La existencia de José Luis Espert se puede resumir en cuatro escenas: la inicial, un primer plano de su rostro cuando proclamó por televisión: “Hay que llenar de balazos a los delincuentes y colgarlos en una plaza”. La siguiente, un plano general de su huida a bordo de una motocicleta durante un acto libertario con incidentes en Lomas de Zamora, abrazado amorosamente al muchacho que la manejaba. La posterior, un plano medio de él en un estudio de radio, donde, de pronto, su semblante se contrajo en un pucherito atroz, justo antes de romper en llanto en nombre de su honradez. Y la última, un plano fijo del posteo que acuñó en X (antes Twitter) para anunciar su capitulación: “Por la Argentina, doy un paso al costado”.
Claro que su semejanza física con Lex Luthor, el villano de ficción que siempre se pelea con Superman, le suma a esta biopic una paradoja lombrosiana. Pero en los pliegues de esta trama también hay efectos especiales dignos de consideración, cómo, por caso, la magia de su temporalidad. Porque desde el 14 de agosto pasado, parece haber transcurrido un siglo.
Es que aquel día –hace menos de dos meses– se anunció oficialmente que, en las elecciones de octubre, Espert encabezará la boleta de candidatos a diputados nacionales de La Libertad Avanza (LLA) en la provincia de Buenos Aires. Pues bien, ¿qué extraña disfunción del olfato, qué pifiada del sentido común, convirtió a un sujeto como él en la esperanza blanca de un espacio que, dos años antes, había obtenido el 56 % de los votos? No está de más, entonces, explorar esta comedia negra.
La pluma y la palabra
¿Acaso el marketing político no es más que una pseudociencia comparable, por ejemplo, a la astrología? En este punto, hay que poner el ojo sobre una eminencia en la materia: el norteamericano Dick Morris, quien, entre otros logros, supo cincelar, en 1993, la figura de Bill Clinton para su arribo a la Casa Blanca. La cuestión es que, en 2019, fue contratado por un tal Federico Machado (alias “Fred”), para consumar una hazaña idéntica con Espert. Lo notable es que él no le hizo asco a semejante desafío. Y hasta le veía a esa criatura algo rústica y sin carisma condiciones de estadista.
De hecho, uno de sus diagnósticos en tal sentido fue:
«Todos los políticos son una mierda; excepto Espert, porque realmente te dice cómo es la cosa. Y no es corrupto. Ese hombre es el futuro».
Sabias palabras. Aquella vez, Espert sacó el 1,4 % de los votos. Muchos, en su lugar, se habrían volcado a otro hobby. Pero, a pesar de tan estrepitoso fracaso, este individuo no se amilanó. Echemos ahora un breve vistazo a su pasado.
Sin duda, Espert es un animal político. Pero eso él recién lo descubrió a los 58 años. Hasta ese momento, fue un pequeño productor agropecuario (en un campo heredado del padre) y economista (con una casi desconocida consultora a su nombre). Habitaba un departamento alquilado y no tenía automóvil. De vez en cuando le publicaban alguna columna en los diarios El Cronista y La Nación. Se había probado como panelista en el programa Animales sueltos, conducido por Alejandro Fantino en América TV. Además, era autor del libro La Argentina devorada (2017) y volvería a deleitar a los lectores con La sociedad cómplice (2019), salida de la imprenta poco antes de su debut electoral.
Bien vale reparar en este texto, el cual, desde luego, desnuda los mitos y las ideas falsas que –según él– impiden el crecimiento del país. Pero, más que un tratado de Economía, es un manual de autoayuda para ciudadanos resentidos.
Eso ya se percibe en el prólogo, que arranca con una admonición:
«No te está yendo bien, querido lector, pero la culpa es tuya. Lamento decírtelo. Pero es la verdad. Este país te devora. Pero vos te dejás devorar».
Espert iba sin rodeos al hueso del conflicto. Su prosa, algo simplota, contiene hallazgos que recién cobrarían sentido con el diario del lunes (pero de un lunes muy lejano). He aquí una muestra:
«Dormís mal –le advierte otra vez al lector– porque tus hijos pueden estar en la droga. O los pueden matar los que están en la droga”.
Honestidad brutal y sin pelos en la lengua. Allí, por si fuera poco, Espert se permite una premonición: el inminente surgimiento de una camada de patriotas que pondrá las cosas en orden. ¿Acaso él se autopercibía parte de aquella progenie? Sin embargo, La sociedad cómplice terminaría siendo una obra maldita, como Necronomicón, el libro ficticio de H.P. Lovecraft, o Las flores del mal, de Arthur Rimbaud. Y no por su contenido sino por otra razón: el efecto de su lanzamiento comercial sería, con el paso del tiempo, calamitoso para Espert. A saber: el 7 de abril de ese año presentó el libro en la ciudad de Viedma, arribando allí en un avión privado. Y al cerrar el evento, dijo:
«Gracias a Fred por el excelente vuelo que hemos tenido».
Aquellas palabras pasaron desapercibidas, como así también el bueno de Fred. Ya se sabe que eso no sería para siempre.
Traigan la cabeza de Federico Machado
En rigor, quien envalentonó a Espert para lanzar su candidatura presidencial fue el CEO del Grupo América, Daniel Vila, un gran descubridor de talentos. Y hasta tuvo la gentileza de sugerirle un compañero de fórmula: el periodista (de su canal) Luis Rosales. El flechazo político entre ellos fue inmediato.
Alguna desilusión hubo por parte de Vila hacia el panelista de Fantino, ya que no demoró en tomar distancia de él. Mientras tanto, Espert –con la campaña por excusa– se daba la gran vida, una revancha tras tantos años de austeridad. Por aquellos días, Machado ya era su ángel de la guarda.
Espert recorría el país de una punta a otra –siempre con Rosales– a bordo de un avión Beechcraft King Air de 13 plazas. Tenía, además, a su disposición varios vehículos de alta gama y se alojaba en los mejores hoteles. No había duda de que Rosales y él disfrutaban de la mutua compañía. Pero casi nadie sabía aún quién era el mecenas, ni, por lo tanto, que para ciertos seres muy rencorosos su cabeza tenía precio.
Tanto es así que, durante la noche del 6 de agosto, el jeep Grand Cherokee que solía conducir circulaba por la avenida Garay, en el barrio de San Telmo, cuando se le cruzó un vehículo negro justo en la esquina de la calle Azopardo. De la cabina saltó una sombra que empuñaba un subfusil, y le acribilló el parabrisas antes de emprender la retirada. Pero el jeep era blindado.
Aquel fue el primer error de apreciación del sicario; el segundo, haberse equivocado de víctima: el conductor no era Machado sino Espert. Fred se lo había cedido para su uso.
El candidato, entonces, farfulló con un dejo evasivo:
«No fue un atentado político sino un hecho de vandalismo aislado».
Se hacía, claro, el “otario”. Lo cierto es que aquel rodado estaba a nombre de Claudio Cicarelli, nada menos que primo hermano de Fred. El frustrado ataque fue otro indicio del lazo entre Espert y ese millonario rionegrino que residía en Miami, abocado a negocios aeronáuticos y a fuertes inversiones en el rubro de la minería. En medio de tales circunstancias, Espert desposó a su concubina de años, María Mercedes Gonzáles (alias “Mechi”), de 50 primaveras. Fue una ceremonia conmovedora, ya que ante el altar le hizo la promesa de convertirla en la “primera dama”.
Esa escena parecía plagiada de la película Sissi, emperatriz, solo que en vez de transcurrir en un palacio vienés, la escenografía elegida fue una quinta en el barrio Solares del Talar de Pacheco. Su alquiler corrió por cuenta de Fred. Cronistas y fotógrafos de las revistas Gente y Caras cubrían el evento, al igual que algunos movileros de TV. Espert se sentía Raniero de Mónaco. Pero hubo quienes no apostaban por esa pareja. La actual diputada Lilia Lemoine se encontraba entre ellos.
Es que, un tiempo después, se viralizó un audio de WhatsApp, donde ella incurre en un polémico juicio de valor:
«Espert y Rosales son gays. Se apañan entre sí; la tapadera de Espert es Mechi».
Y finalmente se la oye decir:
«Mechi es una vieja fea que no coge y se viste para el orto (sic)».
Cabe destacar que, a solo días de haberse realizado las elecciones, Espert escrituró una lujosa propiedad en la zona residencial de Beccar. Y, por 90 mil dólares, adquirió un BMW último modelo. Una ganga. Su movilidad social parecía un cuento de hadas.
Besar la lona
Por casi dos años nada opacó su venturosa vida, hasta la tarde del 16 de abril de 2021, cuando un flash informativo de TN lo dejó de una sola pieza. No era para menos. Ese viernes, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detuvo en el aeropuerto de Neuquén a un pasajero que estaba por embarcarse a un avión de línea, no sin antes informarle que pendía sobre él un requerimiento de la Justicia estadounidense. Era nada menos que Fred.
Al tipo lo pedía un tribunal de Texas por “conspiración” –junto con otras siete personas– para “poseer, fabricar y distribuir cocaína”, además de incurrir en el “blanqueo de capitales y fraudes económicos”. Tales delitos se extendían a Belice, Guatemala, Venezuela y México, donde su flotilla de aviones prestaba servicios al cártel de Sinaloa para ingresar la droga al territorio de los Estados Unidos. También les lavó –siempre según la acusación– 55 millones de dólares, metiéndolos en campañas electorales de candidatos peruanos, guatemaltecos y argentinos.
Una situación muy embarazosa para el pobre Espert. Pero, en ese momento, la sacó barata.
Los únicos perjuicios que le provocó al economista fueron su eyección de la cátedra que impartía en la UBA y la crisis de su consultora por pérdida de clientes. Sin embargo, él estaba muy alicaído, y repetía una y otra vez:
«Los hijos de puta que están detrás de esta operación me jodieron la vida».
El tipo soltaba las palabras con los dientes apretados. No obstante, en diciembre de ese año consiguió, a través del sello Avanza Libertad, una banca en la Cámara de Diputados gracias a casi 700 mil votantes conmovidos por su vía crucis. El milagro de la impunidad le había salvado el pellejo.
Era una impunidad —diríase— espontánea, puesto que, por razones coyunturales difíciles de entender, pocos se interesaron por esta cuestión. Un golpe de suerte. A su vez, como si fuera una encomienda olvidada por sus destinatarios, Machado disfrutaba de su detención domiciliaria en su esplendorosa chacra La Gringa, emplazada en las afueras de Viedma. No obstante, muy urgida por el contexto, la Corte Suprema terminó por habilitar su extradición.
Javier Milei (que comparte abogado con Fred) tuvo, como presidente, la última palabra al respecto. Y aclaró que no se entrometería en la decisión de la Justicia. Por lo que, durante el atardecer del martes, Machado fue llevado a una unidad de la Policía Federal en Viedma. Y ahora solo falta que un avión se lo lleve al país del norte.
Pero enfoquémonos en Espert.
De tanto en tanto, volvían a reflotarse las denuncias contra él por haber sido financiado con dinero del narcotráfico, aunque eso no hacía mella en su ánimo.
Eso ocurrió el 7 de febrero, cuando el diputado Rodolfo Tailhade (UxP) lo acusó de ese delito en el recinto legislativo. El aludido, sin prestarle atención, jugueteaba en su banca con el celular. Después votó a favor de la llamada ley de “Ficha limpia”. Una humorada transmitida en vivo a todo el país por televisión.
También hubo algunas denuncias periodísticas a partir del 14 de agosto, al ser puesto en la cúspide de los candidatos bonaerenses a diputados nacionales. Y —dicho metafóricamente— no se le movió un pelo, pese a que algunos medios mencionaron a coro este affaire. Pero el 29 de septiembre, al tomar estado público el giro bancario de 200 mil dólares depositados por Machado en su cuenta, se le vino la noche.
Para él, fue un cross en la mandíbula del que no se pudo recuperar. El animal político había dejado de existir.