Viaje hacia el interior del Ministerio de Justicia

El Ministerio de Justicia, entre encubrimientos, tensiones y poder en las sombras, hoy es clave para la supervivencia del Gobierno. Por Ricardo Ragendorfer.

La fragosa derrota de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones bonaerenses coincidió con la difusión de los audios del otrora titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), Diego Spagnuolo, sobre las coimas que desde allí le llegaban a la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. Y para colmo de males, también supo potenciar otra jaqueca gubernamental: la estafa con la criptomoneda $Libra, promocionada en X (antes Twitter) nada menos que por el presidente Javier Milei.
Tanto es así que, tras meses de quietud, su expediente se volvió a mover en el edificio de Comodoro Py con nuevas medidas de prueba ordenadas por el fiscal federal Eduardo Taiano, mientras la Comisión Investigadora del caso en la Cámara de Diputados convocaba a declarar a María Florencia Zicavo, quien había dirigido la ya disuelta Unidad de Tareas de Investigación (UTI) –creada con el único propósito de simular una pesquisa al respecto, que concluyó con un precario informe que absuelve de toda responsabilidad al jefe de Estado– y a Alejandro Melik, quien está al mando de la Oficina Anticorrupción (OA), el organismo descentralizado del Poder Ejecutivo que promueve la transparencia de los funcionarios estatales, además de detectar sus posibles trapisondas.
Pero bajo el régimen de LLA, su papel es exactamente el opuesto; o sea, encubrir todos sus pasos en falso.
Aquella sería la tarea real de Melik, un prestigioso penalista con una vasta experiencia en auxiliar ricos y famosos flojos de prontuario, para quien –como se verá– no hay mejor defensa que una buena ausencia.
Eso bien lo saben los legisladores de la Comisión Investigadora.
Porque se negó a recibir la citación correspondiente –programada para el 9 del mes en curso–, simulando no estar en su despacho, ubicado en la Avenida de Mayo al 500. Tampoco había allí otros funcionarios o empleados. De modo que la cédula correspondiente tuvo que ser pegada en la puerta. Y ahí quedó.
Claro que detrás de Zicavo y Melik emerge la figura del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
Cabe destacar que, desde el comienzo mismo de su gestión, esa cartera se convirtió en una especie de defensoría para los altos dignatarios del Gobierno salpicados por entuertos con el Código Penal.
Ciertas desprolijidades mediáticas dan cuenta de ello.

El “sacapresos” de la Casa Rosada

El periodista de TN, Jonatán Viale, no recibió más que críticas al viralizarse, a mediados de febrero, su entrevista completa a Milei vista en Youtube minutos después de que su versión podada fuera emitida por esa señal. Una iniquidad, puesto que –justamente en el marco del affaire $Libra– su valor documental era notable, al exhibir por primera vez al líder libertario con la guardia baja, como un boxeador que acaba de recibir un cross en la mandíbula, incriminándose con sus respuestas una y otra vez, pese a la sorpresiva intervención del consiglieri Santiago Caputo para atajar una frase que brotaba de su boca.
En ese diálogo se escuchó el nombre del ministro en cuestión.
Fue cuando Viale hizo una observación incidental sobre la causa $Libra; entonces, Milei se fue de boca:
–Los temas jurídicos no son los míos. Quien mejor entiende del tema es nuestro ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
–¿Él va a seguir toda la estrategia judicial?
–Y… es el ministro de Justicia –acotó Milei, dejando así por sentado que, por esa razón, su deber era representarlo en esa causa.
En ese instante ocurrió la nerviosa intervención de Caputo para frenarlo, mientras Viale, muy comprensivo, farfullaba:
–Claro. Te puede traer quilombos judiciales…
La televisación –involuntaria o no– de esta escena revelaría públicamente el papel primordial del ministro: ser el “sacapresos” en jefe del primer anillo del Poder Ejecutivo, además de hacer, siempre como su virtual apoderado, ciertos trabajitos “en comisión”. Al respecto, hay también una prueba documental.
Se trata de un video emitido a fines de julio en el programa Argenzuela, de C5N. Allí se lo ve a Cúneo Libarona charlando en Nueva York con Timothy Ballard, un antiguo agente de la CIA convertido en artífice de la lucha contra la trata infantil, sobre quien pesan varias denuncias por abuso sexual.
Al parecer, dicha mácula habría malogrado algunos negocios que estaba por cerrar con Milei, después de que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le advirtiera a éste el lado oscuro de su alma.
Pues bien, en aquella filmación, el bueno de Cúneo Libarona le propone diversas alternativas –a través de jueces, legisladores y periodistas amigos– para subsanar tales “malentendidos”. Esa es la palabra que usó.
Argenzuela tuvo ese día ocho puntos de rating.
¡Pobre Mariano! Había quedado otra vez en el ojo de la tormenta. No era, claro, la primera vez que le pasaba. No obstante, su capacidad de resiliencia es un canto a la vida. Y tal problema fue rápidamente olvidado.
Desde luego que, en estas horas, tanto a raíz del asunto de $Libra como por Spagnuolo, el tipo trabaja a destajo. Y siempre secundado, entre otros, por Zicavo y Melik.
La primera, una abogada especializada en Derecho Migratorio, es allí su mano derecha, en calidad de titular del Gabinete de Asesores del ministro.
El segundo fue su socio en algunas defensas que pasaron a la posteridad por su trascendencia mediática, como el caso del jarrón de Guillermo Cóppola.
Corría la primavera de 1996 cuando, al ser allanado su hogar, la policía le “plantó” allí unos 406 gramos de cocaína.
No está de más evocar algunos detalles de aquella trama para entender el vínculo entre ambos personajes.

La frutilla del postre

Esa puesta en escena, que tuvo otros cuatro detenidos –entre ellos el futbolista Alberto Tarantini–, fue ideada con una meticulosidad algo perversa por el juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi, junto con su secretario letrado, Roberto Schlägel, y dos efectivos de La Bonaerense, Daniel Diamante y Antonio Gerase.
El asunto se convirtió en un apasionante reality show, transmitido día a día por la pantalla chica.
El trabajo duro de aquella defensa estuvo a cargo de Melik, mientras que Cúneo Libarona se limitaba a visitar los canales de TV.
Su dicción paposa no le jugaba en contra.
En definitiva, ese tipo de ojos azules y sonrisa de galán le cayó en gracia a los televidentes. Y su desempeño ante las cámaras robustecía esa impresión, ya que terminó por convertir a “Guillote” en una especie de “capitán Dreyfus” del universo menemista.
Mientras tanto, el denodado trabajo de Melik desde las sombras terminó por revertir ese expediente.
De hecho, semanas después no solo logró el sobreseimiento de todos los acusados sino que, por si fuera poco, lograría llevar tras las rejas a Bernasconi y a sus cómplices.
Sin embargo, los laureles fueron para Cúneo Libarona.
Es que, a partir de ese instante, su figura pasó raudamente a las crónicas del jet set. En ese marco, por ejemplo, sería escrachado por el semanario Gente cuando regresaba con Samanta Farjat, una de las chicas del “caso Cóppola”, de una escapadita romántica en Río de Janeiro. El tipo se había comido la frutilla del postre. Un campeón.
En cambio, Melik masticaba su victoria desde el anonimato.
No obstante, la de esta dupla es una historia de luces y sombras.
Durante el otoño del año siguiente, cuando sus admiradores aún le pedían autógrafos a Cúneo Libarona en la calle, tuvo un memorable traspié en su tarea como defensor del comisario Juan Ribelli, uno de los policías de La Bonaerense detenidos injustamente por el atentado a la AMIA.
En esta causa, Melik también trabajaba sin poner la cara ni la firma. Pero sí como estratega del asunto.
En resumen, el aporte de Cúneo Libarona fue “afanarle” al juez federal Juan José Galeano, quien instruía el expediente, un video que registraba nada menos que su pacto con el principal acusado, Carlos Telleldín, para que declare contra los uniformados a cambio de 400 mil dólares.
Ya se sabe que eso fue así. Pero la “estrategia” de Cúneo Libarona para probarlo no había sido muy legal, y se lo procesó por “encubrimiento y coacción agravada”, siendo Norberto Oyarbide el juez de la causa.
Su indagatoria fue fijada para el 8 de abril. Esa mañana, en el edificio de Comodoro Py, un enjambre de movileros lo vio emerger por un pasillo del tercer piso, antes de perderse tras la puerta del Juzgado Federal N°5.
En el trayecto, con los ojos clavados en el piso, no soltó palabra alguna.
A la hora y media se lo vio salir con las muñecas esposadas y escoltado por dos policías. Entonces, alzó la voz para proclamarse inocente.
Su dicción sonaba más paposa que nunca.
Mezclado entre los periodistas, Melik pasó desapercibido, mientras su socio le echaba una mirada de soslayo.
Cúneo Libarona languideció durante un mes en la cárcel de Caseros.
Ni Melik ni él imaginaban entonces que, 28 años después, ambos serían dos encumbradas autoridades en un gobierno de ultraderecha.
Aun así, flota al respecto otro interrogante: ¿quién maneja realmente, en la actualidad, el Ministerio de Justicia?

El inquisidor

Fue durante la última mañana de julio del año pasado cuando, en un salón del Congreso Nacional, transcurría una conferencia de prensa.
En la cabecera, un tipo joven, de contextura enjuta, boca grande, pómulos filosos y mirada ojerosa, discurseaba ante un grupo de cronistas parlamentarios.
Su voz era pausada y monocorde. Y la alzó, al decir:
–Los diputados deberán elegir de qué lado están: si con los argentinos de bien o con los delincuentes…
Se refería a un proyecto de ley para bajar la edad de imputabilidad de los menores. Y prosiguió:
–Si el que es lo suficientemente grande para matar y violar, también lo es para afrontar las consecuencias e ir preso.
El tipo soñaba con encarcelar hasta a niños de 13 años.
Era el secretario de Justicia, Sebastián Amerio; es decir, el segundo en jerarquía de esa cartera. Pero quien corta allí el bacalao.
De modo que su lazo con Cúneo Libarona es vidrioso.
Eso se nota a simple vista, puesto que, cuando ambos participan de algún encuentro público y Cúneo Libarona toma la palabra, el otro, que finge asistirlo en todos los temas, suele interrumpir sus frases para hacer alguna aclaración.
Hay que ver la mueca de fastidio del ministro en tales circunstancias.
Pero el papel de Amerio es de suma importancia, ya que él lleva a cabo todas las negociaciones formales e informales que le competen al ministerio. Y su llegada a los integrantes de la Corte Suprema no es un dato menor. Tanto es así que viene de desempeñarse en su Secretaría N°3, desde donde supo anudar un excelente vínculo con los jueces del máximo tribunal. Y, por caso, Ricardo Lorenzetti le profesa una inocultable devoción.
También asesora, en el plano jurídico, a otros ministerios.
Por lo pronto, Amerio inspiró, corrigió y aumentó los fundamentos y la hipótesis acusatoria de la reciente denuncia firmada por Patricia Bullrich contra los periodistas Jorge Rial y Mauro Federico referida a los audios de Spagnuolo.
En consecuencia, Amerio cree que detrás de esta historia late una red de espionaje ruso-venezolana, apoyada por los servicios secretos de Cuba y Nicaragua. Una red internacional cuya conexión local incluye hasta a dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Notable.
Claro que hay un detalle que, de un momento a otro, podría precipitar su caída en desgracia: él es un alfil de Santiago Caputo, quien, desde hace algunas semanas, está en la cuerda floja por sus desavenencias con la hermana Karina.
En el reino del revés nadie dura demasiado.

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