De pinos y bosques

El kirchnerismo acusa a Solanas de confundir a los potenciales votantes respecto a cuál es la verdadera discusión que se dirime en los próximos comicios. El candidato de Proyecto Sur mantiene el núcleo de su discurso ante quien se le ponga enfrente. En medio de la polémica, está en juego mucho más que un tercer puesto en Capital Federal. La verdadera pelea empieza (o más bien sigue) después del 28 de junio.

Mi idea de la ultraizquierda
es que cuando ellos encaran la imposibilidad de hacer su revolución,
en lugar de sumarse a la revolución posible,
hallan una cobarde salida planteando una revolución futura
que nunca se hace realidad.

Omar Torrijos.


En estos días circula por ahí un autoadhesivo con una ingeniosa deformación de un viejo adagio: Que el “pino” no te impida ver el bosque. Lo firma, por así decirlo, ya que no lleva firma sino una apelación electoral, la lista del Encuentro para la Victoria que postula a Carlos Heller y a Tito Nenna para primeros diputado y legislador, respectivamente. La alusión a Fernando Pino Solanas, candidato a diputado de Proyecto Sur, es más que obvia.

El juego de palabras sugiere que la prédica de fuerte tono crítico y contenido nacionalista y latinoamericanista de Pino Solanas podría confundir a los potenciales votantes respecto a cuál es la verdadera discusión que tiene lugar en estos momentos y qué es lo que realmente se dirime en los próximos comicios. En ese sentido, la mayoría de los kirchneristas cuestiona a Solanas la oportunidad y la batería argumental que ha elegido para lanzarse a la lucha por una banca, sin objetar el núcleo de su discurso, con el que parecen acordar. Se trataría, según los mejor pensados, de una diferencia táctica, en tanto los fines explicitados son prácticamente los mismos. Y si Proyecto Sur asegura advertir una contradicción o una gran discordancia entre el “discurso” kirchnerista y los actos de gobierno, cabe apuntar que si no es posible detectar en Proyecto Sur esas distancias entre el dicho y el hecho, seguramente es porque no existen hechos que confrontar a sus dichos.

Aclaremos, antes de que sea demasiado tarde, que si no hay hechos de su parte no es porque no quieran sino porque no han tenido la oportunidad, el poder, o las posibilidades prácticas ni el necesario ascendiente sobre el suficiente número de compatriotas como para llevar sus dichos al terreno de los hechos. Cabe apuntar, no obstante, que estos mismos atenuantes deberían aleccionar a los dirigentes de Proyecto Sur sobre la conveniencia de mostrarse menos arrogantes y fundamentalistas y algo más humildes y comprensivos, no sólo de la debilidad ajena, de las posibilidades de error, sino de que, siempre y en todos los casos, entre el dicho y el hecho media algo llamado realidad. Realidad que se compone de circunstancias, dificultades, imprevistos y, más que nada, oposiciones, fuerzas e intereses a vencer que, en este caso, no son los de los trabajadores avasallados y empobrecidos a los que aplastó el peronismo menemista, sino los intereses de los poderosos, de los que todo lo tienen y lo pueden. Es más que obvio, entonces, que, en tanto se obre contra los poderes establecidos, entre el dicho y el hecho necesariamente habrá una distancia y unas cuantas contradicciones.

Y si para los bienpensados se trataría de diferencias tácticas (con mayores o menores agravantes), en la sintonía de la mala intención se llega (¿o se parte de ahí?) a un estéril y esterilizador ejercicio ilegal de la psicología que explica las cosas desde una enfermiza egolatría que parecería afectar a Fernando Solanas o la “perversidad” que el cineasta-candidato cree ver en la conducta de Néstor Kirchner. Ninguna de las dos cosas viene a cuento de nada y no las mencionaríamos ni siquiera al pasar de no ser porque al desmontar la hojarasca que suele engordar, vestir y modelar los argumentos, es frecuente encontrarse con esas dos explicaciones últimas.

¿Vamos de nuevo?

Regresando de esta incursión por nuestros divertículos mentales, cabe puntualizar que el sticker de que hablábamos revela el estado de ánimo de muchos militantes kirchneristas y, seguramente, también de sus dirigentes, víctimas de la más feroz campaña de prensa de que se tenga recuerdo en los últimos cuarenta años. A las ya groseras operaciones mediáticas se suma una oposición política que, inusitadamente, recoge el espíritu descalificador, necio y destituyente de una remota Unión Democrática cuya bancada, en repudio váyase a saber a qué (tal vez a haber perdido las elecciones) y bajo la batuta de un joven Ricardo Balbín, se retiró de la Asamblea Legislativa ante la cual el flamante presidente Juan Perón debía dar su discurso de asunción en 1946. Ya entonces, tan tempranamente, antes de asumir Perón, había comenzado a incubarse el golpe de Estado de 1955 que acabaría con un gobierno constitucional y popular e inauguraría una era de violencia que no cesaría, mirando las cosas con optimismo, sino hasta 1983. En ese clima de intimidación pública, hipocresía y proto terrorismo de Estado se crió y llegó a la juventud una generación que fue inmolada en 1976 y aún hoy es acusada de “violenta” por bobalicones y malintencionados de la más variada laya.

Como si esto no fuera suficiente, vemos, con estupor, cómo con la prepotencia altanera de los más ricos y el “silencio” cómplice de la oposición empieza a incubarse otro huevo de la serpiente. Si es posible llamar “silencio” al aval casi explícito que Carrió y De Narváez han dado una semana atrás a los imbéciles que agredieron al gobernador Scioli y se ensañan con el diputado Agustín Rossi. Así empieza todo. Y después, cuando uno se defiende, se asustan, corren a llamar a la policía y tras cartón, a las Fuerzas Armadas para que los proteja de las consecuencias de lo que ellos mismos sembraron. ¿O acaso es otra la historia de la generación de quien escribe?

La pregunta del millón

La pregunta que se hacen los kirchneristas es: ¿qué es lo que han hecho éste y el anterior gobierno para justificar el ataque de que está siendo objeto y al que Solanas se habría sumado con “irresponsabilidad” y “oportunismo”? Y se responden: en materia de libertades públicas el gobierno jamás fue responsable de ningún hecho de violencia, nunca declaró el estado de sitio ni ejerció la censura, no manipuló el poder judicial, Néstor Kirchner firmó menos decretos de necesidad y urgencia que cualquiera de los presidentes que lo precedieron desde 1983 y Cristina Fernández viene gobernando sin recurrir a ellos. No enajenó bienes del Estado, no sobornó senadores, no intervino provincias, no abolió derechos ciudadanos ni conculcó conquistas sociales, no expropió sueldos ni usó un porcentaje de los haberes jubilatorios para pagar vencimientos de deuda externa, que además, redujo considerablemente. No alentó ni permitió la acuñación de “monedas” ilegales, no congeló salarios y si la presidenta tiene el dudoso gusto de maquillarse como el 95% de las mujeres de clase media, en su favor habría que decir que no anda por las rutas en Ferrari Testa Rossa violando los límites de velocidad ni llenando el avión presidencial con coristas, amigotes y publicistas sino con funcionarios, empresarios y sindicalistas.

Podría decirse además, sostienen, que se aumentaron considerablemente las reservas del Banco Central, se eliminó la deuda con el FMI, se incrementó el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, se rescataron para el bien público empresas que habían sido privatizadas por administraciones anteriores y vaciadas por sus propietarios, se impidió la dolarización de la economía que hubiera llevado a una quintuplicación del precio de las tarifas de los servicios públicos y naftas, se redujeron los índices de pobreza, indigencia y desempleo, se ejecutó un ambicioso plan de obras públicas sin precedentes de 1976 a la fecha, se jubiló a un millón ochocientas mil personas carentes de cobertura de cualquier clase, se recuperaron los fondos de la ANSES que habían sido privatizados y transferidos al sistema bancario, la economía creció a tasas inusitadas, y a la vez que se incrementaba el gasto público (la inversión pública, para decirlo como es) se mantuvieron los superávit gemelos, se trató de diferenciar precios externos de precios internos mediante la movilidad de las retenciones a la exportación de productos agropecuarios, se revitalizó la industria y se multiplicó la exportación de productos industriales.

Nada de esto es objetable, a no ser que se pretenda (¡y hay candidatos que lo hacen pública y abiertamente, como el joven empleado del Banco Mundial que encabeza la lista capitalina de la Coalición Cívica!) contraer nueva deuda externa, provocar un shock devaluatorio que destruiría la industria por vía de la retracción del consumo, reducir los salarios y aumentar el desempleo, terminar de privatizar la salud y la educación, eliminar de una vez por todas el sistema jubilatorio, cesar la construcción de caminos, viviendas y escuelas, volver a entregar a la banca privada los fondos de la ANSES, imponer a los salarios el impuesto a las ganancias. Y muchos etcéteras.

La conspiración de los ciegos

Los kirchneristas se duelen de que no se quiera ver la importancia de una Corte Suprema que a una gran idoneidad suma una tozuda independencia de criterio, el combate a la impunidad y el avance (trabajoso y lento pero por primera vez impulsado muy decididamente por las autoridades nacionales) de los juicios por violación de los derechos humanos, la construcción de una política exterior independiente y orientada a la multilateralidad y a la integración latinoamericana. Según los militantes kirchneristas, tampoco Proyecto Sur entiende la importancia que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner han revestido para evitar el aislamiento de que se pretende hacer víctima a Venezuela, y del mismo modo que no se advierte que dicho país, con quien se mantiene una relación de intercambio comercial favorable a la Argentina, es el principal comprador de productos agroindustriales de fabricación nacional, tampoco se quiere ver en qué medida el presidente Evo Morales y la integridad nacional boliviana han dependido y dependerán de quienes gobiernen Argentina y Brasil y hasta qué extremos las administraciones kirchneristas han ayudado al Paraguay en la complicada renegociación de contratos de suministro eléctrico con Brasil. O cuál fue el papel de Néstor Kirchner en la defunción del ambicioso proyecto imperialista conocido como ALCA ni el de Cristina Fernández en la creación de la Unasur.

Es verdad, admiten algunos simpatizantes kirchneristas, que continúa vetada la ley de protección a los glaciares y prosigue el saqueo a los productos primarios, sigue sin intentarse recuperar para la nación la propiedad y la renta petrolera, mientras el sistema ferroviario languidece con parches sucesivos que apenas si prolongan su agonía. De igual manera, el Estado sigue renunciando al manejo y el control del sistema de energía eléctrica, el gas, los puertos y el transporte marítimo, mientras una imprescindible reforma impositiva permanece en el limbo más absoluto y un significativo porcentaje de compatriotas permanece –y como van las cosas, permanecerá– marginado de la producción, del consumo, de la vivienda, en fin, de la inclusión social.

Luego de la descomunal ofensiva opositora del año 2008 motivada por una tonta, tímida y elemental medida de política económica, que no buscaba tocar ni tocaría los bolsillos de nadie sino que a lo sumo significaría la cesión de una tercera parte de futuras mayores ganancias, convengamos que no es cuestión nomás de soplar para tener un país justo, libre y soberano. Y es justamente a esto a lo que alude el autoadhesivo que motivó esta larga disquisición, a la escasa pertinencia y al carácter extemporáneo de la discusión que la candidatura de Solanas plantea: no es éste el momento en que corresponda debatir sobre cómo se profundiza y orienta con mayor claridad lo mucho (o poco, según quien lo mire) que ha avanzado la gestión kirchnerista respecto a la apática mediocridad, al triste desaliento, a la impotencia y a la miseria que ahogaban al país hace apenas seis años.

Es asombrosa, se insiste y hay que acordar en ello, la envergadura del cambio y el poco tiempo transcurrido. Tanto, que muchas veces cuesta tomar verdadera conciencia de la magnitud de la transformación, aunque es a ese individual ejercicio intelectual, a esa toma de conciencia de cada quien, a lo que apuesta Néstor Kirchner en su campaña electoral.

La opción real

No cabe duda de que sería posible hacer una larga lista de materias pendientes y errores (y también de varios horrores) gubernamentales, pero está claro que el ataque que sufre el gobierno por parte de los sectores más poderosos y de los grupos monopólicos ligados al interés extranjero, no es motivado por el veto a la ley de protección a los glaciares, por el saqueo de los recursos naturales, por la desaparición de Jorge Julio López, por la aberrante política de transportes, por la connivencia de las autoridades con las empresas mineras, pesqueras y petroleras, ni tampoco por las carteras presidenciales, la “soberbia” de la presidenta o la vehemencia y el desaliño de Néstor Kirchner, ni, muchísimo menos, por la injusta distribución de la riqueza o el estado de marginación y abandono de cientos de miles de niños. El ataque de los grupos de poder económico, que tiene en los micrófonos de los medios de comunicación la versión moderna de los tanques con que antes contaba para presionar y someter gobiernos, está centrado en lo que el propio Solanas aceptaría como los mayores logros de los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner, desde el empeño con que las autoridades defienden la producción y el empleo hasta la política de integración sudamericana para la cual Brasil y Venezuela son tan indispensables como Argentina. Una pequeña muestra de ello sería el escándalo promovido por lo peor de la UIA, lo peor del periodismo y el estremecedor patetismo de la dirigencia política opositora, a raíz de la estatización en Venezuela de una siderurgia de propiedad del grupo trasnacional Techint. Se trata de una ofensiva a dos puntas, que por un lado pretende impedir la incorporación de Venezuela al Mercosur y por el otro disuadir al Estado argentino de su intención de expresar en lugares del directorio las acciones de las grandes empresas que la ANSES recibió como parte de los fondos jubilatorios recuperados de las manos de las AFJP.

Inadvertidamente –sugieren los bien pensados– Solanas suma su voz al cacareo histérico de periodistas con vocación de servicio y políticos con alma de condones y tal vez no se pregunte (o sí) por qué razón, después de décadas de silenciamiento y ninguneo, es de buenas a primeras invitado a cuanto programa televisivo anda por ahí dragoneando para los enemigos del país. ¿Por qué Solanas recibe muchas más invitaciones a participar de programas periodísticos que cualquier otro representante de un partido pequeño? O no tan pequeño –sostienen los más exaltados–, ya que el número de sus apariciones supera ampliamente a las de Polino, Heller, Giustiniani, Reutemann o Prat Gay.

A favor de Solanas puntualicemos que, ante quien sea, mantiene el núcleo de su discurso y, que se sepa, jamás ha transigido en cuanto a lo que se propone decir. Resulta así que ante las sonrientes fauces de Mariano Grondona, Nelson Castro o Joaquín Morales Solá, es capaz de descerrajar su discurso justiciero, nacional, industrialista y latinoamericanista. ¿Por qué? ¿Por qué es escuchado tan alegremente por aquellos a los que ese discurso acusa? ¿Será porque carece de peligrosidad? ¿Porque su prédica no supone ningún perjuicio real para los dueños del poder y sí un beneficio en tanto su crecimiento electoral se daría a expensas del desempeño del candidato oficialista?

Y esto es lo que “indigna” a los kirchneristas que por eso advierten: “que el pino no te impida ver el bosque, que no creas que lo que hoy se discute es si recuperar o no recuperar lo que del ‘75 al 2003 nos vinieron robando. Acá de lo que se trata es de que no nos quiten lo conseguido y avanzar algo más, un poco aunque sea, mantener el nivel de empleo y si se puede, crear algo más, mejorar un cacho la salud, aumentar el poder adquisitivo del salario, disminuir el trabajo en negro, seguir desarrollando la industria, profundizar la integración latinoamericana, ir disminuyendo la exclusión y la marginalidad, o volver atrás y completar de un saque la obra inconclusa de Carlos Menem. Es una cosa o la otra: no hay realmente más opciones.”

Ese sería el bosque, que aparentemente el discurso de Pino impediría ver.

Sin embargo, bienvenido sea ese discurso. Alegrémonos de que sea público y de que la mayor cantidad de argentinos puedan escucharlo, por más que circunstancialmente resulte funcional a los verdaderos enemigos tanto del Frente para la Victoria como de Proyecto Sur: si ese discurso al parecer tan fuera de lugar, tan prescindente de la realidad, tan ajeno hoy al mundo de lo posible y tan próximo a “las ficciones de lo real”, sirve para que un solo “viejo” sienta que no todo se perdió, para que una sola ama de casa reflexione sobre los prejuicios y macaneos que cada día le remachan en la cabeza, para que alguien en algún lugar advierta que la “lógica” instaurada como sentido común de la sociedad no es sino un argumento al servicio del status quo, si sirve para que un solo joven se acerque a las ideas nacionales, comprenda la profundidad, la naturaleza y la envergadura de la tarea que tenemos por delante, bien se disculpa la supuesta megalomanía de Solanas, su inoportunidad, su inconciencia o su resentimiento que, en caso de existir, no justifican su espejo.

De manera que el sayo les cabe también a quienes lo confeccionaron. Que el “pino” no les impida ver el bosque tampoco a algunos kirchneristas: está en juego mucho más que un diputado o dos legisladores y la verdadera pelea empieza (o más bien sigue) después de los comicios y es independiente de los resultados. Y esa tarea, que es grande y por eso mismo trabajosa, ardua, lenta, contradictoria y bastante azarosa, necesita de la voluntad, la inteligencia y la pasión de las mayorías, de esas mayorías que es imprescindible construir y dentro de las que sin duda están tanto los militantes del Frente para la Victoria como los de Proyecto Sur, más allá de lo que quieran, hagan o digan sus dirigentes y publicistas.

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