Existen determinados indicadores de la economía argentina que estarían dando cuenta sobre las dificultades que atraviesa el país para sostener el crecimiento económico. El principal desafío pasa por evitar un desequilibrio de las cuentas externas, pues debido a la alta elasticidad de las importaciones con respecto al PBI, se corre el riesgo de que las importaciones se tornen impagables en el actual escenario de crecimiento económico.
Por este motivo debe verse con preocupación las estadísticas relevadas por el INDEC sobre el intercambio comercial argentino. Según lo informado por el organismo, en junio de 2022, las importaciones superaron a las exportaciones de bienes en 115 millones de dólares, este déficit contrasta con el superávit de 1.101 millones que se obtuvo en igual mes de 2021. A su vez, desde diciembre de 2020 que la balanza comercial no arrojaba un saldo comercial negativo.
La falta de autoabastecimiento energético es uno de los principales factores que explica el deterioro del saldo comercial argentino. En igual sentido se expresó el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Miguel Ángel Pesce, cuando en recientes declaraciones radiales afirmó que el stress que se registra en el mercado cambiario, y que deriva en una significativa dificultad para contar con los dólares necesarios para atender las importaciones de insumos productivos, está estrechamente relacionado con el crecimiento de las importaciones de energía.
Evolución de las importaciones energéticas.
Primer semestre. En millones de dólares.
La participación del rubro asociado con las importaciones de energía sobre las importaciones totales se duplicó en el primer semestre del 2022 con respecto a igual período del 2021, pasando del 8 al 16 por ciento. En este primer semestre, se consumieron U$D 6.600 millones en importaciones de energía, cuando por el mismo concepto, en el primer semestre del 2019, año prepandemia, las erogaciones fueron significativamente más bajas, en el orden de los U$D 2.300.
La insuficiente oferta local de energía está particularmente asociada a la escasa oferta de gas natural propio, por lo cual deben importarse importantes volúmenes de gas natural licuado y gasoil, particularmente este año debido a un nivel de actividad económica superior al del año pasado, el cual se ubica cerca de los picos de actividad de la última década. No obstante, el drenaje de divisas que implica cubrir el abastecimiento de estos productos energético vía importaciones, creció significativamente este año particularmente por el aumento de sus respectivos precios internacionales a raíz del conflicto desatado entre Rusia y Ucrania.
Sustituir las importaciones energéticas con mayor producción local resulta clave para relajar las presiones que pesan sobre el mercado cambiario. En este sentido, el gas natural proveniente desde Vaca Muerta podría ocupar un rol relevante. La producción obtenida en esta formación crece año a año, en el primer semestre del año actual explicó un tercio de la producción total.
Evolución de la extracción de gas según formación.
Primer semestre. En millones de metros cúbicos diarios
La insuficiente infraestructura con la que se cuenta para evacuar el gas de Vaca Muerta amenaza con frenar el crecimiento de la producción. Por tal motivo, avanzar en la construcción del gasoducto, que el Gobierno Nacional planea tenerlo operativo para el año que viene, resulta una obra pública fundamental.
La realización del gasoducto permitiría aumentar la capacidad de transporte del gas de Vaca Muerta, con lo cual, se alejarían las restricciones que hoy presenta la actividad gasífera en la formación. Así el país estaría avanzando en el logro del autoabastecimiento energético, inclusive quedando abierta la posibilidad de que se obtengan saldos exportables de energía a partir de la mayor explotación de la formación.
Ante este contexto económico general desafiante, en que la actividad económica amenaza con estancarse o directamente caer por las restricciones que sufren las importaciones, impulsar el crecimiento del sector energético debiera ser el eje de las políticas públicas a implementar por el nuevo equipo a cargo del Ministerio de Economía.
Tenemos, por un lado, una coyuntura de aceleración inflacionaria, controles cambiarios, múltiples tipos de cambio y desincentivos a los agentes económicos en general (por ejemplo tasas de interés en pesos negativas y depreciación del dólar oficial a mayores tasas que la referencia de política monetaria). Y por el otro, como ventana al futuro el desarrollo masivo de los hidrocarburos que necesita el país para funcionar y también exportar, obtener divisas para estabilizar el dólar oficial e ir sacando restricciones para poder normalizar la producción nacional que a estos niveles de actividad requiere un volumen elevado de cantidades de bienes importados.
Esta nota comenzó a escribirse con la renuncia de Martín Guzmán como dato, y la nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, acomodándose en su cargo y designando colaboradores. Para el último fin de semana de julio tenemos a un nuevo ministro, Sergio Massa, que concentrará distintos áreas, producción, agricultura, ganadería y pesca, entre ellas. Claramente la inestabilidad política pegó fuerte en los mercados financieros y en la incertidumbre/volatilidad nominal que es la norma en esta economía. Los valores nominales de pánico de los dólares MEP y CCL (y el informal/blue) fueron tapa de los medios de comunicación.
Ahora resta saber el plan de Massa, las medidas, las herramientas elegidas y la coordinación entre Economía y el Banco Central para ver cuál es el rumbo del gobierno. Desafíos sobran.