Chávez gano su octava elección

Por Causa Popular

Con el 94 por ciento de los votos escrutados, el jefe de Estado obtuvo 4.991.483 votos, equivalente al 58,25 por ciento de los votos. La opción del Sí obtuvo 3.576.517 votos (41,74 por ciento de los votos
Chávez fue ratificado para continuar en el gobierno.

La OEA y el Centro Carter llamaron a la oposición a asumir la decisión del pueblo venezolano. El presidente sumó el 58,25% de los votos y fue ratificado para seguir en el gobierno hasta diciembre de 2006.

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«Desde Miraflores: aquí están las grandes alamedas»

«Va a ganar», pronosticaba una señora en la madrugada de este histórico 15 de agosto.

Se lo decía el corazón, pero también la confianza que otorga la certeza de no volver atrás…. Y desde hoy, la historia le da la razón.

La revolución bolivariana ganó una batalla trascendental.

Chávez proseguirá su mandato por la voluntad soberana de la mayoría del pueblo venezolano, aquel que no dejó escamotear a su presidente en el golpe artero de abril del 2002.

El mismo que luego aguantó, a pie firme, y derrotó contundentemente al paro desestabilizador.

Este 15 de agosto, hasta bien entrada la noche del 16, se mantuvieron las filas de votantes, que desbordaron a las capacidades instaladas para el sufragio. Y no era extraño, muchos de los que pusieron su dedo en la máquina de votación, ejercían el voto por primera vez, también estrenaban su cédula de identidad.

La nueva democracia, no la formal y excluyente de copeyanos, adecos y «Alcayonas«.

Es por ello que la celebración es en el Palacio Miraflores, frente al balcón del pueblo, donde el mandatario citó de antemano para celebrar la victoria, que él califica de todo el pueblo, pues los espacios están abiertos a diversos sectores de la sociedad.

No es casual que en muchos centros de votación fueran los rostros sencillos, mulatos, aindiados, los primeros en las filas, luego extendidas por cientos de metros en todo el país.

Son los mismos rostros que, enfrentando la represión, bajaron en avalancha de los cerros de Caracas para abortar el golpe fascista y que, en alianza con la mayoría de la oficialidad, sub-oficiales, tropa constitucionalista y patriotas, rescataron el proceso bolivariano en aquel memorable abril del 2002.

Entonces se explica por qué, en estos días de leyenda, se menciona tanto a Salvador Allende y la experiencia pacífica y constitucional del Gobierno de la Unidad Popular, en Chile 1973, asesinada a plomo y sangre por la CIA y la junta pinochetista, con la oligarquía lacayuna como telón de fondo, manipulados como marionetas por el inefable tamden Nixon – Kissinguer.

La misma receta se intentó aplicar en la tierra de Bolívar, a despecho del recurso constitucional del referendo revocatorio, un aporte de la Constitución bolivariana que sienta cátedra en América Latina, donde tantos presidentes gobiernan con altos índices de impopularidad.

Pero la derecha se lanzó, con el aliento y el contubernio de Washington, del no siempre bien ponderado George W. Bush, a la ensayada fórmula de la subversión, apostando a los resultados del golpe de Estado en Chile y la guerra sucia en Nicaragua, mientras los medios de comunicación privados envenenaban el éter de las páginas impresas y digitales, actuando como el principal partido de la oposición.

Inédita victoria contra la manipulación, que ratifica las palabras de Galeano, refiriéndose a la prensa amarilla: “Nunca tan pocos hacen tanto daños a muchos”.

Confirmó también aquello de que la mentira tiene piernas cortas.

Sobre todo cuando la conciencia popular y de clase, se abre espacios, en la medida en que retroceden el analfabetismo y la exclusión a la que estaban condenados millones de ciudadanos del quinto país exportador de petróleo y con una de las mayores reservas de hidrocarburos del planeta.

«No nos van a quitar las misiones, esas son del pueblo», es un reclamo repetido de boca en boca durante la campaña y ya es una realidad. Son, entre otras, las misiones «Robinson», «Sucre», «Rivas», «Vuelvan Caras», «Barrio Adentro», todas que sintetizan acciones sociales en beneficio de los más desposeídos, que han penetrado en los cinturones de la pobreza en toda la vasta geografía venezolana.

Lo confirmaba en «Pro Patria», populoso suburbio caraqueño, un negro anciano quien, con más de 80 años, conseguía su primer par de espejuelos y, eufórico, dejaba de recuerdo el bastón a la optometrista, joven voluntaría cubana.

Es sólo una de tantas anécdotas humanas, que se van haciendo cotidianas y le dan raigambre y esencia a esta revolución alegre y victoriosa.

Así se expresa, sin rencor dando rienda al futuro.

Son las primeras horas de la madrugada del 16 de agosto. Desde los cerros y barrios caraqueños suenan los cohetones o petardos.

La avenida Urdaneta está colmada de gente, eufórica. Allá, en el balcón del palacio Miraflores, Chávez habla a la multitud.

Imagino que debe haber repetido para sí aquella frase tan venezolana que dijo a su hermano, Adán, aquella madrugada del 14 de abril del 2002: «que vaina más buena hermano, este si es un pueblo arrecho».

Ocurrió aquí mismo en el Palacio de Miraflores, donde los fuegos artificiales alumbran esta histórica madrugada caraqueña e iluminan las grandes alamedas, anunciadas en el palacio presidencial chileno, aquel 11 de septiembre de 1973 por Salvador Allende ….y hoy hechas realidad.

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