Buscando un símbolo de paz

Si se leen los diarios del domingo, el panorama se presenta desolador. El supuesto contraataque norteamericano por el destino del dinero que trajo en agosto del año pasado el gordo Antonini Wilson, parece haber puesto al gobierno nacional en un brete: si todo el cuento no era una operación de los republicanos para enrarecer la relación de los venezolanos y los pingüinos, ¿de qué se trata todo esto? Hay medios que no tienen dudas: de financiamiento político, corrupción y coimas, tres vértices del mismo triángulo que hacen del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un objetivo a destruir, en principio con vistas a las elecciones legislativas del próximo año. Pero es imposible desligar ese caso del caos en Bolivia y de la destemplada reacción de Hugo Chávez (echar al embajador de los Estados Unidos de Venezuela), todo lo cual sumado implica una debilidad objetiva que afecta a los tres países, en distintas áreas y sobre diversos actores, aunque la manía norteamericana por uniformar y clasificar, presente al trío como un bloque, populista y potencialmente desestabilizador, en una región codiciada por sus materias primas y donde Washington tiene aliados de peso. Empezando por Brasil. Y siguiendo por Colombia, Perú, Chile y Uruguay. La reunión de urgencia convocada en Santiago de Chile, según fuentes de la Cancillería argentina, tuvo como principal objetivo declarar la legalidad y la legitimidad democrática del gobierno de Evo Morales, y la de condenar los intentos secesionistas en la zona de Tarija y Santa Cruz de la Sierra.

Los países latinoamericanos, cualquiera sea el estatuto de la relación bilateral establecida por cada uno de ellos con los Estados Unidos, tienen la obligación de advertir sobre posibles (o supuestos) apoyos foráneos en la zona del conflicto.

El olor del dinero

Volviendo al trapicheo político menudo, justo cuando Kirchner resucitaba (no se sabe muy bien con qué objetivos), volvió a caer sobre su cabeza la valija con los 800 mil dólares. ¿Es tan sencillo explicar al hombre de la calle, al que el Indec le dice que no hay inflación, que esa valija es un invento periodístico? No sólo no es fácil: es imposible, y Cristina Fernández debería tomar nota porque de perder el 2009, el 2011 es una ucronía. Pero, ¿qué podría hacer? ¿Decir por cadena nacional que todos los partidos políticos reciben “donaciones” y que hasta que no se pruebe lo contrario, no hay por qué dudar de la buena fe de Antonini? ¿Por qué no se usó entonces el sistema de valija diplomática? ¿O debería decir que todos los partidos reciben dinero y que, más allá de lo declarado, su origen es habitualmente espurio?

Eso sería escupir para arriba, con el agravante de que la Coalición Cívica tiene, al respecto, un estatuto muy severo y claro: corrupción cero. Alguien dijo el otro día que los Kirchner tuvieron suerte de tener enfrente a Elisa Carrió, desenfadada, pitonisa y apocalíptica, porque de haber tenido a una Angela Merkel, quién sabe cuál hubiera sido la suerte de CFK el año pasado.

El periodista Julio Blanck, en su columna dominical del diario Clarín, relata una conversación con alguien del riñón de los K (¿Alberto Fernández?), alguien que dice que el gobierno se desarmó, se agrisó y perdió la potencia y hasta la prepotencia. Perdió también el voto de Cleto Cobos y cantidad de posibles aliados, aunque mantiene reservas y sostiene una política bilateral sólida —y asimétrica— con Brasil, que no se traga el prozac venezolano ni disfrazado de mono, y eso que en el nordeste sobran.

Las andanzas del Guasón en ciudad PRO

Encañonar al empresario Mauricio Macri puede resultar para que el jefe de gobierno porteño desista de encabezar la fórmula opositora a la del Frente para la Victoria en 2011: candidatos para ese espacio sobran, desde Reutemann a Das Neves, pero en este contexto, la consecuencia sería reforzar el poder territorial del PRO en la capital (y en todo el país, aliado al peronismo antikirchnerista), dejando el poder de una manera anémica y casi vergonzante, dejando vía libre a un gobierno que hipotecará lo poco que queda del patrimonio nacional y destruyendo las posibilidades de un armado de centroizquierda serio (y laico). Habría, como siempre, peronismo para rato.

El Guasón (como lo llaman sus íntimos), el jefe de gabinete de Macri, Horacio Rodríguez Larreta, nacido en cuna desarrollista, es el cuadro más importante de ese partido y el que está llevando las negociaciones con el peronismo sin escrúpulo alguno. ¿Cuántos de estos muchachos que están hoy en el poder murieron en la guerra, papá? Y a decir verdad, ninguno, o muy pocos participaron de esa presunta guerra. Pero hay que sacarse de encima a los tábanos que complican las negociaciones y que podrían cuestionar la cantidad de emprendimientos que el Guasón guardaría en su calva: Narodowski, Montenegro, Borrelli, toda la banda de Gabriela Michetti, podría emigrar junto a su jefa política, casi decidida a dar la pelea por la diputación nacional en 2009 y dejar a los gatos divertirse con los ratones. Si se entra a un lodazal es imposible salir con los zapatos blancos. Y todavía, en Buenos Aires, no se vio ni la mitad de lo que se está incubando. ¿Por qué no pensar que una discípula de Carlos Auyero, una católica liberal, pueda aliarse con la señora Carrió, igualmente católica y liberal pero con una estructura más o menos orgánica y decidida a no venderla? Al final de cuentas, la obstinación de Michetti jamás podrá contra los piedrazos que volarán del sector donde el dueño y señor es el hormigón (que supo vender doña Amalia Lacroze de Fortabat).

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