Con el pie derecho

Por José Vales, gentileza de El Universal de México, especial para Causa Popular.- Tal vez, el Foro Social Mundial, que desde el año 2000 viene buscando alternativas al neoliberalismo, sin terminar de encontrarlas, debería plantearse alguna vez sesionar el Bolivia. O al menos seguir de cerca lo que comenzó a pasar aquí el pasado domingo. En ese foro siempre se procuró plasmar un modelo que sea la antítesis al cincelado por el Consenso de Washington. Pero lo que surgió de él, hasta ahora, no es lo que esperaban sus fundadores. Eso si se tiene en cuenta que Luiz Inácio Lula Da Silva y Tabaré Vázquez son dos presidentes que frecuentaron los primeros encuentros en Porto Alegre, al igual que Evo Morales, cuyos primeros pasos en el gobierno lo muestran como un nuevo brazo de ese delta de las izquierdas que van surgiendo en la región.

Los primeros pasos del gobierno de Morales fueron concretos y en sintonía con el prolongado discurso que brindó el día de su posesión.

Despertó esperanzas y moviliza la ilusión de una sociedad que creyó haberla perdido al igual que la salida al mar y logró que, por fin, algunos miembros de los sectores de poder internacional, un puñado de altos dirigentes de la propia izquierda y hasta ciertos sectores de la prensa, comenzaran a tomarlo en serio.

A Morales y a su gobierno se lo calificó hasta el exceso como el último eslabón de la cadena de gobiernos de izquierda que fueron surgiendo por aquí desde que Lula llegó a la presidencia en el 2001. Sin duda fue el desgastado Partido de los Trabajadores (PT), con su mítico líder, el que abrió el camino para que el mapa sudamericano comenzara a cambiar de color político.

Pero, ¿Qué tiene que ver Lula con la “revolución” de Hugo Chávez, o Chávez con el socialismo gubernamental chileno, o la concertacionista Michelle Bachellet con Evo Morales?

Mucho o muy poco, según desde el ángulo que se los analice. La mayoría de estos líderes tienen en común el haber llegado al poder, salvo Chávez que se eyectó a la luz pública con un frustrado golpe de Estado, después de años de lucha sociales y políticas, de haberse movido ideológicamente bajo el paraguas de la Revolución Cubana y haber comenzado a realizar la adaptación a la realidad de este nuevo tiempo, donde los efectos de las Políticas neoliberales sin reparos, aún establecen los límites del terreno de juego.

No es una ola de izquierda homogénea la que prima en América Latina. ¿Cómo calificar de izquierda, como suelen hacer algunos medios, al Gobierno de Néstor Kirchner que termina de pagarle al Fondo Monetario Internacional hasta le último centavo de su deuda postergando otros menesteres como mejorar los índices de distribución de la riqueza? Sólo basta ver el discurso y los hechos para comprender que el peronismo de Kirchner sigue siendo tan pragmático como cuando vivía su fundador, Juan Perón.

El Gobierno de Lula, que a pesar de su desgaste, cada día suele asemejarse más al de Fernando Enrique Cardoso en lo económico, abrió el abanico de relaciones hasta convertirse en un factor de equilibrio en la región. Puede ser el mejor interlocutor de Estados Unidos y del chavismo al mismo tiempo, pero lejos está de aquella revolución ideada en los años de su fundación en 1980.

¿Cómo emparentar a Chile con Venezuela? Ricardo Lagos y su sucesora, Bachelet, defienden a ultranza los tratados de libre comercio como el ALCA mientras Chávez, interpreta un absurdo de lo que fue la revolución Cubana pero con el petróleo suficiente como para sacudir políticamente a la región.

El Frente Amplio en Uruguay, con algunos problemas de gestión -más por la personalidad de su presidente Tabaré Vázquez que por la coyuntura interna-, que desde el inició se confesó intentar seguir el derrotero gubernamental del Lula, trata de acercarse a Estados Unidos, poniendo en jaque el MERCOSUR, hasta que de repente irrumpe Morales, apoyado por la mayoría de estos gobiernos, aliado de Venezuela y de Cuba, pero cobijado por las creencias milenarias de los aymaras, quechuas, chiriguanos y guaraníes, entre otras etnias, en el país más empobrecido de Sudamérica, para abrir el debate y comenzar a marcar diferencias.

“Vamos a hacer una revolución en Bolivia. Pero lo que aquí pueda ser una revolución para ustedes, en los países vecinos, no pasan del campo de las reformas”, le suele repetir el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera a El Universal.

Morales y su devoción al trabajo, y sus ganas de darlo vuelta todo, ya demostró por qué llegó a dónde llegó.

Porque, aymara de origen, obligó a que ese casi 63 por ciento de indígenas bolivianos que lo coronaron en Tiuhanacu -convirtiendo en aquella ceremonia en el verdadero hecho político del pasado fin de semana- despertará después de centurias.

A tal punto que la posesión oficial del domingo fue sólo “pour la galerie`”. Jefe supremo de los pueblos indígenas, allí en esa mayoría radicará el verdadero apoyo para las transformaciones de Bolivia y la reserva ante cualquier intento desestabilizador de las distintas facciones, de izquierda o de derecha e incluso indigenistas, que aún anidan en el país y que el gobierno necesita aún articular.

Esta corriente de Morales podría influir en las elecciones ecuatorianas de octubre próximo. Allí habría que reparar en un nombre: Auki Tituaña, alcalde de Cotacachi -el municipio mejor administrado de América Latina durante 15 años de su gestión- y uno de los políticos mejor visto por los ecuatorianos, como posible integrante de esta constelación de izquierda.

Con dos contrapesos fuertes, Venezuela y Brasil, con Chile, como aliado fiel de Estados Unidos y con patrones económicos -y hasta patologías europeas como la flata de memoria en los niños-, con el pragmatismo argentino, los vaivenes uruguayos y con el indigenismo de Morales, la/izquierda/s latinoamericana/s siguen su curso.

Coincidiendo en la búsqueda de reparar los daños causados por el neoliberalismo y reclamando más políticas sociales como sostiene el presidente Ricardo Lagos, tratando de remedar la Cuba de la segunda mitad del siglo XX como intenta Chávez, buscando recetas socialdemócratas europeas como Lula y Vázquez y no cerrándose a rediseñar “una relación seria” con Estados Unidos, como lo hacen casi todos (incluso Morales).

Avanzan en una coyuntura política y económica más que favorable. Habrá que ver cuál de todas estas variantes logra aprovechar mejor ese escenario para aminorar la pobreza y la desigualdad social. Metas para la única revolución que aparece posible en el horizonte por estos días. Por lo pronto, Morales y su gobierno multicultural arrancaron con el pie de derecho.

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