“Corremos el riesgo de perder lo que ganemos en octubre si no hay un movimiento obrero fuerte”

Hugo Yasky habla de la campaña bonaerense, la reunificación de la CTA, el "vandorismo degradado" y el post octubre. “El eventual triunfo abrirá una etapa de dos años muy duros”.
Foto: Georgina García | Zoom

«El triunfo electoral que eventualmente pueda lograrse en octubre significa el inicio de una etapa de dos años que van a ser muy duros, sobre todo para los trabajadores y los sectores populares», dice Hugo Yasky. El titular de la CTA y precandidato a disputado nacional por la lista de Unidad Ciudadana en la provincia de Buenos Aires, recibe a Zoom en las horas previas a que se celebre el primer tramo preclasificatorio de la elección que, para Yasky, «va a dar la medida política» del macrismo. Yasky se muestra optimista en lo inmediato pero alerta sobre el escenario post electoral donde, asegura, una eventual victoria opositora necesita de una avanzada sindical fuerte para potenciarse. En ese sentido, dice que una parte de la cúpula de la CGT «optó por una versión degradada del vandorismo» y denuncia que hay dirigentes sindicales «que les gusta ir al museo a ver los símbolos del justicialismo pero en la lucha deciden no estar». Además opina sobre las particularidades de esta campaña de «baja intensidad» ensayada por el kirchnerismo en su versión «ciudadana», dice que aún con una derrota Unidad Ciudadana está en condiciones de «construir un espacio opositor con convicción de poder para el 2019» y le responde a Esteban Bullrich, luego de que el ex ministro de Educación lo elogiara días atrás en una entrevista radial. «Si tuviese que elegir a alguien para que represente una lista no elegiría a quien fue el artífice de un fracaso ante la sociedad».

 

¿Que se juega políticamente para Unidad Ciudadana en estas elecciones bonaerenses?

Creo que es la elección que va a dar la medida política de si este proyecto que representa el gobierno de Mauricio Macri, con su gabinete de CEOs, tiene la posibilidad de constituirse en una expresión que perdure más allá de un mandato, o si está atado a lo efímero de una expresión que no tiene respaldo popular. Lo que nosotros buscamos es generar una opción de mayoría superadora de esto que representa el macrismo para que no haya una dispersión del voto castigo. Porque cuando el voto es anti o es por la negativa puede ser un voto que termine siendo neutralizado por la dispersión.

 

Invirtiendo el argumento, ¿sería también la elección que dé la medida política de Unidad Ciudadana como espacio opositor?

Creo que Unidad Ciudadana, con la presencia de Cristina Kirchner y de Jorge Taiana, que son figuras claramente identificadas por los sectores populares, expresan el kirchnerismo y la experiencia de lo que fue el movimiento popular en el siglo XXI, eso que forma parte de la cultura política de los sectores populares de nuestro país. Cambiemos es una especie de emergente que expresa un bloque de poder en el que se entrelazan los intereses de los grupos empresarios más poderosos, y puede terminar siendo efímero en la medida en que pierda el respaldo que eventualmente pudo consolidar. Pero no es la expresión de algo que tenga que ver con un proyecto de país ni siquiera con un proyecto político que esté llamado a perdurar.

 

¿Pero una eventual derrota de Unidad Ciudadana complicaría esas aspiraciones de ser un frente que logre expresar la totalidad del voto opositor?
Foto: Georgina García | Zoom

Para nosotros Unidad Ciudadana, y la constitución de la lista lo expresa claramente, es una suerte de espacio en el que se integran todas las expresiones de la lucha contra el ajuste de Macri, del embate contra los derechos adquiridos. La construcción política está pensada con el objetivo de poner en sintonía las luchas y los sufrimientos de los sectores populares con la política. Que la política sea la expresión de esas necesidades, de esos reclamos para construir de ahí el piso que nos permita volver mejores. La idea es que Unidad Ciudadana no sea simplemente la expresión del hastío, del rechazo, sino también la esperanza para construir una vía de salida. En ese sentido, por supuesto, un triunfo electoral te facilita y te afirma, y una derrota electoral siempre genera crisis. Pero nosotros estamos preparados porque sabemos que una cosa es una derrota electoral que te convierta en un residuo de la historia, donde no pasás de un dígito en la votación y definitivamente tenés que aceptar que formás parte del pasado porque la gente te pone en ese lugar, y otra cosa es una una derrota electoral donde estemos a uno o dos puntos. En esa hipótesis nosotros estaríamos en condiciones de construir un espacio opositor y de hacerlo con una fuerte convicción de poder para el 2019.

 

¿Eso de no sacar más de un dígito en las elecciones, en el mundo CTA, le cabe a experiencias como la de Víctor De Gennaro?

En realidad, creo que en el mundo CTA no existe la versión de De Gennaro, que construye una especie de secta religiosa más que una construcción política de mayoría. La verdad es que entre el Víctor que fue parte de la CTA y el Víctor que forma parte de una especie de logia política, no existe ninguna relación, ni siquiera creo que se pueda establecer una relación. Prefiero pensar en el Víctor De Gennaro que fue un dirigente sindical de la década del 90 importante, que encarnó la resistencia al menemismo, pero que lamentablemente se extravió y dejó de ser lo que era.

 

Es una campaña de formas y tonos diferentes a los que supieron caracterizar al kirchnerismo. ¿Cómo se discutió esa cuestión? ¿Qué lectura hace de esta campaña de “baja intensidad”?

Se discutió una estrategia electoral y básicamente la definición tuvo dos puntos clave. Uno fue definir, como punto de partida, el compromiso de absoluta fidelidad al mandato y al voto popular, con un acta que firmamos el día que aceptamos la postulación. Y el otro fue la decisión discutida, acordada de ir a caminar los barrios del conurbano e ir a los sectores postergados y marginados por las políticas oficiales. Construir una campaña que sea capaz de horadar el círculo de exclusión que generan los medios de comunicación hegemónicos y que hoy le permite, por ejemplo, a la gobernadora Vidal decir que no ve a los integrantes de Unidad Ciudadana haciendo campaña. En realidad no los ve bajo el foco de los medios de comunicación, de la cadena oficial de medios privados. Y no los ve porque no pisaron el barro todavía, hacen timbreos alfombrados.

“Si uno pretendiera seguir repitiendo todo lo que hacía mientras era gobierno, seguramente no tendría ni siquiera la posibilidad de dialogar con el electorado ni con la sociedad”

¿Qué lectura hace de la inclusión de dirigentes sindicales en la lista?

Creo que Cristina pensó una lista en la que el movimiento obrero tiene una expresión potente. ¿Cuánto hace que entre los diez primeros puestos de una lista de diputados no figuran tres dirigentes sindicales? Hoy el movimiento obrero tiene una representación muy potente y hay dos compañeros que pertenecen a la CGT. Lo que se ha hecho es expresar al movimiento obrero que estuvo en la calle, que peleó, que no apostó a convivir con el ajuste, porque ese pacto de convivencia que se empieza a romper es imposible, porque las políticas del gobierno demuestran que no hay posibilidades para los trabajadores de convivir, ya que el proyecto económico de Macri, en la medida que sea exitoso, va a significar la reducción de lo que ellos denominan el costo laboral, es decir la reducción de los derechos laborales. Lo que ha hecho, entiendo yo, Cristina Kirchner, en la conformación de la lista de Unidad Ciudadana, es expresar a ese movimiento obrero que entendió que no había posibilidad de coexistencia pacífica con un proyecto que viene a reducir derechos y que viene a avasallar conquistas.

 

¿El enfoque de la campaña, esta renovación de nombres, tiene que ver con una estrategia de cara a este momento político, a esta elección en particular, o incluye también una lectura de errores cometidos en el pasado?

Creo que siempre, cuando uno tiene que enfrentar realidades nuevas, tiene que hacer una lectura crítica y reacomodarse a situaciones que necesariamente plantean cambios. El kirchnerismo hoy encara una campaña desde la oposición y en la tradición política del peronismo, cuando no está al frente del gobierno o al frente del Estado, eso implica una relectura profunda de todas las iniciativas. En ese contexto, evidentemente si uno pretendiera seguir repitiendo todo lo que hacía mientras era gobierno, seguramente no tendría ni siquiera la posibilidad de dialogar con el electorado ni con la sociedad.

 

Desde el año pasado se viene hablando, con mayor o menor intensidad, de la posibilidad de reunificación de las dos CTA. ¿En qué estado se encuentra ese proyecto?
Foto: Georgina García | Zoom

Seguimos tratando de llegar a ese objetivo. A medida que nos acerquemos a septiembre de 2018 tenemos que intentar construir una fórmula que nos permita llegar a una conducción de transición. Hoy eso está complicado por la crisis interna del gremio al que pertenece Pablo Micheli que es ATE. En ATE hay una crisis profunda y eso explica que haya una escisión de la CTA Autónoma, encabezada por el sector vinculado a [Hugo] “Cachorro” Godoy. Esto es una complicación que, evidentemente, plantea en principio un obstáculo a resolver en el camino de la reunificación. Pero el objetivo lo seguimos sosteniendo. También estamos atentos al proceso que vive la CGT, porque yo creo que es necesario constituir el mayor acumulado posible, en términos de unidad, dentro de un movimiento obrero dispuesto a confrontar con las políticas del ajuste. El triunfo electoral que eventualmente pueda lograrse en octubre significa el inicio de una etapa de dos años que van a ser muy duros y muy problemáticos, sobre todo para los trabajadores y los sectores populares. Frente a eso necesitamos consolidar una fuerza potente del movimiento sindical a la altura de los desafíos que van a venir. Este gobierno va a querer avanzar con la reforma laboral porque bajar el costo laboral es una obsesión del presidente Macri y un mandato de los grupos de empresarios que lo apoyan. La reforma previsional también va a estar planteada y si no existe esa fuerza unificada con la absoluta decisión de compactarse en un programa de resistencia y de lucha del movimiento sindical corremos el riesgo de que lo que ganemos en términos de avance electoral lo terminemos perdiendo después.

 

¿Sin unidad sindical el triunfo electoral pierde potencia?

Creo que no tanto, porque el triunfo electoral te abre una perspectiva de salida. Pero es necesario tener claro que no vamos a abandonar la calle, que no podemos abandonar la calle, y que tenemos que fortalecer esas luchas de resistencia. Por eso estamos atentos a lo que pasa en la CGT, porque ahí empieza a haber una divisoria de aguas frente a la que yo creo que es importante estar atento. Porque esa divisoria de agua por primera vez empieza a plantear la posibilidad de una fuerte crítica a los sectores que fueron responsables de haber puesto en una especie de estado vegetativo, de actitud pasiva y complaciente a la principal central sindical.

“Hay dirigentes sindicales que por ahí les gusta ir al museo a ver los símbolos del justicialismo, pero que después, en lo cotidiano, en la lucha, deciden no estar”

¿Con qué sectores del mundo de la CGT hoy tiene mayor diálogo?

Tenemos mucho diálogo con muchos dirigentes muy importantes de distintos sindicatos. Luz y Fuerza, Unión Obrera Metalúrgica, compañeros de la Unión Obrera de la Construcción, de regionales y de territorios en muchas partes del país. Hay una expresión muy importante de sectores del sindicalismo, cuyas cúpulas están tratando de sostener una sintonía fina con la Casa Rosada, que están cuestionando muy fuerte esa actitud de sus dirigentes. Con esos tenemos diálogo. Por supuesto también con la Corriente Sindical Federal, pero la verdad es que es muy importante la extensión en la base de la dirigencia sindical de los grandes gremios industriales de una corriente crítica que reclama reposicionar al movimiento obrero y a la CGT. Y me parece que es posible que en los próximos meses eso se exprese en una recomposición de la CGT.

 

¿Por qué cree hay ese intento de sostener una sintonía fina con la Casa Rosada de parte de las cúpulas de algunos gremios?

Creo que hay una parte de la dirigencia sindical que optó por una suerte de pragmatismo que tiene mucho de lo que era el vandorismo, pero en una expresión más degradada. Porque el vandorismo en definitiva proponía un proyecto político para los sectores populares sin Perón, tomando distancia de los sectores que dentro del movimiento obrero planteaban profundizar la resistencia, pero era un proyecto político en definitiva. Hoy hay dirigentes de la CGT que simplemente hacen seguidismo de las políticas oficiales, seguidismo que, claro, cuando es un gobierno de contenido peronista como era el de Cristina o el de Néstor uno entiende como algo lógico que el movimiento obrero acompañe eso. Pero cuando es un gobierno con un contenido tan profundamente anti-obrero, anti-popular, anti-sindical, uno dice cómo es posible que se haga seguidismo de estas políticas. Y hay muchos dirigentes que han decidido ser pragmáticos, ser oficialistas de cualquier gobierno y guiar el barco de su sindicato entre las tormentas tratando de esquivar las rocas. Y lamentablemente ponen al movimiento obrero como furgón de cola de una política que. en definitiva, si fuera exitosa, terminaría con todas las conquistas históricas del sindicalismo. Porque si Macri pudiera, si tuviera la correlación de fuerzas, sin lugar a dudas avanzaría con la misma profundidad con que lo hicieron en Brasil, para extirpar de raíz todas las conquistas del movimiento sindical. Entonces ese contrasentido es el que a uno siempre lo obliga a preguntarse qué intereses hay. Yo creo que ni siquiera es por un toma y daca, que puede existir también, pero creo que hay muchos dirigentes sindicales que están ganados por una especie de actitud de defección del contenido de lucha que tiene que tener el movimiento peronista en estado vivo. Hay dirigentes sindicales que por ahí les gusta ir al museo a ver los símbolos del justicialismo, pero que después, en lo cotidiano, en la lucha, deciden no estar.

 

¿Qué va a hacer la CTA respecto de la movilización convocada para el 22 de agosto?
Foto: Georgina García | Zoom

Vamos a tratar de ser parte de esa convocatoria. Tratar de ser parte quiere decir poder discutir con la CGT qué es lo que viene después del 22. No queremos ir a un acto que sea una caja de sorpresas. Queremos estar presentes, ser parte del intento de recomponer la unidad para luchar contra esta política que representa el macrismo, pero no queremos ir a ciegas. Queremos discutir las dos CTA con los compañeros de la CGT no solamente las cuestiones por las que vamos a luchar, sino los tiempos y los modo. Sería muy bueno poder definir de conjunto pasos claros hacia adelante que le den progresión a la lucha y que no nos ponga en situaciones en las que, de pronto, nos enfrentamos a iniciativas espasmódicas que después se interrumpen y entramos en una etapa de desmovilización, que es lo que suele aprovechar el gobierno para intentar hacer lo que ha sido después del 29 de abril: dividir, desagregar, convocar a unos, y dejar afuera a otros. Porque eso fue lo que pasó, fuimos todos juntos el 29 de abril y de buenas a primeras, cuando el gobierno decidió retomar la iniciativa y convocar a la CGT, el frente de unidad se perdió en el camino. Queremos ir el 22, pero que no nos ocurra lo mismo.

 

Como dirigente sindical, ¿qué proyectos busca trabajar en la Cámara de Diputados?

Hay uno, que es el más acuciante y que es el primer punto del programa de Unidad Ciudadana, que es la emergencia ocupacional. Es un tema que tenemos que intentar resolver y dar la pelea desde la legislatura. No puede seguir progresivamente este cierre de fuentes de trabajo, no podemos dejar que la sangría de las pymes se siga dando sin que se intente ponerle freno. Creo que hay que parar los despidos por un año. Después desde el sector de la educación hay que dar un debate para impulsar una ley de financiamiento educativo que permita retomar el camino de la inversión. Por supuesto eso colisiona con la idea del Plan Maestro que promueve [Esteban] Bullrich que es exactamente lo contrario. Y también, por supuesto, el debate del tema previsional, si el gobierno avanza con su intento de volver a abrir un sistema de doble vía, es decir, jubilación pública para los pobres y capitalización individual para los que tienen ingresos más altos, con lo cual se terminaría la movilidad jubilatoria y estaríamos otra vez en presencia del viejo esquema de las AFJP, un poquito disfrazado. Creo que ese va a ser otro gran tema para discutir en la legislatura.

“Esta elección permitirá ver si este proyecto que representa el gobierno de Mauricio Macri tiene la posibilidad de constituirse en una expresión que perdure más allá de un mandato, o si está atado a lo efímero”

Este primer semestre de 2017 estuvo cruzado por el conflicto docente, que a la vez coincidió con el vigésimo aniversario de la Carpa Blanca, todo lo cual hizo que muchas veces fuera tentador trazar un paralelismo casi absoluto entre ambos momentos históricos. ¿Fueron iguales ambos conflictos? ¿El movimiento docente encaró este conflicto de la misma manera que en 1997 o detectó las particularidades de este momento y direccionó la lucha en ese sentido?

Yo creo que en la esencia del conflicto hay una línea conductora entre lo que pasó en los 90 y ahora, que es la decisión del gobierno de desfinanciar el sistema educativo. En aquella época estábamos empezando a vivir las consecuencias de esa gran estafa que fue la convertibilidad, que para poder sostenerse tuvo como requisito previo la provincialización del sistema educativo, entre otras cuestiones. En el 97 estábamos en un país donde había provincias que no cobraban ni siquiera el salario. Hoy este conflicto lo desata la decisión del ministro de Educación Bullrich y el presidente Macri de no cumplir con el financiamiento educativo. Las diferencias creo que pasan por la fortaleza del movimiento sindical en esta etapa. La Carpa fue un recurso desesperado porque ya no podíamos ni siquiera garantizar una huelga docente nacional. El menemismo había logrado invisibilizar los conflictos de las provincias y había cierta apatía hacia el tema de los docentes. Creo que la lucha de este año encontró más fuerte al movimiento sindical. Fue un intento del gobierno de disciplinar al conjunto de los trabajadores y finalmente terminó con un gobierno que en la práctica tuvo que reconocer el fracaso de todo lo que ellos planificaron, porque en la paritaria tuvieron que terminar con esa historia de repetir permanentemente la misma propuesta del 19-20%. Creo que en eso es distinto. La carpa fue un conflicto de largo aliento, este fue un conflicto muy intenso, muy duro.

 

¿Cómo interpreta que el ex ministro de Educación sea el candidato del gobierno nacional en la provincia?

No deja de asombrarme esa decisión. Si tuviese que elegir a alguien para que represente una lista no elegiría a quien fue el artífice de un fracaso ante la sociedad, porque en última instancia el conflicto que se generó con los docentes es expresión de fracaso. Quizás habla de la pobreza que tiene esta expresión política de Cambiemos, en términos de cuadros políticos.

 

Días atrás a Bullrich le preguntaron en la radio a quién elegiría de Unidad Ciudadana para formar parte de su lista y él lo eligió a usted. Por lo visto no es recíproco.

En realidad él dijo eso y habló de que habíamos debatido sobre temas educativos y la verdad es que nunca debatí con Bullrich, nunca tuve la oportunidad. Desde ya no lo hubiese elegido porque tenemos profundas diferencias. Yo creo en una educación pública y el ministro cree en una educación para los que van a generar mano de obra y para los que van a ser mano de obra. Para los que van a ser mano de obra una escuela que enseñe a vivir en la incertidumbre y a disfrutar la incertidumbre o sea todo lo que tendríamos por delante nosotros si hicieran la reforma laboral. Vivir al día a los saltos y ser felices con eso. Yo quiero una escuela que siga con la vieja idea, vieja para ellos, para nosotros absolutamente vigente, de que la educación tiene que formar a gente capaz de luchar por la justicia social, por su trabajo, por una sociedad que tenga mínimos principios de ética y en la que el darwinismo social, en donde los que son fuertes y más inteligentes se comen a los otros, no tenga cabida.

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