Por Teodoro Boot, especial para Causa Popular.- No para ensañarnos con el ingeniero Blumberg, sino, por el contrario, para ensalzarlo como paradigma de la argentinidad es que reproducimos en el acápite un cable de TELAM con sus dichos tras la liberación de Patricia Nine, festejada con más algarabía que la retirada del hoy añorado Bielsa. En honor del ingeniero, además, el título.
– «Es una gran noticia después de toda la angustia que pasó esa familia. Sé que hubo tiroteo y muertos pero afortunadamente pudo ser rescatada», señaló el ingeniero Blumberg.
– «Pero por otro lado, los secuestros tienen que terminar en la Argentina. Aún tenemos cautivos a Cristian Schaerer en Corrientes y a Fernanda Aguirre en Entre Ríos y el número de secuestros que hay por día preocupa«, agregó. (TELAM).
Hace ya tiempo que a falta de mejores argumentos la sensación de inseguridad pública es explotada por variopintos opositores al gobierno nacional.
Es evidente, además, que la instrumentación política y mediática -con propósitos también políticos o de rating, según sea el caso-, contribuye a la confusión y banaliza un problema que debería ser abordado con una mínima seriedad. A la vez, la proverbial tendencia nacional a la exageración y la ciclotimia atenta contra la coherencia de los planes y la perseverancia en su ejecución.
Siempre es así entre nosotros, que solemos mezclarlo todo, nos postramos de depresión cuando nuestro equipo favorito pierde o nos exaltamos como maníacos ante un gol de carambola.
Si un director técnico pasa de genio sublime a fracasado sin remedio en apenas 45 minutos, ¿qué menos puede ocurrirle al ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires? Y si la afición futbolera que festejó la salida de Bielsa como si se acabara de derrotar a los godos en Chacabuco y Maipú, hoy lo añora ante un mal desempeño del equipo del efímero ídolo Pekerman ¿por qué el ingeniero Blumberg va a percibir alguna contradicción entre los meses que lleva despotricando contra la “ineptitud” y la “deshonestidad” del ministro Arslanián y la facundia con que ahora elogia a aquel “con quien nunca discutió”?
No para ensañarnos con el ingeniero, sino, por el contrario, para ensalzarlo como paradigma de la argentinidad es que reproducimos en el acápite un cable de TELAM con sus dichos tras la liberación de Patricia Nine, festejada con más algarabía que la retirada del añorado Bielsa. En su honor, además, el título.
Si alguna vez consiguiera cerrar su boca (este y demás neoexpertos en seguridad), estaría en condiciones de advertir que los “secuestros” a que se refiere se parecen entre sí tanto como Cacho Castaña y Benedetto Crocce.
Hay de todo en el breve párrafo del ingeniero: un secuestro extorsivo, un secuestro con propósitos presumiblemente vengativos, un rapto con fines de violación o vinculado a la trata de blancas y un secuestro express perpetrado por un subnormal. Falta, apenas, el rapto de las Sabinas y el de lady Marion.
La función básica de la inteligencia, como lo indica la etimología de la palabra (inteligire), es distinguir, separar en partes un fenómeno o cosa, mecanismo diametralmente opuesto al “se igual” de nuestros Minguito Tinguitella de la seguridad.
El “delito” o, peor, la “inseguridad”, son conceptos demasiado abarcativos como para construir en base a ellos alguna política eficaz.
El “se igual, son todos delitos” carece de utilidad práctica para evitar los secuestros extorsivos, reducir los express, prevenir los atracos o disuadir a los rateros, y sólo sirve para incrementar la peligrosa paranoia de “gentes de bien” que creen vivir rodeadas de seres bestiales proclives a apropiarse de sus bienes.
Esta simplificación de origen moral deriva inevitablemente en prejuicios étnicos y de clase que, más allá del juicio que puedan merecernos, impide la obtención de resultados prácticos y lleva a las fuerzas policiales al incómodo y a la vez tentador papel de custodia de una clase social en desmedro de otra.
No se ha advertido, por ejemplo, que los allanamientos a sangre y fuego de hogares humildes por parte de las fuerzas especiales se hayan repetido en los countries o en zonas de gentes acomodadas. Sin embargo, los secuestradores de la señora Fernández, vecina de Baradero, residían (y mantuvieron cautiva a su víctima) en una estanzuela de Capilla del Señor cuyo valor inmobiliario supera los 600 mil dólares.
Es de cajón, por otra parte, que dada su complejidad y requerimientos en infraestructura, los secuestros extorsivos son organizados por individuos de cierto poder adquisitivo y, consecuentemente, de un alto nivel de vida y relaciones sociales e institucionales.
Así, los delitos deben diferenciarse, porque diferentes son sus objetivos, metodologías y protagonistas. Y si Minguito se librara de su paranoia, comprendería que el primer paso para una eficaz acción disuasiva, investigativa y represiva, consiste en la reformulación de una fuerza policial conformada, en sintonía con esa paranoia, como guardia de corps de una clase social que, por otra parte, acaba convirtiéndose en rehén de su propia custodia.
Son incontables los casos en que los crímenes son perpetrados gracias a la participación u organización policial, cuando no directamente por policías.
Ante esta evidencia Minguito cae en estado catatónico y balbucea incoherencias: necesita imperiosamente de esa policía como custodia de un orden social, razón por la que se opone tenazmente a su reforma difamando al ministro de Seguridad bonaerense pero, puesto que a la vez desconfía de ella, exige la participación de otras fuerzas de seguridad y hasta de las fuerzas armadas, en el combate contra el delito.
Ahora, dizque con el apoyo del presidente, hasta propone la creación de una nueva policía, comunitaria, que no tendría otro resultado que incrementar la confusión respecto a las responsabilidades que competen en cada caso a cada una de las ya bastante superpuestas estructuras policiales.
Hay una cierta patología en estas fantasías, así como la hay en la brillante idea del ex presidente Duhalde de, violando la ley, incorporar a las fuerzas armadas a la lucha contra “la inseguridad” (así, al bulto).
El ejército cuenta con menos efectivos que las policías federal y bonaerense, y mucho más desparramados. Es posible, sí, que disponga de mayor poder de fuego, pero no se ve con mucha claridad cómo los tanques TAM o los cañones antiaéreos puedan tener alguna efectividad en la tarea de impedir el robo a un almacén o el secuestro de un empresario.
Ya bastantes perjuicios ocasiona la incorporación de otras fuerzas de seguridad, preparadas para funciones muy diferentes, al combate contra el delito callejero, incrementando así, por ejemplo, la inseguridad en los ríos, medio de por sí inseguro, si los hay.
Debería recordarse, alguna vez, que los isleros y navegantes también necesitan quien los proteja y socorra y dejar de distraer a la prefectura en tareas de control vehicular.
Esta semana, por azar de las cosas, el ministro Arslanián es Maradona. Y decimos “por azar de las cosas” sin negar los méritos de los investigadores, pero convengamos en que si el rescate de Patricia Nine hubiera resultado desafortunado para la víctima, asistiríamos hoy a una masiva manifestación exigiendo el linchamiento por lo menos del ministro.
La gata Flora es así: factores por completo ajenos al control de los seres humanos como puede ser una fracción de segundos de demora del cabo Aquino o unos centímetros de diferencia en la trayectoria de una bala, determinan nuestro apoyo o repudio a una acción y hasta a una política.
Y como “salió bien”, el ministro es Maradona. Hasta Felipe Solá se cree Carlitos Gardel redivivo. Y el sargento Aquino es más que ambos juntos, es Dios Nuestro Señor con chaleco antibalas.
Mañana (y no nos referimos a un remoto futuro sino a la primera de cambio, ante un nuevo delito o la ausencia de algún escándalo entre travestis) Arslanián volverá al estado de ineptitud a que el ingeniero lo ha condenado, Felipe Solá recuperará su papel de botarate y el sargento Aquino será un corrupto integrante de la maldita policía.
La oscilación entre la euforia y la depresión conduce a la estupidez, a la permanente improvisación, a empezar todos los días una cosa distinta sin terminar nunca nada, exactamente como los locos.
Si hay algo que puede decirse a favor básicamente del ministro Arslanián y del ejecutivo nacional es la decisión de avanzar en una dirección, de ejecutar un plan con bastante constancia y de no dar mucha bolilla a las disparatadas y contradictorias “soluciones” de los orates.
La gata Flora jamás estará satifecha y, según vimos esta semana, si la secuestran grita y si la rescatan gime, tanto como si la pesifican aulla y si la dolarizan llora.
El culo y las témporas, síntesis ideológica de una mentalidad tan ruin como hipócrita y tan mezquina como superficial, encuentra ahora en el fallo de la Corte Suprema su tema y en Nito Artaza, su Minguito Tinguitella.
Es así que si la Corte hubiera fallado según el interés y las creencias de los ahorristas sería un ejemplo para la civilidad y si falla privilegiando el bien común es una cueva en la que encontró refugio una nueva “mayoría automática”.
De igual modo que con sus errores y defectos, León Arslanián no merece ser descalificado por un ingeniero textil que sabe tanto del tema como de clonar elefantes, los nuevos integrantes de la Corte -cuyas trayectorias deberían al menos mover a la prudencia y el respeto- mucho menos merecen las absurdas críticas de que están siendo objeto por parte de tipos que no ven más allá de sus billeteras cuando no de sus prejuicios.
¿Se permite parafrasear al Cristo?
Perdónalos Señor, no saben lo que dicen. Los bruscos cambios de ánimo les han destruido masivamente las neuronas, motivo por el cual no saben ni nunca sabrán.
Están condenados a la insatisfacción permanente de un fumador y a no saber jamás lo que verdaderamente pretenden, como la pobre Flora.