Finalmente, lxs cordobeses pudieron conocer los resultados definitorios de las elecciones a gobernador, luego del bochornoso conteo de votos realizado por un sistema de inteligencia artificial, que está siendo investigado en la justicia. La novedad que trajo el último escrutinio, realizado manualmente, fue que los dos principales candidatos en disputa, Martín Llaryora y Luis Juez, no acumularon el 80% de los votos. Sino el 90%.
El esperado ganador, por la lista oficialista de Hacemos Unidos por Córdoba, recibió el 47,6%, una cifra más elevada de lo esperado, mientras que su rival en Juntos por el Cambio también elevó su potencial porcentual: 44,1%. Esa diferencia es de más de 64 mil votantes. Quienes votaron en blanco, que se convirtieron en la “tercera fuerza”, fueron más de 102 mil votantes.
Volver al pasado
Esa realidad resalta aún más que la provincia del fernet con coca vive una situación parecida a finales del siglo pasado, cuando el PJ y la UCR concentraron el panorama electoral con nueve de cada diez votos, forjando un bipartidismo acorde a la situación nacional de ese entonces hasta los inicios del presente milenio.
En 1983, con el retorno de la democracia, el radical Eduardo Angeloz había ganado con el 55,8%, superando al peronista Raúl Bercovich, al acumular 39,2%. El “Pocho” fue reelecto en 1987, pero con 49,1%, en una disputa más reñida con José Manuel de la Sota (44,5%). Para 1991, aún con la presidencia del pejotista Carlos Menem, el radicalismo se mantuvo en los noventa con Ramón Bautista Mestre, ganando el 52%, contra De la Sota (36,5%) y el 47,2% en 1995 contra la fórmula del PJ encabezada por Guillermo Johnson (40%). En todos los casos, la suma de ambos frentes daba una media del 90%.
El actual período peronista arrancó en 1998, luego de una gestión radical agotada, donde De la Sota gana con 49,6% frente a un oxidado Mestre con 41%. Todavía superamos la barrera de los 90%. Para 2003, el “Gallego” es reelecto con 51,8%, contra Oscar Aguad de la UCR, quien acumuló un muy bajo porcentaje del 37,2%. En 2007, luego de ser intendente por capital, Luis Juez se candidatea por primera vez a la gobernación contra Juan Schiaretti y ambos cambian el panorama provincial teniendo cada uno 37,2% y 36%, la más reñida de todas, dejando al radicalismo de Mario Negri en un tercer lugar (13,8%). El clima había cambiado.
En 2011, De la Sota vuelve para su tercera gestión con 42,6%, superando a Juez con 29,6% y Aguad con 22,9%. En 2015, el actual senador nacional optó por disputar nuevamente la intendencia capitalina (que le fue muy mal) y cedió la contienda provincial al radicalismo. Schiaretti había ganado con casi 40% frente a un Aguad que sumó 33,7%. Sin embargo, con la muerte de De la Sota en 2018, el “Gringo” capitalizó todo lo que había acumulado su par, lo que lo llevó en 2019 a ser el gobernador con mayor cúmulo de votos: 57%, que representaban más de 1,1 millón de votos en ese entonces. Para colmo, en ese entonces, el “Cambiemos” de Córdoba quedó dividido entre un frente encabezado por Negri (18%) y otro por Ramón Mestre hijo (11%).
Ahora, en 2023, y a pesar que el saliente gobernador insistía en que no había grietas en estos pagos, el bicoalicionismo ha generado una suerte de dualidad entre quienes profesan una capacidad de gestión desideologizada y quienes balbucean una capacidad performática basado en el griterio. Punto aparte merece mencionar la incapacidad de las distintas variantes del progresismo y de izquierda que han mantenido un piso en disputa con el voto en blanco.
La anomalía
Eso sí: en este 2023, se ratifica la novedad de que el oficialismo provincial no tendrá quórum propio en la Legislatura, lo cual le implicará convencer a por lo menos a cuatro legisladores de la oposición. Tanto Hacemos Unidos como Juntos tendrán la misma cantidad de bancas cada uno. Y habrá cuatro legisladores de partidos minoritarios. Allí estará el abogado Rodrigo Agrelo, de Encuentro Vecinal, quienes mantienen un núcleo duro caracterizado por su rechazo al aborto legal, junto al empresario Agustín Spacessi, quien sería el referente no oficial de Javier Milei en Córdoba. Además, el Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad tendrá su propia banca, que será rotativa para los cuatro partidos que la integran. Y finalmente, un cuarto puesto está reservado para Federico Alesandri, por el voto kirchnerista, del cual tuvieron la peor campaña de su historia.
Por último, será Juntos por el Cambio quien maneje el Tribunal de Cuentas, para iniciar cualquier carpetazo y elevar la “judicialización” de la política.
Un debate inseguro
Las elecciones provinciales de Córdoba terminaron. Pero no así las campañas. En menos de dos semanas, se elegirá el nuevo intendente de la ciudad de Córdoba, manejada actualmente por Llaryora. El resultado es impredecible. Acorde a la realidad provincial, se sabe que estará disputado entre el actual viceintendente Daniel Passerini, y el representante de Juntos por el Cambio, Rodrigo de Loredo, yerno de Aguad y quien estuvo a cargo por casi dos años de la presidencia del ARSAT, durante la presidencia de Mauricio Macri. Éste mismo, viene brindando su apoyo al joven maravilla radical, muy lejos de la distanciada compañía que le ofreció a Juez para la gobernación.
Y el electo gobernador Martín Llaryora estuvo totalmente disponible a salir al aire por distintas radios y programas de televisión que ofrece el espectro mediático. De lo que se limitó a hablar fue solamente lo que lanzó la inesperada propuesta de De Loredo: pedir a la gobernación que le entreguen diez mil policías para que estén bajo la administración municipal. Llaryora manifestó que eso no solo es anticonstitucional (la carta magna provincial establece que la Provincia es la “máxima autoridad” en el manejo de la Policía), sino que incluso le pareció una “huevada atómica”, un vocabulario muy alejado al tono protocolar que caracterizaron a los dos gobernadores anteriores.
En estos momentos, el oficialismo municipal y provincial sacaron provecho de un “escándalo narco”, por el allanamiento ocurrido hace un mes atrás de una vivienda que está a nombre de un candidato a concejal de De Loredo. En esa casa, interceptada por la Fuerza Antinarcotráfico, se incautaron gramos de marihuana y billetes en pesos. Recientemente, la esposa de ese candidato delarodista pidió la recuperación de 60 mil pesos, que estaban reservados para la campaña de Juntos por el Cambio. Tanto Llaryora como Passerini retrucaron a los “cambiemistas” por los dichos que realizó Juez en La Nación +, al asegurar que el pejotismo compraba votos de vecinos a cambio de drogas.
La edad de la inocencia
Mientras tanto, en Laboulaye, a más de 350 kilómetros de la capital, todavía se investiga el asesinato de Joaquín Speranti (14), donde el único sospechoso sería un amigo suyo, de un año menos de edad, que habría confesado el crimen. Familiares de Joaquín ya pidieron públicamente que la edad de imputabilidad baje de 16 a 14 años de edad (a pesar que el sospecho tiene 13).
Como una escabrosa coincidencia, apareció en los medios Juan Carlos Blumberg, quien una década y media atrás encabezó una suerte de gesta, que achicó el techo de quienes pueden ser encarcelados, pasando de 18 a 16 años. La razón de su presencia fue para ratificar las escandalosas recaudaciones de Javier Milei para ofrecer espacios en sus listas candidatiables. En una de las radios de Córdoba, Blumberg señaló que se sentía muy a gusto de hablar con cordobeses, porque le rememora aquellos trabajos que realizó con los poderes políticos de turno y trayendo el aporte del Manhattan Institute, aplicando una reforma al código de faltas para aplicar la “teoría de los vidrios rotos”. Nadie le respondió que desde ese entonces, hasta su nuevo cambio como Código de Convivencia, las normativas de ese entonces empujaron a que en las calles cordobesas se padecieran detenciones arbitrarias policiales, donde le sirvieron a distintas comisarías dibujar números para demandar más fondos públicos al Estado, a costa de que varios jóvenes estuvieran encerrados en las celdas, con los dedos manchados y pasar fines de semanas en las penurias. Situaciones que fueron expuestas en las distintas Marchas de la Gorra.
El abrazo partido
Juan Schiaretti inició su campaña como candidato a presidente con el sello Hacemos Por Nuestro País. La lista tiene la estética de Hacemos Unidos Por Córdoba, a pesar de que parte de ese cuerpo no va a militar por él: todos los del PRO, que se sumaron a su proyecto provincial, lo hicieron con la condición de mantener su proselitismo por Horacio Rodríguez Larreta. Al igual que Libres del Sur, que lo harán por Jesús Escobar, y probablemente Movimiento Evita lo haga por Sergio Massa.
El jueves, el Gringo lanzó su acto en el Hotel Intercontinental, de la ciudad de Buenos Aires. El viernes, en el Espacio Quality de la ciudad de Córdoba. En ambos lugares, sostuvo que su proyecto representa “la producción y el trabajo”, y que “somos la expresión del interior productivo de la Argentina, somos la expresión del federalismo y somos la expresión que rechazamos la maldita grieta”.
También criticó a la actual gestión nacional: «Este gobierno se pelea con el gobierno anterior macrista, y le echa la culpa de todo, como si él (sic) en estos doce años de gran decadencia argentina no hubiera sido el gobierno kirchnerista el que gobernó ocho años (sic)», puntualizó en un mal manejo malabarísticos de números, y olvidándose que su compañero de fórmula, Florencio Randazzo, integró esos ocho (¿o doce?) años de decadencia.
En el acto de CABA, narró sobre la gestión peronista en Córdoba: “Ya lleva 24 años, que lo iniciamos junto a mi compañero y amigo José Manuel de la Sota, y que acaba de ser nuevamente apoyado por el pueblo cordobés en las elecciones de hace unos días”. No mencionó al ganador Llaryora.
También señaló su rechazo al juicio político a la Corte Suprema, que a la libertad de prensa se mantiene intacta en su provincia y que hay que bajar las retenciones agrícolas paulatinamente hasta llegar a cero.
Finalmente, en el Intercontinental, cerró con lo siguiente: “¡Nosotros somos el peronismo de la producción, del trabajo y del abrazo de Perón con Balbín! ¿O acaso se olvidan que el gran estallido de la convertibilidad, al país lo sacó adelante el acuerdo Alfonsín-Duhalde?”.
La palabra “grieta” es la que más repite en sus discursos, sea en el puerto como en su tierra mediterránea. Un día antes del inicio de su campaña, el escrutinio definitivo confirmó que el sector productivo, concentrado en la franja sur provincial, votó en su mayoría a favor del proyecto de Juntos por el Cambio. Y fue encabezado por un verborrágico como Juez que pregonó la grieta.
Se estima que el 8% del electorado nacional habita en la provincia de Córdoba. Casi una tercera parte del electorado cordobés lo votaría a Schiaretti para las PASO del 13 de agosto. Pero otra tercera parte no fue a votar para las elecciones a gobernador. Así, podemos presuponer que les votantes cordobeses apenas garantizarían el 1,5% que se requiere para participar de las elecciones generales de octubre. Es decir: hay dudas que Córdoba sea el piso de base para que Schiaretti supere las PASO.