El arribo de Massa a la coordinación del Ministerio de Economía junto con otras palancas de gobierno se presenta como la última oportunidad del Frente de Todos acomodar las descalabradas variables macroeconómicas. Luego de varias semanas de presión devaluatoria agravada por la intempestiva salida de Martin Guzmán, la resultante escalada inflacionario es el principal frente que el flamante ministro debe afrontar. Esta semana se anuncia el equipo económico y las medidas a aplicarse en los próximos meses. Ya sea que se inicie una nueva etapa o una mera continuación de la anterior, el porvenir político de Sergio Massa y la supervivencia del gobierno se encuentran indefectiblemente unidos.
Luego de varios amagues, finalmente Sergio Massa asumirá la renovada función de Ministro de Economía plenipotenciario. Su llegada se da un contexto político y económico en extremo delicado, signado por una feroz corrida al dólar que descalabro todos los precios internos, sumando volatilidad a una inflación de por si indomable. A raíz del portazo de Martin Guzmán, le tocó el turno a Silvina Batakis de agarrar el fierro caliente de la economía argentina. En su efímero paso, la ahora exministra gestiono reuniones con Banco Interamericano de Desarrollo y el FMI, para tratar de conseguir alivios financieros a la terrible sangría de dólares que sufre la economía nacional. Durante las jornadas que terminaron por coronar a Batakis, Massa ya había planteado la idea de un superministerio de Economía – a la vieja usanza – donde controle todas las variables estén bajo su órbita: producción e industria, agricultura, hacienda y el propio Banco Central, entre otros. Fue ante lo vertiginoso de un proceso devaluatorio sin devaluación anunciada, que desde diversos sectores del frente gobernante se activó el nuevo “operativo clamor” que termino por catapultar a Sergio Massa a la cartera económica. Su nombre viene sonando para la misma desde la derrota electoral del 2021 y aunque valdría preguntarse porque no antes, el contexto tiene sus urgencias y las mismas exigen soluciones tan perentorias como expeditivas.
La llegada del Massa al gabinete trae varios coletazos. Daniel Scioli, quien había llegado para traer brios nuevos y una alternativa electoral, luego de un cara a cara con Massa en una conferencia de prensa a pura malicia parece ya tener comprados los boletos rumbo a Sao Paulo. En su lugar podría ingresar Matías Tombolini, presidente de ARSAT. Por otro lado, Julián Domínguez, el interlocutor con las patronales ruralistas, ya presentó su renuncia a la cartera de agricultura y se barajan varios nombres para ese puesto, entre ellos el de Gabriel Delgado. Otro que anuncio su salida fue Gustavo Beliz, quien dio el portazo sin esconder malestares, fiel al estilo albertista de otros exfuncionarios como Guzmán y Kulfas. Dos áreas que están en tensión, pero sin definiciones aún son la Secretaria de Energía, a cargo de Dario Martinez – quien reporta en el Patria – y el Bco. Central, a cargo del albertista Miguel Pesce. Si la coordinación de la economía alcanzara la escala casi monárquica que parece plantear Massa, estas dos secretarias también deberían quedar bajo su órbita. Destino incierto aun es el de los ministros de Desarrollo Social, Habitad y Obra Pública, aunque todo parecería indicar que Juanchi Zabaleta, Jorge Ferraresi y Gabriel Katopodis volverían a disputar en sus intendencias, a la luz de que el techo se les achico con el desembarco del tigrense. Hasta ahora todos los hombres y mujeres fuertes que ingresaron al gobierno para renovar su fuerza fueron capturados por la irrefrenable fuerza neutralizadora de Alberto Fernández, quien su celo no da lugar a posibles competidores. La pregunta que flota en el aire es si Massa no se topara con el abrazo de oso del presidente, en cuyo caso el destino del gobierno estaría escrito, aunque no es para nada grato aventurarse en las desgracias que podrían acontecer a nivel social. Argentina podría afrontar una combinación critica entre crisis hiperinflacionario – como en el 89’ – y una crisis de deuda – como en el 2001 -, cual convergencia entre dos experiencias en extremo dolorosas para nuestro pais.
El principal dañado con esta situación es el propio presidente, quien parece resignar su ya malograda intentona reeleccionaria. Es evidente que si Massa logra sacar belleza de este caos quedaría más que posicionado para ser uno de los principales candidatos del FdT a las próximas elecciones presidenciales, aunque sus expectativas políticas están ligadas a las de todo el gobierno. Ese barrilete debe volar aun por vientos tormentosos. El prolongado silencio de Alberto Fernández en las ultimas semanas, sumado a los amagues de anuncios que luego no se hicieron parece dar cuenta de cierta incomprensión de la gravedad de la situación. Aferrado a su retórica del consenso y la persuasión dialoguista no acusa recibo de lo impotente de esa estrategia al día de la fecha. En su opera prima, El Príncipe, Nicolás Maquiavelo recomendaba a los aspirantes a gobernar nuevos estados no apalancar su gobierno con el apoyo de los Grandes, los peces gordos del poder económico. Estos lo ven como igual y no tardaran en complotar contra él. Lejos de esto, el florentino recomiendo crearse nuevas bases de poder, de ser posible en el Pueblo. Alberto Fernández – quien no parece conocer la obra – hoy se encuentra atenazado entre las conjuras de palacio y el descontento en la calle. Sera Sergio Massa quien deberá hacer equilibrio para encontrar una salida al laberinto de la economía argentina.