El fenómeno Milei, o la insoportable levedad de la política

“¿Fracasa la democracia como sistema? Es probable que no, aunque esta democracia se haya quedado a medias. Hay un fracaso de toda la dirigencia, y no solo la política”, una columna de opinión de Antonio Muñiz.

Seguramente Javier Milei y sus seguidores no conocen a Gramsci o a Laclau, y sobre todo dos conceptos: «hegemonía» y «significantes vacíos». «Hegemonía» significa modelar cultural e ideológicamente la sociedad civil, para construir la acción política.

«Significante vacío» se podría definir como un slogan o un relato vacío, es decir sin contenido, que atrae porque cada oyente pone ahí lo que quiere, sus deseos, sus miedos, sus prejuicios, su frustración o sus odios. En este caso: ”la indignación”, la “casta”, los “planeros”, “el Estado”, etc.

La potencia movilizadora de los «significantes vacíos» es importante en los procesos de toma del poder. Fue motora de todas las revoluciones. La misma palabra “revolución”, en sí misma, es un significante vacío; pero sirve para asaltar el poder, incluso democráticamente. Su fortaleza está en la dificultad que presenta desde lo político, en la imposibilidad dar un debate sobre su forma y contenido.

Esto es así porque resulta complejo, desde la política tradicional, plantear un debate serio sobre contenidos o propuestas en este tipo de situaciones. Por eso, los partidos populares y mas aún los de izquierda, naufragan en estas etapas. Acostumbrados a largos debates ideológicos en esta situación no hay de donde agarrarse, no hay ideas a discutir, no hay ideologías totalizadoras, no hay pensamiento crítico, solo sentimientos, prejuicios, emociones.

Por supuesto que hay ideología, una ideología de derecha, ultra liberal en lo económico, pero muy autoritaria en lo político. Hay un modelo de país, incluso, pero a la ideología la esconden, la niegan, detrás de eslogan que apuntan a un sentido común, muy precario.

Esto no significa que todos los votantes de Milei sean de ultra derecha, ni filo fascista, ni que tampoco sean todos de las clases populares empobrecidas. Mas bien, según analistas, el votante de Milei es muy diverso y trasversal a todas las clases sociales, aunque sí parece ser un votante con bajo nivel político. Por eso prende tanto en los sectores juveniles, hoy muy abandonados por la política.

Ya lo hizo Macri, algo también hizo Menem en su momento. Por supuesto que Milei y sus seguidores no generaron esto, solo lo aprovecharon. Este es un proceso que viene de largo, de demonizar la politica, de repetir y repetir que la democracia no sirve para nada, que toda “la casta politica” es corrupta, etc.

El objetivo siempre fue desarticular los partidos políticos populares e ir reemplazándolos por los ceos o gerentes que provienen de las corporaciones empresarias. Macri fue el primer intento en Argentina, serio y exitoso, aunque los resultados de su gestión hayan sido desastrosos, aun para quienes lo llevaron a ese lugar y a quienes supuestamente representaba.

Por supuesto que los políticos de partidos tradicionales han hecho bastante para llegar a esta situación. Desde aquella frase de campaña de Alfonsin, “Con la democracia, se come, se cura, se educa” hasta hoy, la experiencia democrática ha sido un fracaso rotundo en cuanto a las expectativas y necesidades de los argentinos.

Hoy las condiciones en la vida de millones de argentinos son mucho peores que hace 50 años. En 1975 la pobreza en la Argentina era del 4%, hoy llega al 50%; la deuda de 6 mil millones, hoy sobrepasa los 200 mil millones, así todos los indices están por debajo de aquella época.

Algo pasó en estos años: crisis recurrentes, devaluaciones, hiperinflaciones, privatizaciones, deuda externa, políticas del FMI, desindustrialización y ajustes brutales sobre los sectores populares han ido construyendo este presente de crisis estructural.

¿Fracasa la democracia como sistema? Es probable que no, aunque esta democracia se haya quedado a medias. Hay un fracaso de toda la dirigencia y no solo la política, sino también la dirigencia empresaria, el periodismo, la justicia, el sindicalismo, etc.

Este proceso comenzó en 1976 con el golpe militar y la políticas neo liberales de Martinez de Hoz que, por cobardía, por acción, u omisión fueron continuadas por los gobiernos democráticos.

Pero para no hacer tanta historia volvamos al tiempo presente. El macrismo acentuó todas las políticas nefastas del neoliberalismo, llevándonos a la crisis actual de deuda impagable, al sometimiento al FMI, y a una “grieta” trabajada y muy bien implementada desde los medios periodísticos y culturales de fractura, de división, de odio entre los argentinos. Un pueblo dividido es fácil victima de los sectores mas poderosos. Ademas el macrismo generó un nivel de corrupción que se fue extendiendo y corrompiendo todo el tejido político y social.

Así estamos hoy, en un nivel de anomia como sociedad nunca vista en nuestra historia, de una falta de memoria colectiva que permite el surgimiento de movimientos políticos como el de Milei (casi caricaturesco), al que nuestros compatriotas se aferran como a cantos de sirena. A estos niveles de degradación nos ha llevado nuestra clase politica.

En ese sentido el fracaso del gobierno de Alberto Fernández es mas doloroso porque terminó traicionando al pueblo que lo voto y confió en el. Es cierto que sufrimos las plagas de Egipto en estos cuatro años. Hoy, sin la sequía la situación económica seria otra, pero él también se resignó a no cambiar nada, a no resolver el conflicto, a administrar la crisis que finalmente lo arrastró al fracaso.

Si Milei existe es por el desastre macrista, pero también por el fracaso de un gobierno popular, que no entendió los reclamos de su base electoral. La moneda esta en aire, todavía hay tiempo de cambiar el destino de nuestro país.

Si el gobierno sale de su apatía, si la dirigencia escucha a la militancia (que quiere, y va a salir a la calle a dar la lucha electoral), podemos dar vuelta la elección.

Pero debemos entender que hay que recuperar la politica como arma de lucha, que sin reforma a fondo de la corte suprema y de todo el poder judicial, sin una ley que sancione el lawfare, sin ley de medios que ponga freno a los grupos culturales-mediáticos, sin un control sobre las corporaciones empresarias monopólicas y sin una re negociación soberana de la deuda con el FMI no hay democracia posible.

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