Mientras la debacle internacional más grande de los últimos 80 años todavía no toca su fondo, América Latina sigue siendo la región del mundo de mayor brecha entre ricos y pobres. Estados Unidos busca en Brasil el dique de contención para la alianza entre Venezuela y Rusia. La inminente Cumbre de las Américas podría marcar el final del bloqueo norteamericano a Cuba.
Además de las olas de pánico por los sucesivos cimbronazos que provocan las continuas caídas de los mercados, los números comenzaron a mostrar la nueva geografía de la economía latinoamericana. Mientras México esta al borde de entrar al colapso por el empeoramiento de la violencia producida por el narcotráfico, Brasil, la segunda economía de la región y la octava economía mundial, ya dio acuse de recibo de la crisis que se expande como un tsunami silencioso. Su producto interno bruto (PIB) cayó 3,6 por ciento entre el tercer y el cuarto trimestre de 2008, lo que representa una reducción de 15,2 por ciento en el índice anual que se usa en Estados Unidos. El derrumbe es similar al de algunos países asiáticos, como Corea del Sur, Tailandia y Taiwán, cuyas economías, mucho más internacionalizadas, se preveían muy vulnerables a la crisis financiera global. En Brasil se esperaba un impacto moderado, por la menor dependencia relativa de las exportaciones y del crédito externo, sin embargo el impacto fue peor.
Síndrome Brasil
Cada debilitamiento de los números macroeconómicos impacta mucho más en su desigualdad. El índice Gini, que la mide a nivel global, se redujo sólo de 0,58 a 0,52 en el período transcurrido entre 1970 y 2008, muy rezagada del promedio de 0,31 que tienen los países industrializados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El síndrome que ya evidenció Brasil es un anticipo de lo que pasará en toda América Latina. Tras mantener un ritmo de crecimiento del PBU cercano al 5% en los últimos años, las economías latinoamericanas y caribeñas sufrirán un duro frenazo en 2009. De hecho, se prevé una tasa de crecimiento medio en la región del 0,3%. Lo que ahora los economistas llaman “la bonanza de los últimos años”, quizás sea recordada como una era dorada, ya que según el BID eso permitió sacar de la pobreza a cerca de 40 millones de personas y ampliar los estándares de cobertura social. Lo cual, no impidió que el continente siga siendo el de la peor brecha entre ricos y pobres, un escenario que definirá un nuevo escenario político, ya que entre 2009 y 2011 están previstas al menos 17 elecciones, 13 de ellas presidenciales.
El fin de las quimeras
Podría decirse que la nueva crisis ha empezado a poner en tela de juicio los paradigmas clásicos de la economía liberal, especialmente para aquellos analistas que a fin de marzo se reunieron en Medellín convocados por el Banco Interamericano de Desarrollo. Todos vaticinaron en señalar a Brasil, Chile, Perú y Colombia como los países mejor situados en el continente para resistir la crisis económica. Sólo un recurso para tapar el sol con la mano y negar que, ante el desbarranque más bochornoso de la economía de mercado, los estados más fuertes contarán con las mejores herramientas para evitar que el mercado determine deterioros políticos. Los beneficiados serán, paradójicamente, los grandes grupos económicos que gestaron el desastre y que ahora buscan que las finanzas estatales los saquen del infierno. Hay países que optaron por soltarles la mano, como el caso de Venezuela y Bolivia, dos gobiernos denostadas por el mercado internacional que mientras más resisten a los embates de su oposición, suman mejores condiciones políticas para llevar adelante cambios estructurales sin las recetas de Washington.
La clave en la gran Antilla
Ninguna perspectiva puede ser analizada sin tener en cuenta la nueva estrategia del gobierno de Estados Unidos, con Barack Obama al mando. Mientras en la puja global el cuestionamiento chino al papel del dólar como moneda única suma cada vez más consenso, la mirada de Washington hacia América Latina pasa por el país más grande y por el más chico.
Con Brasil, el más grande y con mayores proyecciones estratégicas, las negociaciones pasarán por un retroceso en la injerencia militar, que será delegada en Brasil como gran armador de un dique de contención hacia la Venezuela de Hugo Chávez. Este, a pesar de todos los pronósticos en contra, plebiscitó nuevamente su gobierno y logró la opción de la reelección indefinida. Un avance que preocupa a Washington por la creciente relación militar de Caracas con Rusia, el poderoso proveedor mundial de gas que año tras año golpea a Europa por una añeja debilidad: el viejo continente no tiene una gota de gas ni de petróleo, dos energéticos que le sobran a los dos países que han resuelto acelerar su alianza estratégica, un puente que preocupa tanto a Washington como a Brasilia.
La otra punta del primer año de política latinoamericana de Obama estará determinada por Cuba. Resulta evidente entre todos los países latinoamericanos que ya es tiempo de levantar el bloqueo a Cuba de manera total e incondicional. Estados Unidos, en su interés de acercamiento a la región, tendrá una gran oportunidad en la próxima Cumbre de las Américas que se realizará entre el 17 y el 19 de abril en la ciudad de Puerto España, en Trinidad y Tobago. Tras la serie de derrotas políticas a la diplomacia de Bush, este escenario será un momento crucial donde ya no se puede perder de vista que la integración de Cuba con América Latina se expande y fortalece. Por eso el cambio de política hacia la isla constituye una condición clave para mejorar su imagen y elevar su influencia a escala regional.
El conflicto entre Cuba y Estados Unidos no sólo es perjudicial para esos dos países, sino tambien para el resto del continente, especialmente porque obstaculiza la fluidez de relaciones bilaterales que, al calor de la crisis, son cada vez más necesarias.
Sin lugar a dudas, el capitulo clave de la buena disposición de la nueva administración norteamericana con el resto del mundo, es el levantamiento del bloqueo a Cuba, algo que beneficiaría en forma determinante a Estados Unidos, especialmente porque el lenguaje, la retórica y los argumentos de la administración Bush han perdido toda su credibilidad en America Latina.