CHILE: Se precisan niños, para amanecer…

La lucha de las niñas y niños de nuestro país, es la lucha que los adultos no hemos sido capaces de llevar adelante. Somos los que les estamos heredando un país lleno de rencores y heridas que no se pueden curar, porque aun no somos capaces de hacer justicia. Las niñas y niños exigen lo que los adultos debemos darles por derecho, pero a cambio los golpeamos, los castigamos, los reprimimos y amedrentamos. En Chile, se precisan niños. Quizás así los cambios que tanto hemos esperado lleguen más pronto.

Hace algunos años, en dictadura, hubo jóvenes que murieron destrozados por bombas que debían haber colocado los adultos…

En el afán de terminar con la dictadura, con el horror de aquellos tiempos, las armas estuvieron en todas las manos que quisieron tenerlas, sin cuestionar edad o sexo y se enfrentaron, sin miedo, al dictador. Eran tiempos difíciles, y todo sumaba, todos éramos uno más. Había que terminar de una vez por todas con la opresión, con la oscuridad, con el terror… para que un día llegara la alegría, para que en primavera, floreciera la libertad…

Derrotamos a la dictadura. En el país se han dado cambios importantes, valorables, sin duda. Sin embargo, muy poco ha cambiado en esencia: gran parte de los asesinos caminan en libertad; muchos luchadores están presos por “terroristas”; la desigualdad tiene un rostro dramáticamente humano y concreto; unos pocos continúan enriqueciéndose más y más a costa de la inmensa mayoría de la población; minuto a minuto la dignidad del ser humano es pisoteada a lo largo y ancho del país que se expresa en la falta de trabajo, los bajos sueldos, los intereses y deudas agobiantes, las esperas y carencias en salud, la prepotencia, los abusos, la discriminación de todo tipo, la represión… pero la tranquilidad está en nuestros cuerpos, en el caminar y en el pensar. Nada nos inquieta, nada nos conmueve, nada nos intranquiliza…

Hoy, los niños salen a las calles para reclamar por una educación de calidad, igualitaria, gratuita. Los niños, exigen su derecho a la educación, golpean la mesa, se organizan magistralmente, demandan justicia y obligan al gobierno a que los escuchen. Y ahí están, sentados a la mesa frente a frente mirando sin miedo, con serenidad, al ministro que aparece y desaparece como buscando el apoyo o la ayuda que no llega, que le quitan el piso, que no sabe que decir, que trata de bajarle el perfil al conflicto. Como si el sol se pudiera tapar con un dedo.

Al comienzo, algunas voces tímidas, aplausos desde la vereda, de los adultos que se dignaban a mirar a estos “muchachitos y muchachitas” envalentonados por sus movilizaciones, que tenían actitudes de “grande”, pero que en sus sonrisas se ven las caritas infantiles.

Hoy, el país entero los ve en pié de guerra por sus derechos, pero los adultos no vemos el fondo. La dignidad y la fortaleza. La capacidad para organizarse, para reconocerse entre los amigos que tienen objetivos comunes, la generosidad, que se expresa en la lucha codo a codo de estudiantes de colegios privados y públicos. La unidad les da la fuerza. Ojalá nunca lleguen a tener actitudes de grande.

Los niños de este país una vez más hacen lo que los adultos debieron haber hecho hace mucho tiempo. Hemos tenido más de treinta años para cambiar las cosas, pero ni la alegría llegó, ni la libertad floreció y aquí seguimos, tratando de producir cambios “en la medida de lo posible”.

Quizás necesitamos más niños que nos enseñen a tener actitudes dignas frente a las innumerables necesidades de cambio, frente a las innumerables violaciones a nuestros derechos que, como en dictadura, se expresan en la violenta represión de los carabineros.

Seguimos esperando que las Fuerzas Armadas cambien por arte de magia, cuando en su esencia esta el veneno fascista que lo caracteriza y que parece ser condición sine qua non para estar entre sus filas. Ese fascismo que se refleja a la hora de golpear o de justificar el “exceso” de “algunos” uniformados.

La lucha de las niñas y niños de nuestro país, es la lucha que los adultos no hemos sido capaces de llevar adelante. Los padres, profesores, autoridades de este país, somos los responsables de la formación de nuestros niños, somos los que les estamos heredando un país lleno de rencores y heridas que no se pueden curar, porque aun no somos capaces de hacer justicia.

Las niñas y niños exigen lo que los adultos debemos darles por derecho, pero a cambio los golpeamos, los castigamos, los reprimimos y amedrentamos… El mundo debe conocer estos hechos. En Chile, se precisan niños. Quizás así los cambios que tanto hemos esperado lleguen más pronto.

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