Por Causa Popular.- Lula debió hacer profundas concesiones para llegar a la presidencia de Brasil. Para derrotar en las urnas a la socialdemocracia liderada por Fernando Enrique Cardoso, el Partido de los Trabajadores (PT) se alió con el Partido Liberal, representante de la burguesía nacional brasileña. Cumplidas tres cuartas partes de su mandato, y antes que se desataran los escándalos de corrupción, fueron alejándose del gobierno sus aliados por izquierda, que no acordaron con el rumbo neoliberal que Lula siguió en materia económica. Con el PT desmembrado y su alianza de gobierno por centroderecha también sacudida por las denuncias de corrupción, el presidente Luiz Inacio “Lula” Da Silva busca recostarse en los poderosos movimientos sociales brasileños que condicionan su apoyo a un cambio de la política económica.
En una entrevista realizada por el corresponsal diario Página 12 en Brasil, Darío Pignotti, Frei Betto, sacerdote tercermundista y ex asesor de Lula, aclara “ahora, para enfrentar la crisis, el presidente volvió a tener contacto con los movimientos populares de los lugares más alejados de Brasil.
Lula decidió enfrentar las críticas de los medios que no lo quieren ver comunicándose con el pueblo y ha viajado mucho desde que comenzó la crisis. Algunos llaman a eso chavismo, yo no sé si lo es, pero está bien que él se contacte cada vez más con los movimientos populares que hicieron su historia. Uno de los errores del gobierno había sido no darles la debida importancia y, en cambio, le dieron más importancia al Congreso. El gobierno se debe sustentar con apoyo popular.”
Sin embargo, el pasado jueves, el Movimiento de los campesinos Sin Tierra de Brasil (MST) condicionó su apoyo a un cambio en la política económica del gobierno. “Brasil se encuentra en crisis política, económica y social. Brasil vive una crisis de destino, no solamente ética por las denuncias y casos de corrupción”, afirmó en conferencia de prensa el principal coordinador del MST, el economista Joao Pedro Stédile.
Las declaraciones de Stédile fueron las peores críticas realizadas públicamente por parte del dirigente del MST. El coordinador nacional del movimiento más poderoso de Brasil, declaró a la prensa extranjera en San Pablo que el presidente, “por su naturaleza como sindicalista, es simplista y en estas horas de crisis le falta mayor formación económica. Yo espero que aprenda de esto”.
El movimiento campesino exige al gobierno el cambio de la política económica a la que considera “neoliberal” y lejana al objetivo de concretar una reforma agraria, una de las principales promesas de campaña por la que Lula fue votado. “Los resultados mediocres de la economía sólo benefician a los banqueros», afirmó Stédile.
Según el MST, la reforma agraria camina a paso de tortuga, desde que Lula asumió la presidencia. Hasta hoy sólo 150.000 familias fueron beneficiadas con el plan nacional de reforma agraria que formalmente está destinado a 400.000 familias.
El MST y el resto de los movimientos sociales, dejó claro Stédile, se movilizarán para defender a Lula ante un posible juicio político en su contra por casos de corrupción sólo si modifica el rumbo de la economía. Según este dirigente social “el pueblo brasileño no se movilizará por los bonitos ojos de Lula sino que está dispuesto a defenderlo si se invierte en proyectos de educación, salud, vivienda el superávit primario de las cuentas públicas y cambia el plan económico”.
A pesar de sus condicionamientos el MST se mostró contrario a un eventual juicio político a Lula por los escándalos de corrupción. “El juicio es la solución propuesta por elementos de la derecha de la sociedad brasileña, no nos vamos a unir a ellos”, dijo en conferencia de prensa Joao Pedro Stedile.
El núcleo de la crisis de todo el sistema político brasileño se encuentra en lo métodos de soborno y cohecho descubiertos en los últimos meses. El Partido de los Trabajadores ha formado parte de una red de financiamiento ilegal de sus campañas electorales y de soborno a dirigentes y legisladores, de la que obtuvieron recursos todos los partidos políticos principales de Brasil. El empresario Marco Valerio de Souza, a través de sus empresas, fue el encargado de movilizar millones de dólares para beneficiar al PT, y entregar sumas en efectivo a dirigentes políticos.
Desde que se desató el escandalo, una reciente encuesta indica que el apoyo a Lula decayó hasta un 31 %, mientras que desaprueban su gestión un 47 % de la población. De todas maneras el presidente mantiene su capacidad de convocatoria del pueblo brasileño. Afortunadamente la izquierda, conciente de que una renuncia de Lula dejaría al país ingobernable, reaccionó con un manifiesto de apoyo.
Lula ascendió al poder con la promesa de terminar con el hambre. Luego de la hegemonía del capital financiero, mezclado con los grandes grupos monopólicos, que dominan el comercio, la industria y los servicios, el pueblo brasileño entendió que con su voto debía rechazar el modelo neoliberal, causante de la miseria nacional. Las elites aceptaron una alianza con el nuevo régimen, con el fin de influir en el rumbo del neoliberalismo. Pero Lula no ha propiciado la instauración de un nuevo sistema, ni siquiera ha esbozado la posibilidad de un cambio radical.
El triunfo de Lula en Brasil, en su momento abrió un sendero de esperanza, no sólo para sus compatriotas, sino en toda América Latina. No faltaron quienes compararon aquella victoria con la de Salvador Allende en Chile en 1970.
Lula utilizó estas esperanzas en beneficio propio y las fogoneó con un lenguaje muy tajante y hasta extremista, amenazando con romper la estructura capitalista de la sociedad brasileña. Después se corrió hacia el centro, mostrando una moderación que pudiera apaciguar la ansiedad bursátil y la fuga de capitales.
Varios analistas políticos, visualizan que una defraudación más va a dejar un grave impacto en la conciencia de los brasileños que depositaron un enorme caudal de expectativas en el actual presidente. Para ellos hay que esperar, antes de retirarle la confianza a Lula, los resultados de una política de hacer lo posible dentro de lo apetecible, en una época de un imperialismo agresivo y expansionista.
Para Frei Betto: “Si el PT se inviabiliza como canal dentro de la democracia es posible que en algunos años sectores de la izquierda o del movimiento popular busquen alternativas en la no institucionalidad como una salida para terminar con los dramas de Brasil. Ahí es donde temo que pueda haber una colombianización del país. Una decepción con las vías pacíficas y una tentación de recurrir a la violencia armada.”