Elon Musk en las escuelas (o cómo se cuela la ofensiva ultraliberal)

El desembarco de Starlink en escuelas rurales, comisarías y parques provinciales. El ataque a la soberanía se monta sobre la legitimidad de resolver una necesidad real. Por qué no se garantizó la cobertura necesaria, cuando se pudo, desde la empresa estatal ARSAT. Por Pablo Solana

Bien adentro de las Sierras Grandes cordobesas, al oeste de la provincia, los vientos arrecian y la vegetación escasea. Allí, en la región de Pampa de Achala, a 2.400 metros de altura, se encuentra la Escuela de Alta Montaña Ceferino Namuncurá. Algunos estudiantes tardan hasta dos horas para llegar a caballo desde sus hogares. Por eso cuentan con un régimen especial, por el que pasan ciclos de 15 días continuos viviendo y estudiando en el lugar. Hasta ahora, debían hacerlo prácticamente aislados del acceso al conocimiento que brinda internet, un recurso elemental para cualquier plan de estudios. La conectividad era ínfima, debían buscarla de a ratos debajo de un árbol y no les servía para estudiar. Esa fue la escuela que eligió el gobernador Martín Llaryora para darle mayor impacto político al anuncio: “Iniciamos el plan de conectividad más importante que se está llevando a cabo en la Argentina: ya recibimos el primer lote de las antenas Starlink para instalarlas en 860 escuelas rurales”, declaró el pasado 6 de noviembre.

Pasaron 45 días de aquel anuncio y la red de conexiones escolares avanza a buen ritmo. Los funcionarios provinciales dicen que se están instalando de 10 a 15 antenas por día. Una recorrida por escuelas y comunidades de las sierras permite verificar que, efectivamente, la señal de la empresa de Elon Musk ya aparece en los dispositivos móviles como principal red disponible. En algunos casos la antena está instalada en la propia sede educativa; en otros, en alguna otra institución estatal. Como no requiere contraseña, el servicio está accesible para estudiar, pero también para que la comunidad tenga garantizada la tan ansiada conectividad.

La novedad cordobesa destaca por la abultada inversión en pauta y publicidad del gobierno provincial, pero en Misiones el desembarco de Starlink para escuelas está en marcha desde mediados de abril. El vicegobernador Lucas Spinelli fue el encargado de realizar el anuncio, que celebró afirmando que “este sistema es mucho más barato y de alta velocidad”. La alternativa, hasta ahora, era la extensión de la red de fibra óptica, pero el sistema de satélites de órbita baja de Elon Musk, en efecto, simplifica la instalación y abarata los costos.

Similares avances se están dando en Salta, Jujuy y Tucumán, por medio de donaciones de antenas Starlink realizadas por UNICEF a cada gobierno provincial.

¿Y ARSAT?

“Plan Belgrano”, se denominó. Tuvo por objetivo “brindar conexión a internet y televisión digital satelital a las escuelas rurales, a través de satélites argentinos”. El ministerio de Educación había elaborado un listado de 2 mil escuelas de Catamarca, Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, Salta y Santiago del Estero, en una primera etapa. Corría el año 2017, gobernaba el país Mauricio Macri y, en este aspecto como en otros, buscaba sacar provecho de los avances de la gestión que lo precedió. El servicio debía garantizarse por medio de los satélites geoestacionarios ARSAT-1 y ARSAT-2, lanzados al espacio durante el gobierno de Cristina Fernández. Al año de la puesta en marcha del Plan Belgrano, la empresa nacional de telecomunicaciones creada durante el gobierno de Néstor Kirchner anunciaba que la cobertura había llegado a 3 mil establecimientos rurales en 23 provincias. Parecía un avance importante, pero el servicio brindado no arrojó los resultados esperados y el macrismo se desentendió.

Durante la gestión siguiente, en agosto de 2020, Alberto Fernández firmó el decreto N° 690/20 que declaró el acceso a internet como “servicio público esencial”. Como era previsible, las empresas oligopólicas del sector impugnaron la medida (en aquel entonces, Clarín-Telecom; Telefónica-Movistar; Telecentro, Claro y Direct TV). Inmediatamente se produjo un «efecto Vicentin»: en lugar de dar la pelea, el gobierno de los Fernández retrocedió. La pandemia brindaba el contexto ideal para el desarrollo de una ofensiva popular y soberana; sin embargo, los anuncios contrastaron de manera brutal con la falta de decisión real.

Cristian Delicia está al frente de la empresa social Kuenk@, que desde 2020 diseña proyectos de conectividad en zonas donde no llegan las empresas del sector. Cree que había una posibilidad de, como mínimo, acercarse desde el Estado al objetivo de brindar una buena cobertura en todo el territorio nacional: «Para resolver el problema, como primer paso había que robustecer la Red Federal de Fibra Óptica, para que las redes comunitarias pudieran contactar a ARSAT como proveedor, pero ARSAT nunca terminó de definir su rol en el ecosistema de redes, ya sean rurales o suburbanas, el cual es estratégico e indispensable para la soberanía tecnológica», explica. En aquel momento el loteo de la función pública dejó al Ente Nacional de Telecomunicaciones (Enacom) en manos de Claudio Ambrosini, un funcionario que responde a Sergio Massa, que se encargó de priorizar los acuerdos con las empresas y de ese modo garantizar la inmovilidad estatal.

Entonces llegó Milei, y de la mano de Milei se metió en las aulas Elon Musk

El DNU fundacional de la ofensiva “desregulatoria” del gobierno actual, que por estos días cumple un año, está hecho en beneficio de las grandes empresas. Pero, de entre todas las mega-compañías beneficiarias, una en particular fue jerarquizada, mencionada por su nombre: el decreto tuvo como objetivo “permitir la competencia de empresas extranjeras, como Starlink«, dijo el presidente de la nación en cadena nacional. Dicho y hecho: al poco tiempo, las antenas receptoras de los satélites de Elon Musk empezaron a desembarcar en el territorio nacional.

En Villa Cerro Azul, en las Sierras Chicas cordobesas, a orillas del río San Vicente, la escuela rural se encuentra dentro de una reserva hídrica natural. Es un entorno pleno de naturaleza, pero falto de conectividad. Natalia Di Pace, la jefa comunal, pertenece al Movimiento Verde Cordobés y cree que la preservación del ambiente tiene que compatibilizarse con la posibilidad de “enterarnos del mundo en que vivimos, para hacer un mundo mejor”. Allí también llega ahora Starlink. “Veníamos pidiendo esa conexión”, reconoce la mujer, en diálogo con el periodista de Traslasierra Tomás Astelarra.

En otros casos, por fuera de la responsabilidad estatal, la llegada de los servicios satelitales de Starlink es vista como una oportunidad. Alter Mundi es una cooperativa tecnológica que viene implementando proyectos de conectividad y “libre router” junto a pequeños y medianos productores de la región del valle cordobés de Traslasierra. Nicolás Echaniz, socio de la cooperativa, explica a Tiempo Rural: “Las escuelas rurales de Córdoba históricamente tienen servicios que no funcionan. Nosotros estamos tratando de ver cómo aprovechar el hecho de tener una conectividad razonable para facilitar redes comunitarias que hagan accesible el servicio. De hecho, ya lo venimos desarrollando con la señal de Starlink en José de la Quintana”.

Conectividad y pérdida de soberanía

Mientras espera la ocasión para hacerse del litio, el magnate trumpista saca provecho de la legitimidad que le da su servicio de conexión satelital. El gobierno de Misiones informó que Starlink, además de proveer conectividad a escuelas rurales, lo hará a comisarías y parques provinciales. La información de fuerzas de seguridad y de parques que deben velar por la preservación de los bienes comunes estará, ahora, al alcance de Elon Musk.

Diego Rossi, profesor de Políticas Internacionales de Comunicación de la UBA y miembro de la Coalición para una Comunicación Democrática, alerta sobre los riesgos que esto implica: «Starlink ya generó un montón de suspicacias por su oferta generosa de brindar conectividad en conflictos bélicos; ya sabemos que es un actor interesado«. Rossi explica que el prestador del vínculo tecnológico –carrier– tiene responsabilidad sobre el flujo de datos, y que una buena encriptación punto a punto impediría que la empresa proveedora acceda al contenido. Pero, aclara, Elon Musk no es un prestador más. «Además de tener Starlink, tiene empresas que se dedican justamente a cuestiones vinculadas a la seguridad y aplicaciones que encriptan-desencriptan, no es un proveedor telco ´puro´”. El riesgo va más allá del reemplazo del desarrollo que se podría haber hecho desde ARSAT: «Somos vulnerables desde un concepto de soberanía tecnológica. Sucede como con la nube de datos: una cosa era alojarla en un servidor de ARSAT, otra cosa es alojarla en la nube galáctica de las empresas globales», describe el especialista.

* * *

Las fotos payasescas de Milei con Elon Musk no deberían distraernos: no será a fuerza de memes como se pueda resistir esta ofensiva ultraliberal. Está visto: sobre la impotencia de lo propio se monta la prepotencia del enemigo. No alcanza con indignarse; si queremos encontrar las claves para la reconstrucción de un proyecto de país y de sociedad que no repita frustraciones, hará falta tomar nota de la gravedad de la situación actual, ir a fondo en los balances de lo que no fue cuando pudo ser, planificar un futuro con la suficiente radicalidad estratégica que permita retomar la iniciativa y, cuando llegue la ocasión, no dejarse amilanar.

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