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“Con una ayudita de los amigos”

El Tesoro norteamericano y Trump apuntalaron la “pax cambiaria” que sostuvo a Milei hasta las urnas. La contracara: entrega de recursos estratégicos y reformas regresivas. Por Antonio Muñiz.

En la recta final hacia las elecciones legislativas del 26 de octubre, el gobierno libertario ejecutó una maniobra financiera de magnitud inédita para garantizar la estabilidad cambiaria. Un informe de economistas locales revela que, en las últimas 30 ruedas, se habrían vendido alrededor de USD 5.500 millones en el mercado spot. El Tesoro Nacional aportó USD 2.041 millones; el Banco Central (BCRA), USD 1.698 millones; y otros organismos públicos —entre ellos la ANSES y el Banco Nación— sumaron USD 480 millones adicionales.

A esto se agrega la escalada de la posición vendedora del BCRA en contratos de futuros, que alcanzó USD 6.844 millones a fines de septiembre, un aumento de más de USD 3.500 millones en apenas dos meses. El informe sintetiza: “No hay recursos para políticas sociales, pero sí dólares para los amigos”.

Sin embargo, la operación tuvo un sostén externo decisivo. El Tesoro de Estados Unidos intervino activamente en el mercado cambiario argentino, inyectando hasta USD 2.500 millones a través de bancos internacionales como Santander y Citigroup. Ese respaldo financiero se combinó con el apoyo político explícito de Donald Trump, quien elogió públicamente a Milei por “enfrentar al socialismo” y por su “valentía para transformar la Argentina”. El doble respaldo —económico y político— apuntaló la confianza de los mercados y revirtió la tendencia negativa en las encuestas.

El economista Paul Krugman lo definió como “una ayudita para los amigos”. Según el Nobel, la operación no buscó estabilizar la economía argentina, sino facilitar la salida ordenada de fondos de inversión internacionales, que vendieron activos locales a precios inflados gracias a la contención del tipo de cambio. “El dinero de los contribuyentes estadounidenses está apuntalando al peso para que los fondos de cobertura salgan sin pérdidas antes de la próxima devaluación”, señaló.

En paralelo, el sector agroexportador aportó USD 7.000 millones tras una reducción temporal de retenciones. El Gobierno la presentó como un incentivo a la producción, pero el informe advierte que fue “un negocio redondo para las grandes cerealeras”, con un costo fiscal de USD 1.500 millones que será compensado con un ajuste posterior.

En Brasil, este tipo de maniobra se denomina “populismo cambiario”: usar reservas y fondos públicos para mantener el dólar estable con fines electorales. Milei lo consiguió, pero al precio de reservas agotadas, deuda creciente y un futuro ajuste inevitable.

Los comicios del 26 de octubre de 2025 confirmaron la eficacia política de la estrategia: La Libertad Avanza se impuso en 15 provincias, alcanzando cerca del 40,7 % de los votos, mientras el peronismo triunfó en ocho distritos. El dólar mayorista cayó a ARS 1.355, una apreciación del 9 %, celebrada por los mercados como señal de continuidad del rumbo económico.

Pero detrás de la euforia electoral se oculta la contraprestación exigida por Washington, el FMI y el círculo rojo local. El apoyo político y financiero está condicionado al acceso privilegiado de empresas norteamericanas a sectores estratégicos: recursos naturales (litio, tierras raras, gas, petróleo), energía, hidrovía Paraná–Paraguay, telecomunicaciones, energía atómica, aeroespacial y minería. En paralelo, se exige avanzar con reformas estructurales en los sistemas previsional, fiscal y laboral, que implican pérdida de derechos para la población, especialmente para los trabajadores y la clase media.

Estas reformas —impulsadas por el FMI, los grandes grupos empresarios y sectores del poder financiero— apuntan a abaratar el costo laboral, reducir las jubilaciones y eliminar impuestos y subsidios en áreas sensibles. Bajo el argumento de la “modernización”, se reedita el viejo programa neoliberal: ajuste permanente, privatizaciones y apertura indiscriminada de la economía.

La combinación de sometimiento externo y desregulación interna conforma un escenario de fuerte regresión social. Mientras los capitales extranjeros consolidan posiciones en sectores estratégicos, los trabajadores enfrentan una nueva etapa de precarización y pérdida de poder adquisitivo.

Epílogo
El “anclaje electoral” de Milei cumplió su objetivo inmediato: contener el dólar transitoriamente, ganar tiempo y votos. Pero el costo político y económico es monumental. El Tesoro estadounidense y Trump respaldaron al gobierno libertario a cambio de acceso a los recursos estratégicos del país y de la profundización del ajuste estructural que reclaman el FMI y el poder económico local.

Argentina ingresa así en una nueva fase de tutelaje externo, donde las decisiones clave se negocian fuera del país y las consecuencias recaen sobre la sociedad. La historia vuelve a repetirse: primero la “ayuda”, luego la entrega y, finalmente, el ajuste.

Esta vez, la factura será pagada por los mismos de siempre: los trabajadores, los jubilados y la clase media argentina.

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