De qué lado estamos

En estas horas se está escribiendo de manera dramática el desenlace de la votación en el Senado del proyecto oficial basado en la resolución 125. Acabamos de ver el anteúltimo round que fueron las dos movilizaciones. Casi todos los medios, más desfachatadamente el Grupo Clarín, mostraron tendenciosamente cuánta gente llevaba el “campo”, y qué pulcros eran. Alguien llegó a resaltar sus virtudes democráticas porque prácticamente no habían ensuciado. Por supuesto, en el Congreso estaban los incorregibles de siempre, feos, sucios y malos.

Hecha la introducción, quisiera ubicarme en el lugar que me gusta y me honra, el de un militante del campo nacional y popular, para poder plantear algunas cuestiones.

Un compañero hace un rato me preguntaba qué me había parecido el discurso de Néstor Kirchner. Para él no fue bueno. —Más de los mismo—, me dijo. Le contesté que no había ido para que me sorprendiera el discurso, si no para estar, para pertenecer, para ser parte, porque en estas horas se estaban pariendo dos Argentinas y no tenía duda de qué lado iba a estar.

En Palermo había uniformidad en muchos aspectos. Banderitas argentinas casi todos, salvo los gauchotroskos del MST (y que Trotsky los perdone desde donde esté), facciones muy uniformes, comunes formas de trasladarse muy 4×4, balconeos desde los pisos de Libertador, tal vez como una forma de cuidar el ganado (perdón).

Por supuesto, en la Plaza de los Dos Congresos, el aluvión. Banderas, banderitas, trapos, pancartas, bombos, morochos sudorosos, muchos pibes con caras de grande. Rostros a los que, evidentemente, nunca llegó la repartija de la riqueza. Ahora, por lo menos, lo salen a discutir.

Si el acto de Palermo fue heterogéneo en su composición política (Carrió y De la Sota, Rodríguez Saa y López Murphy, PCR y Barrionuevo y un largo etcétera de oportunistas), la movilización oficial fue variada en su composición social. Obreros organizados, los que vestían saco y corbata, muchas familias, grupitos políticos y sociales de cuantas tendencias se busque, barbudos con cara de somos intelectuales, que los había y muchos, entre otras tribus.

Si la pregunta es dónde pararse en esta coyuntura, como militante del campo nacional y popular no tengo dudas que estaré siempre del lado de los más humildes, de los más débiles, de los postergados, de los que eternamente esperan justicia. Por eso estuve en la Plaza de los Dos Congresos.

Gramsci afirmaba que “es hegemonía cuando una clase o fracción de una clase logra convencer al resto de las clases o fracciones de clase que sus intereses particulares son los intereses generales.” Hoy el “campo” quiere hacernos creer que ellos, somos todos. Tenemos que luchar contra el hegemonismo de esta nueva/vieja derecha reaccionaria y su aparato de comunicación. Por eso no debemos dudar de qué lado estamos.

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