tenido el acierto político de planterles la disputa en el ámbito que ellos reclamaban, el poder legislativo, para que finalmente se saquen la careta y planteen lo que realmente pretenden, para lo cual hace 100 días que vienen trabajando.
El abc de un golpe de estado prescribe el control de los medios de comunicación, primer objetivo militar de todo golpista. Hay que decir que ya los tienen, muchachos. Y eso es lo que debemos entender: han hecho ya la mitad de camino. Por eso hay que estar muy atentos.