Hace cuarenta y dos años, las Fuerzas Armadas Argentinas recuperaban el ejercicio pleno de la Soberanía Nacional sobre las Islas Malvinas, la Isla San Pedro y Georgias del Sur, la Isla Sándwich del Sur y los espacios marítimos correspondientes.
Los comandantes políticos y militares carecían de la idoneidad estratégica para conducir la guerra, cayendo en la trampa tendida por EE. UU y Gran Bretaña de fabricar una “guerrita” que les permitiera establecer las bases militares que necesita la OTAN en el Atlántico Sur, que es lo primero que hicieron al finalizar las acciones armadas.
Sin embargo, el pueblo argentino, junto a los pueblos de Iberoamérica y del Sur del mundo, resignificaron el acontecimiento, exigiendo una lucha en serio contra el colonialismo. Cientos de miles de mujeres y de hombres de nuestro país se comprometieron con el esfuerzo bélico, mientras decenas de miles se anotaban en las embajadas argentinas en toda América.
La batalla del Atlántico Sur se perdió en Buenos Aires por ausencia de conducción política estratégica, no en los montes de la Isla Soledad, de la Gran Malvinas o en los mares y cielos del Atlántico Sur. Nuestros soldados pusieron en jaque a las fuerzas invasoras, como parte del pueblo argentino al que pertenecen.
La Confederación General del Trabajo, bajo la conducción de su Secretario General Saúl Ubaldini, supo responder al desafío de la hora.
El 30 de marzo de 1982, bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo” protagonizó una nueva jornada (como lo hiciera en diferentes momentos de la dictadura cívico-militar), para reclamar la restitución de la soberanía popular. Esta marcha fue duramente reprimida.
No obstante, cuando se produjo la recuperación de nuestras Islas Malvinas, la Confederación General del Trabajo emitió un comunicado declarando al 2 de abril como “Día de Júbilo Nacional”.
Pocos días después, el 7 de abril de 1982, los secretarios generales de las dos centrales sindicales, Saúl Ubaldini y Jorge Triaca, viajaban junto a Jorge Abelardo Ramos, Deolindo Felipe Bittel, y otros dirigentes políticos hacia la Isla Soledad, para asistir a la asunción del gobernador designado al frente de las Islas Malvinas, Isla San Pedro y Georgias del Sur, Isla Sándwich del Sur y espacios correspondientes.
La inmensa mayoría de los Combatientes fueron trabajadores, o hijos de trabajadores. Al regresar de los combates, tuvieron que enfrentarse al desamparo institucional en que los sumió la última Junta Militar encabezada por el Gral. Bignone, y la activa desmalvinización instrumentada por el gobierno de Raúl Alfonsín.
Fieles a las mejores tradiciones de nuestro pueblo, los Combatientes se organizaron rápidamente, adoptando como ejemplo organizativo el modelo sindical.
Con mucho esfuerzo y grandes pérdidas por los suicidios de cientos de compañeros, lograron en la posguerra una serie de reconocimientos, que incluyó a los familiares de los caídos en combate, desafiando la indigna propaganda que quiso condenarlos al rol de víctimas, cuando el pueblo los reconoció desde un principio como Héroes.
Los gobiernos que se sucedieron en estas más de cuatro décadas no abandonaron el reclamo formal por el ejercicio pleno de la soberanía, pero no pudieron o no quisieron revertir la estrategia británica de saquear los recursos en el Atlántico Sur y profundizar su ocupación colonial en un tercio del territorio argentino.
Hoy nos encontramos frente a un gobierno que ha manifestado su admiración hacia la criminal de guerra Margaret Thatcher, que se alinea explícitamente a los países que integran la OTAN –ni más ni menos, las fuerzas de ocupación de nuestros territorios—, que firma acuerdos con los EE.UU. para entregarle el control de la red troncal del Río Paraná, que titubea en responder por los canales diplomáticos a la pretensión británica de ampliar su presencia ilegal en nuestra Antártida y sus mares correspondientes, y que está dispuesto a entregar todos los recursos estratégicos de nuestra economía al globalismo financiero anglosajón.
Por eso, a 42 años de la Gesta de Malvinas, y frente al Monumento que recuerda a sus Héroes, ratificamos nuestro compromiso para enfrentar al colonialismo en todas sus formas. Para recuperar el ejercicio pleno de la Soberanía en nuestras Islas Malvinas y demás territorios ocupados por una potencia extra-continental, necesitamos recuperar un Proyecto de Nación. No basta con la diplomacia profesional. Hace falta que el pueblo argentino recupere su pleno protagonismo.
Para luchar por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, exigimos que en cada una de las escuelas y aulas de nuestro país se enseñe la verdadera Historia de nuestro país y de la lucha infatigable que viene realizando el pueblo argentino desde 1833 por la integración territorial, según lo prescribe la Ley 26.206 del año 2006.
Es necesario denunciar los Acuerdos de Madrid y de Londres y derogar todas las trampas jurídicas que ha venido impulsando el Reino Unido de Gran Bretaña para la consolidación del status colonial.
En vez de cooperar con el ocupante ilegal para la “remoción de todos los obstáculos para el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas”, como propuso el nefasto acuerdo Foradori-Duncan, debemos encarecer los costos de la ocupación británica, adoptando medidas concretas que impidan cualquier actividad económica en el continente argentino suramericano y su plataforma continental a las empresas cuyo capital accionario mayoritario pertenezca a la Comunidad Británica de Naciones o de aquellos países que apoyen la ocupación ilegal británica en los territorios usurpados, en el camino ya iniciado por la sanción de la Ley “Gaucho Rivero” en varias provincias argentinas.
Mientras las autoridades británicas se nieguen a cumplir con el mandato de las Naciones Unidas, nuestro país debería suspender toda conexión aérea o marítima desde el continente argentino suramericano hacia las Islas, solicitando que los países hermanos de Suramérica hagan lo propio, como ya ocurrió hace una década cuando las Repúblicas hermanas del Brasil, Uruguay y Perú rechazaron el amarre de buques británicos en sus puertos.
Al mismo tiempo, y como recomendó en su momento el General Jorge Leal respecto a la Antártida, debemos “latinoamericanizar” o al menos “suramericanizar” la Causa de Malvinas, haciéndolos parte de un plan estratégico conjunto para la explotación de los recursos marinos en el Atlántico Sur.
Asimismo, se impone recuperar las capacidades disuasivas de nuestras Fuerzas Armadas, que han sido desmanteladas durante estos años de posguerra y que deben abocarse a la defensa de los intereses nacionales, ejercitándose con prioridad para la recuperación de las Islas Malvinas y demás territorios ocupados, y no como algunos intentan empeñarlas en tareas propias de las fuerzas de seguridad.
Entendemos que nuestro país debe redefinir sus alianzas internacionales de acuerdo con su propio interés, que reside en la construcción de un mundo multipolar, más justo y con mayores posibilidades para todos los pueblos y todas las naciones, sin sujetarse a visiones ideológicas extemporáneas.