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Baja la inflación para enriquecer a los extranjeros

Tras la calma de los precios, avanza un saqueo financiero sostenido por intereses externos. Por Julián Denaro.

La carta seductora de Milei es haber bajado la inflación, presentándose como la condición primordial para garantizar el orden y el equilibrio. Bajo estas premisas, el presidente norteamericano amenazó con no apoyar a la Argentina si Milei no ganaba las elecciones, lo cual habría desencadenado una suba del precio del dólar y su consecuente espiralización inflacionaria.

Por seducción o por temor, el porcentaje de votantes de Milei se amplió, y las elecciones legislativas de 2025 arrojaron un inesperado e impactante triunfo oficialista. Es pertinente aclarar que los aspectos enunciados en las primeras líneas del presente informe no resultan menos creíbles que el hecho de que una porción significativa de trabajadores haya votado a quienes les prometieron una reforma laboral caracterizada por la eliminación de derechos. Esta mención recuerda el antecedente de tantos empleados que votaron a Macri, a pesar de que había dejado en claro que, si llegaba al gobierno, reduciría los salarios bajo la premisa —textual— de que “el salario es un costo para la empresa que hay que bajar a lo mínimo posible”.

En primer lugar, la disminución de la tasa inflacionaria no conduce, por sí sola, a una mejora. Cabe recordar que durante la Convertibilidad (1991-2001) no hubo inflación, pero dicho período representó la mayor destrucción de la industria y el empleo en toda la historia argentina, acompañada por la enajenación del patrimonio nacional y el más caudaloso endeudamiento externo hasta ese momento.

Indudablemente, lo que impulsa la actividad, la producción y el empleo es el aumento del poder adquisitivo de la masa popular, como ocurre con los gobiernos de sesgo nacional y popular. Tal es así que los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y de Alberto Fernández concluyeron sus gestiones con la tasa de desempleo por debajo del 6%.

Sin embargo, la instalación de la creencia de que la inflación es el peor de los males distorsiona la comprensión de cómo funcionan los procesos económicos. Así las cosas, el gobierno de Menem fue reelecto y el de Milei triunfó en las legislativas a pesar de dañar severamente el bienestar de la población, quitar medicamentos a jubilados y enfermos de cáncer, reprimir con dureza las movilizaciones populares, desfinanciar la educación, la salud, la ciencia, la tecnología, la obra pública necesaria, la matriz energética, el acompañamiento al desarrollo industrial y el sector satelital. Por si fuera poco, transformó en tarifazos para servicios y transporte la quita de impuestos a los sectores más ricos, a quienes el presidente denomina “los argentinos de bien”.

En este escenario surge una pregunta: ¿para qué baja la inflación? ¿Solo para engañar a la población? Evidentemente, si no existieran intereses detrás, se trataría de un juego macabro y perverso. Porque, si bien es innegable la presencia de una estructura cruel en quienes manejan el Estado —ya que parecen disfrutar del sufrimiento ocasionado al pueblo—, nada de esto sería posible sin una fuerte financiación de intereses concretos.

El sector financiero es uno de los principales beneficiados con el mecanismo de la bicicleta financiera, al que han llamado “carry trade” para confundir mediante su denominación en idioma extranjero. Este consiste en ingresar dólares, pasarlos a pesos y colocarlos en operaciones de capitalización con tasas de interés superiores a la devaluación, para luego recomprar dólares y fugar montos mayores del país. Todo funciona, entonces, con un precio del dólar manejado por ellos mismos.

Como ejemplo: si el dólar sube un 1 % cada mes, la tasa de interés que reciben las colocaciones de capitalización en pesos es del 3 %. Así, los montos en pesos crecen más rápido que el precio del dólar. Por consiguiente, al momento de recomprar dólares para retirarse del país, compran más de los que trajeron. El riesgo consistiría en que el dólar suba más de lo previsto, ya que, de ocurrir, comprarían menos dólares y dejarían de ganar o incluso podrían perder.

Como es de esperar, los dueños del juego son los más ricos y poderosos del mundo, ya que lo manejan a su conveniencia. Por eso, cuando se aplica el modelo de valorización financiera, sostienen artificialmente el precio del dólar, incluso a costa del endeudamiento externo del país. En cambio, cuando impera un modelo nacional y popular que limita el saqueo financiero, actúan por diversos mecanismos para desestabilizar la organización cambiaria, monetaria, financiera y productiva.

Una primera conclusión es que el precio del dólar no presenta saltos ni aumentos imprevistos con el propósito de garantizar las abultadas y veloces ganancias del sector financiero. De paso, al mantenerlo estable, la principal causa inflacionaria queda desactivada.

Pasando en limpio, la inflación se desacelera a partir del manejo del precio del dólar, lo cual se hace para asegurar el saqueo de los operadores financieros. Pero aquí emerge otra pregunta lógica: ¿cómo logran mantener el dólar quieto si el modelo librecambista provoca constantes pérdidas para el país, a partir de la liberación de importaciones y la extracción permanente de divisas?

La respuesta es conocida: los préstamos permanentes del poder imperialista norteamericano. Pero, ¿para qué lo hacen? ¿Solo para garantizar las ganancias de los capitales financieros?

No. Lo hacen porque buscan saquear nuestros recursos naturales, científicos, tecnológicos y estratégicos como moneda de cambio frente a una deuda impagable. En definitiva, queda demostrado que la inflación bajó para enriquecer al sector financiero mediante un saqueo inescrupuloso y, al mismo tiempo, ceder soberanía a los intereses de las corporaciones norteamericanas, que planifican arrasar con nuestros recursos para su propio beneficio.

Todo esto nos obliga a expulsar del manejo del Estado argentino a los traidores a la patria serviles a intereses extranjeros, para luego recuperar lo perdido: los recursos y las empresas entregadas, como IMPSA, y repudiar e investigar la deuda inconstitucional para que no la pague el pueblo argentino, sino los responsables de haberla contraído, cada uno desde su celda perpetua.


(*) Julián Denaro, economista (UBA), psicólogo (UBA), doctorando en Ciencias Económicas (UNLaM), profesor en universidades nacionales (UBA y UNLaM), en el Instituto Universitario River Plate (IURP) y en la Universidad de Morón (UM).
Investigador Sigeva–Conicet. Autor de ocho libros, siendo los cuatro últimos Del país dividido a la revolución cultural(2017), Argentina entre las disputas de poder 2012–2019 (2019), Las aventuras de Aztequita por Argentina (2023) y De la pandemia a la reconstrucción: Argentina 2020–2024, liberación vs liberalismo (2024). Columnista económico en televisión y radio.

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