Para el filósofo australiano Peter Singer, no hay duda de que existen personas que utilizan los hechos objetivos producidos por el Estado de Israel contra el pueblo palestino para atizar el odio contra cualquier judío. Singer advierte a la vez que descalificar como nazi cualquier crítica contra el Estado de Israel es “grotesco”. Cuando quienes utilizan esa descalificación son, además, sectores de extrema derecha (judía o no) lo grotesco muta en perverso.
Así de grotesco resulta ver que, entre quienes justifican (o miran hacia otro lado) el desastre en Gaza o Cisjordania, hay quienes se autoperciben progresistas o defensores de los derechos humanos. Y, en espejo, en ese mismo espectro sorprende ver aflorar discursos que “compraron” la identificación falaz entre sionismo y judaísmo, y tras su rechazo al primero –o a las políticas del llamado “Estado judío”– ocultan lo que en realidad es una profunda judeofobia.
Esas confusiones confluyen en una reaparición tan grotesca como perversa: la del “Plan Andinia”, vieja teoría conspirativa inventada por nazis criollos hace al menos 65 años. Es considerada la variante argentina de los “Protocolos de los Sabios de Sion”, un folleto inventado por la inteligencia zarista a comienzos del siglo XX, para fomentar a la vez el odio a los judíos y a los opositores al régimen de los Romanoff. La curiosidad de estos tiempos, en donde las coordenadas se han movido tanto, es que la reaparición del “Plan Andinia” viene de la mano de sectores que se autoperciben “progres”, nac & pop o de izquierda. Probablemente ignoran la historia de esta patraña antijudía tan exitosa.

Foto de Beveraggi
EL SUPUESTO PLAN
La idea de una conspiración judía mundial para apropiarse de la Argentina (o de la Patagonia o de alguna parte de su territorio) comenzó a circular en publicaciones de agrupaciones nazis o anticomunistas en nuestro país a comienzos de la década del 60.
El primer folleto que se conoce está fechado en 1962, no tiene firma y se titula El Plan Andinia o El nuevo estado judío. Tiene 24 páginas y en ellas reproduce párrafos textuales tomados de Los Protocolos de los Sabios de Sion, un folleto de principios del siglo pasado cuya falsedad ha sido archidemostrada: es un plagio de una sátira de Maurice Joly, de 1864, llamada Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Aunque es conocido su carácter apócrifo, los Protocolos son todavía leídos y creídos por personas incautas.
La idea básica del “Plan Andinia” era la existencia de una conspiración de un gobierno judío mundial para instalar una patria judía en la Patagonia argentina (un curioso intento posterior procuró unir a nacionalistas del otro lado de la cordillera y añadió también la Patagonia chilena en el siniestro “Plan”; recientemente comenzó a circular también en Perú).
En la patraña concurren todas las piezas de lo que los fascistas argentinos llamaban “la Sinarquía”: los países capitalistas como Estados Unidos o Gran Bretaña, pero también el marxismo internacional liderado por la Unión Soviética, así como el Vaticano y, por supuesto, la infaltable masonería. Hasta el mismísimo gobierno de Perón era parte de ese diseño destinado a destruir la nación.
Por ejemplo, en el folleto de 1962 explicaban en esa clave el conflicto de Perón con la Iglesia, sus políticas económicas, las de la “Libertadora” e incluso las del propio Arturo Frondizi, al que caracterizaban como “criptomarxista”. Hoy eso suena raro: alguien joven quizá piense en una moneda virtual nueva, de escaso futuro en los mercados. Pero no. Criptomarxista era la forma en la que los nazis criollos llamaban a la adhesión secreta al marxismo o al comunismo de personas que públicamente declaraban profesar otro pensamiento político, del mismo modo que se llamó “criptojudíos” a cristianos nuevos que en secreto mantenían su fe mosaica. Cosas de mentes fanáticas, que como puede verse, no inventaron ahora eso de no respetar la autopercepción ajena.
El “Plan Andinia” no tiene autores claros, pero diferentes investigadores han ubicado su origen en las publicaciones nazis de fines de la década del 50, e incluso le han atribuido su autoría a los hijos de Adolf Eichmann. Esos orígenes vaporosos y el hecho de que cada tantos años el “Plan” reaparece con mucha fuerza en publicaciones “militantes” y desde hace algunas décadas en sitios web, llevaron a que algunas fuentes consignen como su autor a un personaje llamado Walter Beveraggi Allende, quien fue abogado, economista y docente en la UBA.
DE HARVARD AL PLAN ANDINIA
Pero Beveraggi Allende no inventó el Plan. En cambio fue responsable de popularizarlo desde fines de los 60, e incluso de darle cierta pátina académica.
Beveraggi fue autor de libros con títulos tan sugerentes como Del yugo sionista a la Argentina posible (1976, disponible en la web), o como La inflación argentina (1975), en cuya tapa se ve un mapa del territorio nacional crucificado con estrellas de David por un típico judío. En el primero son numerosas las alusiones al “Plan Andinia” (a veces lo presenta como “Proyecto Andinia”).
Beveraggi Allende era el hijo brillante de un médico santafesino, Domingo H. Beveraggi, y de la entrerriana Matilde Allende, nacida en Paraná. El joven Walter, antes de convertirse en un antiperonista acérrimo, había compartido con Cipriano Reyes los primeros pasos del movimiento fundado por Juan Perón. Con 28 años, abogado y economista con posgrados en Harvard, fue elegido vicepresidente del Partido Laborista, inicialmente creado para apoyar la candidatura de Perón. Pero luego cayó –junto con Reyes y otros dirigentes laboristas– acusado de promover un plan para derrocar y asesinar al líder del naciente movimiento y a su esposa Evita.
El peronismo lo castigó duramente: en un hecho inédito, único hasta hoy, le fue quitada la nacionalidad en 1951, mediante la ley 14.031. Exiliado, regresó al país tras la Revolución “Libertadora”. Protegido por todas las dictaduras posteriores, con fuertes vínculos en sectores cavernarios de las Fuerzas Armadas, Beveraggi murió en 1993. En sus últimos años seguía acusando de marxistas a figuras como Raúl Alfonsín o de “servidores del sionismo” a Carlos Menem. Todos los males de la Argentina, y del mundo, eran para él, culpa de la conspiración judeo-masónico-marxista.
En esa mixtura (marcada además por lo burdo del texto) se fusiona todo: el sionismo fundado por Teodoro Herzl es lo mismo que la inmigración judía a la Argentina impulsada por Mauricio de Hirsch mediante la Jewish Colonization Association. Da igual: cuanto más confuso y más nombres extraños, más creíble para las mentes sencillas. De ahí viene el “Plan Andinia”, al menos en la versión más difundida desde los años 70. Mala noticia para quienes lo recuperan hoy por “izquierda”.
UN FASCISTA ILUSTRADO
Se atribuye a Miguel de Unamuno la frase que afirma: “El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando”. Como tantas otras frases ingeniosas, por desgracia es falsa. Beveraggi es una de las innumerables refutaciones de aquel adagio.
Egresado de la UBA como abogado en 1943, su lustroso historial académico le permitió llegar a la Universidad de Harvard para estudiar economía entre 1944 y 1945. Allí obtiene los títulos de master y doctor en Economía. Su exilio durante el peronismo lo devolvió a los Estados Unidos, donde se desempeñó como docente en la Universidad de Boston.
Después del derrocamiento de Perón, por un decreto de Eduardo Lonardi, Beveraggi Allende recupera sus derechos y vuelve a la República Argentina. Se incorporó a la enseñanza en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires el 10 de septiembre de 1956; llegó a ser titular de cátedra de Economía Política, y profesor de varias especialidades en la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario, ejerciendo en forma intermitente la docencia universitaria por espacio de 25 años.
Hasta hoy en la UNL se lo recuerda con un detallado perfil de su vida, entre las efemérides del sitio oficial de esa universidad (ver enlace).
UN ARGUMENTO BURDO CON INDICIOS CONCRETOS
Hace poco el “Plan Andinia” fue recuperado en la serie Iosi, el espía arrepentido (Daniel Burman, 2022), que cuenta en clave ficcional la historia real de un espía infiltrado en las instituciones judías en los inicios de los años 80 para informar a sus superiores de la SIDE sobre el supuesto proyecto.
El “Plan” reaparece así cada tanto, y cada vez que lo hace (como las buenas teorías conspirativas) es a partir de un hecho singular y verificable. Una década atrás fue por la presencia de turistas israelíes en el sur argentino y chileno, y renace con cada nuevo israelí que llega a vacacionar en destinos del sur. Ahora, pocas semanas atrás, fue tras la reunión de Milei con Netanyahu. Los dos líderes de ultraderecha estuvieron sentados a una mesa en Tel Aviv hace unas semanas y la imagen que reflejó la reunión mostró a Netanyahu con una carpeta (o algo así) donde se puede ver parte del mapa de nuestra región. Oportunidad inmejorable para reflotar el Plan.

La obsesión proisraelí de Milei reaviva relatos como el “Plan Andinia”.
Para completar, en los mismos días se conoció un acuerdo de reciprocidad donde ambos estados les garantizan a sus ciudadanos seguridad social y servicios de salud en sus respectivos países. La Argentina tiene convenios de ese tipo con muchos otros países, y además ese mismo acuerdo arrancó en 2017, el Congreso lo aprobó en 2021, pero después quedó dando vueltas y lo que hizo el Gobierno de Milei fue ratificarlo. Aun así, es toda una rareza para un “libertario” como Milei que dice que el Estado no debe ocuparse de cubrir las necesidades de las personas.
Hechos reales, utilizados (parcialmente, claro) como “indicios” de una conspiración: así funciona siempre el pensamiento paranoico.
UN MUNDO SENCILLO
Hasta su muerte, Beveraggi Allende fue un duro crítico de todos los gobiernos peronistas, sin excepción ni matices. También era durísimo respecto de los gobiernos radicales (para él, cada funcionario radical era “criptomarxista”, judío o masón). Fue crítico de las dictaduras militares por ser “blandas” con el peronismo o por no hacer lo suficiente contra la “conspiración judía”. Beveraggi escribió en la revista Cabildo, bastión del nacionalismo católico de ultraderecha, que ve judíos y marxistas en todos lados. Es divertido revisar las portadas de la época del kirchnerismo, con la acusación de judía a la entonces presidenta Cristina Fernández.
El pensamiento binario necesita que el mundo simple, con definiciones tajantes: solo hay dos lados, buenos o malos, patriotas o traidores, sionistas acríticos o nazis, blanco o negro. Pero la realidad es siempre más compleja, y se esmera en derribar esas visiones simplistas. Por eso es atractiva y desafiante la historia de Beveraggi Allende, el principal propagandista del Plan Andinia.

Beveraggi escribía en Cabildo, la revista de ultraderecha en la que los Kirchner eran presentados como judíos y marxistas.
Sí, el mundo es más complejo. Ningún fascista del siglo pasado habrá pensado, ni en sus peores pesadillas, que sus herederos (los Bolsonaro, Orban, Milei, etc) tendrían en este siglo como modelo de país al Estado de Israel de Netanyahu y sus fascistas judíos. Del mismo modo, ni Marx, ni Rosa Luxemburgo, ni Trotsky habrán imaginado jamás el castigo bíblico de ver a sus supuestos descendientes ideológicos difundiendo patrañas antijudías. Mucho menos habrán pensado los judíos humanistas como Einstein o Buber que en nombre de su pueblo milenario y pacifista, un Estado autodenominado “judío” perpetraría una masacre en Gaza multiplicando el Talión. Son demasiadas cosas para procesar.
En ese maremágnum, vale la pena recordar a personajes como Beveraggi Allende, que rompen los esquemas binarios y obligan a reajustar la manera en que se enfoca el mundo.