La música de Leo Martinelli es un proyecto que se define como una exploración de la raíz latinoamericana desde una perspectiva contemporánea. El músico aborda la exploración musical a partir de la convergencia de distintos intereses personales, que van desde el folklore (que escuchaba en su infancia), pasando por la antropología, hasta el arte contemporáneo.
Arte a la carta
Para Martinelli, su banda llamada Tremor comenzó como su proyecto solista, en el que buscaba combinar diferentes elementos musicales, o tal vez como un proyecto que combinaba diferentes partes de sí mismo. Lo interesante es que, al ser algo que surgió desde un lugar tan personal, Leo lo entiende como: “una suerte de collage de experiencias y gustos” que fueron conformando su discurso y personalidad. “Después de cinco años en el conservatorio y luego de estudiar con diferentes profesores particulares de jazz, bossa nova, composición, arreglos; me pasaba que me preocupaba, ¿esto cómo se va a articular? Y en algún momento tuve como una epifanía en la que me di cuenta que yo era la mezcla de todo eso. Tremor se volvió una mezcla de mis intereses personales pero no todos necesariamente musicales. Comenzó entre 1998 y 1999, cuando empecé a explorar combinando cosas que me gustaban mucho como la música concreta, la música electrónica y la música andina. Cosas que parecían medio locas o descabelladas de combinar”, cuenta Martinelli en entrevista con Zoom.
Durante su adolescencia tuvo un momento de fascinación por la antropología (que luego marcó su recorrido), además de la suerte de tener maestros de arte contemporáneo que en ese momento exponían su obras en museos y galerías. Ahí se dio cuenta de que la música podía ser algo más allá del rock o el pop, que además podía vincularse con el arte contemporáneo, y de que su creación a partir de lo musical podía tener un acercamiento experimental o “ruidista” y no necesariamente debía haber una melodía que fuera romántica, pegadiza o bailable: “Me gustaban artistas que tenían un arte conceptual. Y me di cuenta que a la música la podía pensar como un arte conceptual, o que podía haber un metamensaje más allá de si es do, re, mi. Puede ser que esté diciendo algo extramusical, y eso lo empecé a pensar al haber tenido esas experiencias que desviaron mi camino hacia cosas que me parecieron más interesantes.”
La búsqueda de una voz propia no es simple. Las estructuras paradigmáticas y lo que en general vende son condicionantes en la creación artística. Salirse de esos esquemas muchas veces ni siquiera se puede pensar como viable porque los caminos están muy marcados. Para Leo esa búsqueda se trató de observar diferentes aspectos de sí mismo de una forma diferente, para encontrar algo que tuviera para decir que se saliera de la propuesta del anglo en general. Buscaba su síntesis, su mezcla: “Enumeré tres cosas que me gustaban y de a poco fue resolver el acertijo de cómo se combinaban. Hice muchas pruebas, y lo que hice lo hice jugando, probando, sin objetivos. Lo que sí me pasó es que probando me fui sorprendiendo con los resultados. Había algo que me generaba mucha adrenalina. Para mí eso es lo más fascinante de componer, cuando ocurre algo inesperado. En ese momento, cuando empezaban a aparecer cosas, me sorprendía que sonaban a algo como música, como algo que tenía una armonía y un discurso”, relata el creador de la banda Tremor.
Ese período de búsqueda para Leo fue fascinante, pero de mucha duda. Porque al no trabajar con un género contenedor, no era como componer un blues o una pieza de jazz. Cuando pensamos estos tres ejes iniciales en su creación: ruidismo, música andina y electrónica, es difícil imaginar cómo pueden articularse. Tremor, sin dudas, es una gran convergencia de estas tres cosas; pero sin embargo sin limitarse a ellas. Durante los más de quince años que lleva vivo este proyecto, núcleos como la música concreta dejaron de ser vertebrales para pasar a un segundo plano o incluso no estar. Lo que siempre estuvo –incluso para sorpresa de Leo— es la música latinoamericana, que comenzó siendo principalmente andina pero que luego se expandió hacia otro tipo de folklore.
Música de raíz para oídos contemporáneos
Con el tiempo Tremor se expandió y pasó de ser un proyecto solista a una banda. Comenzó con Camilo Carabajal en la percusión y Gerardo Farez en los sintetizadores y teclados, con ellos el proyecto se convirtió en un trío. Leo, aparte de componer y producir, en las presentaciones en vivo toca todos los instrumentos de cuerdas como la guitarra, el charango o el ronroco, también percusión y por momentos es quien canta. Comenzaron a tocar en vivo y lo que en los primeros discos era música principalmente ambient, con el tiempo comenzó a adquirir mayor fuerza y contundencia debido a lo que se generaba con el público. Su música comenzó a tener más movimiento y la identidad de la banda fue mutando. Actualmente, Gerardo Farez dejó el proyecto y Alex Musatov, violinista, se incorporó.
En todos estos cambios y convergencia de elementos, la música de raíz fue lo que persistió. Abordada desde diferentes ángulos, buscando en diferentes zonas, el sonido latinoamericano atravesó hasta el momento toda la discografía de Tremor. Le preguntamos a Leo cómo definiría la música de raíz, qué es lo que encuentra en ella que no está en la música contemporánea: “Para mí –reconoce— lo interesante es que no es una música comercial o especulativa, es de otra época realmente. La música que escuchamos todo el tiempo se compra y se vende. La música de raíz no tiene esa carga. Hay algo místico, religioso, espiritual, dependiendo la cultura y el punto de vista. Incluso si quisiéramos sacar toda esa capa, hay algo social. Los que tocaban aerófonos o las cajas chayeras cuando iban por el cerro lo usaban para comunicarse, para avisar que estaban llegando. Tenía otro tipo de función y eso me parece alucinante. Lamento que se haya perdido todo eso. Desde el lado espiritual está el pedirle a la madre tierra, agradecerle por la lluvia, la comida; me parece bastante mágico.”
Contrario a lo que sucede hoy en día, la música andina –precolombina— tiene otra carga, no está hecha para gustar sino para comunicar. Era un vínculo entre los seres humanos, o entre los seres humanos y la naturaleza. Leo nos cuenta que está caracterizada incluso por cierta rusticidad en los instrumentos, muchas veces hechos por el mismo intérprete, que no están afinados y están hechos por elementos disponibles en el lugar donde vivieran, como pieles, tripas, maderas y demás. El contraste con lo que escuchamos ahora late en esa rusticidad. Y cuenta: “En esta era en la que todo es digital, todo es perfecto. Porque se puede corregir hasta que sea prefecto, que el tempo sea perfecto, que afine perfecto. Es medio desabrido. Yo siento que música es la interpretación, el instrumento, el pulso, esa mano que golpea la caja y si querés esa grabación rústica y el viento; digamos, hay toda una combinación de lo que te pasa cuando estás escuchando que no es solo una nota. Hay un todo. Es como un pintor, hay algo del trazo que está en la obra y te produce algo, eso también es información y tiene una carga.”
Un punto de vista, una interpretación, una melodía
Surge entonces la pregunta de si la música de Tremor y la música de Leo son una misma cosa, siendo él el autor y productor del proyecto, o si hay diferencia entre ambos. Y como respuesta, Leo nos dirá que ante esa misma pregunta, hace quince años nos hubiera dicho que no hay diferencia. Pero con el tiempo ha habido una separación entre el autor y la obra. Un desdoblamiento que se fue dando por otros intereses, búsquedas y estéticas. Como relatá él: “En mi música es anecdótico lo latinoamericano. En Tremor sí es medular, tiene que ver con mi infancia, la antropología, el arte y todo lo que ya hablamos. Pero al final, si vos desnudas absolutamente todo, es un punto de vista. Si me decís que haga una canción con una guitarra y una flauta traversa, y me despojas de lo electrónico, el folclore, por decir de alguna manera, lo que es parte de Tremor; quiero creer que lo que diferencia mi sonido es un punto de vista. Ese punto de vista tiene que ver con cierta artificialización, un híbrido rústico y áspero; yo creo que el chiste de fondo es siempre el mismo, es el contraste. Entonces es la convivencia de cosas que son contradictorias u opuestas, extremas, o que no deberían convivir; y sin embargo lo hacen. Creo que la microsíntesis mía es esa. Tremor en cambio tiene otras cuestiones. Esto lo fui notando en mis trabajos con películas u otras cosas que me voy doy cuenta que son elementos que están siempre ahí.”
Esas otras caras del sonido de Leo Martinelli están en los discos que produce o las películas para las que compone. Nos adelanta que este año, en julio, saldrá un disco de la artista boliviana Luzmila Carpio y también un disco de Soema Montenegro, en ambos Leo trabajó como productor. Su faceta de compositor la veremos en la película Sudestada, también pronta a salir. Y como no podía ser de otra forma, también estará con su banda Tremor el 9 de julio junto a Micaela Chauque con la que recientemente han sacado un disco.