El heterogéneo universo del peronismo de la provincia de Santa Fe, incluidos aliados circunstanciales o históricos, busca la fórmula para empezar a recomponerse de la fenomenal paliza en toda la línea a la que fue sometido en las elecciones provinciales de 2023. Ese proceso de recuperación recién está apenas amaneciendo, no sin gruesos nubarrones en el horizonte.
Es necesario, antes de cualquier análisis sobre el presente, entender qué ocurrió el año pasado cuando el pueblo santafesino tuvo una expresión lapidaria con la totalidad de la oferta electoral peronista, salvo contadísimas excepciones. Es, en ese mismo sentido, de vital importancia evitar los chivos expiatorios, más allá de las diferentes escalas de responsabilidad en tamaño derrumbe.
Por idéntica razón, es imprescindible aclarar un punto nodal para gambetear errores de diagnóstico: en la provincia de Santa Fe rige el sistema de boleta única de papel. ¿En qué consiste? El ciudadano concurre a la votación y la autoridad de mesa le da una lámina por categoría (en 2023 fueron cinco: gobernador, diputados provinciales, senadores departamentales, intendentes y concejales). El elector, luego se instala detrás de un box y con una lapicera marca una cruz en la opción que prefiere. Finalmente se acerca a una urna con cinco ranuras y coloca las hojas ya tildadas en las que en cada caso corresponde.
¿Y por qué esto sería relevante para analizar con precisión la debacle peronista del año pasado? Porque este sistema elimina un rasgo tradicional en Argentina: el efecto arrastre. Al no estar pegadas las boletas de las diferentes categorías, no hay tracción ni de arriba hacia abajo ni viceversa. Son, en la práctica, cinco elecciones diferentes en una. Semejante fragmentación del voto explica, parcialmente, la impactante multiplicación de famosos y mediáticos al frente de las listas en Santa Fe: hay que tener un candidato conocido a la cabeza de cada hoja de votación.
Hecho este ineludible preámbulo, es el turno de escudriñar concretamente al peronismo santafesino y su abrumadora caída. Las miradas apuntan en primer lugar, y con toda lógica, a Omar Perotti. Logró la gobernación para el PJ en 2019 y, cuatro años después, no pudo ni siquiera triunfar en la categoría de diputados provinciales, que lo tuvo como cabeza de lista. Sus antecesores socialistas, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, habían alcanzado ese objetivo con comodidad. Está claro que, para una franja significativa de la sociedad, las cosas no se hicieron bien en el mandato del rafaelino.
Ahora bien, el problema que tienen los segmentos peronistas que adversan con el hoy ex gobernador para descargar en él todas las culpas es que sus performances fueron dramáticamente malas. Incluso en la categoría de diputados provinciales: en las PASO, Perotti aplastó a sus contrincantes internos. Lejos, en segundo lugar, quedó la ex vicegobernadora Alejandra Rodenas, cuya terminal son los otrora poderosos senadores, en alianza con La Cámpora. El tercer puesto fue para la nómina del Movimiento Evita, encabezada por la ex legisladora nacional Lucila de Ponti. En cuarto término apareció el cantante de cumbia Juan José Piedrabuena, apadrinado por el massista Oscar “Cachi” Martínez. Norma López, cabeza de la oferta electoral de Agustín Rossi en esa franja, ni siquiera llegó a pasar a la final.
Pese a que, como ya se dijo, el factor arrastre aquí no juega, el PJ cayó en picada en todas las categorías. El senador nacional Marcelo Lewandowski, originario del sector que lideraba la intermitente María Eugenia Bielsa, fue batido duramente por el radical Maximiliano Pullaro, quien contó con el invalorable aporte de una coalición que incluyó a casi todo el no peronismo, desde el socialismo hasta el PRO. Aún así, el ex periodista deportivo ganó con holgura en su interna y en la elección general logró un resultado relativamente aceptable en su territorio, Rosario.
A los senadores, que se presumían imbatibles al haberse autonomizado de la suerte global del PJ gracias a la boleta única y a una montaña de efectividades conducentes, tampoco les fue bien. Perdieron la mayoría en la Cámara Alta provincial y su poder letal de negociación quedó reducido a la mínima expresión.
Otro tanto ocurrió con los intendentes. El peronismo cayó derrotado y perdió varios municipios y comunas, algunos de ellos de gran peso, como Rafaela y Esperanza. El desplome justicialista prácticamente no tuvo fisuras.
Es que ocurrió algo que ya se venía perfilando desde hace varios años y que terminó haciendo erupción en el fatídico 2023: la consolidación de una mayoría social en la provincia de Santa Fe que es refractaria no ya sólo al kirchnerismo sino al peronismo en todas sus modalidades. No significa que esa foto esté petrificada, pero es lo que hay en esta coyuntura.
¿Y ahora qué pasa, eh?
Con el profundo cambio operado merced a la decisión popular, el perottismo se refugió en un bloque reducido pero activo de diputados provinciales. Su conductor escogió el silencio absoluto y quién expresa las posiciones de la bancada, hasta ahora colaborativas con el gobierno de Pullaro, es la ex ministra de Gobierno, Celia Arena.
En paralelo, asomaron la cabeza los pocos intendentes que salieron indemnes del hundimiento de 2023. Dos referencias importantes de ese grupo, Roly Santacroce de Funes y Enri Vallejos de Reconquista, se acercaron al cordobés Martín Llaryora, con quien se reunieron en una sugerente y publicitada actividad en la provincia mediterránea.
En una línea más cercana a Perotti, el ex candidato a intendente de la ciudad de Santa Fe, Ignacio Martínez Kerz, también refuerza vínculos con el cordobesista. Se conocen desde la militancia juvenil y el gobernador vecino le dio su respaldo público en la campaña del año pasado.
El otro peronista joven con proyección nacional que ya hizo pie en las tierras del Brigadier López es Axel Kicillof. Tiene un intenso vínculo institucional con Pullaro, al punto de aportar 80 patrulleros bonaerenses para la lucha contra el narcotráfico. En ocasión de la entrega de los móviles, el gobernador de la megaprovincia se dejó ver con la camporista Florencia Carignano, mano derecha de Wado de Pedro, y el referente de Ciudad Futura, Juan Monteverde, quien estuvo a punto de birlarle la intendencia de Rosario al filo radical Pablo Javkin.
Ciudad Futura es un espacio que se podría denominar, genéricamente, de centro izquierda. Mantiene una fuerte alianza con el Movimiento Evita y ahora entró en conversaciones con Leandro Busatto, el precandidato a gobernador del rossismo que abandonó ese redil.
La reconfiguración del peronismo santafesino no derramó plenamente en la conducción del Partido Justicialista recientemente definida, en una lista de unidad parcial. La presidencia quedó para los senadores en cabeza de Guillermo Cornaglia, quien perdió en su departamento el año pasado. La vice será María Luz Rioja, de las huestes del Chivo Rossi. El resto del entramado directivo se repartió, en sus principales lugares, entre el Evita, los intendentes, el perottismo y La Cámpora.
Hay motivos poco románticos para que el nuevo presidente del PJ santafesino sea de la línea de los senadores. Fuera del poder y reducida su representación institucional, son escasos los dirigentes que pueden solventar económicamente la estructura del partido, desde los sueldos de los empleados hasta el viejo edificio de calle Crespo en la ciudad de Santa Fe. No es toda la explicación, pero lo es en buena medida.
Con todo, Lewandowski decidió no participar de esa conducción. Es que pretendía que la presidencia quede para Silvina Frana, su ex candidata a vicegobernadora, pero la renovada alianza de los senadores con el rossismo le bloqueó el camino. No rompió, pero tampoco se integró. Apenas aportó nombres para los congresales.
Ese reflujo de sociedad política entre senadores peronistas, comandados por el tan inoxidable como controvertido Armando “Pipi” Traferri, y el “Chivo” Agustín Rossi, de quien se rumorea que pretende nuevamente ser candidato a diputado nacional, activó una célula dormida: María Eugenia Bielsa, enemiga irreconciliable de ambos, evalúa volver al verde césped.