Dos noticias han sacudido recientemente las tranquilas aguas de la alianza atlántica respecto de su accionar en la Guerra de Ucrania. En primer lugar, las declaraciones del ex Premier israelí Naftalí Bennett a un medio televisivo de su país afirmando que Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania sabotearon un proceso de paz entre Putin y Zelenzky con mediación hebrea. Segundo, las revelaciones del periodista estadounidense, ganador del premio Pulitzer, Seymour Hersh, sobre la participación de Estados Unidos en la voladura de un tramo de los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2.
Juntos estos dos acontecimientos confirman que Ucrania es el teatro de operaciones de una guerra entre la OTAN y Rusia, y que no exageraban los norteamericanos cuando afirmaban que iban a pelear hasta el último ucraniano con vida.
La Paz truncada
El pasado fin de semana Bennett ofreció una entrevista al canal 12 de Israel en la que afirmaba haber logrado avances significativos para lograr la paz entre Ucrania y Rusia en marzo de 2022. Sin embargo, aunque Israel contempló las observaciones hechas por Estados Unidos al plan, el mismo acabó por abandonarse. La causa, siempre según Bennett, fue la oposición encontrada del lado de la OTAN. El Premier británico Boris Johnson se habría decantado por una “postura más beligerante”, aunque Francia y Alemania se mostraron más moderadas. Biden, por su lado, oscilaba entre una posición y la otra. Al final, los aliados convencieron a Zelensky de continuar la guerra hasta la derrota de Rusia. Fue por esos días que el presidente ucraniano habló ante el parlamento israelí y dijo aquello de “la paz se negocia entre Estados, no entre el bien y el mal”.
Una postura inexplicable a juzgar por las concesiones que al parecer estaba dispuesto a ofrecer Putin. Entre ellas, renunciar a la “desnazificación” del país y su desarme total. A cambio, exigía solo que Ucrania se comprometiera a no ingresar a la OTAN. Kiev no solo no ingresó a la alianza atlántica, sino que, además, devino en peón de la OTAN. La posición de Estados Unidos, en cambio, resulta más lógica, decidido a confrontar con China, la Guerra de Ucrania era la oportunidad ideal para debilitar a un aliado potencial del oponente. Las fisuras, no obstante, terminan por hacerse presente. Fisuras en la política, donde los republicanos son cada vez más críticos de la ayuda militar irrestricta a Ucrania, y en el aparato industrial-militar, donde las empresas armamentísticas buscan la continuación del conflicto pero los militares abogan por una resolución pronta para luego enfocarse en el Indo-Pacífico.
Como era de esperarse, la prensa occidental, incluyendo a los grandes medios argentinos, replicaron las declaraciones de Bennett de forma sesgada. Enfatizaron solo en la promesa hecha por Putin al Premier israelí respecto de no intentar asesinar a Zelensky. Pero la misma era parte de las concesiones que Putin ofrecía, o por lo menos eso entendió Bennett, ya que la eliminación física del Presidente ucraniano era parte del plan de “desnazificación” del país. No matar a Zelensky significaba no buscar la “desnazificación”. Tampoco prestaron mucha atención a los motivos que llevaron a Israel a optar por una neutralidad que pone en ridículo a la Casa Blanca, si se tiene en cuenta que se trata de su principal aliado en Medio Oriente. Bennett lo explica muy bien al señalar la cooperación ruso-israelí en Siria, donde los rusos tienen sistemas antiaéreos S-300 por lo que “si presionan el botón, los pilotos israelíes caerán”. Aunque algunos analistas señalan también la creciente preocupación de Tel Aviv por el antisemitismo entre las tropas ucranianas.
Que se pase por alto la cuestión de los misiles antiaéreos S-300/400 no es menor. Una pléyade de analistas, expertos y opinólogos occidentales ha señalado la ineficacia de las defensas antiaéreas rusas frente a los más avanzados aparatos aéreos de la OTAN, en especial, el cazabombardero Lockheed Martin F-35. Por tanto, no hace gracia en el Oeste que Bennett admita que los sistemas antiaéreos S-300, y su versión mejorada S-400, son eficaces para derribar los aviones de la Fuerza de Defensa Israelí (FDI), que son precisamente los F:35. ¿Dónde obtuvo esa información Bennett? Como Primer Ministro es factible que hayan sido los propios mandos de la FDI quienes le hicieran saber sobre la eficacia de los S-300/400 a la hora de detectar y derribar los F:35. En fin, otro relato occidental que se cae.
Nord Stream Affaire
Se dice que un político republicano dijo alguna vez que Symour Hersh era lo más parecido que había en Estados Unidos a un terrorista. A lo largo de su extensa carrera el periodista, que hoy tiene 85 años, fue responsable de algunas de las revelaciones más escandalosas de la historia reciente. Saltó a la fama a fines de los años 60’ cuando denunció la matanza de civiles de parte del ejército estadounidense en Vietnam del Sur, conocida como Matanza de My Lai. Más tarde, sacó a la luz actividades ilícitas de la CIA, los planes de Israel para obtener armas nucleares y en 2004 las torturas contra prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib.
Ahora lo ha hecho de nuevo. En su blog personal (que puede consultarse aquí) publicó una nota donde acusa a la marina de los Estados Unidos de ser la responsable de los atentados que sufrieran el pasado mes de septiembre los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Hersh no nos dice quien es su fuente pero asegura que se trata de alguien con conocimiento directo de la planificación, la cual habría comenzado en diciembre de 2021. Eso explicaría la amenaza que realizara Biden a principios de Febrero de 2022, tras una reunión con Olaf Scholz, “Si Rusia invade… ya no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin”. La ejecución, sin embargo, se dilató en el tiempo a causa de la necesidad imperiosa de no levantar sospecha de la participación de Washington. En consecuencia se discutieron varias opciones de cómo llevar a cabo la voladura. Finalmente, se optó por utilizar buzos tácticos de la armada aprovechando los ejercicios “Baltops 22” de la OTAN realizados en el mes de junio. Colocaron explosivos en los gasoductos que fueron activados tres meses más tarde por una boya hidroacústica lanzada desde un avión de la Marina Noruega. Además de Oslo Estados Unidos contó con la colaboración de Suecia y Dinamarca. Aunque se debe suponer que otros miembros de la alianza estaban al tanto, o al menos eso se infiere del tuit del ex Ministro de Relaciones Exteriores de Polonia Radislav Skorsky el día después de la voladura diciendo “Thank you, USA”.
El vocero del Kremlin Dmitri Peskov solicitó una investigación internacional sobre el asunto, mientras que el Presidente de la Duma, Viacheslav Volodin, fue más allá al pedir una indemnización para los afectados. Desde Washington todo fue negación; la portavoz de la Casa Blanca Adrienne Watson dijo que el informe de Hersh es “falso y una completa ficción”, el de la CIA, Tammy Thorp, mantuvo el mismo tono. Queda a nuestro criterio entonces creer en lo que afirma un periodista, que dijo la verdad respecto de la matanza de civiles en Vietnam y las torturas en Irak, o bien hacer caso a las desmentidas de aquellos funcionarios que hace veinte años mintieron respecto de la presencia de armas de destrucción masiva en Bagdad.
De lo que no cabe duda es que la voluntad de Estados Unidos de confrontar directamente con Rusia está más al desnudo que nunca. Moscú parece entenderlo así. Varios analistas han observado que el despliegue de sistemas de misiles antiaéreos, en edificios gubernamentales e instalaciones militares, no responde a un posible ataque con drones ucranianos, sino que busca prepararse para una eventual agresión de la OTAN. Lo mismo puede decirse de las declaraciones del Embajador ruso en Londres advirtiendo que la entrega de cazabombarderos a Kiev será interpretada como una implicancia directa del Reino Unido en la guerra. Es la primera vez en mucho tiempo que Rusia marca una bandera roja. Todo lo cual indica que la tan ansiada desescalada del conflicto está lejos de llegar.