Bachellet entre América del Sur y Washington: ¿los dilemas de una “izquierda moderna”?

Por Causa Popular.- El triunfo del Michelle Bachelet en Chile el domingo 15 de enero fue leído por numerosos analistas políticos como parte del giro a la izquierda que está produciendo América Latina en los últimos años. “Queremos dejar de ser el patio trasero” expresó Néstor Kirchner en Brasilia. Sin embargo, para ciertas voces de la derecha neoliberal, excluyendo a Fidel Castro, Hugo Chávez (y algunos ya suman a Evo Morales) éste giro sólo estaría expresando a una izquierda moderna, para la cual las bases de la economía neoliberal no se tocan, y su discurso redistribucionista se intenta materializar consiguiendo beneficios para los inversores extranjeros.

Según esta teoría, la “izquierda moderna” utiliza como forma de atraer inversiones la firma de Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos.

La política exterior del presidente socialista de Chile Ricardo Lagos fue siempre el modelo perfecto que se ha puesto como un ejemplo de esta orientación.

¿Modificará Bachelet el modelo chileno de alineamiento con los Estados Unidos en un escenario latinoamericano muy diferente al que encontró su antecesor al iniciar su mandato?

No hay lugar a dudas de que los ojos de América Latina estarán posados sobre el comportamiento que tenga el gobierno chileno de acá en más respecto a la relación con los Estados Unidos, y el Tratado de Libre Comercio (TLC) que ambos países firmaron; el primero logrado por los norteamericanos en la región. Los indicios que envía el país trasandino para adelantar alguna hipótesis no son muy elocuentes aún.

La política de Lagos es bastante conocida. Sin perder diálogo con los presidentes de la región, como buen señorito inglés supo mantener una mirada progresista hacia afuera de su país aprovechando su pertenencia al partido socialista, mientras en política exterior se alineaba con Estados Unidos y abría las puertas del ALCA en América del Sur.

Una muestra de este estilo fue claramente visible en la Cumbre de Mar del Plata, en la que en ningún momento se expuso como lo hizo Fox, que vociferó contra el Mercosur y arengó a favor del Área de Libre Comercio que pregona Estados Unidos.

Andres Oppenheimer, quién en sus columnas del diario La Nación suele oficiar de vocero de los intereses norteamericanos en la región, enmarcó a Chile en el escenario latinoamericano de la siguiente forma: “Quizá la gran novedad de América latina no sea el resurgimiento de la izquierda populista de la década del 60, sino el hecho de que por primera vez está surgiendo una izquierda moderna, responsable y globalizada en países como Chile, Brasil, y quizás Uruguay.

En estos países, y posiblemente vengan otros, se han dado cuenta de que las naciones que logran reducir la pobreza son las que atraen inversiones, y las que aumentan la pobreza son las que las ahuyentan.”

La flamante presidenta de Chile no tiene mucho margen de maniobra en términos de política nacional e internacional.

No sólo el escenario latinoamericano es muy diferente al que vio llegar a su compañero de partido a la presidencia en 1999, sino que las presiones del movimiento popular y obrero de su país amenaza con expresarse con fuerza en la calles.

“El Alca y el Mercosur no son incompatibles», «no estamos en una carrera armamentista» y a los latinoamericanos «nos irá mejor si trabajamos juntos», fueron las primeras definiciones de política exterior fijadas por la Presidenta electa

«Mi política exterior va a tener una gran prioridad por la región, por América Latina y por los países vecinos y haré lo posible para ir construyendo cada día más integración porque estoy convencida que los desafíos que tenemos son comunes y nos va a ir mucho mejor si trabajamos juntos», aseveró.

Bachelet defendió la tesis de avanzar hacia «un ALCA graduado» porque «nos damos cuenta que la realidad de nuestros países es distinta y es difícil que cada uno se integre a este proceso al mismo tiempo». Además confirmo que el Presidente Lagos encabezara la delegación oficial a la asunción del Mando de Evo Morales.

Pero la particularidad de esta etapa es que algunos esquemas de análisis quedan cortos y el caso Bachelet no escapa al ejemplo.

Por su historia y posicionamiento en el Partido Socialista, se percibe como más a la izquierda de su antecesor, Ricardo Lagos.

No está de más recordar que la primera presidenta mujer del país trasandino llega a la primera magistratura con el apoyo en la segunda vuelta electoral del Partido Comunista Chileno y sectores mayoritarios de la alianza izquierdista Podemos Más, que ha consolidado su arraigo en los sectores populares organizados y podrá movilizarse para presionar en la aplicación de medidas concretas que acerquen a Chile hacia los vientos de cambios latinoamericanos.

Así como en Bolivia, Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, y cada uno de los países que son ubicados en la “ola izquierdista” que dispara la alarma del gobierno norteamericano, Chile no podrá aspirar a cambios profundos en su política exterior, y como causa de esto, en su base económica y política neoliberal y pinochetista, por fuera de la movilización y la participación política de su propio pueblo.

Si Latinoamérica muestra profundos vientos de cambio, las elecciones no son más que una de sus manifestaciones, por eso la decisión de que estos sean posibles y reales no sólo dependen del perfil que presenten sus presidentes.

Si de algo se puede estar seguro es que Chile no será la excepción.

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