Criminología mediática de un saqueo que no fue

El asesinato de Rafael Ramírez en Sáenz Peña resume miserias de la Argentina humeante: desamparo, derrame de codicia y la persistente búsqueda del enemigo interno.

“Vinieron unos 50 aborígenes, y atacaron”, resumió el comerciante Orlando Porgoseleck. ¿Acaso había sido víctima de un malón?

 

Tal hipótesis flotaba en el aire por una obviedad conceptual: quienes el 4 de septiembre protestaban frente a su establecimiento –el supermercado El Impulso, de la ciudad chaqueña de Sáenz Peña– pertenecían a la comunidad qom del barrio 100 Viviendas. Ya se sabe que el asunto fue sofocado a tiros por policías, vecinos y otros comerciantes. Y que en tales circunstancias fue asesinado Ismael Ramírez, de 14 años.

 

“Tentativa de saqueo seguida de muerte”, fue el dictamen de la prensa, en base a la información oficial. De hecho, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, enmarcó lo sucedido en su eterna búsqueda del “enemigo interno”, al considerar que esta clase de episodios son “planificados” y tienen un “objetivo político”. Además, casi por reflejo, defendió el accionar policial. Ocurre que en la Argentina del presente los niños malogrados en situaciones represivas no suelen merecer la empatía de las autoridades. Y lo cierto es que nadie fue más elocuente al respecto que el dirigente del PRO, Yamil Santoro, quien cinceló en Twitter: “Una persona abatida mientras trata de robarle a otra, ya sea en un atraco o en un saqueo, es alcanzada por la cobertura de la legítima defensa”.

 

Pero el presunto “saqueo” no fue tal. Queda entonces una historia hecha con fragmentos. Una historia –diríase– “gradualista”.

 

 

Intranquilidad de los mercados

 

Quizás el pibe Ismael haya comenzado a morir unos días antes, cuando en las pizarras electrónicas de la City porteña el dólar se clavaba en 42 pesos. En ese mismo momento, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) alertaba acerca de inminentes saqueos en varios puntos del país, un presagio que el Ministerio de Seguridad retransmitió a todas las provincias. El Chaco no fue una excepción.

 

La estampida de la moneda verde no descolocó en Sáenz Peña al señor Porgoseleck. Por el contrario, su estrategia fue cerrar por unos días las puertas del supermercado para no correr riesgo alguno por la falta de precios.
Cabe destacar en este punto su estilo de cobro: el tipo acostumbraba a retener las tarjetas de sus clientes del barrio 100 Viviendas para así debitar sus compras, cuyo importe él anotaba en un cuaderno.

 

En tiempos normales tal sistema era óptimo para ambas partes: la gente podía adquirir productos aunque ya no tuviera fondos, y él, en garantía, tenía a su disposición los futuros depósitos por planes sociales y jubilaciones.

 

Pero aquellos ya no eran tiempos normales. Porgoseleck, junto al cierre temporario del supermercado, retuvo las tarjetas con un afán especulativo algo obsceno: actualizar retroactivamente los precios de productos adquiridos por una suma inferior. La estratagema indignó a los damnificados.

 

El tipo venía efectuando la maniobra hacía ya diez días, cuando aquel lunes a la tarde fue increpado por algunos clientes. La sangre estuvo a punto de llegar al río. A punto. Porgoseleck se mantuvo en sus trece. Y los otros se replegaron al barrio, e hicieron correr la voz de que él los estaba estafando.

 

Don Orlando olfateó el peligro. Y dio aviso a la comisaría 3ª.

 

–Vienen a saquear el supermercado. Me lo dijeron en la cara –exageró.
–Quédese tranquilo, que nosotros estamos atento a todo.

 

Ya al caer el sol, una columna de habitantes del 100 Viviendas enfiló hacia El Impulso. No había nada que deslizara en ellos intenciones de despojo. Sin embargo allí ya aguardaba personal de las comisarías 2ª, 3ª y 4ª, además de comerciantes y vecinos armados.

 

En aquel mismo momento, Ismael salía con un hermano (cuya identidad se mantiene en reserva por ser menor) a encontrarse con la madre en la casa de una familia amiga. En el camino se toparon con los disturbios.

 

“De repente escuché un tiro: Miré de costado. Y mi hermano ya estaba tirado. Le hablé y le hablé, pero ya no me respondía”, contó el mayor de los Ramírez, de 16 años, en un texto publicado por La Garganta Poderosa.

 

 

Garantismo inverso

El comienzo del asunto había tenido coreografía de emboscada. Detrás de una hilera de policías con escudos había aparecido una silueta a balazo limpio. Sus estampidos hicieron que los uniformados también dispararan.

 

Hay un video de ese instante en las redes sociales. Allí se ve al sujeto en cuestión dándole al gatillo. Una mujer le grita: “¡Pelado!”. Otra, suplica: “¡Es solo un niño! ¡Es solo un niño!”.

 

Hay tiros, corridas, gritos. Y a metros, el cuerpo de Ismael en el suelo. Lo había fulminado un plomazo en el tórax.
Su hermano llegó a ver al pistolero también apuntándole a él.

 

En una suerte de garantismo inverso, el fiscal de la causa, Marcelo Soto, reconoce que tiene “más avanzado la investigación de los incidentes frente al supermercado que la pesquisa por el crimen del menor”.

 

La primera causa cuenta con 17 detenidos (entre ellos, siete menores). La mayoría, en una razzia posterior que incluyó la violación de domicilios y apremios ilegales. Ese tratamiento continuó en los sitios de detención, donde, desnudos, fueron obligados a permanecer por horas de rodillas.

 

La segunda, en cambio, se encuentra huérfana de imputados. El doctor Soto –según una fuente vinculada a la fiscalía– aún no cuenta “con evidencias determinantes para obrar en consecuencia”.

 

Pero en todo Sáenz Peña ya es un secreto de voces que el tal “Pelado” regentea un local de quiniela y es pariente de un subcomisario de la Federal.

 

Algunos testigos afirman que, a modo de complemento del dispositivo policial, hubo veinte personas (entre vecinos y comerciantes) distribuidas con armas largas y de puño alrededor del supermercado.

 

Algunas pistolas y escopetas fueron secuestradas en un depósito durante un allanamiento efectuado el martes a la mañana.

 

En tanto, Porgoseleck insistía: “Vinieron los aborígenes, y atacaron”. Y la ministra Bullrich ampliaba: “El saqueo es un acto de generar incertidumbre y no lo vamos a permitir”. Luego habló de “grupos kirchneristas”. Y con una sinceridad lacaniana, dijo: “Creemos que hay dirigentes políticos importantes que están manejando estas cosas. Ya lo vamos a decir cuando lo sepamos”. Esa declaración fue efectuada 36 horas después del asesinato de Ismael.

 

Ya circulaba en Internet la imagen de un niño armado con el más obvio de los propósitos. Criminología mediática en estado puro.

 

 

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