Atenas 2004 y un eterno déficit nacional: la falta de apoyo

A ellos, los deportistas, nadie les quitará la hazaña de colgarse una medalla en el pecho. 52 años pasaron para que el deporte argentino alcance el oro olímpico. La espera fue dilatada, pero la alegría perpetua: Mas de medio siglo sin escuchar el himno nacional en los Juegos Olímpicos. Dos medallas doradas, cuatro de bronce. Los especialistas arrojan un análisis positivo de la participación argentina en Atenas 2004. No obstante, todos (deportistas, periodistas y aficionados) coinciden en que los resultados podrían haber sido mas favorables, si el Estado hubiese brindado el apoyo indispensable para codearse con las grandes potencias mundiales.

Por Leonardo Paradizo, especial para Causa Popular (lparadizo@speedy.com.ar)

Varios de los que viajaron a Atenas en búsqueda de la gloria, fueron duros en sus críticas hacia los dirigentes, en cuanto a la falta de una política de estado para el crecimiento del deporte nacional. “Argentina está en lo más alto de la consideración mundial”, afirmaba Rubén Magnano, entrenador de la Selección de Básquet, uno de los ganadores del Oro Olímpico, junto al seleccionado de fútbol.

De dichas palabras, que provocan un aliciente en el deportista argentino, se desprenden las críticas que le llueven a la Secretaría de Deportes de La Nación y al Comité Olímpico Argentino.

El caso más concreto tiene que ver con la nadadora Georgina Bardach, ganadora de la medalla de bronce en los 400 metros medley, que reconoció que sufrió varios errores organizativos. “Me fui muy contenta de Atenas por la medalla que conseguí pero hubo muchos problemas de organización, sobre todo en el interior de la delegación argentina. Todos los dirigentes del Comité estuvieron en el desfile el día de la inauguración, pero después, cuando uno tenía un problema en la Villa, no los podía ubicar.
Al jefe de mi equipo no lo pude ubicar el día que quería retirarme de la prueba clasificatoria para los 200 metros libres”
, dijo la cordobesa, a lo que luego agregó que “hechos como esos hubo muchos, por eso pienso que, además de apoyo, los atletas también tendríamos que pedir un poco más de planificación y eficiencia para resolver las cuestiones elementales que hacen a una competencia de alto nivel”.

Se sabe, que el atleta argentino es respetado por su hidalguía, por su sangre para jugar y por el espíritu ganador. Algo no reconocido por las mismísimas autoridades. El canotista Javier Correa sostuvo que la Argentina «tiene potencial pero carece de organización».

Además, quien llegó a las instancias decisivas en varias categorías de canotaje, aunque no pudo obtener medallas, afirmó que «hay muchos potenciales en Argentina, que tendríamos que empezar a organizar, ya que podríamos estar en los primeros planos».

Una de las mayores polémicas ocurrió con la yudoca Krukower, que sufrió una lesión en el codo que la marginó de la competencia. La campeona mundial de judo, denunció abandono de los dirigentes. “El médico de la delegación no estaba capacitado para tratar este tipo de lesiones y no sabía con quién atenderme. Eso refleja la falta de apoyo que tenemos los atletas argentinos… En lo personal creo que puedo llegar más lejos, y lo digo porque confío en mis condiciones, pero los deportistas necesitamos una infraestructura más amplia para poder competir en igualdad de condiciones”, señaló Krukower.

Santiago Fernández finalizó cuarto en la final del single scull masculino. El porteño, se mostró conforme con el resultado final, y al instante se excusó en la falta de respaldo. Ahora tengo que seguir entrenando. Y espero tener un poco más de apoyo porque me pagaron el viaje para mi preparación desde España, porque de la Secretaria de Deportes no conseguí absolutamente nada”.

Otros deportistas de talla puntualizaron la falta de organización y apoyo como el pesista Darío Lecman y el ciclista Juan Curuchet. Ocurrieron detalles insólitos que hacen a la infraestructura olímpica argentina. El yudoca tucumano Eduardo Costa, quien finalizó en el séptimo lugar en la categoría hasta 90 kilos de los Juegos Olímpicos, denunció que “en Atenas la representación nacional no tenía la vestimenta adecuada para competir. En un momento hasta parecía que no íbamos a competir, porque no teníamos kimonos.

Por eso salimos a pedírselos a otras delegaciones y por suerte nos los prestaron los muchachos de República Dominicana”, enfatizó. La saltadora Solange Witteveen también puso el grito en el cielo al puntualizar que “necesito el apoyo y la confianza de mi país, tanto como yo apoyo y confío en la recuperación de la Argentina».
La realidad marca que Argentina no goza de una política deportiva elogiable.

Los deportistas coinciden en dicho déficit. Pero lo trascendental, tras Atenas 2004, es que son ellos mismos los que luchan contra viento y marea, representando al país de la manera más eficiente: con vocación, cultura y calidad. Un ejemplo a imitar, por quienes no cumplen funciones con aptitud.

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