«Así de inhumanos son»

Graciana Peñafort, abogada del fallecido Héctor Timerman, hiló una contundente réplica a un artículo donde se ataca al ex canciller. Memoria de una persecución fatal.
Por Graciana Peñafort*

Me levanto y leo esta nota canalla de Joaquin Morales Solá en La Nación, titulada «El uso político de una muerte» donde Molares Solá hace eso mismo, usa la muerte de Héctor Timerman para denostar a alguien que Timerman adoraba y a quien le fue leal hasta el último minuto: CFK.

 

La nota es una canallada y además miente. Y quiero señalar eso, porque no sólo he sido junto con @AleRuaTwit la abogada de Timerman, sino que, y más relevante para mi, he sido su amiga. Esta es la nota que voy a pasar a rebatir.

 

Timerman en efecto sufrió de cáncer de hígado. Del que fue operado y se recuperó. Y el regreso de la enfermedad coincidió claramente con la bochornosa reapertura de la causa, esa que los medios anunciaron -y exigieron- antes de que estuviera la sentencia escrita.

 

Yo no conozco tanto de medicina como para evaluar el factor emocional en ese tipo de enfermedades. Pero si sé de leyes y procesos y de eso voy a hablarte Joaquín. Cuando Héctor supo del avance de la enfermedad, me pidió que le pidiese a Bonadio poder declarar antes.

 

Cosa que hice, porque sus médicos me habían explicado que el dolor extremo del cuadro que presentaba Héctor obligaría a propocionarle medicación que le dificultaría declarar. Y a diferencia de lo que Bonadio hizo con Franco Macri, enviándole los medicos a la casa, con Héctor no.

 

Héctor, que ya caminaba con dolor y dificultad, tuvo que ir a tribunales a certificar lo enfermo que estaba. Lo sé Joaquín, porque yo lo acompañé. Fue un calvario. Y además un calvario inútil, porque pese a constatar la enfermedad, Bonadio no adelantó la declaración de Héctor. Llamó a indagatoria siguiendo el cronograma electoral. Y fuimos, previo un complejo proceso de retirarle parte de la medicación para que pudiera declarar.

 

La indagatoria fue lo más parecido a una sesión de tortura. Héctor estaba extremadamente dolorido y respiraba con dificultad.

 

Cuando vino Bonadio a saludar y vio el cuadro de situación desolador, me escribió una nota diciendo «Dra. cuando usted indique suspendemos esto». Héctor quiso seguir declarando y solo interrumpí esa declaración cuando sus labios se pusieron azules por falta de aire. De esa indagatoria salimos y nos fuimos a una clínica porque Héctor se desmayó en el auto. Tuvo una crisis cardiaca fruto del dolor y la falta de oxígeno. Cuando volvió en sí, me decía «me mataron Graciana, y yo no quiero morirme así. No dejes que manchen mi nombre, por favor».

 

Luego vino el infame procesamiento y la prisión domiciliaria. Y yo recorri Py explicando que Timerman necesitaba poder viajar para hacer su tratamiento. Y también se lo explicamos a la Cámara de apelaciones con @AleRuaTwit, en una apelación oral que duró 4 horas. Al final de esa apelación yo le dije al Dr. Irurzum «a estas alturas la politica no me importa, pero por favor levanten la prisión, porque necesita salir para tratarse. Se va a morir sino puede tratarse».

 

Con lágrimas en los ojos, supliqué sin pudor. Héctor se moría.

 

Revocaron el cargo de traición a la patria, pero confirmaron la prisión preventiva. Por el delito de encubrimiento. Delito por el cual nadie en este pais va preso durante el proceso. Nadie salvo Héctor Timerman. Y como era lógica consecuencia, EEUU le revocó la visa y no pudo viajar.

 

Ese enero fui a Py dispuesta a no irme de allí sin la excarcerlación de Timerman. Y en lugar de Bonadio, estaba de turno Sergio Torres, que fue infinitamente más humano. Y (el fiscal Guillermo) Marijuan, que acababa de ser papá y se vino especialmente a hacer el dictamen. Y (el fiscal Raúl) Plée que me abrazó diciendo «tranquila, lo vamos a solucionar» mientras yo lloraba desconsolada, diciendo «Se muere. Se me muere a mí».

 

Porque eso sentía, que Héctor se moría en mis manos, que eran impotentes para liberarlo. Pero obtuve la libertad. Empezó el tramite de obtener la nueva visa o un permiso especial, lo que saliera antes. Corríamos contra reloj. Llamé a Cancilleria, de inmediato acordamos una reunión. Faurie y su jefe de gabinete Marcos Stancanelli entendieron la situación y comprometieron su ayuda. Pero más allá de la buena voluntad de Cancillería, la visa especial no se logró gracias a las gestiones del gobierno Argentino.

 

Se logró gracias a la presión de los democratas norteamericanos, entre ellos Patrick Leahy, quien instó al Congreso de USA a dar la visa. También se logró gracias a la visibilidad que le dieron al tema medios norteamericanos, entre ellos el New York Times. Mientras tanto, acá los miserables de Eduardo Feinmann, Federico Andahazi y Fernando Iglesias se burlaban y festejaban. Porque así de inhumanos son.

 

También gracias a la presión de organismos internacionales de Derechos Humanos como Human Right Watch y el CELS. Y también organizaciones israelíes de Derechos Humanos como «Centro de Iniciativas por la Paz», «Osim Shalom» y «Jihalin». En la Argentina, la Liga por los Derechos Humanos, el Llamamiento Judio Argentino y otras organizaciones pedían también . Mientras tanto la Daia y la Amia guardaron un cobarde y cómplice silencio. Porque así de inhumanos son.

 

De cancillería me llamaban a mí para saber cómo avanzaba el trámite de la visa de Héctor. Casi tres largos meses demoró obtener una nueva visa. Cuando llegó a EEUU, ya era demasiado tarde para hacer el tratamiento. Ya era demasiado tarde para Héctor Timerman. Le aconsejé que se quedara alli y Héctor me dijo que el quería morir en su país. En su casa y en su patria. Y me pidió declarar ante el tribunal que va a juzgar el caso. Que era lo último que le faltaba para poder morir en paz. Que la Justicia Argentina lo escuchase.

 

Volvió a la Argentina, conoció a su nieta recién nacida, se fue despidiendo de todos a cuantos amaba y se peleó con algunos, porque le dolió mucho el destrato y se reconcilió con otros, porque Joaquín, deberias saber que Timerman era un hombre bueno. Y finalmente declaró.

 

Tuve oportunidad de ser testigo de cómo buena parte del peronismo desfiló por su casa para abrazarlo y respaldarlo, al menos mientras pudo recibir gente. Y sos injusto con CFK en tu nota, porque me consta que ella siempre estuvo atenta a cómo estaba su salud y su ánimo. Lo sé Joaquín, porque era a mi a quien CFK llamaba para preguntar y para trasmitir mensajes de afecto. Que yo siempre retransmiti y Héctor siempre sonreía. Porque Timerman en un momento ya no pudo hablar por telefono y luego, ya no pudo hablar. Mucho menos recibir visitas. Fui yo el nexo y por eso me tocó la dolorosa tarea de avisarle el domingo de la muerte de Héctor.

 

Sos injusto en tu nota tanto con Timerman como con CFK. En lo único que sos justo es en decir que Héctor era un hombre leal. Por eso y en su memoria, te respondo.

 

* En twitter: @gracepenafort
Abogada, peronista, lectora empedernida, exorcista de enanos de jardin. Los perros se comieron el sillon «Los muertos sin alma me quieren juzgar… A mi!»

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