Chau Bush. ¿Hola Obama?

Parece el capítulo de suspenso de una novela futurista. Mientras el mundo, con Medio Oriente en guerra, se encamina a una crisis alimentaria sin precedentes y emergen nuevos conflictos sociales e internacionales por el encarecimiento de la energía, la comida y el agua, Estados Unidos se prepara para decidir su cuadragésimo cuarto presidente. Pero no es ficción. Es real y la crisis global en ciernes ya ha sido advertida por especialistas de toda laya. Falta un año y medio para que termine la primera década del siglo XXI y la definición del próximo jefe de la principal potencia ocurre en un momento clave para el mundo. Serán las elecciones que pondrán fin a los ocho años de gobierno de Bush, la administración que luego del 11 de septiembre de 2001, volcó toda su atención a Oriente Medio y a «las amenazas» generadas por el famoso «eje del mal» que George W. instituyó luego del atentado a las torres para poner en marcha su política guerrerista. La guerra de Irak ya cumplió 5 años y todo indica que los norteamericanos, o al menos los que están registrados para votar, podrían terminar con el dominio conservador del Partido Republicano, que arrastró a sus fuerzas armadas a una de las guerras más costosas de su historia y al importante hundimiento de su imagen internacional.

Luego de 8 años de gobierno conservador la economía estadounidense pasó de la bonanza a la incertidumbre y la prensa anunció que sólo en mayo unos 70 mil norteamericanos perdieron sus viviendas, mientras que la tasa de desempleo es la mayor registrada en los últimos 22 años. Es que la crisis hipotecaria que estalló el año pasado no ofrece fecha de vencimiento y se transforma en una de las señales más fuertes acerca de la temible recesión que podría azotar a los Estados Unidos.

Han comenzado los últimos tramos de un gobierno que cumplió con casi todos sus deseos bélicos (salvo atacar Irán) y por ahora existe una pequeña diferencia en las encuestas que alimenta la posibilidad de que el próximo presidente sea un abogado negro, llamado Barack Obama, del opositor Partido Demócrata. Según las últimas encuestas difundidas por la cadena NBC y el Wall Street Journal, este hombre aventaja a su contrincante republicano, el veterano de guerra John McCain, por 48 sobre 42 de cada 100 ciudadanos habilitados para votar. Los datos no son menores en la compleja maquinaria electoral norteamericana, ya que de los que dijeron haber votado por Hillary Clinton en las primarias demócratas, el 61% apoya a Obama y el 19% prefiere a McCain. Si bien Obama supera a su contrincante entre los electores negros, hispanos, mujeres y obreros, la ventaja de 6 puntos que posee es idéntica a la que tenía el candidato demócrata John Kerry frente a George W. Bush hace 4 años. Un escenario complejo para los demócratas, pero no tan grave como el de noviembre de 2000, cuando Al Gore obtuvo más votos que Bush pero éste ganó con el número de colegiados. En aquél entonces, y luego de un polémico recuento voto a voto en el Estado de la Florida, Bush hijo ganó en medio de graves sospechas de fraude.

Falta mucho para llegar al primer martes de noviembre, cuando se conozca al ganador definitivo. Eso será posible siempre y cuando las diferencias no sean tan pequeñas como para revivir el estado de zozobra que vivió Estados Unidos en el invierno de 2000. Por ahora, los independientes están divididos en partes iguales entre ambos candidatos, una señal que confirma todo el camino que le falta recorrer a Obama para llegar a la Casa Blanca.

De acuerdo al sondeo, 9 de cada 10 republicanos votarán por McCain, pero sólo 8 de cada 10 demócratas votarán por Obama en las generales del 4/11. Además, el elemento racial recobró peso con la aparición del primer candidato presidencial de color negro en la historia estadounidense: entre los hombres blancos McCain tiene una ventaja de 55 sobre 35 de Obama. Nada más ni nada menos que 20 puntos de diferencia. Se trata de un electorado que sumó el 36 por ciento en 2004. Pero todo cambia cuando Hillary Clinton aparece como su candidata a vicepresidente. Aunque esos candidatos no han sido definidos todavía, un caso hipotético indicó que juntos superarían a la fórmula de McCain acompañado por el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney por 51 a 42.

Detrás de las encuestas

En el medio de las cifras electorales, hay otros factores cruciales en esta elección. Uno de ellos es Latinoamérica. Más allá de que la Casa Blanca le preste atención o no a su «patio trasero», su importancia para la política estadounidense es cada vez mayor, aunque eso no implique buenas noticias al sur del Río Grande. Ya no sólo se trata de un tema de política exterior. Actualmente, los hispanos que viven en Estados Unidos son 45,5 millones y representan el 15,1 por ciento de la población total del país. Entre las minorías de la primera potencia, la comunidad latina es la que más ha crecido con una tasa anual del 3,3 por ciento. Tanto McCain, un ex piloto de combate de 71 años de edad que pasó un lustro como prisionero de guerra en Vietnam, como su homólogo demócrata, respaldan la idea de dar un status legal a esos millones de indocumentados, algo que es considerado crucial para conseguir el voto hispano. El propio McCain, a pesar de que su partido apoyó las deportaciones masivas, calificó la construcción del muro que separa las fronteras de México y EE UU como «una vergüenza».

El tema será un punto intocable durante toda la campaña, pero la mayoría de los analistas consideran que cualquiera de los dos tendrá que aplicar duras e impopulares medidas migratorias a partir del año próximo. Ambos, también, temen perder el apoyo de los conservadores blancos y negros que se oponen a ofrecerle residencia legal y la eventual ciudadanía a personas que violaron la ley al ingresar a Estados Unidos sin la documentación necesaria. La frontera con México es el mayor corredor migratorio del mundo. En sus puestos ubicados en 3.200 kilómetros de frontera, son detenidos anualmente 40.000 menores de 18 años y en 2007 murieron cerca de 500 personas, la mayoría jóvenes de entre 15 y 29 años. En promedio mueren 1,5 mexicanos por día en el intento por cruzar la frontera, pero existe además una «cifra negra» que no contabiliza a las decenas que mueren cada año ahogados o deshidratados en el desierto. Esa cruda realidad, tan poco apreciada por la prensa internacional, quizás sea el mejor resumen de la relación que Estados Unidos mantiene con América Latina. Sin embargo, para algunos hay matices. Para el analista Rosendo Fraga, director del Comité de Estados Unidos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) «el equipo para América latina de McCain es el mismo que tuvo Bush: está centrado en la comunidad hispana estadounidense y el exilio cubano. Ello implica una mirada puesta en México, América Central y el Caribe, con poco interés por América del Sur. En cambio los asesores de Obama tienen mayor conocimiento en Sudamérica, y esto podría favorecer un mayor acercamiento».

Para McCain el cambio climático es, junto a la inmigración y la guerra de Irak, uno de los tres problemas más urgentes a abordar. Lo equipara a una cuestión de seguridad nacional, y considera vergonzosa la política de Bush en este aspecto. Pero quisiera continuar con la guerra hasta que Estados Unidos encuentre la forma de ganar, quiere mantener el statu quo en los servicios médicos, y apoya la política económica de Bush. Obama, que era un estudiante universitario cuando su actual contrincante fue elegido por primera vez al congreso en 1982, plantea rebajar el 80% de las emisiones hasta el 2050 pero pretende invertir 150 mil millones de dólares en el desarrollo de biocombustibles, uno de los energéticos que más han impactado en la temible escasez mundial de alimentos. De acuerdo con estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el último año, el precio internacional del maíz aumentó 31 por ciento; el del arroz, 74 por ciento; el de los aceites vegetales, 60 por ciento; el de los lácteos, 83 por ciento; el de la soja, 87 por ciento y el del trigo, 130 por ciento. Pero para ellos eso no es tan importante por ahora. Los ojos de la potencia están puestos en su economía: las consultoras registran que las mayores preocupaciones poblacionales giran en torno a la fuerte suba de los combustibles y al incremento de la desocupación.

En esa línea, las diferencias quizás sean más nítidas. «Si fuesen implementadas las políticas de John McCain, añadirían 5,7 billones de dólares a la deuda nacional en el próximo decenio. Eso no es conservadurismo fiscal. Es lo que Bush ha estado haciendo en los últimos ocho años», dijo Obama en Raleigh, Carolina del Norte, un estado que no ha votado por un candidato presidencial demócrata desde 1976. Para el demócrata la crisis económica estadounidense «no es una parte inevitable del ciclo de negocios; fue la conclusión lógica de una política errónea que ha dominado Washington durante demasiado tiempo», dijo. Hasta ahora no hubo respuesta del equipo de campaña de McCain y quizás no la haya: la tasa de desempleo de Estados Unidos subió en mayo al 5,5 por ciento, la más alta en más de tres años y medio, y el quinto mes seguido de pérdidas de puestos de trabajo.

La noticia ha sido un duro golpe a la campaña republicana, ya que se trata del mayor incremento del desempleo mensual en 22 años y ha revivido el peor miedo de los especialistas, ya que cada vez son más los riesgos de que la economía, que ya crece muy lento, se estanque en una poderosa recesión.

El futuro de la guerra

Más allá de los matices, es muy posible que el próximo presidente de Estados Unidos tenga que lidiar con el desenlace de la guerra de Irak en medio de una dura crisis económica. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 150.000 personas perdieron la vida debido a la violencia en Irak desde marzo de 2003 hasta junio de 2007, pero según la BBC se trata de una entre las varias estimaciones que oscilan entre las 104.000 y 223.000 muertes. Además de los 1.700 soldados estadounidenses muertos, Iraq Body Count y Oxford Research Group consideran que el número de civiles muertos casi se ha duplicado. En promedio, desde marzo de 2003 han muerto 34 iraquíes por día en forma violenta desde la invasión y 4 millones de personas han tenido que abandonar sus hogares por la guerra.

Las cifras aportan un breve pantallazo del telón de fondo en el que ocurrirán las próximas presidenciales estadounidenses. En especial porque después de noviembre todas las promesas y diferencias podrían pasar al libro de los recuerdos. El analista Alfredo Grieco y Bavio lo explica con claridad: “Uno de los motivos por los cuales dos meses atrás Samantha Power pasó de ser la asesora de política exterior de Obama a convertirse en una ex asesora, se debe a una declaración muy simple. La de admitir que lo que los candidatos dicen en campaña no ha de tenerse muy en cuenta, porque después van a cambiar. Esto vale muy especialmente para el caso de Irak.” La observación que le impidió soñar con llegar a ser la Condoleezza Rice blanca de un presidente negro fue “Uno no puede hacer un compromiso en marzo de 2008 acerca de lo que va a hacer en enero de 2009 (fecha en la que asumen los presidentes)”. En la misma línea de razonamiento, el historiador Immanuel Wallerstein anticipa que «hay bastante certeza de que Barack Obama será el próximo presidente de Estados Unidos. Y sus puntos de vista sobre la guerra en Irak son casi el polo opuesto de aquellos de su rival, John McCain. Obama se opuso a la invasión estadunidense desde el comienzo. Considera que continuar la guerra es muy dañino para todos: para Estados Unidos, para Irak, para el resto del mundo. Y dice que buscará retirar todas las tropas estadunidenses en 16 meses». Sin embargo admite que «una vez en el cargo, Obama sin duda se encontrará con que la definición de retirada de tropas será un asunto de enorme controversia en Estados Unidos, y que conseguir este objetivo será menos fácil de lo que afirma, como si tan sólo fuera un asunto de política interna. Sin embargo, terminar la guerra no está sólo en manos de Obama, o de Estados Unidos. La clave para que finalice la guerra en Irak es lo que ocurre en la política iraquí, no en la política estadounidense.»

Pero además de la guerra y la economía, América Latina también es parte de la partida. Tal como se esperaba, Cuba fue el tema principal. McCain prometió mantener el embargo y esperar a «elecciones libres», mientras que Obama permitiría a los cubano-estadounidenses viajar y enviar remesas a la isla sin ningún tipo de restricción. Pero no fue más allá: prometió mantener el embargo y la prohibición de viajes para el grueso de la población estadounidense, aunque estaría dispuesto a reunirse con el presidente cubano Raúl Castro. Para el resto del continente las iniciativas varían respecto de la implementación de Tratados de Libre Comercio, aunque el acuerdo respecto a Venezuela y Bolivia es casi unánime. McCain prometió impedir que los dos países se «cubanicen» y Obama dijo que Hugo Chávez es una amenaza, «pero una amenaza manejable», aunque reconoció que iniciaría relaciones de diálogo con este país y con Cuba. A pesar de los matices, los dos candidatos no harían grandes cambios a la política hacia el continente, especialmente respecto de lo que no mencionan. Hace un mes el gobierno de Evo Morales denunció que la embajada estadounidense en La Paz estaba involucrada en planes golpistas y todavía no se olvidan las acusaciones que formuló el presidente ecuatoriano Rafael Correa luego de la invasión que cometió el ejército colombiano en tierra ecuatoriana para asesinar al número dos de las FARC Raúl Reyes. El mandatario señaló que la operación habría sido apoyada desde la base norteamericana en Manta. Como si fueran dos mensajes a la vez, mientras los candidatos discuten, el Pentágono anuncia la reactivación de la cuarta flota para patrullar las costas latinoamericanas. Podría pensarse que son las medidas crepusculares de un presidente en retirada, pero todos los consultados coinciden en que esa política difícilmente cambie luego de los comicios. Obama no se ha comprometido a una retirada total de Irak y su retórica sobre Irán, Palestina, Cuba, Venezuela y América Latina se mantiene dentro de los márgenes de lo políticamente correcto, aunque lejos de la virulencia de Bush y McCain. Por lo pronto, todavía le quedan más de seis meses a George W. en la Casa Blanca y los halcones no han terminado de desenfundar todo su arsenal de despedida. Irán sigue siendo una gran incógnita y los dos candidatos asumieron que podrían encabezar una invasión. Las diferencias radican en cuándo y cómo, no en qué. Toda una postal de los años por venir.

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