Artigas era peronista

Ponemos en eje al lider oriental, José Gervasio Artigas, el cuál ha sido desconfigurado a favor de la historiografía mitrista.

La historiografía mitrista ignoró convenientemente a José Gervasio Artigas. En efecto, para ello omitió de sus textos -o distorsionó- su objetivo utópico de la Patria Grande y su tan singular lógica americanista y revolucionaria que desembocaron en el “Congreso de los Pueblos Libres” de Villa del Arroyo de la China del 29 de junio de 1815, una asamblea que se expresó a favor de la independencia no sólo de España y Portugal sino de todo poder extranjero, y a la reforma agraria del 10 de septiembre de 1815, una distribución de tierras sin parangón que puso los pelos de punta al imperio portugués y al Directorio de Buenos Aires. Ello fue suficiente para que el “Protector de los Pueblos Libres” y líder de un sistema democrático pensado desde la subjetividad de las masas oprimidas (indios, pobres, gauchos, negros, mestizos), haya sido denostado por la historia liberal como promotor de una “democracia semibárbara”, confinada a la categoría de “barbarie prepolítica” o “veneno artiguista” en razón de su carácter popular, igualitario y antioligárquico. En ese marco, por protocolo de vecindad o política exterior de buenos modales, esa historia lo referenció como “Prócer de la República Oriental del Uruguay”, una brutal ironía para quien nunca se le cruzó por la cabeza un Uruguay independiente.

Incluso se conjetura que su aspecto físico también fue distorsionado (su verdadero rostro, su forma de vestir, sus hábitos), una cuestión clave para la apropiación y el uso político de una figura emblemática como la de Artigas. Su imagen más conocida -y quizás la más potente y representativa- es la del óleo de Juan Manuel Blandes, Artigas en el puente de la Ciudadela, cuyo original nunca fue exhibido públicamente y que ha sido objeto de numerosas polémicas. De hecho, es el eje argumental de la película Artigas, la Redota (2011) dirigida por César Charlone, en donde se pone en tela de juicio la veracidad de aquel Artigas, quien -es muy plausible- sólo habría sido retratado a los ochenta años. De allí la ambigüedad en torno a su imagen, que va desde el solemne retrato del capitán blandengue prolijamente uniformado (según el supuesto retrato de Blandes), utilizado tanto por los Tupamaros como por la última dictadura militar, hasta la austera imagen del militar sin uniforme, paisano con chaqueta azul sin vivos ni charreteras, poncho y sombrero redondo, tal como es recordado por su aspecto gauchesco por gran parte del imaginario colectivo.

Otro capítulo omitido por la historiografía mitrista sobre Artiga fue el de su incondicional apego al derecho a “una educación para todos”. Quizás distante del “gran maestro argentino”, sobre todo ideológicamente, su obra, sin embargo, no fue menor: fundó la biblioteca nacional, creó las escuelas de “la Patria Vieja”, suprimió los impuestos a la importación de libros y a la imprenta, apoyó la educación estatal, jerarquizó a los maestros. Además, fue pionero en proponer medidas de protección de la industria nacional: “todos los impuestos que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales en todas las Provincias Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria en nuestro territorio”1.

Según Jorge Abelardo Ramos, “la singularidad de Artigas reside en que fue el único americano que libró en el Río de la Plata, casi simultáneamente, una lucha incesante contra el imperio británico, contra el imperio español, contra el imperio portugués y contra la oligarquía de Buenos Aires”2. Quizás por ello haya sido uno de los motores de esas “otras ideas” surgidas de las experiencias políticas de América Latina, que dieron lugar –en palabras de Alcira Argumedo- a una “matriz autónoma de pensamiento con valores de orientación nacional y popular”3. Sin pretensión de “autarquía teórica”, pero con sus peculiaridades, el pensamiento artiguista quedó, en efecto, signado como paradigma alternativo frente a las distintas corrientes del liberalismo clásico, del nacionalismo y del marxismo ortodoxo, incapaces de “traducir” per se los conflictos de la realidad europea en clave latinoamericana. No obstante, desde su temprana formación Artigas encarnó los ideales políticos, económicos y sociales del pensamiento europeo más avanzado, razón por la que sus proclamas se nutrieron, particularmente, de las propuestas de Rousseau. En ese marco se expresó a favor del “contrato social”, con la salvedad de que lo concibió en resguardo no del libre goce de la propiedad individual sino de la comunidad. Es decir, “los contratantes no eran los individuos sino los pueblos”4. Así, Artigas fue uno de los líderes populares más progresistas de la época: “Que los más infelices sean los privilegiados”, decía en notable síntesis de su cosmovisión revolucionaria, regionalista y antiimperialista.

Desde su cuartel general, el 10 de septiembre de 1815 en asamblea popular se aprobó el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados”5, una propuesta digna de la genialidad de Artigas que procuraba reparar la injusta distribución de las tierras productivas, el estado de abandono en el que se encontraban muchas estancias, la inseguridad en las áreas rurales y la matanza del ganado vacuno. Es interesante detenerse en el texto de sus artículos más destacados: “Por ahora el señor alcalde provincial y demás subalternos se dedicarán a fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno, en sus respectivas jurisdicciones, los terrenos disponibles; y los sujetos dignos de esta gracia con prevención que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia” (Artículo 6º). “Serán también agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos. Serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros, y estos a cualquier extranjero” (Artículo 7º). Por último, cerrando la idea central, “Los terrenos repartibles son todos aquellos de emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la provincia para poseer sus antiguas propiedades” (Artículo 12º). Es decir, los negros, los indios y los criollos pobres antes que los ricos; los americanos antes que los europeos, y los casados antes que los solteros, eran las prioridades para ejercer ese derecho, para lo cual se dispuso el reparto de las tierras de los realistas y de las estancias que habían sido robadas por los funcionarios españoles a partir de 1810. Pese a la férrea oposición de los terratenientes y del cabildo de Montevideo, la reforma fue aplicada –aunque por unos pocos meses- para favorecer con tierras y ganado a los antiguos ocupantes, oficiales artiguistas y pobladores rurales6.

Seguramente esta reforma fue determinante para que el enviado especial del gobierno del Río de la Plata en Río de Janeiro, Manuel García, tratara de convencer a la Casa de Braganza de que sus intereses eran “homogéneos con los de nuestro Continente” y que era “inaplicable al caso presente, cuanto se diga acerca de la interferencia de un Poder extranjero en disensiones domésticas”7, acelerando así la entrega del territorio de la Banda Oriental al imperio portugués. En mayo de 1816 el mismo García le escribió a Manuel de Sarratea: “Como los Orientales forman una nación independiente, y su emancipación y soberanía es reconocida y acatada por el Gobierno de Buenos-aires, parece que puede Su Majestad Fidelísima cascar al Soberano Artigas, que es harto mal Vecino, sin reñir por eso con el gobierno de Buenos-aires”8. Nótese que esto ocurría en el Río de la Plata dos años antes de que, en la pequeña localidad del suroeste de Alemania, Tréveris, naciera Karl Marx, el 5 de mayo de 1818, otro genial pensador que de manera muy original propuso distinguir “propiedad” y “posesión” de la tierra, prefiriendo referirse a la comunidad como “dueña” y a los individuos trabajadores como “poseedores”9.

Traicionado por la oligarquía rioplatense y derrotado por los portugueses, el Protector de los Pueblos Libres debió exiliarse al Paraguay, donde permaneció hasta su muerte en 1850. Refiriéndose a su retirada, Salvador Ferla señala que cuando el líder abatido emprendía su “redota” hacia el exilio, lo indios salían de sus ranchos para pedirle la bendición: “Y esa bendición del patriarca, dada desde el afecto y la vinculación religiosa, tiene infinitamente más valor que las apologías indigenistas de los versos cultos. Por eso los indios, que no lo entendieron a Castelli, entendieron perfectamente a José Artigas”10. Este relato pinta de manera notable el ideario artiguista en el sentido de que, además de haber elevado a las masas oprimidas latinoamericanas a la categoría de sujeto político, fue construyendo un mito cuasi-religioso quizás solo comparable (permítaseme este desorden cronológico) al que construyeron Perón y Evita más de un siglo después, un mito patriótico y un gesto poético colectivo que nunca fueron cabalmente comprendidos por los intelectuales que descalifican –por derecha o izquierda- al “populismo”.

En una novela titulada Los Artigas, Francisco Senegaglia revela, también de manera notable, esa conjugación entre “razón” y “sentimiento” del ideario artiguista: “En Purificación tomé conciencia de quién era Artigas. De su causa, que era la de los pobres. De la justicia y la libertad. Todo era magro y sin ningún brillo. Tal era el cuartel de la Liga de los Pueblos Libres. Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental dependían de este mobiliario. Y este Artigas de los ranchos y de los pobres era el terror de los portugueses y el dolor de cabeza de los porteños. Sus convicciones eran todas sus armas y todo su arsenal bélico. Eran las convicciones que militaba este hombre las que apabullaban a sus enemigos. Nada más tenía…”11.

Como síntesis, y aunque parezca ocioso señalarlo, el ideario artiguista se apoyó en tres pilares: (a) la emancipación de los Pueblos Libres de las influencias imperiales de España y Portugal y de “todo poder extranjero” (la soberanía política); (b) el proyecto de nación “nadie es más que nadie” que se opuso al dominio económico imperial y de la burguesía mercantil de Buenos Aires (la independencia económica); (c) la inclusión social, en particular, en lo relativo a la igualdad de los indios, los negros y los mestizos, y la opción preferencial del acceso a la tierra por parte de los pobres y los sectores más vulnerables (la justicia social). Este fue el trípode del ideario artiguista que lo identifica vigorosamente con el peronismo. ¿Quién podría negar esa identidad? En cada comunidad y gauchería artiguista la soberanía popular se practicaba por “gobierno inmediato”12, una forma de democracia directa y de ejercicio del poder emanado -por consenso o mandato de la mayoría- de las asambleas plenarias de sus pobladores. Y si hay que intentar una analogía, pues hay que remitirse a la gran asamblea popular del 17 de octubre de 1945, cuando -detrás de la consigna “Los que está con Perón que se vengan en montón”- se produjo la movilización más emblemática de la historia nacional. Ese día, desde el balcón de la Casa Rosada, símbolo de la argentinidad, Perón iniciaba un diálogo directo con su pueblo. Entonces, parafraseando a Senegaglia, “seamos categóricos, las bases del primer republicanismo de esta América Latina se escribió con la trama del mundo de la gauchería (conjunción entre indios, criollo-blancos, negros, mestizos y mulatos), se reconozca o no, el sistema multiétnico-igualitario y popular más brillante de la historia de América”13; y con la incorporación masiva de los trabajadores y los “cabecitas negras” como sujetos de derechos sociales y protagonistas centrales de la escena política nacional, el 17 de octubre de 1945, se reconozca o no, marcó un hito en la historia argentina contemporánea.

Hay muchas otras analogías: en 1815, ante la resistencia que generó el Reglamento Provisorio en la oligarquía terrateniente, Artigas ordenó la expropiación de tierras a “emigrados, malos europeos y peores americanos” para que “los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres” puedan “ser agraciados con suertes de estancia”. En 1944, ante la reacción que generó el “Estatuto del Peón” entre los patrones y el sector dominante terrateniente, Perón decía: “Quien no pueda pagar peones que no los tenga”. Artigas decía: “Para mí no hay nada más sagrado que la voluntad de los pueblos”, en razonable sintonía con la frase de Perón acerca de que “la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”. En fin, Artigas era peronista, huelgan las palabras. Ya lo dijo Salvador Ferla -historiador y ensayista italiano (nacionalizado argentino)- en su Historia argentina con drama y humor, al señalar que del análisis de las personalidades se pueden deducir significativas valoraciones políticas, no obstante las excepciones representadas por personajes atípicos, difíciles de encuadrar. “Pero no tengo la menor duda, por ejemplo, de que Rivadavia, Sarmiento y Mitre eran antiperonistas [o “gorilas”, en un lenguaje más prosaico], y que en cambio Artigas y Dorrego eran peronistas [o “compañeros” en la jerga nacional y popular]. Este cartabón anacrónico es perfectamente lícito y bastante eficaz; alguna vez falla, pero también falla el test ideológico a que solemos someter a los personajes históricos”14.


1 Rela, W., 2000. Artigas. Cronología Histórica Anotada (1811-1820). Ed. ALFAR, Montevideo (pp. 131-132).

2 Ramos, J. A., 2012. Revolución y Contrarrevolución en la Argentina. 1. Las masas y las lanzas (1810-1862), Peña Lillo-Ediciones Continente, Buenos Aires (p. 58).

3 Argumedo, A., 2009. Los silencios y las voces en América Latina. Noticias sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires (p. 18).

4 Argumedo, op. cit. (p. 39).

5 Rela, op. cit.

6 Gentile, M. B., 2015. “Congreso de los Pueblos Libres. El primer grito sagrado” (pp. 5-10), en: BePé, Comisión de Bibliotecas Nacionales, Año IX, Nº 16, CABA.

7 Archivo General de la Nación, Argentina, Sala X, 01-06-10.

8 Archivo General de la Nación, Argentina, Sala VII, 10-2-6, Legajo 1133. 

9 García Linera, A., 2008. La potencia plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia, CLACSO, Buenos Aires.

10 Ferla, S., 2007. Historia argentina con drama y humor, Ediciones Continente, Buenos Aires (p. 210).

11 Senegaglia, F., 2009. Los Artigas, Azulpluma, Mar del Plata (p. 65).

12 Argumedo (op. cit.).

13 Senegaglia, F., 2012. La otra Revolución: un ensayo sobre Psicología de la Historia, Editorial de Entre Ríos, Paraná (p. 92).

14 Ferla, op. cit (p. 242).

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