Además, nos sacaron ERSA

Por Roque Antonio Costa.- El clima estaba enrarecido. En nuestras casas, casas de militantes, se hablaba de un posible golpe. Una vez más, la destitución de un gobierno justicialista tenía fecha y hora. Y así ocurrió ese fatídico 24 de marzo de 1976 que nuestra historia nunca deberá olvidar, para recordarlo como la etapa más oscura de nuestra vida institucional.

Los que por esos años cursábamos el último tramo de nuestra escuela secundaria y teníamos alguna militancia, veíamos esto con mucho dolor, preocupación y desconcierto. Tanta violencia, persecución, odio, tanto ocultamiento de la realidad que no sólo se manejaba mediáticamente sino con hechos concretos de la realidad cotidiana.

Por aquellos tiempos se cursaba ERSA (Estudio de la Realidad Social Argentina), materia incorporada a la currícula por el gobierno justicialista, donde encontrábamos un acercamiento a nuestra realidad social.

No duraría. El gobierno de facto la eliminó, considerando que fomentaba la subversión. La reflexión crítica, la democratización de los conocimientos y la dignidad en el pensamiento eran incompatibles con el nuevo régimen.
Los siete años de dictadura dejaron heridas muy profundas que aún no están curadas. Docentes e intelectuales exonerados, encarcelados, desaparecidos, exiliados. Bibliotecas destruidas, libros quemados, contenidos censurados.

No olvidemos que ese golpe, temido por algunos, también era esperado como solución por muchos.
Debemos recordar, pero para que no se repita, hay que recordar todo. Recordar cómo se fue revirtiendo ese primer apoyo, cuando se fue tomando conciencia de lo que estaba pasando. Muchos se enterarían tras la vuelta de la democracia.

Habría que preguntarse que pasó con la educación. Cómo se generó miedo a pensar y decir. Currícula y bibliografía estaban acotadas. La norma no podía ser cuestionada. Es fácil pensarlo desde un estado de democracia, porque hay un solo culpable y la crítica retrospectiva no exige compromiso personal.

Vivimos una democracia que no es perfecta y puede ser mejorada mediante su ejercicio. Que lejos de iniciarse con el primer voto, debe estar presente en toda nuestra vida, desde la familia y la escuela, para después plasmarla en la sociedad.

El compromiso de la escuela es formar ciudadanos aptos para vivir en democracia, que acepten las diferencias y el disenso; que valoren los derechos del hombre: que se atrevan a vivir como seres libres, autónomos pero absolutamente responsables, donde otra ERSA no debiera ser necesaria, porque toda la enseñanza tiene que llevarnos a reflexionar sobre lo que pasa en nuestro pueblo, nuestra provincia, nuestro país y nuestro planeta.

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