No es una novedad que los conflictos gremiales en los medios de comunicación suelen pasar desapercibidos para la opinión pública. Ante un conflicto de este tipo predomina la actitud corporativa de los empresarios mediáticos que silencian los reclamos de los trabajadores sabiendo que tarde o temprano pueden ser ellos los afectados por las demandas de sus propios empleados. Algo similar ocurre con el paro de actividades que hace más de 30 días llevan adelante los trabajadores de la agencia de noticias estatal Télam. Sólo la difusión de presuntas declaraciones del presidente Kirchner desde Austria, adjudicadas por el director de la agencia a un sabotaje por parte de los huelguistas, pudo romper el cerco informativo, y conocer las arbitrariedades de una patronal estatal que se comporta casi tan mal que sus pares privados.
El cerco informativo comenzó a romperse luego de que las autoridades de la agencia estatal de noticias Télam denunciara el pasado miércoles la existencia de un «sabotaje» a partir de la difusión de presuntas declaraciones del presidente Néstor Kirchner en Austria.
Sin embargo, los trabajadores de la agencia, que desde hace más de un mes realizan medidas de fuerza, responsabilizaron a las autoridades de la agencia estatal, cuyo director es el ex editor de Página 12 Martín Granovsky, y reclamaron «una auditoria imparcial, con técnicos informáticos confiables, como los de la UTN y la UBA, sobre ese supuesto sabotaje».
El cable firmado por la corresponsal de la agencia en Viena, generó una gran confusión informativa, ya que al mediodía, portales de internet y agencias de noticias reprodujeron las presuntas declaraciones de Kirchner. Según un primer cable de Télam, Kirchner expresó en una «improvisada rueda de prensa» que «confiaba» en la «racionalidad de su par del Uruguay, Tabaré Vázquez, para que se pueda destrabar por la vía del diálogo político y no por la justicia internacional» el conflicto por las papeleras.
Pero a las 17.19, Télam emitió un nuevo despacho en el que denunció la existencia de «una maniobra de sabotaje» por la cual «se emitió un cable equivocado. Se trata del sin 067 y fue anulado», aclaró.
«La Agencia Télam formuló esta misma semana una denuncia penal por otras acciones en el sistema informático tendientes a evitar el suministro normal de noticias e informaciones. La Justicia Federal ya está investigando las causas y los responsables por la desprogramación deliberada de parte de los sistemas informáticos», informó la empresa.
Luego de la denuncia de la empresa, el mismo día la secretaria General de la Comisión Gremial interna de Télam, Alicia Galizzi, desmintió «terminantemente que haya sabotaje por parte de los trabajadores» y acusó a la agencia de realizar «una maniobra para tratar de penalizar un conflicto gremial que ya lleva 30 días». Los periodistas en huelga descartaron que pudiese haber habido sabotaje y aseguraron que «la empresa aprovechó el error para culpar a los trabajadores».
El conflicto en Télam se desató luego de que su director echara a dos periodistas, y sus compañeros se solidarizaran por considerar los despidos injustificados. Según expresaron los trabajadores en un comunicado, con fecha del 4 de mayo «a uno, Hernán Pereyra, le notificó -en referencia a Granovsky-, el traslado a un destino inexistente, fuera de la sede de la agencia en la que se desempeña como editor. A otro, Jorge Azar, lo acusó sin escrúpulos de ‘corrupción’ en el desempeño de sus funciones en Contabilidad. A ambos les fraguó un despido con causa y, por lo tanto, sin indemnización.»
Según cuentan los periodistas en huelga, desde que la nueva dirección de la empresa se hizo cargo en septiembre de 2005, comenzaron los desplazamientos de sección sin motivos profesionales, y como represalias a quienes se atrevieran formar parte de la discusión salarial.
«Poco después comenzaron las irregularidades más sostenidas, como la de ‘desaparecer’ del ámbito normal de trabajo la sección de Internet, para instalar un grupo nuevo de personal en las dependencias de la Jefatura de Gabinete, desde donde hoy se maneja un sector informativo para quebrar sin éxito el justo derecho de huelga», describe el comunicado.
En intento de tercerizar el comedor de la empresa y de cerrar el jardín maternal, fueron otras de las medidas que intentó implementar la nueva gestión, pero que encontró la resistencia del personal. Luego «fue el turno de las áreas de Publicidad y Administración, en una escalada por controlar las áreas sensibles del pautaje de unos 100 millones de pesos anuales que el Estado destina a la publicidad de los actos de gobierno», denuncia el citado comunicado.
Según denuncian los trabajadores de Télam, «el último jueves un jefe de la agencia, Luis Omar Giménez, amenazó con un arma cachiporra extensible de metal a trabajadores de la empresa y luego golpeó a dos mujeres. Ellas dos y un tercer periodista agredido lo denunciaron junto a testigos en la Comisaría 2da. de la Policía Federal. Aunque al menos una de esas agresiones fue presenciada por el gerente de Recursos Humanos, Pablo Fiorentini, citado como testigo en la denuncia policial, la empresa sólo dispuso una licencia especial con goce de sueldo para el tal Jiménez.»
La agencia estatal de noticias cuenta con una larga cadena de conflictos en su historia. Cada vez que un conflicto llega a este punto, llegan los panegíricos que preanuncian su final. Aún así, la agencia lleva medio siglo acumulado y varias épocas negras en su haber, pero con el alicaído mercado de proveedores mayoristas de noticias locales, Télam ha sido para muchos un espacio plural frente a la necedad de los medios privados, cuyas operaciones permanentes a veces dejan a la agencia estatal y sus conflictos como verdaderos problemas menores, ante la situación que viven los trabajadores de prensa en otras agencias y la forma en que construyen la información.
Cada gobierno que asume se pregunta si le sirve o no una agencia estatal, pero basta con ver cómo están los otros medios para valorar en su justa medida el valor de una herramienta formidable como Télam, una agencia que llega a donde no llegan otras y que informaba, hasta hace algunos meses, muchas noticias que no son negocio, pero sí una responsabilidad del Estado.
Todo aquél que pone en peligro la existencia de la agencia Télam pone en peligro la posibilidad de hacer de la agencia estatal de noticias un medio plural que escuche a todos los que los demás medios no escuchan, no cubren ni entrevistan. Los demás medios y en especial sus dueños, están esperando y parecen esperanzados, porque esta vez parece que la mano viene en serio. Quizás la peor noticia.