Sólo la corrupción traidora y vendepatria de los gobernantes y la prensa hace posible que el sector financiero trasnacional, asociado con las corporaciones imperialistas, proceda a robar las riquezas de nuestro país, hundiendo a nuestra población en la pobreza, la destrucción y la indignidad. El conocido mecanismo de succión se ejecuta convenciendo a un increíblemente elevado porcentaje de hermanos argentinos de una serie de mentiras que son funcionales a los intereses de ellos.
Los consorcios empresarios compran los votos de los legisladores, las voluntades de gobernadores y financian la instalación de opinión pública por parte de la prensa, constituyendo la más inhumana corrupción, que entrega un país entero a unos pocos dueños. Se ha hecho creer a un alarmante número de compatriotas que hay que sufrir para arreglar las malas políticas del pasado y que entonces vendrá un futuro mejor. La “luz al final del túnel” que prometía Gabriela Michetti, la vicepresidenta de Mauricio Macri, quien aplicó un violento plan de empobrecimiento asegurando que el mismo serviría para un mejor porvenir. Otra vez lo mismo, pero recargado.
Una de las mentiras instaladas es que Argentina no crece ni genera empleo desde 2011. Ciertamente, el gobierno de Macri no podía decirlo porque el estado de bienestar percibido durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner era muy reciente, pero ahora ya pasaron diez años. Intentan inocular un sentimiento de que el gobierno actual viene a sanar los males del pasado mediante una sincera y honesta gestión. Total, hace mucho que estamos mal. Pero es mentira. Anímese el lector a investigarlo en el teléfono, escribiendo “evolución del empleo en Argentina desde 2011”, y lo verá con sus propios ojos. Si pone “imágenes” en lugar de “todo”, podrá comprender más rápido la información encontrada.
Podrá hallar los datos sobre los puestos de trabajo asalariado registrado del sector privado, lo cual es incontrovertible. Observará que el mismo ascendió entre enero de 2012 y noviembre de 2015 desde 6,068 millones hasta 6,254 millones, habiéndose creado casi 200.000 puestos de trabajo formales durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. A continuación, el gobierno de Macri, cuyo equipo económico fue el mismo que el de Milei, bajó el empleo registrado a 6,023 millones, perdiéndose 230.000 puestos de trabajo formales. Al mismo tiempo, el empleo total aumentó entre 2011 y 2015 desde 9 a 10 millones, cayendo con Macri a 9,7 millones.
Luego de Macri vino la pandemia del coronavirus, que bajó el nivel de empleo en todos los países del mundo, por lo cual Argentina no fue la excepción, contrayendo el empleo formal a 5,8 millones y el empleo total a 9,4 millones. Ahora concéntrese la atención sobre lo ocurrido durante el gobierno de Alberto Fernández: el nivel de empleo alcanzó el máximo histórico, con 6,4 millones de puestos de trabajo registrados y 10,35 millones en total.
Trágicamente, le sucedió el gobierno de Milei, que causó la mayor pérdida de empleo de la historia argentina, sólo comparable con la crisis de Macri continuada por la pandemia y con el primer gobierno de Menem, que aumentó el desempleo del 6 al 18 por ciento entre 1991 y 1995. Es pertinente destacar que Milei siempre elogió el gobierno de Menem. Claramente, no es casual, ya que se trata del mismo modelo económico.
Primero, durante 2024, el nivel de empleo cayó a 6,1 millones el formal y a 10 millones el total. Ciertamente, la evolución de la tasa de desempleo contribuye a explicar con mayor claridad lo expuesto: el período 2003-2015 bajó la desocupación del 23 al 6 por ciento; el gobierno de Macri la elevó al 11%; el final del gobierno de Alberto Fernández gozó del mínimo en este siglo XXI, con una marca de 5,7%, y a finales de 2024 Milei la había alzado al 8%. A continuación, 2025 nos trae una nueva complejidad a atender.
La reducción del poder adquisitivo del salario, que hace que ni siquiera quienes poseen trabajo puedan acceder a costearse la alimentación necesaria para su familia, y mucho menos pagar los impuestos y los servicios, ha empujado a la población a, en un estado de total desesperación, embarcarse en labores informales ofreciendo servicios, por más que la remuneración sea más parecida a una explotación esclavista que a un salario.
Así, la informalidad se ha incrementado a más del 50%, pero los datos de desempleo se ven reducidos, ya que quien ha percibido algún ingreso durante el mes se contabiliza como ocupado o subocupado. En síntesis, este gobierno no aumenta el desempleo porque contabiliza las changas, lo cual da lugar a explicar otro aspecto en el cual se miente sistemáticamente: la medición de la pobreza.
¿Cómo puede ser que no se repudie a un presidente que se vanagloria de decir que sacó de la pobreza a 13 millones de argentinos, cuando la realidad muestra irrebatiblemente que se vio perjudicado el nivel de vida de todos los argentinos, a excepción de unos pocos sectores privilegiados y acomodados? La complicidad mediática, a través de ciertos periodistas que lo cubren, lo protegen, lo blindan y le cuidan su imagen, explica gran parte de la respuesta.
Tomando las publicaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, la pobreza bajó durante el ciclo 2003-2015 desde el 60% al 30%, período en el cual se duplicó la clase media, según informe del Banco Mundial. Luego, el gobierno de Macri la elevó al 40% y la pandemia al 45%, tras lo cual el crecimiento de los años 2021, 2022 y 2023 la contrajo al 40% otra vez. Pero acá empieza el análisis fino para evitar el engaño.
Primero, en diciembre de 2023 el gobierno de Milei aplicó una abrupta devaluación del 120% en un día, subiendo el precio del dólar de 365 a 800 pesos, lo cual elevó la inflación del mes al 26%. Como consecuencia, la pobreza ascendió rápidamente al 55%, tras lo que prosiguieron dos años de destrucción del poder adquisitivo, ya que la inflación mensual orilló el 3% y los salarios sólo ascendieron alrededor del 1% cada mes. Así, la canasta básica aumentó su valor desde 390.000 pesos a 1.300.000 pesos, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), mientras que el salario mínimo subió de 150.000 pesos, lo cual costeaba el 40% de la canasta básica, a 330.000 pesos, que alcanza apenas al 25% de la canasta básica. Márquese una diferencia sustancial respecto de 2015, cuando el sueldo mínimo de 6.000 pesos superaba el 150% de una canasta básica de 4.000 pesos. Para completar el contenido expositivo del presente párrafo, el salario mínimo medido en dólares era de 600 en 2015, 420 en 2023, descendiendo a 220 a fines de 2025.
¿Y la pobreza? Milei dice que luego de sincerar los precios cuando devaluó, lo cual la elevó del 40% al 55%, logró bajarla al 26%, según el parámetro de 1.100.000 pesos de ingresos. Por consiguiente, como “la realidad al empezar su mandato, luego de sincerar los precios”, era del 55%, la disminución de 29 puntos porcentuales hasta el 26% equivale a 13 millones de personas. Empero, la descripción de la pirámide de distribución de ingresos, que fácilmente puede conocerse a través de una simple búsqueda, exhibe una composición sustancialmente diferente.
Entre los 1.100.000 pesos y los 1.800.000 pesos habita otro 26% de la población, que se denomina clase baja superior, que de ninguna manera puede denominarse no pobre, especialmente sabiendo que la mayoría de las familias está endeudada para comprar alimentos en un país productor y exportador de alimentos, y para pagar los servicios esenciales. Ascendiendo en la pirámide, tenemos otro 26% de la población hasta los 3.200.000 pesos, denominado clase media baja, que si bien puede suponerse que no está endeudada y que no sufre inseguridad alimentaria, tampoco satisface las condiciones de no pobreza. Una familia se clasifica como pobre si sólo cubre sus necesidades de subsistencia, sin tener acceso al esparcimiento, vacaciones, eventos culturales y disfrute en el amplio sentido. Así, podría establecerse que los tres eslabones del 26%, que suman el 78%, son pobres en la actualidad, quedando por encima de dicha línea solamente el 22% de la población.
Luego de este análisis, queda invalidada la suposición del presidente, que argumenta haber bajado la pobreza del 55% al 26%, quedando expuesto que, en realidad, la aumentó del 40% al 78%. En definitiva, envió a la pobreza a 18 millones de personas que no eran pobres en noviembre de 2023. Por tanto, queda claro que si la prensa ejerciera su función de informar, en vez de ser cómplice de las mentiras, el plan de manipulación del sentido común no podría haberse concretado.
