En un universo de informaciones dispares, falsas noticias, sobre-dimensiones y opacidades en los datos de relevancia, Cambiemos despliega un tono muy específico en su comunicación. No trabaja en una zona de azar, ni tampoco evalúa intempestivamente la divulgación de sus propios sucesos. Su funcionalidad es más bien premeditada y ajustada a los ensayos.
Desde este plano, el gobierno desarrolla una estructura de puesta en común, articulada por variables y posibilidades -los Focus Group y las mediciones internas, por ejemplo- que devienen finalmente en exposiciones mediadas por el discurso de la información y amplificadas por las redes sociales -Facebook, Twitter, Instagram-, más allá de la consideración coordinada de los ministros y los militantes.
Esta escena, de pleno ejercicio comunicacional y traslado de conceptualizaciones en tiempos neoliberales, es presentada, sin embargo, de un modo simple y llano, y de una manera sintética que guarda relación con la lógica de la sinopsis y la distribución de palabras clave. Por esta razón, la gestión macrista logra resumir en aspectos breves sus políticas y disfrazar así sus intenciones con la contribución mediática -que disemina, resguarda o puntualiza según las solicitudes de un programa de mercado-.
Siguiendo esta línea, el engaño se enlaza con la construcción resumida de la realidad y las formulaciones propias de una administración corporativa como la actual, que se desenvuelve de acuerdo a los relatos de lo real, las recreaciones,los armados escenográficos, las formaciones de focos de tensión y la comparación forzada -ya sea con otros momentos de la historia o con el futuro inexistente-.
En esa trama de falacias, la apelación a frases o latiguillos puntuales sirven a los efectos de amparar un engaño y de divulgar una mentira que hegemoniza el impacto, se instala con potencia y construye un mapa de posverdad que desestima los hechos. De «la pesada herencia», «el segundo semestre», «las inversiones que están llegando» hasta «el gobierno del diálogo», «la apertura del debate», «paridad salarial», «reparación histórica», los enunciados se convierten en leitmotivs y eslóganes que comunican sin explicar, y se desplazan velozmente con mucha más fuerza que un argumento determinado.
Si bien no es novedad, esto último sirve para recalcar la intencionalidad comunicativa de Cambiemos y su constitución sinóptica en la transmisión: la explicación es abreviada, los datos suelen ser generales y los acontecimientos se narran con mínimo detalle, con una intención publicitaria y de venta. A estos efectos, lo que importa es su articulación con el discurso social y los logros momentáneos y también persistentes que pueden surgir a partir de ello.
De esta manera, Cambiemos le otorga a la ciudadanía -tanto a sus votantes como a aquellos que no eligieron a esta alianza de derecha-, un extracto de los aspectos más relevantes para anoticiar, y formula una visión general de la situación comunicativa de una manera resumida y centrada. La lógica sinóptica de Cambiemos se alinea a una idea de memoria discontinua y de orientación millennial que no incluye intrínsecamente una visión crítica de lo sucedido, sino que se limita a abordar el enunciado de un modo escueto, aunque impactante.
En esa difusión o modo de nombrar sus propios propósitos de gobierno, el espacio político comandado por Mauricio Macri resume con piezas cortas y con función de gancho publicitario sus medidas de gobierno o las excepciones elaboradas para ocultar el esquema económico de ajuste o las características de estado de excepción.
Siguiendo esa línea, la estrategia también apela a un vacío de contenido en términos de luchas sociales como por ejemplo, el debate por la despenalización del aborto, la equiparación salarial entre hombres y mujeres o el sueldo de los sacerdotes, entre otros. La mera inclusión de estas disputas históricas en la agenda postula un doble juego: se acopla como “bandera”, pero también se lo integra en un universo de expresión fragmentada y con un desequilibrio de fuerzas peligroso.
La brevedad resulta esencial para echar a rodar la información de gobierno o para atacar a la oposición y a todo espacio que se conciba como peligro para el avance neoliberal. Asimismo, los medios hegemónicos de información se comportan de un modo integral, son partícipes y protagonistas de la estrategia comunicacional.
El mecanismo sinóptico -corto, clave y sumamente ensayado- sigue siendo la punta de lanza que tiene el macrismo para moverse en un terreno que le es favorable y que conoce muy bien. Sin explicaciones, pero con certezas en la llegada; con una apariencia vehemente, pero con suma preparación; y con un pulso y un timing actualizado que le sigue consagrando la habilidad de una política de “minuto a minuto”, siempre dispuesta a resolver en el área o cerca de la línea de fuego. Esa es su eficacia, más allá de la difusión masiva y las protecciones.
Por esta razón, el desafío consiste en hacerle frente a esa lógica de resumen y recorte tanto en la comunicación como en la argumentación, tratando de interpretar esa puesta, aunque parezca paupérrima y contemple una lógica de marketing. Los caminos son diversos, pero es posible pensar en una disputa que ponga en crisis esos mismos epítetos elaborados por el oficialismo y que permita generar los propios, con una intensidad similar y una chance de debate más profundo y simétrico.