Kelly Olmos: “El mundo es pequeño y el peronismo es muy grande”

Detrás de la persona | De la Siberia de Urquiza al Congreso, Kelly Olmos combina confidencias y política: recuerdos familiares, discusiones de poder y la convicción de que la rebeldía también se vota. Entrevista de Carlos Mackevicius.

Es el último sábado de campaña y la segunda candidata a diputada nacional por Fuerza Patria en la Ciudad de Buenos Aires, Kelly Olmos, recibe a Revista Zoom en su antiguo departamento del barrio de Once, donde vive desde el año 1981. Lo que diríamos una mujer afincada. “No tenemos alma de gitanos” va a decir ella, risueña. Son las diez de la mañana y hace un día típicamente porteño y primaveral, hay sol y corre fresco en la mejor ciudad del mundo. La pelusa de los plátanos, sin embargo, se ocupa de patentizarnos que lo perfecto o no existe o no nos está disponible. Nos recibe su esposo de toda la vida, Orlando Olmos; ella se disculpa y nos pide unos minutos, comenta que recién termina su clase de yoga. 

Kelly Olmos nació en 1952 y milita en el peronismo porteño desde los 17 años. Se puede decir, sin lugar a dudas, que conoce de lo que habla, sabe quién es quién, entiende de poder y, sobre todo, vivió como protagonista (de mayor o menor envergadura pero siempre desde adentro de la política) todas las épocas del peronismo y del país. Desde el Luche y Vuelve de sus inicios militantes en el FEN de Pajarito Grabois y la Juventud Peronista de Guardia de Hierro, la primavera camporista, los años de la última dictadura militar, el peronismo de los ochentas (donde compartió espacio con la también candidata porteña este 26 de octubre Patricia Bullrich, de quien nos va a hablar), el liderazgo de Carlos Grosso y la década del noventa entera bajo la presidencia de Menem, hasta los primeros años kirchneristas con Néstor, los gobiernos de CFK, y el de Alberto Fernández, en el que llegó a ser ministra de Trabajo de la Nación.

Judía pobre de pieza de inquilinato y de escuela de Yddish a contraturno, criada en un hogar obrero de un barrio por entonces periférico como la Siberia (esa zona de Villa Urquiza que va desde Congreso hasta el Parque Saavedra y desde Triunvirato hasta Constituyentes), la jovencita fabriquera que invitada por su maestra de grado en la escuela recitaba versos gauchescos en las fiestas patronales de la parroquia Cristo Rey y que conversaba con el cura alemán en algún tipo de dialecto indoeuropeo -mezcla de yddish y alemán-,  que va a recibirse de economista en la UBA luego de egresarse del prestigioso Carlos Pellegrini, se enorgullece hasta la conmoción de lo que entiende es la “integración nacional” argentina, concepto del que se piensa a ella misma como un testimonio vivo. 

En algún fragmento de la charla también se va a mostrar conmovida por haber sido reconocida por sus compañeros de militancia con esta posibilidad de llegar a ser elegida diputada nacional. Junto a un gato silencioso, anaranjado y peludo que pasea por debajo de la mesa mientras conversamos, y mientras Orlando nos sirve café y agua, cuando se entera que viene en camino un fotógrafo, Kelly va a pedir unos minutos más para maquillarse. El departamento del Once -donde llegaron a vivir siete personas entre hijos, abuelas y personal de servicio- ahora solo ocupa al matrimonio y al gato. En este ambiente de estilo levemente kitsch y saturado de recuerdos y cosas que acumulan vida -solo en esa casa- desde hace más de cuarenta años: cuadros, tapices, imágenes, chucherías, reliquias, artesanías, estatuillas, objetos y elementos que van desde memorabilia peronista, tradición hebrea, arte pop, andino y precolombino, elementos new age, hasta un paquete de Peronachos sobre la antigua y maciza mesa de madera que ocupa el centro del comedor donde nos recibe, nos zambullimos en esta conversación con una militante política, un cuadro todo terreno del desde hace tanto tiempo vidrioso y en buena medida enigmático peronismo porteño.

Crédito: Alfredo Luna

            —Tenía pensado arrancar con unas preguntas sobre tu vida más personal, para salir un poco del discurso electoral. Y justo me contás lo del yoga, me da curiosidad saber…

            —Hago yoga hace varios años, tres veces por semana. Comienzo el día con el yoga, tengo una compañera que además vive en esta cuadra y viene a conducirme en el ejercicio. Y eso me da elasticidad, tonificación de los músculos, y también un poco de… No sé cómo decirlo, tranquilidad, baja las tensiones y mejora el estado general.

            —¿Te divierte hacerlo o lo hacés solo porque te hace bien?

             —Lo hago sólo porque me hace bien. No tengo tendencia a la actividad física (risas). No soy muy deportista. Pero siempre una parte de ejercicio hace bien. Muchos años hice cinta también.

            —¿Cinta de caminar?

           —Sí. Pero ahora siento que necesito mejorar la elasticidad, ¿no? Y entonces el yoga para mí es muy importante.

            —¿Meditás?

            —Probé alguna vez. Pero no, prefiero el yoga, que también implica a la mente, ¿no? Así que hay un aspecto que no es la meditación, pero sí la relajación, la respiración, la concentración que lo aporta el yoga.

            —¿Dónde naciste?

            —Los primeros años en Villa Urquiza, en una zona que se llama, o le decían, “La Siberia”, porque era la parte obrera de Villa Urquiza, donde estaba la fábrica donde trabajaba mi mamá, la fábrica textil Grafa. También estaba la Nestlé, la Philips. Y entonces el barrio donde yo nací, o me crié, digamos, los primeros once años de mi vida, era el barrio obrero. Todos trabajaban en alguno de esos ámbitos… estaba Lumilagro también, o algún taller metalúrgico. Había mucho taller metalúrgico en esa zona.

            —Es la parte que va para Constituyentes, ¿no?

            —Exacto. La que limita con Villa Pueyrredón y la división entre ambos barrios es Constituyentes, entre la avenida Congreso y el Parque Saavedra, un barrio de casitas bajas; y por eso cuando se extiende el subte –porque era una zona muy aislada del resto del centro y del resto de la ciudad– esa zona fue muy codiciada y se fue transformando, se fue densificando. Todavía tengo un primo mío que vive donde vivía mi abuela…

            —Y me dijiste que tu madre era obrera en una fábrica de ahí…

            —En la fábrica Grafa, que era la más importante textil del país junto a Alpargatas, eran las dos grandes textiles que hacían las telas para, por ejemplo, todo lo que fuera ropa blanca y también las primeras telas de lo que ya denominábamos Far West, el jean. En esa época la marca era la de Grafa, Far West: los vaqueros. Y en esa época eso era muy insalubre, porque todo el barrio se llenaba de pelusa de algodón. Ahora vos entrás en una planta textil de esas características y no hay una gota de algodón porque además afecta la calidad del hilo. Hay una serie de mecanismos de absorción en el piso que aspiran esa pelusa, pero en mi época cuando yo nací, era como en los Peaky Blinders, ¿viste? Era bastante gris, las zonas fabriles, y había muchísima pelusa en todo el barrio por eso casi todos tenemos problemas bronquiales.

            —¿Desde aquella época?

            —De aquella infancia, sí.

            —¿Vos también?

            —Yo tengo híperactividad bronquial. Y yo supongo que viene de ahí, sí, porque mi vieja también tenía, era bastante común.

            —¿Y ella qué hacía en la fábrica?

            —Mi mamá estaba en control de calidad, tenía que contar cuántos nudos había en el hilo por cada metro.

            —¿Y tu padre a qué se dedicaba?

            —Mi viejo era vendedor ambulante en el interior del país. Tenía un Ford A, tengo todavía la foto después te la muestro. Viajaba y vendía. Bastante típico de los inmigrantes, yo soy primera generación argentina en mi familia.

            —¿Hacía corretaje?

            —No, corredor no, vendedor. Lo que había eran sistemas de cooperativas que proveían la mercadería, y vos si eras socio -como el caso de mi papá o mi abuelo- sacabas la mercadería de las cooperativas, que vendían a plazo. En yiddish se dice «cuentenic» [1], el que llevaba las cuentas, porque todos tenían las tarjetas con los créditos que otorgaban y se iban pagando mensualmente. No había tanta tienda y se vendía mucho las piezas de tela porque la gente se hacía la ropa en la modista del barrio.

            —¿Y él vendía textil o de todo un poco?

            —No, mi papá en el interior vendía de todo un poco. Sobre todo vendía ropa para tamberos, las camperas gruesas de tambo y mucha herramienta.

¿En tu casa materna se hablaba yiddish?

            —Ese es mi idioma materno, sí.

            —¿En lo de tu abuela también?

            —Sí, es lo que se hablaba dentro de la casa. Además, yo iba a la mañana a la escuela estatal y a la tarde a la escuela de yiddish.

            —¿También ahí por Urquiza?

            —No, en Almagro.

            —¿Y para tu padre ser socio de estas cooperativas estaba relacionado a pertenecer a la colectividad judía o no tenía nada que ver una cosa con la otra?

            —Sí, a la colectividad y específicamente a algún ámbito, ¿no? Uno tenía que ser socio de esa cooperativa. Eran mecanismos comunitarios, pero eran cooperativas abiertas. Por ejemplo, una donde compraba mi abuelo era en la calle actualmente Perón, en ese momento Cangallo, entre Bulnes y Mario Bravo, ahora hay un enorme garage, eso era una cooperativa. Mi papá y mi abuelo también participaban de otra cooperativa en esta zona, primero de Villa Urquiza, que estaba en la calle Valdenegro. Eran abiertas al público, no eran lugares clandestinos, eran grandes ámbitos de provisión.

            —¿Y esa Kelly de la Siberia, hija de una obrera de la Grafa que contaba los nudos de los hilos, se podía imaginar que una cantidad de años después iba a ser ministra de Trabajo de la Nación? 

            —Eso era la Argentina de Perón. Les guste o no, aunque lo combatan y logren políticas extremadamente regresivas… por eso ahora Milei viene por todos los aspectos o todas las políticas públicas que permiten esto, ¿no?, que permiten que la hija de un colectivero sea presidenta de la Nación, como fue Cristina Fernández de Kirchner. O me permite a mí siendo hija de una obrera textil y un vendedor ambulante acceder a ser ministra. Siempre sobre la base de las políticas públicas, de escuela pública, universidad pública, salud. Y el esfuerzo personal. Yo estudié el secundario en el Carlos Pellegrini, ahora te voy a explicar por qué. Pero para poder sostener eso salí a trabajar a los quince años, como ayudante de contadora. Así que trabajo desde los quince años y empecé a militar a los diecisiete, cuando todavía estaba en el último año de la escuela secundaria.

            —Ahí nos vamos a meter, pero antes contame un poco más la adolescencia… A los once me dijiste que te fuiste de La Siberia.

            —Sí. Nosotros vivíamos entre la casa de mi abuela y una pieza de inquilinato, y a los once años mis padres pudieron alquilar un departamentito en un PH en Almagro, en Sarmiento y Salguero.

Y eso fue un pasito para arriba para la familia…

            —Y sí, de una pieza de inquilinato a un departamentito muy humilde en un PH, pero… 

            —¿Tenías hermanos?

            —No, hija única.

            —¿Y cómo es que terminás yendo al secundario Carlos Pellegrini si no venías de ese mundo de clase media?

            —Mirá, porque mi mamá era una persona extremadamente inquieta. Como yo digo, la verdadera feminista era mi vieja. Ella tuvo que ir a trabajar a la fábrica a los catorce años, pero su voluntad siempre había sido estudiar. Ese fue su pesar: no haber podido hacerlo. Y, por supuesto, esos mandatos se transmiten. Entonces, cuando yo estaba terminando el primario, su inquietud hacía que, cuando hablaba con las otras mamás y con las maestras, siempre preguntara. Y una vez alguien le sugirió que me llevara a hacer un test vocacional. Así fuimos descubriendo cosas, porque todo era ir descubriendo en una comunidad nueva, ¿no? Descubrimos que había un sistema, una oferta de test vocacionales en el colegio Bernasconi. Público. Todo lo que te estoy contando tiene que ver con políticas públicas.

Fuimos, me hicieron el test vocacional y le dijeron a mi mamá que yo tenía mucha capacidad, que lo que eligiera podría afrontarlo. Pero que, como tenía tanta preocupación por la situación social de mi familia, convenía que estudiara para perito mercantil, porque en ese momento esa era la salida laboral. Y agregaron que, si iba a elegir perito mercantil, intentara hacerlo en el Pellegrini, porque yo podía asumir un desafío más exigente.

Ahí averiguamos que existía el Carlos Pellegrini, ¿te das cuenta? No teníamos la menor idea. Y cuando llegamos a la escuela todavía me podía inscribir, pero estábamos a quince, veinte días del examen de ingreso. Así que la hermana de otra compañerita de la escuela me preparó con los resúmenes Leroux.  Yo cuento todo esto y obvio que estoy contando historia del siglo pasado (risas). Los resúmenes Leroux eran unas publicaciones que usaban en general los chicos para dar los exámenes de diciembre, ¿viste? Bueno, me preparé en dos semanas y di dos exámenes de ingreso. Para el Bermejo y para el Pellegrini, porque si vos no aprobabas en el Pellegrini quedabas afuera,  ellos no tenían un sustituto. Así que aprobé ambos exámenes y fui a estudiar al Pellegrini.

Crédito: Alfredo Luna

            —Y cuando se fueron a Almagro ¿tu mamá siguió trabajando en Villa Urquiza en Grafa?

            —No, estuvo un tiempo de ama de casa pero aprendió podología y pedicuría. Iba a las casas y hacía pedicuría a domicilio.

            —¿Y vos cómo te enganchás a militar en el peronismo? ¿Es a través de la militancia secundaria?

            —En la secundaria, sí. Un compañero de estudios, un compañero de banco, que después se hizo dirigente radical pero que en ese momento era muy peronista, venía de una casa en la que el papá había sido un militante de la Resistencia.

            —¿Se puede decir el nombre?

            —No sé, no le pregunté a él… Pero no creo que tenga problema porque no estamos diciendo nada malo. Oscar Muiño, que es periodista. Tuvimos la inquietud y empezamos a ver. Era el primer aniversario del Cordobazo y fuimos juntos a esa convocatoria que se hacía y eso a mí me fue involucrando.

            —O sea, mayo de 1970…

            —En el 70, el último año de Onganía…

            —O sea que ahí te enganchaste en el peronismo…

            —Yo buscaba algún ámbito de militancia peronista ¿Por qué? Porque ya te digo, yo creo que fue la enorme influencia de mi barrio natal.

            —La Siberia.

            —Claro, ahí todo el mundo era peronista salvo nosotros (risas).

            —Tu familia no era peronista.

            —No, mi familia era inmigrante. El peronismo no existía en la Europa central de la que venía mi familia…

            —¿Estaban politizados?

            —Sí, muy politizados y por eso afortunadamente escaparon de Europa y se salvaron. Porque el resto, el 90% de mi familia, fue asesinada en los campos de concentración.

            —¿Tus padres venían de qué ciudades?

            —Mi mamá nació en un pueblito llamado Burshtín, al lado de una ciudad que se llama hoy Lviv, y es muy conocida. Está en Ucrania ahora, cuando ella nació era Polonia, cuando nació mi abuelo era Imperio austrohúngaro. Primero fue Imperio austrohúngaro, después Polonia, después Unión Soviética, ahora es Ucrania. Desde esa ciudad hay muchos corresponsales de guerra, es la ciudad importante más cerca de la actual Polonia. Pero mi mamá nació en un pueblo alrededor de eso, que se llamaba Burshtín. Y mi papá nació en un pueblo que se llamaba Jotín, que los dos existen, pero yo ya no tengo familia. Cerca de una ciudad llamada Chernivtsi, eso está en Besarabia. Lo de mi mamá en la provincia de Galitzia, lo de mi papá en la provincia de Besarabia. La mayor parte de la provincia de Besarabia es Moldavia. Pero el pueblo de mi papá quedó también en Ucrania. Así que hoy los dos pueblos están en Ucrania. Pero yo no siento tener nada que ver con eso.

“Todo lo lindo, a lo que además uno podía acceder y que valiera la pena,
lo habían hecho Perón y Evita”

            —¿Eran socialistas?

            —Eran progresistas…

            —¿Y cómo enganchás en concreto con esta búsqueda militante?

           —Para mí, la influencia del peronismo es una influencia barrial de la infancia. En ese barrio eran todos peronistas. Gran parte de mi infancia y de mi juventud estuvo proscripto el peronismo. Sin embargo, nosotros, los chicos, vivíamos después del colegio en la calle y compartíamos los mates, se usaba mucho el mate de leche para los chicos en esa época. Y si pasaba un avión había que mirar al cielo a ver si era el avión negro en el que iba a regresar Perón. En un barrio obrero de esas características, todas las cosas lindas que había las había hecho Perón o Evita. Todo. Si había dispensario, si había sociedad de fomento, si había club deportivo, si había pabellones de vivienda. Imagináte, si uno vivía en una pieza de inquilinato y veía no sólo los chalets, que aún hoy son hermosos, sino el pabellón de viviendas de Constituyentes y General Paz, no sabés lo que eran esos departamentos por dentro. Todo lo lindo, a lo que además uno podía acceder y que valiera la pena, lo habían hecho Perón y Evita. Y además, yo sentía la necesidad de encontrar también mecanismos de más integración con la comunidad en la que estaba viviendo.

Incluso, por ejemplo, en la infancia, a mí me gustaba mucho recitar. Tenía una maestra en la escuela, Vicenta Santoro se llamaba. Mirá que todavía me acuerdo, era profesora de recitado, se usaba mucho en ese momento el recitado. Y me enseñaba. Y entonces en la iglesia que había en Villa Pueyrredón cerca de la escuela, que era la Iglesia Cristo Rey, había curas tercermundistas y uno era de origen alemán. Entonces él me hablaba en alemán y yo le hablaba en yiddish que es un alemán muy antiguo, ¿no? Pero es como hablar un dialecto del mismo idioma. Y él siempre me invitaba a las fiestas parroquiales para que yo recitara en esa fiesta. Y mi mamá estaba encantada de que yo recitara en las fiestas de la Iglesia de Cristo Rey (risas) en Villa Pueyrredón.

            —Qué cruza de todo: escuela pública, colectividades, parroquia…

            —¡Qué integración! Eso es la Argentina. Eso es lo que yo desearía que siguiera siendo siempre la Argentina.

—¿Y cómo sigue la militancia en el colegio secundario y juventud?

            —Sí. Cuando llego a la universidad, fines de los 60, me recibo en el Pellegrini e ingreso en la universidad, directamente busco la agrupación del FEN (Frente Estudiantil Nacional) que estaba en la facultad. Ahí empiezo a tomar contacto y comienzo a militar activamente, ya sistemáticamente. Siempre estudiando, trabajando y militando.

            —¿En la Facultad de Cs. Económicas de la UBA?

            —Sí. En el FEN, que después fue OUTG (Organización Única para el Trasvasamiento Generacional), pero primero era FEN. Y antes fue RRFEN: Renovación Reformista Frente Estudiantil Nacional. Fue la evolución de un sector que no era peronista originalmente y que empezaba a optar por el peronismo.

            —¿Es el de Pajarito Grabois?

            —Sí, mi primer jefe político fue Roberto Grabois, el padre de Juan.

            —¿Jefe directo?

            —No, jefe de la agrupación, al que uno veía de vez en cuando. Y tantos años después, ahora voy como candidata a diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires y por la provincia va el hijo de mi primer jefe político, Juan Grabois. Porque vos recordá siempre que el mundo es pequeño y el peronismo muy grande. Y yo aspiro a que siga siendo cada vez más grande, porque la vocación del peronismo debe ser, siempre, la de encarnar la opción de emancipación nacional. Y para eso tiene que ser mayoritario, y resolver todas sus diferencias internas, siendo siempre capaz de sumar.

“Creo en las internas. Si se puede sintetizar por consenso buenísimo, y si no hay que consultar a la gente en un proceso interno”

            —Bueno, ya que te metiste directamente ahí ¿cómo ves esto de las diferencias internas en términos más conceptuales? ¿Estás más a favor de buscar siempre una síntesis, o estás más a favor de debatir las posiciones y que se salde a través de la disputa interna?

            —Creo en las internas. Mirá, yo creo que el debate es y tiene que ser permanente. Y además en la lucha de poder -porque es política esto- si se puede sintetizar por consenso buenísimo, y si no hay que consultar a la gente en un proceso interno.

            —Hace mucho que no hay competencia interna en el peronismo porteño…

            —Bastante, y en todos lados digamos. Y, porque el acceso al poder de Néstor Kirchner y luego de Cristina constituyeron una hegemonía importante como política ordenadora del peronismo. Y, en esa situación, no es que no existió el debate, siempre existió con mayor o menor intensidad, pero la síntesis venía producto de una hegemonía política. Y bueno, mientras exista esa hegemonía se puede ordenar, y si no se ordena por esa vía tiene que ser por una elección interna.

            —Puede existir hegemonía y que ese liderazgo se valide y se legitime en elecciones internas, también, ¿no? ¿O la existencia de hegemonía necesariamente tiene que en anular la competencia interna..?

            —Es que siempre hay internas. Vos convocás a internas y empezás a construir la lista. Cuando lográs una lista de unidad, se proclama. Las internas nunca se abolieron. Hay convocatoria, pero si lográs armar la unidad, la proclamás. Y si no tenés que ir a la votación.

Crédito: Alfredo Luna

            —¿Y no creés que en tanto tiempo con esta metodología que se fue dando de proclamación o de “consenso” se fue achicando el espacio?

            —Bueno, depende qué tome uno como referencia. Objetivamente cuando Cristina accede a su segundo mandato logra un 54%. Hoy el peronismo está en el intervalo del cuarenta y pico por ciento en términos nacionales. Así que efectivamente hay una reducción que requiere volver a sumar y tener la capacidad de volver a incorporar.

—¿Por qué creés que el peronismo porteño no parió un dirigente competitivo en términos electorales como la mayoría de los peronismos provinciales?

—Sí, sí, hasta ahora ha sido así, al menos después de Grosso. Porque Grosso ganó la elección del 89, aunque no era candidato. Mirá, yo creo que, como en muchas cosas de la economía argentina y de la política argentina actual, la acción de la dictadura militar dejó sus huellas. Acá hubo una política de la dictadura de expulsar a la industria y de hacer una política urbana que fue expulsando a los sectores del trabajo afuera del perímetro de la ciudad. Ya antes la dinámica de las ciudades capitales suele ser confrontativa con las políticas nacionales, acá y en todos lados. Pero lo que hizo la dictadura fue fuerte desde ese punto de vista, y los últimos años del macrismo también. La política urbana, el diseño urbano de la Ciudad de Buenos Aires es expulsor de los sectores del trabajo. Pero bueno, ahora Milei está empobreciendo a las clases medias, así que si uno va al sector por ejemplo de la comunidad universitaria actual, de la comunidad científico-tecnológica, de la comunidad docente, de los empresarios PYME, Milei los está empobreciendo aceleradamente. Con lo cual, creo que tienen que volver a mirar la propuesta política que formule el peronismo. Porque es la que vuelve a plantear la posibilidad de reconstruir un proyecto de desarrollo inclusivo que les dé otra perspectiva, ¿no?

            —Me da la sensación de que hay una hipótesis dando vuelta, no enunciada pero que de alguna manera se trabaja sobre esa premisa, que es que el peronismo no puede ganar la Ciudad de Buenos Aires. Entonces siempre está la opción de meter extra-partidarios encabezando las listas, o tomando distintas diagonales o atajos o rodeos para que el peronismo no lleve una expresión propia.

            —Yo no lo llamaría atajo ni rodeo. Creo que hay que tener una inteligencia electoral. El peronismo es situado. ¿Qué quiere decir? Que tenemos una doctrina. Nosotros aspiramos a construir una patria justa, libre y soberana, y tenemos una concepción muy clara: para nosotros, patria y pueblo son una misma identidad. No queremos que haya una patria rica porque tiene minerales si su pueblo es pobre. Para nosotros, la patria es rica cuando su pueblo vive con dignidad. Esa es una concepción.

Ahora bien, ¿cómo nos organizamos para gobernar la Argentina? Tenemos que hacer un análisis político situado: de las relaciones de poder, del contexto internacional. Perón decía que la verdadera política es la política internacional. Nosotros no somos el dogmatismo de una izquierda que tiene un solo método y una sola forma de construir. Somos el movimiento de emancipación nacional de la Argentina, y eso nos da una determinada flexibilidad, que implica, además, desafíos muy importantes. A veces acertamos, y muchas otras veces no. Pero, en ese marco, hay que construir estrategias. La estrategia del peronismo es siempre sumar. En el origen, cuando el peronismo aún no existía, se sumó a conservadores, radicales, comunistas, socialistas. Después, durante la Resistencia, se sumó a sectores sociales que habían sido vanguardia del antiperonismo. Y luego fuimos la vanguardia del peronismo para el regreso de Perón.

¿Me entendés? Es decir, nosotros somos doctrinarios, no dogmáticos. Construimos política situada, haciendo un análisis del contexto internacional, nacional y de las relaciones de poder. No es que vamos a buscar a cualquiera, pero hay compañeros y compañeras de camino que, viniendo de otro origen, pueden converger en la misma vocación. Uno no puede negarse. La pregunta no es tanto de dónde venimos, sino hacia dónde vamos y cómo podemos fortalecer el camino que queremos recorrer. En ese sentido, no somos sectarios -a veces lo somos, y es un error-, pero no debemos ser sectarios ni excluyentes. Es una de las verdades del peronismo. Eso no significa ser pragmáticos: no aceptamos cualquier cosa, o al menos no deberíamos hacerlo. Pero sí debemos ser flexibles para poder acompañar la evolución. Eso nos enseñó Perón.

            —¿O sea que vos creés que en Buenos Aires, por todo esto de que la industria y el trabajo fueron expulsados, el peronismo no es competitivo como para ganar?

            —Sí, lo es. Pero no solo, sino construyendo una opción que pueda ser ganadora, en la cual el peronismo tenga un rol central, pero no excluyendo.

           —Bueno, para meternos un poquito más en la campaña y hace un ratito hablaste de las relaciones internacionales. Te quería llevar ahí porque justo es una semana donde se dio el acuerdo propiciado por EE.UU para Israel y Palestina, y el gobierno de Milei tiene una política muy activa de intentar una…

            —De alinearse con la política de Estados Unidos y del gobierno de Netanyahu.

            —¿Qué visión tenés del asunto?

            —Mirá, yo tengo una visión crítica, muy crítica, del gobierno de Netanyahu. Tan crítica de Netanyahu como de Milei, o más, porque ahí hay muchas vidas en juego. Acá también, de otra manera, pero también. Yo creo que el análisis político de la situación en Medio Oriente tiene que ser capaz de entender que ni Hamás es el pueblo palestino ni Netanyahu es el pueblo de Israel. Son expresiones políticas que —si me preguntás— te diría que son funcionales entre sí. Hamás es funcional a Netanyahu, y por eso Netanyahu la financió durante mucho tiempo. Para mí, ni Hamás ni Netanyahu son capaces de construir la solución de los dos Estados que puedan convivir. Y esa es, justamente, la solución que creo que hay que alcanzar.

            —¿Y del gobierno de Trump qué caracterización hacés?

            —Yo creo que tiene mucha vocación de recuperar el protagonismo de Estados Unidos en un momento en el que claramente está en retroceso como poder dominante en el mundo. Lo cual no quiere decir que no tenga poder: lo tiene, y mucho. Pero, objetivamente, ya no conserva la hegemonía que supo tener. Tenía un compañero que se dedicaba mucho al análisis de política internacional, Pepe Paradiso, y él, citando a Gramsci, solía decir que los imperios en retroceso son muy dañinos. Que no creamos que, porque están en retroceso, no tienen capacidad de daño; todo lo contrario.

            —¿Y creés que Argentina tiene alguna posibilidad de sacar algo en una alianza con Estados Unidos o debería pivotear un poco más entre las dos potencias y ver qué puede sacar?

            —Para mí, la política internacional de un gobierno popular en la Argentina pasa, primero y principal, por afirmar la unidad de América Latina, construyendo un eje fuerte con Brasil. Te lo digo en términos estratégicos, por supuesto: si gobierna Brasil Bolsonaro, es muy difícil. Pero nosotros tenemos denominadores comunes con el PT que debemos fortalecer, porque ese eje es el que puede enhebrar al resto de la unidad del continente. Por eso Estados Unidos siempre actuó, ya sea a través de las cancillerías o mediante intervenciones más directas, para destruir esa posibilidad. Si no construimos ese eje, América Latina va a seguir balcanizada y, en consecuencia, con mejores o peores perspectivas en cada país, pero en una situación poco competitiva en un mundo de grandes bloques.

Así que la primera voluntad tiene que ser la de construir un eje con Brasil y una unidad continental. De hecho, cuando la UNASUR fue el emergente de esta política con capacidad de iniciativa, logramos sacar al 40 por ciento de los pobres de América Latina hacia la clase media. Datos de la CEPAL, no estoy hablando en abstracto. Después vino una etapa en la que el imperio volvió a intervenir activamente, generando un retroceso político y económico en América Latina. Por eso esa debe ser la primera prioridad. Desde ahí, la capacidad de negociación con el resto del mundo, con Estados Unidos, China o Europa, si la ejercemos en bloque, sería lo mejor. Y si no, también hay que ser capaces de articular siempre en función de los intereses nacionales.

Crédito: Alfredo Luna

            —¿Cómo ves a Buenos Aires, la gestión, la política de la ciudad?

            —¡Es espantosa, espantosa! Muy funcional a Milei. Están vaciando la educación pública con la excusa de la matrícula. En vez de salir a convocar y fortalecerla, están cerrando aulas, intentando cerrar escuelas, con un criterio puramente inmobiliario. Quieren quedarse con los predios y venderlos rápidamente. Lo mismo ocurre desde el punto de vista hospitalario: es un vaciamiento del presupuesto tremendo. La obra pública, después de la derrota tan fuerte que tuvieron en mayo, la mejoraron un poco en los aspectos escenográficos, pero nada más.

Acá se densifican barrios sin hacer la infraestructura que corresponde. Y si vas hoy a los barrios populares, bueno, vos ves… Lo mejor que hicieron fue en la etapa de Rodríguez Larreta, pero si comparás lo que construyó Rodríguez Larreta con lo que construimos nosotros en el Procrear, en el mismo período, te das cuenta de qué concepción tenemos nosotros y cuál tienen ellos sobre lo que debe ser una política pública de vivienda hacia los sectores con menos recursos.

Ellos ven a los pobres como a quienes hay que darles cosas de pobres, exactamente como lo relataba Eva Perón. Entonces, vos ves las construcciones que hicieron dentro de, por ejemplo, la 1-11-14, el último Barrio Rivadavia o la Villa 31, y siempre faltan diez guitas para el mango, ¿viste? Todo lo dejan a medio hacer: con una provisión de agua precaria, de energía eléctrica precaria, materiales precarios. Todo precario. Andá y fijate lo que construyó el Procrear en nuestro último gobierno, incluso desde la etapa inicial con Cristina. Vas a ver los barrios que hicimos: el barrio en la Estación Buenos Aires, el barrio en el Playón de Chacarita, en Pompeya. Es decir, son dos concepciones completamente distintas.

“Cuando te dicen que la Justicia Social es un robo es porque la quieren toda para ellos”

—Acá hay que entender una cosa. Ellos dicen que la justicia social es un robo, y para nosotros la justicia social es la columna vertebral de la construcción de una comunidad con dignidad. El valor económico lo genera el trabajo humano. Por supuesto, la magnitud de ese valor está relacionada con cuánto capital y con qué densidad tecnológica se realizó ese trabajo. Pero eso quiere decir que, como ha intervenido el trabajo para generar valor y también el capital, el peronismo tiene una forma muy clara de resolver cómo ese valor debe repartirse.

Tiene que ser sobre la base de una negociación donde el trabajo va organizado, el capital va organizado, interviene también el Estado y se resuelve esa distribución de una manera no antagónica. Esa es nuestra vocación. La de ellos es la codicia. Cuando te dicen que la justicia social es un robo es porque la quieren toda para ellos. Y la quieren toda para ellos: la transforman en divisa y la fugan al exterior, no la reinvierten acá. ¿Por qué? Porque la concentran en los sectores que no distribuyen. Que no derraman. ¡Minga que derraman! No. El mecanismo es que ellos concentran y nunca derrama nada. Siempre queda en concentración. Bueno, nosotros tenemos otra concepción.

Por eso, ahora que han construido una política económica inviable, que ya fracasó una y mil veces, Milei, que en la campaña decía que si uno hace lo mismo no va a obtener un resultado distinto, va y trae a Toto Caputo, que ya hizo lo mismo dos veces; a Sturzenegger, que ya lo hizo tres veces; y a Patricia Bullrich, que también lo hizo tres veces. Construyó una política absolutamente inviable, que ha destruido la competitividad económica de la Argentina. Y ahora no tienen mejor solución que decir: “sigamos sacándole ingresos y derechos a los trabajadores para recomponer la competitividad empresarial”.

No estamos de acuerdo. No lo vamos a permitir. Aspiramos a que los sectores comprometidos con la producción, tanto del capital como del trabajo, nos acompañen el 26 de octubre en Fuerza Patria, porque somos los únicos que podemos construir una oposición cierta a esa voluntad de Milei, fortalecida o impulsada, mejor dicho, desde el Fondo Monetario Internacional y ahora desde el Tesoro de Estados Unidos. Pero también dependemos del pueblo argentino. La batalla es electoral, y es el 26 de octubre, en primera instancia.

            —¿Qué expectativas tenés para cuando te toque ser diputada nacional?

            —Acá nadie se realiza si no se realiza el conjunto. Como decía el Eternauta: nadie se salva solo. Yo no aspiro a ser Diputada a esta altura de mi vida, que para mí es un honor, ¿no? no lo desprecio para nada ni lo subestimo. La verdad esta oportunidad que me dan mis compañeras y mis compañeros la valorizo muchísimo. Pero yo siempre opté por formar parte de un proyecto colectivo. Siempre preferí ser cola de león y no cabeza de ratón. Y mi proyecto es el peronismo. Por eso ahora en capital estamos peleando para que ingrese el quinto Diputado Nacional. Esa sería nuestra vocación. Trabajamos intensamente para esto.

            —¿Cuántos votos necesitan?

            —Y, yo creo que si estamos… Depende cómo se distribuyan los votos, si se concentran más, si se dispersan.

            —Pero haciendo una performance parecida a la que hicieron en mayo para la Legislatura…

            —Sí, nos faltarían un par de puntos más. Treinta, treinta y uno. Pero es algo viable, es posible.

            —La mencionabas a Patricia Bullrich y me quedé pensando que ella en los 80 militaba en el peronismo como vos ¿Te la cruzaste en aquel momento?

            —Sí, por supuesto. En los 80 y en los 90. Claro, ella se fue del peronismo con la Alianza.

            —Para el 99…

            —Más o menos, sí. Después del menemismo digamos, ahí es donde después reaparece en el marco de la Alianza.

            —¿Y tenés algún recuerdo de la Patricia Bullrich?

            —Si, yo nunca coincidí, casi. Más bien en las internas estábamos en espacios distintos. Pero no, también hubo oportunidades en las que… Me retracto, no es que nunca. Perdón. Sí, hubo períodos o situaciones en las que coincidimos, pero mayoritariamente diría que no, que estábamos en distintas líneas internas.

            —Y te merece alguna reflexión la parábola política de la vida de Bullrich… 

            —Patricia es consecuente con una sola condición, que es la de su proyecto personal. Y yo soy consecuente con otra condición, que es la del proyecto de conjunto. Tenemos dos cosmovisiones completamente distintas. La de ella yo no creo que esté afirmada en la doctrina peronista más allá de que haya militado circunstancialmente en el peronismo.

            —Vos siempre te dedicaste mucho a todo lo que es PYME, producción, trabajo ¿Pensás trabajar esos temas particularmente en la Cámara, o estás abierta también a otras agendas?

            —Sí, yo soy economista, ¿no? A mí el tener siempre un ojo puesto en la profesión y el otro en la política, o en el compromiso político, me habilitó una permanencia en el peronismo y en los niveles dirigenciales del peronismo. Sobre todo porque nosotros pertenecemos a una generación diezmada. Tengo mucha expectativa en las nuevas generaciones, que hoy ofrecen un colectivo mucho más amplio de cuadros que cumplen con esa doble condición de compromiso político y formación profesional.

Así que sí, efectivamente voy a trabajar mucho en lo que creo que es imprescindible: que podamos construir un proyecto de desarrollo nacional inclusivo, pensando en nuestro regreso al gobierno. Eso involucra todas las fases: trabajo, producción y también finanzas. Porque hay que resolver, te lo voy a decir en inglés, el quilombo del endeudamiento externo, que es como un árbol que dificulta ver el conjunto del bosque. Es enorme el endeudamiento externo que generan con esta política de timba que los caracteriza.

            —¿Creés que el gobierno de Alberto podría haber hecho otra cosa con respecto a la deuda con el FMI que contrajo Macri? 

            —Yo lo que creo es que hay que recordar lo que fue la pandemia. Si hacemos un análisis al margen de la pandemia, cometemos un grave error. Porque una cosa es verla desde la puerta de salida, como podemos verla hoy, y otra muy distinta haberla vivido en el momento en que todo era miedo e incertidumbre. Nosotros accedimos a esa situación muy al principio del gobierno, con una herencia de cesación de pagos. Macri había vuelto al Fondo Monetario Internacional, del que nosotros habíamos logrado deshacernos, y que es el peor de los acreedores. Pero pensá que Macri endeudó a la Argentina en cien mil millones de dólares. La dupla Macri-Caputo, o mejor dicho la terna Macri, Caputo y Sturzenegger, con Dujovne y algunos actores secundarios, endeudó al país en cien mil palos sin hacer un cordón cuneta, sin generar con esa deuda la menor capacidad de repago.

Entonces, si uno no toma en cuenta ese contexto, saca conclusiones inadecuadas. ¿Qué se podía hacer en ese momento? Ganar tiempo. Primero, reducir significativamente la tasa de interés, que se redujo: era en promedio superior al 7 y se logró renegociar con un promedio del 3,5. Y segundo, ganar tiempo. Es decir, lograr que por un período de gobierno y medio no hubiera que hacer pagos de capital. Nuestra aspiración era poner en marcha un proyecto de desarrollo que pudiera pagar esa deuda. Hoy Milei, si tiene algún beneficio, es por el Gasoducto Néstor Kirchner que construyó el gobierno peronista, que no sólo ya no tiene déficit en el comercio energético, sino que tiene superávit. Eso no es un milagro: es que hicimos el gasoducto y prácticamente lo finalizamos.

Ellos, en estos dos años, no avanzaron en resolver los temas centrales complementarios para hacer que el Gasoducto Norte bombee en sentido contrario. No es que no pueden, no lo hacen. No hacen nada. Cuando se trata de obra, lo único que hacen es cambiarles el nombre a las que construyó el peronismo. ¿Qué construiste vos? ¿Qué construyeron? Nada. Ellos dicen: “En diez años vamos a ser España”. En diez años vamos a ser un país esclavo, explotado, con mano de obra esclava, si seguimos con la política de Milei. No siembra más que miseria, debilidad y sometimiento. Eso es lo que siembra Milei.

            —¿Creés que el peronismo para 2027 va a poder dirimir un liderazgo competitivo?

            —Vamos a trabajar para eso, todos. Y si ese liderazgo no es, digamos, completo, habrá que construir un mecanismo institucional que resuelva eso. Como nos enseñó Perón. Si hay un líder, buenísimo. Si no hay, hay que construir una institución.

“Yo creo que Axel ha demostrado grandes virtudes”

            —¿Le ves a Axel pasta para liderar ese proceso?

            —Yo creo que Axel ha demostrado grandes virtudes. Sostiene la gobernabilidad de una provincia muy difícil, muy compleja, teniendo un gobierno nacional totalmente adverso. Diseñó una estrategia electoral y fue exitoso. Hasta ahora, bueno. Falta ver lo del 26 de octubre. Sin duda que eso lo valoriza como dirigente. Bueno, yo creo que está él, está Cristina también, que mantiene una vigencia muy importante. Hay muchos sectores populares que la recuerdan por la forma en que sus políticas los beneficiaron. Y yo también la rescato mucho porque ella tuvo el gesto, que para nosotros es algo muy importante a imitar, en términos de valentía, de coraje. Nosotros sabemos, cómo ella lo sabe, como todos, que tenemos en el partido judicial un mecanismo de disciplinamiento de la dirigencia social que antes era el partido militar. Y en conocimiento de eso Cristina lo enfrenta sin fueros. Eso es un gesto de coraje que a mí me parece que tiene que ser asumido por el conjunto del peronismo, en relación a las batallas que tenemos que dar. Si trasciende la discusión del fuero. Me refiero desde el punto de vista de con qué valor nosotros vamos a enfrentar a los intereses de la dependencia para lograr reconstruir a la Argentina en los términos de Justicia Social que aspiramos.

            —¿No creés que los sectores que responden a Máximo Kirchner tienen una forma muy directa de confrontación interna con el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires?

            —Pero se logró la unidad ahora para la construcción de las PASO, así que mientras uno está deliberando o compitiendo internamente, uno utiliza todas las herramientas de que dispone. Los conflictos siempre existen, más cuando se dirime el poder. Lo importante es ver cómo se resuelven. Acá se resolvieron con listas de unidad. En septiembre, me refiero a la Provincia de Buenos Aires, quiere decir que se resolvieron correctamente. Para mí eso es lo que vale.

            —¿Para cerrar volvemos a la ciudad, viviste siempre acá o en algún momento de tu vida viviste en otro lado?

            —No, siempre viví acá. Es más, en este barrio vivo desde 1975. Nos mudamos tres veces, siempre en la misma manzana, sin cruzar la calle. Así que no tenemos vocación de gitanos, ¿viste? Y en este departamento vivo desde 1981. Vivimos, perdón. Antes en este departamento vivíamos siete, ahora somos dos. Obvio, el nido vacío (risas). Nosotros dos (se refiere a ella y su esposo), tres hijos, mi mamá y una empleada que vivía acá y que ya se jubiló. Así que éramos siete, ahora somos dos. Pero sí. Ahora también tenemos una pequeña casita en una isla del Tigre, que para nosotros es la mitad de la salud. Nos gusta mucho el Delta. Pero en una isla, no es en un country. Que quede claro (risas). Ni en el… ¿cómo se llama? Ni en Nordelta, nada de eso. Nada que ver. Estoy en contra de los barrios cerrados. Yo creo en la integración, no creo en el aislamiento.

            —¿Hay algo más que quieras decir?

—SÍ. Evita decía que no hay que perder la capacidad de indignación. Y cuando uno ve a este gobierno que se hace el fuerte con los más débiles, y le aplica el garrote a las personas con discapacidad, a los jubilados, y que cuando tiene que relacionarse con los poderosos, como con Trump, se arrodilla de una manera vergonzante, creo que ahí hay que rebelarse, y me parece que este 26 de octubre es una oportunidad para ejercer esa rebeldía votando la lista de Fuerza Patria.


[1] La palabra “cuentenic“, que suele traducirse comúnmente por “vendedor a crédito” o “vendedor ambulante”, es una palabra introducida en el idish, un castellanismo, ya que tiene su origen en la palabra castellana “cuenta”. Designa específicamente al tipo especial de comerciante que ofrece y vende sus mercancías en el domicilio del comprador, “en cuenta” o a crédito. Por ello debe distinguírsele del comerciante establecido que otorga créditos en mercadería y no se le debe, tampoco, confundir con el vendedor ambulante que pregona su mercancía por las calles y vende exclusivamente al contado.

La forma de comercio que comentamos es única en su género y exclusivamente explotada por israelitas. El ha implantado un sistema que se basa en la confianza pura. Practica el crédito en su sentido literal: crédito, del latín «credere»: confiar. Confía, en efecto, solo en la palabra y en la buena voluntad, que en mayor o menor grado puede tener el deudor…”

Dr. Adolfo Staricow, “La función Social del CUENTENIC”, Boletín de la Sociedad de Vendedores a Crédito, Buenos Aires, Junio 1939.

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