Roca. Apuntes para entender los cuestionamientos

La discusión sobre la estatua del general Julio Argentino Roca –desde su emplazamiento en la plaza central de la ciudad de Bariloche hacia algún lugar no visible—, es una polémica sobre la misma cuestión nacional. Implica a la idea de nación, de Estado, de territorio, de soberanía y de pueblo argentino.

La discusión sobre el traslado de la estatua del general y dos veces presidente de la República Argentina Julio Argentino Roca, desde su emplazamiento en la plaza central de la ciudad de Bariloche hacia algún lugar no visible, es una polémica sobre la misma cuestión nacional. Implica a la idea de nación, de Estado, de territorio, de soberanía y de pueblo argentino. En la actualidad está cruzada por un relato maniqueo y que cada vez parece alejarse más de la realidad histórica y de una investigación rigurosa. Como también de la construcción de una “identidad nacional”, sea esta popular u de la elite, yendo más bien hacia su contrario: una “deconstrucción” y hasta demolición de la misma. Sin una alternativa realista clara que garantice la idea de soberanía nacional en la conciencia colectiva, sobre los derechos comunes de todos los argentinos en todo el territorio. Siempre es bueno advertir desde donde escribe uno, más aún en una nota de tipo periodístico y polémico: desde la convicción de la necesidad de construir una identidad nacional argentina fuerte, un estado fuerte soberano y unido, en el marco de una Latinoamérica unida que se proyecte a un mundo competitivo y agresivo con personalidad propia.

Breve marco para la cuestión nacional

La discusión respecto de las figuras históricas es algo que suele estar sujeto a fuertes polémicas. En nuestro país hubo siempre dos tradiciones, cada una con sus contradicciones, que a su vez daban una interpretación alternativa a diversos grandes personajes, sujetos sociales y políticas (una más nacionalista y otra más liberal, la izquierda se dividía entre ambas). En las últimas décadas ha surgido una tercera, una especie de “anarquismo” posmoderno, cruzado con políticas de identidad, mas globales.

Las interpretaciones diversas se dan en todos los campos, sin embargo, en la escena pública y en los discursos políticos cobra una significación distinta a la del campo académico. En el segundo, si bien para nada es ajeno a cuestiones ideológicas (en el sentido fuerte que indica a las ideologías como visiones del mundo) y es racionalizado como “marco teórico”. Sin embargo, las ciencias (inclusive las sociales) deberían estar sujetas a criterios de verdad basados en comprobaciones empíricas amplias. Quizás esto no sea tan así con la funcionalización de las ciencias sociales para la batalla político ideológica de una forma en que la rigurosidad es escamoteada en función de construir relatos acordes a la batalla que se espera dar (y a los subsidios que se espera obtener). Esto cuando se generaliza debilita en conocimiento y afecta gravemente la utilidad de las mismas ciencias sociales.

Sin embargo, en las batallas políticas por la construcción de relatos, la tergiversación o manipulación de la historia y las ciencias sociales en general, es extrema. La mentira y la verdad pierde su diferenciación. Y hasta se construyen ideologías que justifican la posibilidad de “inventar” cualquier cosa respecto del pasado o los hechos. Todo es “relato”, “discursos”. Y los hechos suelen ser relativos a su utilidad, construidos por el que enuncia el mensaje.

Las “historias nacionales” son relatos históricos basados en hechos, pero que buscan construir una identidad, hacer real la posibilidad de existencia de un “pueblo”, que es junto con la estructura política que lo organiza (el Estado), la comunidad por excelencia que ejerce el control sobre un territorio determinado. Idea nacional, pueblo-nación, Estado, economía soberanía. Es la “comunidad política” por excelencia, es “histórica” y tiene una historia que se asume común. Existe, no es un invento, pero es una “construcción” como tal puede ampliarse o destruirse, fortalecerse o debilitarse, etc. La conciencia de historicidad en la que se sustenta es su argamasa fundamental, puede ser más o menos científica. Es claro que la investigación científica en todos los planos, sean de las ciencias blandas o duras, debe tender a ser rigurosa y buscar el mejor desarrollo acorde a los intereses de la comunidad; como también es cierto que la conciencia nacional no se construye con relatos científicos, sino con imágenes colectivas, mitos, en historias más simples, que permiten que ese heterogéneo colectivo que es un pueblo de millones en millones de km2, pueda sentirse uno.

Aclaramos, esto no implica creer que existe una “unidad nacional” ajena a las luchas internas y externas, sociales, económicas, de clases. La comunidad nacional es contradictoria, y evidentemente es parte de la naturaleza de “lo nacional”, la contradicción convive y se resuelve de acuerdo a intereses de clases, de acuerdo a como son las relaciones de poder entre estas, y que tipo de estado y sociedad es dominante. Pero esa estructura social y su marco jurídico no significa la no existencia de una comunidad nacional, más justa o más injusta, con mucha o poca explotación, más o menos “consensuada”.

La cuestión clave sin embargo es que los miembros de esa comunidad, en este caso Argentina (pero puede ser cualquier otra) “todos” se sientan argentinos, asuman como propio su pasado. Aunque luchen por su interpretación, claro; pero sean constructores de esta nación. Y la nación es Estado, cultura, historia, territorio, economía y soberanía. Cuando alguno de estos aspectos falla gravemente, o es puesto en cuestión, la misma concepción de nación es la que está cuestionada, y con ella su viabilidad en el tiempo y espacio. Si alguien se adjudica en forma diferenciada algunos de estos atributos por fuera de la “nación”, o cuestiona su origen en forma de negar un legitimidad o identidad, esta desarmando esa nación en función de otra construcción en alguna parte del espacio económico o geográfico.

Roca “El Zorro”, el constructor del Estado, o el “genocida”

El apodo de “el Zorro” dicen que le quedó desde su paso por la escuela (hoy seria secundaria) de Concepción del Uruguay, donde fue becado desde su natal Tucumán. Tiene que ver con su viveza, astucia, capacidad para el engaño, etc. Dotes que le valieron la reafirmación de ese apodo en la época de su proyección como líder político central de las últimas décadas del siglo XIX. Sea o no un mito, lo real es que “el Zorro” sin dudas lo fue para los contemporáneos. Además de su habilidad e intuición política, Roca fue lo más cercano a un oficial profesional que podemos encontrar antes de la profesionalización de las FFAA argentinas, concretadas por él mismo y el general Pablo Ricchieri.

La historia, tanto la académica como en el relato nacional y todos los contra relatos que existieron y existen, lo colocan como un personaje central. Y no se equivocan ya que es un hombre clave en la consolidación del estado nación argentino a continuación inmediata de la conocida como “Campaña del desierto”. Luego de la primera parte de la “campaña al desierto” se apartó de su mando directo. Su éxito y su rol como articulador de las voluntades (el “Zorro”) de las elites de las provincias, lo proyectó como líder nacional y fue electo presidente. Con un proyecto que en primera instancia afectaba a la elite de la Provincia de Buenos Aires celosa de su vinculación privilegiada con el mercado mundial.

Las tropas nacionales que podemos llamar “roquistas” continuaron una segunda campaña, esta vez contra las pretensiones de la Provincia de Buenos Aires de mantener su autonomía política por fuera del conjunto de la nación, y su control económico sobre el principal puerto de la república. Fue un nuevo éxito, en una campaña que requirió muchos más hombres y tuvo muchos más muertos que la “campaña del desierto”. Las fuerzas movilizadas por el gobierno de la provincia de Buenos Aires sumaban más de 20000 hombres que enfrentaron al ejército nacional, quedaron en los campos de batalla de Parque Patricios unos 3000 muertos. De esa forma La nación logro tener una capital y hacer de las rentas de la aduana rentas nacionales. Lo que es muy importante. Y le valió el odio de Mitre.

Estas amplias victorias proyectaron al general como el líder obvio de la clase dominante nacionalizada. Fue EL hombre de estado durante más de 20 años, gobernando dos periodos entre 1880 y 1886 y entre 1898 y 1904. Durante sus mandatos se creó el registro civil; se sancionó la ley 1420 de educación pública y laica. Que en ambos casos eran un salto hacia la modernidad, al hacer del estado en centro de la educación, los casamientos, nacimientos, defunciones, educación de los niños, etc. Lo que le valió el rechazo de la aún muy conservadora iglesia, aun de sus sectores más sociales, al arrebatarles ámbitos que consideraba patrimonio propio.

Se sancionó un código penal moderno y un código de minería (aún vigente, aunque hoy más liberal que el de Roca). Comenzó la inmigración masiva de millones de europeos (y unos cuantos árabes). Y con la puesta en producción de la tierra, gracias a las campañas militares y a la expansión muy rápida de los FFCC., la producción exportable creció en forma espectacular. Para ello también se potenció la infraestructura portuaria. Y la Ciudad de Buenos Aires paso a ser una metrópoli en América latina. Y se definió la frontera con Chile entre otras cosas.

Durante su segundo mandato. Continuó la expansión anterior, mejorando las comunicaciones con telégrafo hasta cabo Vírgenes, se instaló la primera base permanente del mundo en la Antártida (en las islas Orcadas) siendo la plataforma de nuestros reclamos actuales. Se intentó abordar la “cuestión social” (Pobreza de las clases populares y conflictos con el movimiento obrero) a través de resoluciones legales inspiradas en el modelo alemán, como los derechos laborales y sociales, que no pudieron avanzar por la negativa del congreso, en manos de las fracciones más conservadoras de la oligarquía. Pero que dieron nacimiento al Departamento de trabajo, y que nos legaron el primer estudio de la realidad social Argentina desde una perspectiva científica y popular como es el “Informe Bialet Massé”. Se organizó definitivamente el ejército nacional mediante la ley Ricchieri, con una carrera militar y con la conscripción de todos los ciudadanos, siendo la institución militar en términos formales una de las más modernas del mundo. Inspirados en el modelo alemán.

Bueno hay más cosas. Pero es bueno destacar que Roca no era Perón ni en los social ni nacional, ni Bismark como estadista de una potencia independiente, sino un exponente de la clase dominante: la oligarquía terrateniente. Quizás el más lúcido y el mas nacional. Pero un hombre de esa clase. No cuestionó las raíces profundas del modelo de dependencia, ni de la “argentina granja”. El país que se consolido en ese periodo siguió con la cultura hegemónica entre su elite que consideraba beneficiosa a la asociación dependiente con Inglaterra. Y los conflictos obreros fueron resueltos en su mayor parte con represión dura, instituciones y legislación acorde. Sin embargo, dentro de esa clase y estructura, Roca “moderó” esa dependencia con una cierta intuición nacional que permitió cierto desarrollo y el intentó de negociar la absorción de los trabajadores. Todas estas políticas le valieron la oposición del mitrismo, más liberal y “cosmopolita”; y de Sarmiento mucho menos nacional y más racista, sin dudas hubiera preferido resignar porciones de territorio y ser más duro con las poblaciones del interior, aún.

Es evidente que un militante progresista considerará esta nota “Roquista” como mínimo (y quizás otras acusaciones extemporáneas). Pero no somos roquistas, ponemos las cosas en su lugar desde una perspectiva nacional. Creemos que Roca como un hombre de su tiempo, nos legó ciertas realizaciones que debemos reivindicar, o valorar equitativamente, si queremos ser argentinos: Siguiendo a Jauretche, la unidad territorial de la nación, la modernización del estado nacional, y la extensión unificada de su autoridad a todo el territorio. Salvo que no estemos de acuerdo con eso. O sea que militemos una argentina más chica, y que imaginemos una inexistente utopía (o distopía anacrónica) mapuche estatal, conquistada por el ejército, delirios de ignorantes.

Desde esta base: la asunción de que lo que debemos construir es un país justo y libre; y que debemos hacer de todos sus habitantes ciudadanos iguales libres y sanos; que debemos incorporar todas las raíces y reivindicar a todos los pueblos que hacen a la argentina. Desde allí criticamos el proyecto oligárquico, y dentro de él al roquismo. Pero porque creemos que aun en el siglo XIX se pudo haber construido un país más inclusivo de las clases populares, y más independiente de Inglaterra y más desarrollado económicamente. Y que ese proyecto se peleó en las guerras civiles.

Pero tenemos claro que la unidad nacional, la ocupación por el estado de todo el territorio, la desarticulación de cualquier grupo provincial, estatal o privado, étnico o empresario que pretendiera sustraer soberanía a la nación, o disputara el monopolio de la fuera o la circulación, era una premisa. Y lo señalamos porque es la misma premisa que sostenemos hoy.

Algunos antecedentes del anti roquismo contemporáneo y la cuestión indígena

Pero hasta aquí no hemos ido a la clave de la discusión. Roca podía haber sancionado estas leyes o no, no es lo que se discute cuando se piensa en eliminar sus monumentos. De hecho, si la discusión sobre Roca fuera si fue más o menos eficaz como gobernante institucional. Si fue más o menos oligarca, más o menos probritánico. Si fuera así, el derrumbe o eliminación de sus monumentos sería absolutamente secundario.

Entonces la clave de la cuestión es lo que realmente se discute. Desde el “progresismo” se esta discutiendo en esencia la ocupación militar de los territorios del sur y centro sur del país (y podríamos agregar del Chaco). O sea, la incorporación efectiva de más de la mitad del país (8 provincias y 7 porciones de provincias existentes previamente). La creación y unificación misma del estado moderno. La dimensión de la discusión, entonces, debe ser enfocada ya que hace a la existencia de Argentina o no.

En otro trabajo (Los pueblos indígenas y la cuestión nacional. Punto de encuentro, 2019) hemos señalado claramente como de desarrolló la problemática de la construcción de la presencia estatal real en el territorio que se extiende hasta la Tierra del Fuego. Y lo hemos hecho en relación desde las posiciones que expresaban los diversos pueblos indígenas habitantes del lugar. Hemos señalado la complejidad de las relaciones del Estado con la población ab-origen, y las diversas posiciones que las tribus indígenas tenían frente al estado argentino.

Hemos visto con claridad que todas las tribus de sur argentino fueron parte en diversas trincheras de las guerras y disputas políticas que se dieron en nuestro país, desde el mismo proceso de intendencia. Algunas muy autónomas y otras muy integradas. Algunas muy agresivas y otras sumamente colaborativas. También hemos señalado que gracias a las colaborativas importantes regiones de la Patagonia fueron territorios donde cierta presencia de símbolos y relaciones políticas y económicas argentinas tenían elementos de presencia. Y esto era muy previamente a la ocupación plena de todo el territorio nacional por el estado y sus instituciones.

También es ampliamente conocido que para los estados del mundo y su juridicidad internacional el territorio que se extendía hasta la Tierra del Fuego era de soberanía española y de sus herederas las repúblicas americanas. Solo que la falta de ocupación plena (ejército, instituciones políticas, instituciones económicas, infraestructuras) daban la visión de un amplio territorio vacío, donde el ejercicio efectivo de la soberanía no se desarrollaba. Por lo tanto, las ambiciones de otros estados en una época en la que el reparto pleno del mundo por las potencias estaba en ejecución, imponía su ocupación… por algún estado. Nadie puede ignorar, y es fácil de verificar, que tanto, Inglaterra en primera instancia, como la misma Francia, y sin dudas también Chile, ocuparían ese territorio en forma efectiva despojando a la república argentina de un millón de km2 sobre los que tenía amplios derechos.

Tampoco es de ignorar que desde la época del virreinato los españoles establecieron diversos asentamientos en las costas de los cuales sobrevivieron dos: el de Malvinas y Carmen de Patagones. Que Rosas estableció una presencia clara hasta el Rio negro y acuerdos de reconocimiento de la soberanía (en términos de la cultura indígenas) mucho más al sur. Como que desde la década de 1860 el estado argentino impulsó la colonización de Chubut, o que patriotas como Luis Piedrabuena desarrollaron bases en Santa Cruz, antes la necesidad de definir en forma perentoria las fronteras adelantándose a otras potencias. Como también los diversos gobiernos provinciales y nacionales establecieron pactos de reconociendo de soberanía con las tribus de la zona cordillerana, y las asentadas en los ríos.

El 11 de octubre de 1878, mediante la Ley 954, el presidente Nicolás Avellaneda creó la Gobernación de la Patagonia con jurisdicción hasta el cabo de Hornos. En 1979, luego de algunas campañas preparativas previas, Roca encabezó la campaña que debía terminar definitivamente con la frontera interna, incorporando a la producción y bajo autoridades estatales el conjunto de los territorios del sur (pocos años después haría lo mismo con los del Chaco). Con 6000 soldados en cinco divisiones (entre ellos 820 indígenas aliados) iniciaron las operaciones en abril de 1879. Las operaciones dejaron unos 2300 muertos. Y Roca precisó ante el Congreso de la Nación que se habían tomado como prisioneros a 10 539 mujeres y niños, y 2320 guerreros. Habitaban esos territorios unos 40000 indígenas (cifra “generosa”, en todo el territorio que se extiende hasta el extremo sur). Desde la época de la independencia pueden contarse unas bajas que puede llegar a los 10000 muertos en combate de los indígenas insumisos con el estado (sin contar todos los que cayeron en algún bando de la guerra civil, o como parte de las fuerzas del estado), y unos 3000 criollos en esos mismos combates.

La campaña de Roca se saldó con una victoria aplastante. Lo que era obvio. Los insumisos fueron derrotados duramente. Los dudosos y los amigos se les eliminó cualquier estatus de autonomía política, y si vacilaron se los atacó en forma incontestable. La población indígena, amiga o que se aceptó finalmente la autoridad del estado, se la reasentó en territorios distintos después de la campaña, que hasta hoy reclaman en algunos casos (en general de menor calidad). Los enemigos fueron repartidos por la república, como peones, soldados, marinos y sirvientas. Básicamente se llevó adelante una política similar a la de todos los demás países con situaciones parecidas, y para nada más sangrienta. Culminó así el proyecto que comenzó con la independencia (extender la frontera productiva hasta el extremo sur); que los federales encabezados por Rosas habían “casi” realizado tres décadas antes (con mayor cantidad de muertos entre los indígenas que se opusieron, pero también con muchos más indígenas siendo parte del mismo).

Que se hizo y que se podría haber hecho

Los estados modernos no admitían un tipo de ciudadanía distinta a la constitucional moderna, liberal y burguesa (la vigente), ni mucho menos “negociaban” niveles de soberanía por fuera de los establecidos en los “pactos” constitucionales. O sea que los métodos de relación con las tribus, de “don y contradon” en una especie de pirámide de jerarquías tribales segmentarias, no tendrían más cabida.

Debe ser conocido que el estado argentino reconocía claramente los problemas territoriales reales que implicaba la indefinición de fronteras con Chile. Esa era la discusión real, no si había algún tipo gobierno indígena independiente, que es un invento actual. Y los avances británicos evidentes, e inclusive los aparentemente “ingenuos” reclamos de un Rey Francés de los araucanos en el sur chileno y argentino. El avance de propietarios chilenos o ingleses, todos problemas que se discutían en la esfera política nacional, e imponían una solución.

Debemos destacar que la construcción de la nación argentina, la definición de su identidad y de sus dimensiones territoriales, no fueron “dados desde le cielo”, sino se fueron producto de duras luchas de diversos proyectos, que podrían haber dado como resultado un país de dimensiones distintas, de formación económica distinta y con una inserción en el mundo distinta. Esa lucha fue a múltiples bandas, y en cada uno de esos conflictos, como parte de cada bando estuvieron diversos grupos indígenas. Muchos ganaron otros perdieron y en ese camino muchos fueron pasando a ser parte de la sociedad criolla como parte de sus componentes. Desde esta visión los indígenas no son externos o ajenos, sino parte de las luchas internas. Una de las muchas bandas del conflicto fue el existente entre algunos grupos indígenas y la sociedad criolla en sí misma. Básicamente entre formas de producción distinta grupos semi-nómades de muy bajo nivel de desarrollo material y político, frente a una sociedad mucho más densa y en expansión. En este conflicto los indígenas se movían en la frontera de la economía criolla, obteniendo de ella, dadivas (raciones), cargos simbólicos que les daba poder a sus caciques, y posibilidades de ser intermediarnos en un comercio regional, mano de obra militar y coyunturalmente peones. Y, cuando esto no bastaba, o una nueva tribu de las muy numerosas migradas del otro lado de la cordillera quería su lugar, o para presionar y obtener más: el malón. Forma de saqueo y presión política que les permitía obtener las codiciadas mujeres, ganado y un nuevo acuerdo con el gobierno que quizás implicaba títulos militares.

En esta situación se luchaba (entre grupos indígenas) por el control de las rutas comerciales trasandinas. Y por los campos de invernada, donde se apacentaba el ganado que permitía a los principales caciques crear sus pirámides de poder. Y pelear también por mantener la autonomía frente al poder central del estado provincial o nacional. Frente a ese mundo desde hacía años presionaba la forma de explotación de la tierra basada en el asentamiento permanente de los productores, podían ser grandes o medianos o inclusive pequeños. Pero en esa década e 1880 ya era la consolidación de la clase terrateniente, que a su vez se articulaba con un mercado mundial en expansión, por motivos ajenos a esta explicación, pero entre los cuales se encuentra el desarrollo técnico que acortaba y facilitaba el traslado de productos (FFCC, Barcos a vapor etc.). Por lo tanto, la presión para ocupar todos los territorios posibles de ser puestos en producción (y con el ferrocarril eran “todos”) impedía cualquier tipo de conciliación con la forma de reproducción de la sociedad tribal.

Sin embargo, debemos destacar que un problema del país fue la ausencia de mano de obra, y de posibles ocupantes de tierra fuera de los terratenientes. En otra época (hace n o muchas décadas) la discusión no era preservar la forma de vida de las tribus, sino que se polemizaba con Roca por la forma de reparto de la tierra. O sea ¿Por qué se impuso el reparto en grandes extensiones que favoreció la consolidación de la oligarquía terrateniente y no se impulsó el asentamiento de formas de propiedad medianas o en colonias, con indígenas que lo aceptaran, inmigrantes y soldados?

Claro eso podría haber sido un proyecto alternativo, que consideramos realista y posible. Si se apoyaba desde el estado con instituciones que los ayudaran a consolidar. De hecho, ese proyecto estuvo en agenda dentro de la misma elite dirigente. Inclusive militares vieron con preocupación que el desplazamiento de las tribus amigas había dejado más despoblada a la tierra que antes, con el riesgo geopolítico que los espacios semivacíos implican. Hasta se sancionaron leyes de colonización y de asentamiento indígena.

Reponemos algo que debería ser conocido desde la escuela. La resolución de las guerras civiles argentinas no favoreció a los sectores populares, sino que beneficio a la burguesía liberal comercial asociada al mercado mundial (Gran Bretaña) y a los grandes propietarios exportadores. Por lo tanto, a un tipo formación social que tiene un tipo de estado. Roca pudo haber representado a lo mas nacional de la clase dominante: pero si hubiera repartido la tierra como sugerimos más arriba hubiera sino un líder revolucionario o nacional de una envergadura que estaba muy fuera de su alcance. Como mínimo debió haber requerido de un plan desde el estado que fomentara ese tipo de ocupación como forma prioritaria, o sea un estado que no podía ser el de la oligarquía por más que Roca estuviera a su cabeza. O sea, una alianza de clases distinta con algún interés mayor en el mercado interno y en el desarrollo manufacturero en un principio e industrial ya para fines del XIX. Por ello a los indios amigos se los reincorporó en forma marginal y a los soldados de la campaña al desierto se les dio solo 100 hs. en tierra lejanas, mientras que la clase dominante y los más altos oficiales se quedaron con miles y decenas de miles de las mejores tierras (lo que revaloriza bastante el tipo de política de Rosas).

Señalábamos que el ejército nacional (aun en formación) venció como era de esperar, y por primera vez sostuvo su esfuerzo sistemático, hasta no dejar rincón sin ocupar. Por fin la argentina alcanzo una dimensión territorial coherente. Tal como señalaba Jauretche, esa es la principal virtud de Roca. Las barbaridades fuera de cualquier parámetro serio que se señalan sobre “genocidio” o “campos de concentración” (remitiéndonos al nazismo, y a Hollywood) están totalmente fuera de lugar. Y no vamos a polemizar con ellas. Simplemente señalar que esa categoría se usa muy libremente, que desde los parámetros del progresismo bienpensante la historia de la humanidad sería una sucesión de “genocidios”, de todos los colores y tamaños. Y las mismas tribus que se pretende defender, serian genocidas y violadoras sistemáticas de derechos humanos.

Conclusión

Dudamos mucho de los sectores que se movilizan para voltear estatuas de Roca, que construyo el estado y le dio su extensión definitiva, tengan la misma animadversión por Mitre o Sarmiento. Quienes sin dudas hubieran mantenido aún más esclavizada a la república, masacrado sin piedad a los indios, a los que se despreciaba mucho más que Roca. O hubieran regalado a cualquier estado porciones de territorio, en aras de un mejor comercio o para deshacerse es ese mal que era la extensión del país.

No es que nosotros queramos tirar la estatua de nadie, de hecho, estamos en contra. Pero nos llama la atención. Sigue la cruzada de Osvaldo Bayer, cada vez más con el tiempo se transformó en un militante para la destrucción del estado y el ejército. Valiéndose de todos los desastres que se pueden adjudicar, y de la ingenuidad de los sectores progresistas empinados este mileno en occidente. Pero hay que recordar que la destrucción del Estado no hace nacer la libertad, sino otros estados más pequeños y débiles, protectorados de organizaciones internacionales o formas de dominación más degradadas.

Sostiene quién escribe que la figura de Roca debe ser puesta en su justo lugar, y que hoy frente a los ataques al estado, la forma en que se ataca su figura y la reivindicación que en general está detrás de esos ataques, es parte de un ataque contra la nación, no contra la oligarquía.

Reafirmamos que luchamos por la soberanía plena del Pueblo-nación argentino, a través de su estado sobre todos los territorios y recursos, contra cualquier grupos estatal o privado extranjero o local, que intente apropiarse de una parte. Sea este Inglaterra, Joe Lewis, Los dueños de los puertos del Paraná, las finanzas, las tierras o minas. Sea este el gobernador de Jujuy y su nueva constitución, o una minoría local de cualquier etnia, u ONG. La soberanía es una e indivisible. Desde allí se lucha por hacer una argentina a justa libre y soberana; con los trabajadores argentinos como sujeto. En un estado popular con todas sus raíces reconocidas. Pero para eso debe existir esa argentina.

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