Finalizando junio, el contexto económico del país ya se había tornado incontrolable para Martín Guzmán, quien no dudó demasiado en renunciar. En sus dos últimas semanas de gestión, había comenzado una corrida financiera contra los títulos de deuda del gobierno. Para sumar tensiones, a las pocas horas de la renuncia se hacía sentir la reacción en los mercados financieros (el dólar crypto alcanzaba los 280 pesos y se esperaban para el lunes siguiente aumentos del 20% en el dólar paralelo). Entrada la semana, esos aumentos se efectivizaron: el dólar paralelo cerraba cerca de los 260 pesos, el dólar contado con liquidación (CCL) llegaba a un récord nominal histórico alcanzando los 280,77 pesos y el dólar bolsa rozaba los 270,45 pesos. Con este panorama asumía Silvina Batakis. Comunicó que su plan tiene como lema priorizar el “equilibrio fiscal”, porque cree que es lo fundamental para lograr un Estado solvente y eficiente. Pero observando la realidad económica parece que tanto la solvencia como la eficiencia son un poco utópicas…
Más allá de las medidas anunciadas por la nueva ministra a dos semanas de asumir (la mayoría apuntadas a tener un registro más fino de los recursos con los que cuenta), poco se ha salido a comunicar. En ese momento, hizo hincapié en que no existe la posibilidad de incumplir con el pago de la deuda en pesos y que tampoco está en sus planes una devaluación.
Conforme pasó el tiempo, nada se anunciaba con respecto a la inflación que, según el último informe del INDEC, el IPC del mes de junio arrojó un incremento del 5,3% para el nivel general de precios y un 4,6% en alimentos. El valor de la variación acumulada a junio es de 36,2%. Con este último dato las estimaciones de una inflación anual para el 2022 superior al 70%, son cada vez más válidas. Lo más alarmante no es la inflación de junio. Lo que más preocupa es el valor de julio.
Para mediados de julio, el dólar paralelo llegaba a los 300 pesos. Para el 21 de julio el precio rondaba los 330 y al día siguiente llegó a un máximo de 350 pesos. En este mes, las corridas cambiarias generadas en el dólar paralelo comenzaron a ser referencia en el resto de los precios de la economía. Esto es algo que no venía ocurriendo y que se pudo palpar en muchos comercios tanto minoristas como mayoristas. Los mismos, post renuncia y salto cambiario, colocaban carteles a la entrada, donde exponían: “los precios subieron un 20% debido a la suba del dólar”.
En la cuarta semana de julio, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), en su informe semanal de precios que mide más de ochenta productos en las principales cadenas de supermercados, relevó un aumento semanal del 1,9% y una variación mensual del 7,4%. Los alimentos secos tuvieron un aumento del 2% en la última semana y los electrodomésticos aumentaron un 2,7% semanal y un 12,8% a nivel mensual. En esta línea, el INDEC publicó que el costo de la canasta básica alimentaria (CBA) se incrementó un 4,6% en junio. Esto implica que una familia tipo integrada por dos adultos y dos menores, para no caer en la indigencia necesita percibir ingresos por $46.525. Considerando la canasta básica total (CBT), la cifra alcanza los $104.217. Que el precio del dólar blue sea una referencia tan contundente en el resto de los precios de la economía, es una alarma para no dejarlo subir libremente y sin reparos.
Los primeros anuncios de Batakis quizás tenían el objetivo de poner paños fríos a la corrida cambiaria, pero parece que no han tenido tal efecto. El reto de desenvolverse en un escenario muy inflacionario con escasez de dólares, metas por cumplir con el FMI, alta volatilidad interna y externa, parece volverse cada vez más desafiante. O bien, habrá que recalcular el camino…
En este escenario, las presiones devaluatorias no tardaron en llegar.¿Pero qué implicancias tendría una devaluación en el corto plazo?¿es esa realmente una solución por lo menos parcial?. En el corto plazo una devaluación no acaba con el problema. De hecho, si bien podría generar un incremento en las exportaciones, también reduciría una caída extendida de las importaciones llevando a un contexto económico más recesivo. El problema de fondo es la escasez de dólares. Argentina necesita de dólares en cantidades significativas (sobre todo en el segundo semestre) y la realidad es que hay un solo sector que puede proveernos estas divisas: el agroexportador. El gran reclamo de este sector en las últimas semanas tiene que ver con obtener algún tipo de incentivo a la hora de vender su producción, ya sea una disminución en la retenciones u obtener un tipo de cambio diferenciado.
Además de las diferencias de intereses y el trasfondo político, hay varias cuestiones a analizar. Por un lado, es primordial pensar en que la devaluación per se, tendría un impacto en el resto de los sectores de la economía. Sin embargo, la queja del agro en cuanto a lo que reciben como ganancia producto del dólar al que deben liquidar y su comparación con el resto de la región, es considerable. Con lo cual, es racional que el sector agroexportador se financie tomando crédito en pesos a las tasas actuales (por debajo de la inflación) y espere a liquidar su los granos en 30 o 40 días. Con el abaratamiento del financiamiento en pesos que puede obtener el sector, ¿cuáles serían los incentivos del sector para liquidar los granos y obtener pesos?. Por ahora, la única medida concreta en este sentido es la reciente comunicación del Banco Central en la que promueve una especie de “dólar agro”, pero nada acusa sobre las retenciones ni de la tasa de interés. Se trata de que los exportadores de granos puedan acceder (hasta el 31 de agosto) a un depósito a la vista en las entidades financieras, del 70% de su venta de granos, con una retribución diaria variable en función de la evolución del tipo de cambio “Dólar Linked”. El 30% restante podrán destinarlo a la compra del dólar solidario.
Vale decir que los sectores populares miran desde afuera y muy de lejos los rendimientos del agro, pero sin sufrir de manera directa las consecuencias de la inestabilidad macroeconómica producto de las corridas cambiarias. Urgen medidas que ataquen la inflación, incluyan a todos los sectores económicos y contengan políticas de mejora distributiva. Al parecer, no se está encontrando el rumbo para iniciarlas…