De ariete de los “grupos de tareas” a ejecutivo del narcotráfico

Socio de Aníbal Gordon sucesivamente en la Triple A y en el “grupo de tareas” de la SIDE de la dictadura, Osvaldo Forese se hizo conocido por derribar puertas en secuestros y asesinatos tan sonados como lo de los diputados uruguayos Zelmar Michelinin y Héctor Gutiérrez Ruiz (1976). Fallecido silenciosamente en 2000, Forese tuvo una vida de villano de película de Tarantino, en el curso de la cual se hizo rico. Murió acaudalado tras más de una década de “asesorar” a sindicalistas sospechados de tráfico de drogas, antes vinculados a Aldo Rico, hasta ayer nomás ligados a Luis Barrionuevo y hoy autoproclamados kirchneristas.

Llamado “Paqui” por paquidermo, el obeso Forese, quizá haya sido, luego de Raúl Guglielminetti, el más conspicuo de los miembros de la banda de Aníbal Gordon y del “grupo de tareas” que se constituyó en torno a aquel gang que ejecutó el capítulo argentino de la “Operación Cóndor” de coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur, puesta en ejecución varios meses antes del golpe de marzo de 1976.

De hecho, fueron Gordon y Forese, que provenía del Comando de Organización (C. de O.) de la Juventud Peronista, quienes acometieron juntos entre fines de 1974 y comienzos de 1975 la tarea de convencer a gran parte del grupo ultraderechista Concentración Nacionalista Universitaria (CNU) que integraba las proteicas escuadras del terrorismo paraestatal de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) o Triple A, de las ventajas subordinarse a la inteligencia militar que dirigía el general Otto Paldino.

Tras el golpe, Paladino fue nombrado secretario de Inteligencia y todos sus subordinados –que habían establecido su cuartel genral en un viejo taller mecánico del barrio de Floresta conocido como “Automotores Orletti– pasaron a engrosar las nóminas secretas de la SIDE.

Forese murió a mediados de marzo de 2000 a causa de un infarto en un hospital de Mar del Plata, ciudad en la que se había radicado, sin que la noticia saliera en los medios, confirmó un veterano ex militante de la CNU, grupo que le dio a la banda capitaneada por Gordon (a) “El Viejo” o “El Jovato” -constituída por asaltantes a mano armada que habían adquirido un auténtico placer en robar y matar- una colaratura ideológica fascista.

Los pistoleros de Gordon fueron reclutados primero por la ultraderecha peronista para integrar la Triple A, y seguidamente por los servicios secretos del Ejército.
El máximo dirigente del C. de O., Alberto Brito Lima, subordinó operativamente a su organización al jefe de la Policía Federal, comisario Alberto Villar, uno de loos jefes en las sombras de la Triple A, luego asesinado por la guerrilla montonera que voló su yate en el Tigre.

Especializado en peleas cuerpo a cuerpo en las que sobresalía por su buen manejo de las cadenas y manoplas, Forese fue junto con otros miembros de la banda, como Jorge Hugo Dubchak (a) “El Polaco”, César Enciso (a) “Pino” y Carlos Ernesto Castillo (a) “El Indio”, parte de la “pesada” que tenían base de actuación en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).

La banda llegó a la UOM de la mano del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, un sindicalista de extracción metalúrgica, muy amigo de Gordon. Luego de que Rucci fuera asesinado por Montoneros en noviembre de 1974, la banda de Gordon se lanzó a una orgía de sangre, especializándose en asesinar a dirigentes intermedios de la Juventud Peronista vinculada a Montoneros.

Los Gordon’s Boys compartían espacios con otro grupo de “pesados”, los custodios del secretario general de la UOM, Lorenzo Miguel, dirigidos por Juan Carlos Rodríguez (a) “El Gallego”. No se trataba sólo del espacio físico, sino también del “espiritual” pues los muchachos del Gallego Rodríguez también solían utilizar el nombre “Triple A” en sus tropelías nocturnas. Pero, como es sabido, no hay peor astilla que la del mismo palo, y para las huestes de Rodríguez pronto quedó claro que los muchachos de Gordon, capitaneados por El Polaco Dunchak, jamás se subordinarían a la autoridad de Miguel.

La situación se volvió insostenible cuando en julio de 1975 Juan Manuel Medina, el joven a quién Juan Perón había nombrado nada menos que secretario general del Movimiento Peronista en los difíciles tiempos en que se aprestaba a retornar al país, fue a la sede la UOM invitado por Miguel, quién le regaló un automóvil blindado.

A ver a Abal Medina, Dubchak, sacado y con los ojos inyectados de odio, proclamó reiteradamente y a voz en cuello su propósito de asesinar a “ese bolche”.

De comunista, el católico Abal Medina no tenía nada, pues provenía de las filas del nacionalismo aristrocratizante de Marcelo Sánchez Sorondo. Pero era hermano de uno de los fundadores de Montoneros, Fernando, quién se había entrenado en Cuba, lo que favorecía confusiones, sobre todo en energúmenos como El Polaco.

A la mañana siguiente, dos lugartenientes del Gallego, Eduardo Fromigue (a) “El Oso” y Juan Carlos Acosta, llegaron a la casa de Dubchak, en Wilde, y lo invitaron a “discutir unos asuntos con Rodríguez”.

Conducido a la UOM, el cuerpo de Dubchak fue descuartizado esa noche por un médico alemán, Rudolph Kramer, a fin de que pudiera ser metido en la caldera de la sede gremial.
Cuatro días más tarde, Kramer fue ametrallado cuando regresaba a su casa de Pilar.

Habían pasado otros cuatro días cuando El Gallego Rodríguez sorprendió a Pino Enciso en el momento de salir de su casa y le metió ocho plomos en el cuerpo. Sin embargo, Enciso sobrevivió y pudo identificar a sus agresores. La réplica de la Banda de Gordon demoró apenas unos días. La casa platense del lugarteniente de Rodríguez y asesino material de Dubchak, Eduardo Fromigué (a) “El Oso” fue sometida a una balacera tan intensa -respondida desde el interior- que sólo cejó cuando llegaron al lugar tropas del Regimiento 7 de Infantería.

Dubchak fue vengado la noche del 12 de octubre, cuando la Banda de Gordon sorprendió y ametralló a quienes lo habían secuestrado y asesinado. El Oso Fromigué y Juan Carlos Acosta estaban cenando con sus mujeres en la parrilla “Mi Estancia” de Florencio Varela, cerca de la rotonda de Alpargatas cuando se acercaron al lugar silenciosamente un Falcon blanco y un Torino negro.

Según el testimonio de la única sobreviviente, Silvia Rodríguez, viuda de Fromigué, fue Forese quién arremetió contra la puerta y entró al restaurante al grito de “¡Policía Federal! ¡Que nadie se mueva!”.

El Paqui habría sido secundado por Pino Enciso (quién, aunque había perdido un ojo, había sobrevivido al ataque del Gallego) y El Indio Castillo. Sin embargo, tiempo después la mujer (quizá amenazada) negó la veracidad de la declaración que había firmado en el policlínico donde se reponía de sus heridas, aduciendo que la habían presionado para que la firmase sin dejarla leerla con un mínimo de detenimiento.

Operación Cóndor

El golpe militar de marzo de 1976 encontró a la Banda Gordon trabajando para el servicio secreto del Ejército en “Automotores Orletti”, un taller de Floresta que se convertiría en el principal “chupadero” de la “Operación Cóndor”, la coordinación clandestina de la regionalización de la represión clandestina entre las dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil.

El lugar dependía entonces de la SIDE, a cuyo frente Videla había puesto al hasta poco antes jefe de la inteligencia militar, general Otto René Paladino, uno de los iniciadores de la Triple A, con una de cuyas hijas noviaba Pino Enciso.
Poco después, Forese derribó la puerta de la habitación del hotel Liberty, en plena avenida Corrientes, donde se alojaba el ex diputado uruguayo Zelmar Michelini, uno de los fundadores del Frente Amplio.

Forese fue reconocido por un cuñado de Michelini, que observó como la patota se lo llevaba. Ese mismo día, los hombres de Gordon secuestraron a un segundo ex diputado uruguayo, Héctor Gutiérrez Díaz. Los cadavares de ambos aparecieron horas después, acribillados, junto a los de otros dos connacionales, militantes tupamaros.

En julio, Forese derribó la puerta de la casa del periodista uruguayo Enrique Rodríguez Larreta, quien fue secuestrado junto a su mujer. Sus captores perpetraron otros dos secuestros antes de conducirlos a Orletti y poner a ambos en manos de militares uruguayos torturadores al mando del mayor José Gavazzo (a) “Nino”.

Ambos vivieron para contarlo. En total, una decena de sobrevivientes de Orletti identificaron entre sus cancerberos a un hombre corpulento, macizo, de mediana estatura, con mucho pelo y que alardeaba de lo mucho que había robado: El Paqui.

Al llegar la democracia, el enriquecido Forese pasó momentos de zozobra. Por entonces, junto a otros ex custodios de la UOM, compró el edificio del Sanatorio Central de Avellaneda, del que se conviertió en “director operativo” y al que lleva a trabajar al siniestro médico de la policía bonaerense Jorge Antonio Bergés.

Casi de inmediato, el gerente del sanatorio, Federico Jorge -también vinculado a la UOM- le pagó a una bioquímica del mismo con un cheque robado. Y marzo de 1985 fue el propio Forese quién le entregó un cheque robado a Fracchia Hermanos (La Oxígena), cheque que muy desprolijamente él mismo firmó.

Tras este escándalo, en mayo, Forese dejó el sanatorio para ir a trabajar al Congreso a las órdenes del presidente del bloque justicialista de diputados, Diego Ibañez, ex secretario general del Sindicato Unico de los Petroleros del Estado (SUPE) e íntimo de Alfredo Yabrán.

Sin embargo, en 1986 se vio obligado a ocultarse -aunque no mucho- al haberse librado contra él una orden de captura por sus violaciones a los derechos humanos. En octubre de 1987, sin embargo, aquella captura quedó sin efecto gracias a la “Ley de Obediencia Debida” sancionada por el gobierno radical bajo la presión de las sublevaciones carapintadas.

Poco después, Paqui comenzó a desempeñarse como directivo del Sanatorio Beltrán, también de Avellaneda. Desde entonces se multiplicaron las denuncias contra ambos sanatorios vinculados. Por presunto tráfico de drogas y también, en lo que hace al Central de Avellanda, por tráfico de bebés.

El 9 de septiembre de 1988 se produjo el “Viernes Negro”, cuando una patota parapolicial “reventó” una manifestación de la CGT en Plaza de Mayo. Los incidentes se iniciaron cuando un grupo rompe las vidrieras de la sastrería Modart. Enrique Rodríguez Larreta (uno de los uruguayos que sobrevivieron a su secuestro y reclusión en Orletti) denunció que uno de los vándalos, que habían sido fotografiados y filmados, era Forese.

Sin embargo, Forese adujo que en ese momento y desde hacía dos días se encontraba detenido en la comisaría 1ª de Avellaneda, ocasión que aprovechó para manifestar sus simpatías por Aldo Rico. Una joven cronista de Página/12, Nancy Pazos, logró poner en evidencia que se trataba de una detención trucha, arreglada con policías que protegían a Forese.

A principios de 1989, Forese comenzó a desempeñar ignotas tareas junto al secretario general del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), Juan Arce. Horas después de que Carlos Menem fuera elegido presidente, y tras una serie de intimidaciones que incluyeron sendas detonaciones de artefactos explosivos, Forese comandó un asalto armado a la sede del SOMU y reemplazó a Arce por el antiguo chofer de éste, Enrique Omar Suárez (a) “El Caballo”.

Integraban el grupo armado -que recibió el respaldo de los carapintadas de Aldo Rico- otro antiguo custodio de la UOM en las épocas del asesinato de Dubchak, Vicente Corvo (a) “El Tano” y Hugo Néstor Valle (a) “Teté” ex secretario general de los trabajadores químicos, socios de Forese en la explotación de las clìnicas de Avellaneda. Los tres mantenían una supuesta Unidad Básica en la avenida Mitre 3351, lugar que fue denunciado como depósito de armas e ignotas sustancias químicas.

Ya desde antes, de cuando el “Operativo Langostino” (1988) uno de cuyos principales implicados resultó un amigo de Forese (el directivo de la agencia de seguridad marplatense Vip’s y antiguo pistolero de la CNU, Eduardo Ullúa) menudeaban las sospechas sobre la participación de una red de miembros del SOMU en el tráfico de cocaína a través de los puertos de Mar del Plata, Quequén (Necochea) y Bahía Blanca. Desde que las huestes del Caballo Suárez y el Paquidermo Forese tomaron el control del sindicato, las acusaciones arreciaron.

Además del propio Paqui, dos de los directivos del SOMU mencionados en estas denuncias (ver la nota de tapa del semanario montevideano 20/21 del 6 de julio de 1990, titulada sintéticamente “Secuestrador de Michelini trafica drogas”) fueron los secretarios generales las filiales marplatense y necochense del SOMU, Carlos González Trasante y Mario Valente (a) “El Mono”, quienes ya habían sido investigados por el “Operativo Langostino”.

Cuando en abril de 1990 Valente estaba bajo la lupa de una comisión de la Policia Federal, desde un buque coreano que se disponía a atracar en el puerto de Necochea se arrojaron a las aguas centenares de kilos de cocaína, de los que pudieron ser rescatados 230.

En cuanto al uruguayo González Trasante, era conocido en Mar del Plata como “Tío Rico” o “Mc Pato”, lo que exime de mayores comentarios acerca de la riqueza personal que había conseguido acumular. Quién haya asistido en la ciudad atlántica al impresionante velorio del secuestrado y asesinado hijo del capo petrolero Diego Ibañez pudo comprobar que el jefe del SOMU local arrastraba consigo una custodia de dos decenas de hombres fuertemente armados.

Apoyado por González Trasante, Forese se convirtió en el “negociador paritario” del SOMU. Con este pretexto y el auspicio del entonces ministro del Interior, Julio Mera Figueroa, se reunía semanalmente con el subsecretario legal y técnico del Gobierno, Carlos Corach, en el despacho que este tenía en el edificio del viejo Ministerio de Bienestar Social lopezrreguista.

Corach lo recibía, es de suponer, no en su carácter de funcionario, sino en el de apoderado de la Cámara de Pesqueros Congeladores de Altura (Capeca), entidad controlada por quién era entonces el más poderoso empresario del sector, el recientemente fallecido Jorge Antonio, ex financista de Juan Perón e introductor de Monzer al Kassar a la Argentina.

Por entonces, uno de los hijos se encontraba vaciando la pesquera Estrella del Mar, involucrada en el Operativo Langostino. El primo de Al Kassar y entonces presidente del Centro Islámico de Buenos Aires, Mohamed Masud, declaró ante el juez federal de Mendoza Jorge Burad (en la causa abierta por la radicación ilegal de Monzer al Kassar y otros nueve traficantes de armas mayoritariamente árabes, incluyendo al yerno de Adnan Kashoggy y al judío británico Judaj Elazar Binstock, hoy virtual dueño del terreno sobre el que se yergue una ciudad de Marbella convertida en capital de la mafia globalizada) que Jorge Antonio pretendió transferirle Estrella del Mar a Al Kassar, pero que éste, considerándolo un presente griego, rechazó el convite, por lo que la pesquera, ya convertida en una cáscara vacía, quebró, lo que inició un rosario de vaciamientos y quiebras fraudulentas de pesqueras menores.

Por entonces, Forese había conformado una bullanguera barra de amigos con Enrique César Iglesias, secretario de Mera Figueroa y lugarteniente del fallecido caudillo de Catamarca, Vicente Leonides Saadí, y con Luis Palma, el altísimo esposo de Teresa Meccia, a quién Menem nombró embajadora en la República Dominicana.

Un chico de 12 años, José Rafael Llenas, fue secuestrado, apuñalado y degollado en Santo Domingo en mayo de 1996, por un primo suyo y un amigo de éste, Mario Redondo.

Redondo dijo haber recibido la orden de matar al pibe Llenas de parte de Palma. Al parecer, Llenas se disponía a denunciar a Palma ante sus padres de haberlo obligado a participar, además de en sesiones de sexo grupal, en una operación de tráfico de cocaína.

El escándalo le costó el cargo de embajadora a su mujer. Y su remoción permitió descubrir que le alquilaba al estado argentino como sede de la embajada una casa de su propiedad.

La justicia dominicana reclama la extradición de Palma para que sea juzgado en un oscuro caso en el que se mezclan alijos de cocaína y pederastía (el chico, según los forenses, había sido reiteradamente sodomizado con anterioridad a su muerte) pero el gobierno del presidente Menem jamás la concedió.

Harto de tantos escándalos y deseando un bajo perfil, desde entonces un Forese más gordo que de costumbre se había radicado junto a su mujer e hijos en Mar del Plata, donde seguía cumpliendo ignotas tareas para el SOMU. Hasta que hace dos semanas sufrió un infarto y murió en un hospital, en medio de un absoluto silencio.

Aunque su vida no tenga el “brillo” de la de su ex compinche Raúl Guglielminetti -el discípulo de Gordon que superó a su maestro- el silencio sepulcral que rodeo su òbito fue muy injusto. Con mucho menos, Tarantino podría hacer una película.

La politización del crímen

Aníbal Gordon encontró la piedra filosofal: hacer pasar por “políticas” las actividades criminales, conversando en una celda con Alejandro Giovenco, militante de la Juventud Peronista y agente de inteligencia de la Gendarmería a la vez. Giovenco lo introdujo en el ambiente sindical, a fines de los años ’60. Gordon purgaba una condena por asaltos a mano a armada y robo de autos, y Giovenco, estaba en prisión por el secuestro, en 1967, de un avión de Aerolíneas Argentinas que fue obligado a dirigirse a las islas Malvinas, donde los secuestradores plantaron la bandera argentina.

Aquella operación, hecha por jóvenes justicialistas con el apoyo detrás de bastidores de algunos aviadores nacionalistas, fue comandada por Dardo Cabo y se llamó “Operación Cóndor”, lo cual encierra dos paradojas.

La primera es que Cabo (al igual que otro miembros de aquella expedición, como Andrés Castillo, hoy dirigente de los empleados bancarios) evolucionaron hacia la izquierda, mientras la mayoría, incluyendo al entonces lugarteniente de Cabo, Giovenco, lo hicieron a la derecha.

Con el resultado de que unos y otros se encontraron en trincheras opuestas cuando se desató a balazos una feroz interna el mismo día del segundo y definitivo retorno de Juan Domingo Perón al país, el 20 de junio de 1973, en el puente 12 de la ruta a Ezeiza.

Tanto Giovenco como Cabo murieron de manera violenta. El primero en 1975, cuando tras salir de la sede de la Unión Obrera Metalúrgica le explotó una granada que transportaba en la esquina de Corrientes y Talcahuano luego de que amenazara con ella al kioskero de dicha esquina, de simpatías comunistas.

El segundo, que había dirigido los semanarios El Descamisado y El Peronista -voceros montoneros) fue asesinado junto a otros dos compañeros, como él arrancados de la cárcel platense en la que estaban confinados por una patrulla militar que les aplicó la “ley de fugas” a principios de 1977.

La mayor paradoja fue, con todo, que aquél mismo nombre, “Operación Cóndor” serviría luego, como ya se explicó, para designar la coordinación de los afanes represivos de las dictaduras del Cono Sur, que comenzó a materializarse orgánicamente luego de experiencias pilotos (como el asesinato en Buenos Aires del ex comandante del Ejército chileno, general Carlos Prats, en 1974) a fines de 1975 por iniciativa de la dictadura militar chilena.

Para entonces se estaba produciendo en Argentina un cambio: las AAA se habían quebrado con el alejamiento del país de su más conocido inspirador e instigador, el ministro de Bienestar Social José López Rega, alías “El Brujo”, y la mayor parte de los sicarios fue directamente reclutada por los servicios secretos de las fuerzas armadas. El fenómeno fue detectado por Rodolfo Walsh, quién al frente de un reducido grupo de policías federales reclutados por montoneros investigaba a la Triple A. De allí el eslogan que echó a rodar Montoneros, rápidamemte adoptado por la izquierda no peronista: “La triple A son las tres fuerzas armadas”.

Mientras secuestraba y acribillaba a balazos en los bosques de Ezeiza o en el camino a Punta Lara a opositores al gobierno de Isabel Perón, la banda de Aníbal Gordon utilizaba como base la sede de la UOM.

El pase de la “Banda Gordon” a los servicios secretos del Ejército se hizo al mismo tiempo que uno de los jefes en las sombras de las AAA, el general Otto Paladino se aprestaba a tomar el control de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) al producirse el golpe de marzo de 1976.

A partir de entonces, delincuentes de la talla de Gordon, Guglieminetti, Forese, Enciso y Eduardo Ruffo obtendrían una patense de corso estatal para secuestrar, robar y matar.

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