En la Antigüedad clásica, periodo en el que surge el concepto, los héroes eran guerreros valientes que luchaban por su ciudad y su rey. Después, los caballeros aparecieron defendiendo el honor, la justicia y la fe en la Edad Media; tuvieron visiones humanistas de justicia, fundadas en la razón, durante el Renacimiento; lucharon contra la sociedad que no pensaba en los progresos con pasión en el Romanticismo; se caracterizaron por su libertad, responsabilidad y autenticidad en el Existencialismo; encarnaron los valores y la identidad de sus naciones.
Desde aquel lejano momento hasta el día de hoy, el concepto sigue asociado a los significantes de supremacía, fuerza, fama, reconocimiento, causas nobles, salvación, sacrificio y resolución positiva, entre otras virtudes. Son hombres que están por encima de los y las “comunes”. A pesar de la aparición de los antihéroes —esos hombres locos con acciones que pueden ser consideradas heroicas, aunque sus procedimientos y propósitos no lo sean; aquellos con infancias y adolescencias plagadas de adversidades e infortunios—; a pesar de los millones de intentos de desarmar estas estructuras de sentimientos y acciones nunca hemos abandonado la idea de la superioridad de algún otro; no hemos dejado de pensar que alguien vendrá a salvarnos; e insistimos en la idea binaria del bien y del mal. Y en muchos otros binarismos.
Hoy, ante nosotros, elegidos por un pueblo devoto que busca recuperar su libertad, son tres los héroes: el visionario tecnológico Elon Musk, el outsider Donald Trump, y el libertario Javier Milei (la lista continúa: Peter Thiel, Mark Zuckerberg, Marc Andreessen…). Y se presentan ante nosotros como un escuadrón, abrazando ciegos las ideas de sus compañeros, jurando su amor públicamente e invocando fuerzas del cielo. Héroes que llegaron para cambiar el mundo con innovaciones tecnológicas, luchando contra el establishment, la corrupción y la ineficiencia del Estado. Son ellos los nuevos hombres, los pioneros de la revolución moral. Son ellos, los actores económicos de la revolución que ayude a reformar la tecnología, la empresa y la política; los valores y los sueños; los deberes y derechos; las instituciones y sus estamentos; todo en pos de alcanzar el éxito y ser libres e independientes, dueños de nuestros destinos, fabricantes de nuestras riquezas. Son ellos los que emergieron desde la pérdida de confianza en las instituciones, en los sistemas políticos y financieros. Es esta triada —inventada, sostenida y difundida por Tik Tok, X, Meta— la que levanta la bandera de una nueva revolución con un lema que aclara: lo que estamos viviendo no es un retorno al pasado, sino la construcción de un futuro en el cual nadie nos adoctrinará, un futuro en el cual uno mismo será lo más importante que tiene y el pensamiento libre el arma con la que defender lo propio. Por eso mismo, continúan hablando de género e identidad para sostener que solo existen dos géneros, masculinos y femeninos, como dijo Trump al enunciar las nuevas políticas de EE.UU. Al progreso no pueden hacerlo los productos del virus de la mente woke,[1] en palabras de Elon Musk. Y, también por eso, en palabras del presidente Milei: “rechazamos [rechazan] la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología”. Para ellos y sus ejércitos las nociones de moral, poder y progreso deben reconfigurarse: entonces la Educación Sexual Integral seguirá enseñándose en las aulas, siempre y cuando no atente con el mundo “natural”, y hasta divino. Si a Dios le había temblado algún cimiento provocado por las olas naranjas y verdes, pareció ser solo un oasis de desierto: la Iglesia y el Papa ya no importan. Las fuerzas vienen del cielo. Porque todos los que defienden la justicia social serán “comunistas asesinos”. La heroicidad no puede propagarse con niñas cometierras, mucho menos enseñando a las niñas a no guardar secretos grandes. Los verdaderos versos finales de una canción infantil deberán decir, para no censurarla: “habrá que andar con miedo/ nadie te va a cuidar”. Otros avances en temas de derecho, ciencia, género, diversidad e inclusión serán considerados por ellos como gastos públicos innecesarios en nuestro país: Becas Progresar, Plan ENIA, becas estudiantiles de investigación, leyes de prevención, campañas de cuidado. Pero nada cerrará, sino más bien, las cosas cumplirán con sus ciclos vitales, acelerados por los ineficientes y corruptos: la casta. Las instituciones se vaciarán y nada tendrá que ver la no renovación de los contratos, ni con el inexistente aumento de sueldos, y la planificación y ejecución de presupuestos acordes a las tareas. Solo los héroes podrán hacerse cargo del vacío, la gente de bien. Aunque ellos solo gestionarán la compra y la venta de la regulación social y cultural: privatizar para erradicar las cucas, dar lugar a capitales que se tejen en lo virtual y que arrasan con la tierra. Incluso los nuevos hombres dejarán de luchar por Dios, Patria y Familia: ¡viva el multiculturalismo, carajo! La única diversidad que existe es la de las libertades.
En la era de los nuevos héroes, la propia superioridad vendrá con el aplastamiento del otro: el hombre heterocis incendiará a las lesbianas, la música perjudicará a las infancias, las travestis corromperán el orden social, la policía asesinará a los más faltos de recursos, los hijos devorarán los úteros infantiles, las IAs solucionarán problemas humanos, el encierro curará a los locos, y lo privado comprará todo lo público. La única salvación vendrá de la tecnología, la economía mundial y la libertad. Solo dando paso a la revolución moral, dirán, podremos (volver) a educar en valores. El único camino para lograrlo es con la segregación.
Y no hay que olvidar que muchas veces los héroes nos quedan lejos, inalcanzables. Solo podemos seguir creyendo en ellos representando sus figuras en otros, más cercanos en nuestro día a día. En ese sentido, cabe preguntarse: ¿qué héroe eligen los y las tucumanos/as hoy? ¿El mismo Jaldo que en 2018 fue parte de la declaración de la provincia como provida por decreto provincial y cuatro más tarde aseguró que Tucumán, dieciséis años después de promulgada la Ley Nacional de Educación Sexual Integral, se adhería a la misma porque “abrió sus puertas”… ese es, acaso, nuestro héroe cercano? ¿El mismo que otorga la palabra suprema a Dios y se olvida de un pueblo? ¿Es nuestro gobernador tucumano, quien al igual que Ramiro Marra sostiene que para vivir en una ciudad mejor y segura hay que tener más policías en las calles y menos actos LGBT en centros culturales, el héroe que va a salvarnos? ¿Jaldo, el que compró la gloria de un partido justicialista para venderla a los liberales desde el silencio? ¿Puede acaso un héroe que se ubica entre la diversidad y el conservadurismo llevarnos al progreso? Comprender el papel de estos hombres en la creación de un mundo donde nada es cierto y todo es espectáculo es notable.
Dicen las leyendas virtuales que para acabar con el fuego de las armas no habrá progresismo que alcance. Ellos no tienen miedo y ya anticiparon que nos harán temblar. Habrá llegado el momento entonces de entender que pensar en comunidad (en palabras de Mark Fisher, es decir, entendiendo a la comunidad como un frente que implica un adentro y un afuera, un término que la derecha se apropió para separar quién sí merece y quién no) ya no sirve. Y habrá que escribir nuevas narrativas y apostar por otros personajes para dar nuestra batalla al avance de la libertad. La verdadera pregunta es: ¿estamos lo suficientemente organizados para empezar o seguimos encarcelados en nuestros nichos creyendo en la existencia de antagonistas lo suficientemente fuertes para estar al frente de este terror que ya se nos vino encima?
[1] Según Bruno Bazán (La Nota Tucumán, 2025), «Woke es un término del inglés americano que significa “estar despierto” o “consciente” y se popularizó en Estados Unidos durante la década del 60 del siglo pasado en razón de la lucha por derechos civiles de las personas negras. Es un mensaje, un modo de recordar que estaban en lucha. En 2010 en Estados Unidos, gracias al movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan) se puso en vigencia el término y se amplió su sentido. En el siglo XXI, con el hashtag #StayWoke, por ejemplo, no solo incluía a una postura antirracistas, sino también a posturas feministas y a la defensa de los derechos LGBTI, entre otros».